Aloha! Aqui un fic nuevo, tendra dos capitulos, 3 a lo mucho, aun no lo tengo decidido si seran 2 o 3. Mas no. Es la primera vez que escribo un fic en primera persona asi que tened un poquito de comprensión a la hora de juzgarme! Espero que os guste! Y espero que me comenteis tanto si no os gusta como si si lo hace. Gracias.

Dedicado a: Las chicas de la secta. A Eri en especial que es la primera que lo ha leido y ha dado su visto bueno. Roadtrip you know! Bicitrip en realidad! y hablando de secta, Feliz cumpleaños Nie! Que todo te vaya lindo :)

A todas esas mujeres que antes de madres son...pues eso, mujeres ;)

Enjoy it!


Decido olvidarme completamente de cada duda que invade mi mente en este momento. No obstante, veo en tus ojos el reflejo de mis dudas antes de apartar la mirada, la tuya es sincera, juguetona, no te das cuenta, o tal vez no quieres darte cuenta del significado de mi pregunta.

Acaricio tu brazo una vez más antes de seguirte a la habitación. Te sigo como siempre, por que a pesar de que eres tú quien me sigue en el día a día, yo te sigo en todo lo demás sin que te percates.

Tú decides el ritmo, el cómo, y el cuando… Sin ir más lejos al responder a mi pregunta me lo has demostrado. Y yo… Yo ya no estoy tan segura en cada decisión que tomas, que tomamos me rectifico a mi misma mentalmente.

La música relajante llega a mis oídos. Paso mi mirada por la habitación, llena de velas aromáticas, algunas rosas estratégicamente puestas sobre la colcha de la cama y en los pies una camilla con sus impecables sabanas blancas esperando por mí.

Desvio mi mirada sobre un par de copas, al otro lado una botella de champagne y un bol con fresas.

Castle, sabes consentirme… Oh si, lo sabes hacer muy bien.

Entrecierras la puerta lo suficiente para dejar que las notas musicales provenientes del equipo de música de tu despacho se cuelen y aún así crear un ambiente más íntimo.

Has escogido perfectamente la canción: La melodía de 'Baby' de Ariel Pink's Haunted Graffiti hace que no piense en nada más que en nosotros.

No sé como lo has hecho, habías entrado primero a la habitación intentando planchar con tu mano una arruga inexistente de la sábana y de pronto, estás detrás mío.

Me siento menuda al ir descalza, siento como tu cuerpo me arropa en un abrazo invisible, como tu torso, el doble que el mio se acerca a mi espalda, y me rodeas con tu presencia. No me siento indefensa, al contrario, estando contigo me siento más segura que nunca.

Noto tus dedos acariciar mi cuello, apartas mi cabello con delicadeza dejando caer un par de mechones sobre mi hombro y trazas una línea con tus pulgares cerca de mi nuca. Intentas relajarme. Lo estás consiguiendo. Ya no pienso, sólo siento.

Tus dedos se mezclan en mi pelo en una delicada caricia. Me recuesto levemente en tu pecho, si sigues así me quedaré dormida y lo sabes. Cambias radicalmente y tus dedos aprietan levemente en mis hombros quitando la tensión del día. Suelto un leve suspiro sin poder controlarlo. Sigues con tu masaje, provocándome, casi torturándome sabiendo lo mucho que me gustan… y esto, sólo es el principio.

Tus expertos dedos se cuelan por mi camiseta roja, no por los hombros, por mi costado y en lugar de masajear, acaricias suavemente con la yema de tus dedos perdiéndote hasta mi abdomen.

Una sonrisa se forma en mi rostro, mis labios se curvan hasta casi doler previendo tus intenciones.

Tu mano sube lenta acariciando mi piel que cada vez está más sensible, hasta atrapar mi pecho.

Lo abarcas con toda tu mano y descubres con sorpresa que no llevo sujetador.

Aprietas con firmeza extrayendo un incontenible gemido de mi garganta mientras tu otra mano juega en mi espalda, tus dedos forman círculos imaginarios en mis lumbares casi haciéndome cosquillas.

Tus manos toman el borde de mi camiseta y lo suben sin esperar mi aprobación. No la necesitas y lo sabes. Soy tuya. ¿Soy tuya? Una duda atraviesa mi mente como una aguja clavándose en el centro del corazón. Justo como la bala que me atravesó, haciéndose paso a través de mi cuerpo, partiéndome el pecho. Desquebrajándome. Me tenso. De nuevo y está vez por suerte, no lo notas.

