Disclaimer:
Severus, lamentablemente, no me pertenece, y los demás personajes de la saga HP, tampoco, ya que son de J. K. Rowling.
Nota de autora:
Esta es la tercera y última parte de la serie de novelas que se inició con "Él, que me hizo comprender el bien y el mal". Probablemente no era necesario continuar con la historia, pero quería dar a conocer algo más de Nym y Eileen, y de paso mostrar diferentes momentos de la vida familiar de los Snape.
Pero tranquilos, esta tercera parte es muy corta: sólo consta de cinco capítulos y es el cierre definitivo de esta trilogía.
Espero que os resulte tan interesante como las dos primeras.
Capítulo 1. Eileen
Querido (mejor tacho eso y empiezo de nuevo) Odiado e inútil diario…
¡Vaya estupidez que se le ha ocurrido a mi hermanito! Escribir una redacción explicando anécdotas sobre nuestros padres para crear un álbum de recuerdos con fotos y textos. Algo así sólo se le podía ocurrir a él, parece que eche de menos los trabajos que nos hacían escribir en la escuela…
Se supone que tengo que contar lo mucho que les quiero y explicar recuerdos emotivos y tiernos sobre ellos, ¿no? Ay, Merlín, ¿cómo voy a hacer eso si no soy una persona a quién le resulte fácil ni cómodo hablar sobre mis sentimientos, precisamente?
Mira que hay cosas interesantes y prácticas que podríamos regalarles por su 20 aniversario de bodas, por ejemplo, he visto un traslador en forma de monedero que te lleva a cualquier parte del mundo. ¡A cualquier parte! Eso es mucho más práctico y cómodo que ir haciendo paradas cada dos por tres, porque los demás no llegan tan lejos. Estoy segura de que a papá y mamá les encantaría, podrían viajar donde quisieran siempre que quisieran sin cansarse. Pero no, él tiene que enredarnos a todos en esta pérdida de tiempo que más parece un diario de adolescente descerebrado que un regalo de verdad.
En fin, ya que hay que hacerlo y que a mamá le hizo tantísima ilusión la idea (cómo no, todo lo que haga Nym le parece siempre estupendo…), lo haré tan bien como me sea posible.
Podría empezar por analizar la expresión que he utilizado dos párrafos más arriba: "adolescente descerebrado". Sí, mamá, ya sé que te habrás reído al leerlo, habrás negado con la cabeza y habrás dicho "igualita a su padre, es igualita a su padre", ¡pero es que es verdad! Papá es muy sabio y sabe bien lo que se dice, por eso utilizo muchas de sus expresiones como si fueran mías. No sé cómo sobreviví todos esos años en Hogwarts rodeada de inútiles e incompetentes… no, no hablo por ti, Nym, hay que ver, qué susceptible eres, hermanito…
Como iba diciendo, cuando sea Ministra de Magia… (no te rías, Nym, que sé que te estás aguantando una carcajada, eres más predecible que la rutina diaria del calamar gigante) cuando me convierta en la primera Ministra de Magia del país, repito, propondré un proyecto de ley para llevar a cabo una reforma educativa revolucionaria. Tengo intención de hacer que cualquiera pueda examinarse para comprobar su nivel de conocimientos de magia y que así pueda saltarse un curso o dos si está capacitado para ello o, en todo caso, tener la posibilidad de convalidar algunas asignaturas específicas en las que su nivel sea superior al del exigido para los primeros cursos.
Lo que no puede ser es que alguien tan preparado de antemano como yo tuviera que soportar la tortura de asistir a todas las clases de primer curso sin posibilidad de saltar a segundo directamente, obligándome a sufrir un año tan aburrido en Hogwarts como si todas las asignaturas las hubiera impartido el profesor Binns.
Sin embargo, no estoy escribiendo esto para relatar mis experiencias en la escuela ni mis ambiciones políticas, sino cosas interesantes sobre mis padres como, por ejemplo, lo mucho que aprendí de ellos durante los años que me daban clases particulares en casa, antes de cumplir los once años.
Mi padre es un profesor excelente, mucho mejor que cualquiera de los que me dio clases en Hogwarts. Nunca entenderé los rumores que dicen que durante su época como profesor de Pociones los alumnos le temían y le odiaban a partes iguales. Seguro que los que lo hacían debían ser unos cabezas huecas incapaces de aprender las reglas más básicas sobre el sutil arte de elaborar pociones mágicas.
Recuerdo que cuando éramos muy pequeños y aún vivíamos en España, papá y mamá solían llevarnos de excursión al campo muchos fines de semana y nos enseñaban a buscar y seleccionar plantas y hongos que pudieran servirnos como ingredientes para elaborar una poción. "Y si encontráis alguna que nos sirva para la cena, no dudéis en recogerla también" añadía siempre mamá.