Las palabras de Eric se cuelan en mis pensamientos en ese momento. Estoy tan perdida, tan lejos de esta habitación que ni me doy cuenta que estoy sin camiseta hasta sentir tus labios sobre mis hombros mientras tus brazos me rodean libre de tela que lo impida.

Esta vez si te das cuenta y haces todo lo posible para traerme de vuelta y lo consigues. Sabes como hacerlo. Me llenas de besos. Besos lentos. Besos suaves. Apenas un roce, una caricia con tus labios sobre mi cuello, justo en el punto que mi pulso palpita con fuerza al sentir tus manos en mis caderas y haces que todos mis sentidos permanezcan contigo, pendiente de cada movimiento tuyo, expectante por más.

Me pego más a ti y siento un bulto revelador. El fino pantalón de pijama que uso ni la tela más gruesa de tus vaqueros impiden que sienta tu dura hombría escondida tras tus pantalones.

Muevo mis caderas con intención. No pienso ser la única que sucumba a las caricias y exprese mediante jadeos. Consigo un gruñido por tu parte. Ese simple movimiento te ha vuelto loco. Siento como has vibrado de placer, pero me frenas. Tus manos me agarran con firmeza de las caderas y me separas suavemente. Frunzo el ceño y comprendo. Con ese movimiento me recuerdas que hoy no es tu noche, es la mía.

Tus incisivos, tus molares y hasta tus colmillos se clavan sin piedad en la curva entre mi cuello y mi hombro. Maldito, sabes dónde morderme, sabes como hacerlo para que mis piernas tiemblen y tenga que sujetarme de tu brazo demostrándote como de experto eres en cuanto a mis necesidades.

Las sexuales, obviamente.

Respiro más tranquila mientras siento tu lengua caliente recorrer mi cuello hasta parar detrás de mi oreja, uno de mis puntos débiles. Dejas un rastro de besos calientes hasta morder lentamente mi lóbulo.

Me sorprendo con tus manos deshaciéndose de mi pantalón. No sé en que momento has empezado a desnudarme pero te lo agradezco internamente pues el calor que invade mi cuerpo empieza a hacerme delirar.

Respiro entrecortadamente, mi pecho está oprimido, me das la vuelta. Me miras a los ojos. Recorres mi cuerpo con tu mirada azul oscura casi negro, cargado de pasión. Estoy desnuda ante ti en cuerpo y alma.

Sólo las braguitas, sexy y pequeñas que he escogido para torturarte cubren mi intimidad.

Te muerdes el labio y provocas que instintivamente te imite. Otro de mis gestos que te hacen perder la razón. Mueves tu cabeza, pasas tu mano por tu pelo e intentas contener las ganas que tienes de olvidarte del masaje y fundirte en mí y lo consigues. Me sonríes.

Me atraes a ti y siento tus labios sobre los míos tan calientes que podrían fundirse.

Tu lengua invade mi boca y aterciopelada se enrosca en una batalla con la mía. Ninguno de los dos será el vencedor o el vencido. No es necesario.

Me desarmas con tus besos, con tus caricias y me recuestas boca abajo en la camilla. Aun me cuesta respirar, cada movimiento tuyo, cada caricia, cada beso hace que mi cuerpo se paralice, que mi respiración sea más lenta y que el aire sea más denso.

Me recolocas mejor el pelo y aprovechas para una última caricia.

Boca abajo siento como aprietas el inyector de la crema con aroma de coco y la esparces primero en tus manos para no sufrir el cambio de temperatura de golpe. Tus manos se pierden en mi espalda lenta y suavemente.

Cierro los ojos y mi cuerpo se relaja… me dejo llevar por cada uno de tus dedos masajeando con precisión en cada músculo tenso de mi espalda.

Aprieto mis labios impidiendo que un gemido escape pero soy incapaz de contenerlo en el momento que siento tus dedos hundirse en mis nalgas.

Me tocas como si esa parte de mi anatomía, una de tus preferidas, se tratase de un piano, hundes tus dedos como si fueran las teclas del instrumento y de hecho, recibes respuesta al tocar. Entreabro mis piernas necesitada de más.

Tú sonríes, no te veo, pero sé que sonríes. Sonríes victorioso de tu masaje, de saber que me tienes ahí… Dispuesta a recibirlo todo. Y lo espero. Y lo obtengo.

Te inclinas más y tus manos previamente en mis muslos, has ascendido hasta reposarse en mis omoplatos. Y juegas con tus labios en mi oído a la par que me susurras cuanto me deseas.

Me descontrolas. Deseo girarme. Lo intento. Me lo niegas. Me muerdes el hombro suavemente y tu pecho, ya sin camisa, se pega a mi espalda.

Estas levemente sobre mi, siento tu corazón casi desbocado, siento tu virilidad en mi cadera y me desespero. Mi piel arde por recibirte, perlada entre una leve capa de sudor y las últimas gotas de crema que has dejado por todo mi cuerpo al masajearme.

Estoy tan relajada, has hecho tan buen trabajo con tus manos que no me percato de tu ahora lejanía, no oigo si quiera como te deshaces de tus pantalones y te quedas en ropa interior, torturado por tus boxers en cada movimiento que rozan tu erección.

Te acercas y vuelves a besar todo mi cuerpo, intento mover mi brazo buscándote y lo encuentro. Entrelazas tus dedos con mi mano y me ayudas a girar. Abro los ojos y te veo. Estas acalorado. Sonrío. Estas ardiendo en deseos como yo.

Me recuesto de nuevo y esta vez depositas la crema directamente en mi cuerpo, la esparces por mis brazos, por mis piernas, y te tomas más tiempo en mi vientre dibujando círculos con tus dedos. Me miras a los ojos. Te devuelvo la mirada con una sonrisa. Masajeas mis muslos internos y percibes la humedad que emana mi intimidad y desde luego, todo mi cuerpo. Estoy hambrienta. Vamos, Castle, te necesito. Te necesito ya. No dudes más.

Tus dedos se pierden por entre mis piernas y haces que mi espalda se arquee. Te deshaces de la última prenda que nos separa. Cierro los ojos, relamo mis labios. Mi cuerpo esta mas sensible que nunca y en cada caricia tuya suelto un leve gemido que cada vez se hace más audible.

Disfrutas de la visión de verme entregada en esa camilla, pero más disfrutas complaciéndome, olvidándote de la necesidad que palpita bajo tu cintura.

Te separas de nuevo y me quejo. No tardas en prestarle atención a mis pechos, primero uno, luego el otro para que no tenga envidia. Juegas con mis pezones hasta hacerme sollozar.

Ya no puedo más. Cada suave roce de tus yemas en mi piel es una tortura.

Giro mi rostro y veo un pétalo de rosa. Sonrió. No sé en que momento hemos acabado en la cama.

Gimo roncamente viéndome llegar al éxtasis con tan solo tus caricias y te reclamo. Y me obedeces. Y esta vez si entiendes lo que necesito y me lo das gustosamente. Te unes a mí. Hasta el fondo, estático.

Hundes tu rostro en mi cuello y me besas sin parar. Frunzo el ceño de nuevo, clavando mis uñas en tu espalda, y percibo miedo. Me descolocas. Busco tu mirada, acaricio tu mentón y te beso.

Te mueves, te siento enorme como nunca, acaricio tu nuca instigándote a más. Estoy por llegar, siento mis piernas flaquear, como mi corazón se acelera, recordándome que está ahí, que late al mismo tiempo que el tuyo… Y respiro de nuevo tras varias bocanadas sin recibir aire.

El clímax se apodera de ti pero esperas. Me esperas. Y poco a poco se vuelve un torbellino de sin sentido, de locura, de delicia y nos encuentra a los dos entregados al otro, y nos abraza en una espiral de gemidos que inundan la habitación.

Y en un toma y dame de placer sin exigencias, libres de todas las ataduras del día a día, siento cada músculo antes relajado tensarse cuando te desbocas en mi y te recibo con los brazos abiertos y las piernas cerradas alrededor de tu pelvis.

Jadeamos satisfechos. Tu ronco. Yo suave. Tu pelo se pega a tu frente debido al sudor y sonrío. Y tú me imitas. Tienes la sonrisa de un niño travieso y eso me enamora cada día más. Y no se a donde voy, a donde vas, a donde vamos, y en este instante no me importa por que estas a mi lado y yo estoy a tu lado. Te siento tan cerca de mí y a la vez tan lejos. Te separas lentamente de mí, sin soltar todo mi agarre, apoyas tu rostro en mi pecho y me abrazas por la cintura, me besas y escuchas mi corazón. Te amo. Y hemos ido de un "te amo" a un "a donde vamos" Sin sentido, no quiero dudar… quiero estar en la misma página que mi escritor favorito. Pero… ¿Dónde estás tú?

Nos queda la conversación. Debo aclararte mi pregunta. Quiero una respuesta. Pero en este instante, sólo cierro los ojos y me dejo llevar contigo al más dulce de los sueños.