Aunque la verdad es que a ella no le hacía mucha gracia que nosotros recogiéramos setas, ya que le daba miedo que nos equivocásemos y arrancásemos alguna de las venenosas, pero papá siempre decía: "Julia, nuestros hijos no son tan mentecatos como los compañeros con quien solías relacionarte en la escuela, son perfectamente capaces de diferenciar una Cantharellus Lutescens de una Cortinarius Cinnamomeus."
A mí me encantaba que confiara tanto en nosotros, y siempre procuraba no decepcionarle. Sin embargo, una vez recogí una Amanita Rubescens en la que habitaba un gnomo y no me percaté de ello. No me di cuenta hasta que fui a dejarla en la cesta y el gnomo me mordió el dedo. El muy desgraciado no quería aflojar las mandíbulas y papá tuvo que lanzarle un hechizo para quitármelo de encima.
Mamá miró a papá con reproche, como repitiéndole sin palabras todos sus reparos a que recogiéramos setas siendo aún tan pequeños; pero entonces él la rodeó con sus brazos y la besó largamente, cosa que me hizo sonreír. No por el beso en sí, claro, sigo considerando que no deberían hacer gala de su amor tan libremente, al contrario de lo que opina Nym, sino porque reconocí al perfecto Slytherin que hay en él: siempre ha sabido cómo aplacar la furia de mamá.
Lo que más me gustaba de esas excursiones al campo era la vuelta a casa. Nos pasábamos todo el día fuera, de modo que, al caer la tarde, Nym y yo nos encontrábamos exhaustos y cuando papá decía que era hora de regresar, arrastrábamos tanto los pies que íbamos creando un sendero nuevo a nuestro paso.
Entonces papá se agachaba y me instaba a sentarme sobre sus hombros y mamá le pedía a Nym que saltara sobre su espalda, quedando sujeto a su cintura con las piernas y al cuello con sus brazos; y cuando estábamos bien afianzados los dos, ellos se daban la mano y nos desaparecíamos de inmediato para aparecernos un segundo después en el comedor de casa y, todavía a caballo de nuestros padres, éramos conducidos al aseo para meternos a Nym y a mí en la bañera. En cuanto nos sentábamos dentro del agua, el cansancio se nos pasaba de golpe y nos poníamos a salpicarnos mutuamente con grandes chapoteos y risotadas, inundando todo el suelo del cuarto de baño en cuestión de segundos.
La pobre mamá intentaba esforzadamente bañarnos mientras jugábamos y se desesperaba por hacernos parar quietos un momento, pero no lo conseguía y siempre acababa tan empapada como nosotros mismos. Meternos en el agua era como despertar al monstruo que vivía en nosotros, nos encantaba bañarnos y montar un auténtico desastre a nuestro alrededor, y ella no tenía manera de controlarnos. Pero entonces, cuando ya estaba al borde de la histeria, aparecía papá de nuevo por la puerta y nos sobornaba con contarnos un cuento antes de dormir si nos comportábamos de una vez, cosa que provocaba que nos detuviéramos de inmediato y que mamá diera un profundo suspiro de alivio.
Y es que adorábamos que nos contasen cuentos. A mamá no hacía falta insistirle mucho; pero cuando se lo pedíamos a papá le gustaba hacerse el remolón: hacía una mueca, como si le fastidiara enormemente la idea, refunfuñaba un poco y finalmente se sentaba en una silla entre la cama de Nym y la mía para contarnos fantásticas historias protagonizadas por niños que se llamaban como nosotros.
¿Qué más puedo contar? ¡Agh! Nym, vas a tener que compensarme muy bien por haberme hecho escribir todo esto, ya sabes que no me gusta hablar de cosas personales…
En fin, creo que ahora daré un salto de unos cuantos años y voy a hablar de cuando papá dio aquella conferencia en Hogwarts que organizaron la directora McGonagall y el profesor Binns para conmemorar el 20 aniversario del final de la guerra.
Había varios conferenciantes invitados: Harry Potter -que recibió unas ovaciones ensordecedoras-, Hermione Granger-Weasley, George Weasley -que hizo reír a carcajadas a los presentes con sus constantes bromas-, y papá, que fue el más sobrio de todos y el que explicó las cosas más interesantes, por supuesto.
Aplaudí como una loca en cuanto apareció en el estrado que habían conjurado en el Gran Comedor; mamá, que estaba a un lado de la sala junto a Ginny Potter y Ron Weasley, también aplaudía con entusiasmo y, buscando a Nym con la mirada, le encontré tan exultante como yo. De hecho, parecía como poseído, dando palmas y soltando exclamaciones de ánimo. Gritaba tan fuerte, que papá no tuvo ningún problema en localizarle entre los presentes, ya que vi que miraba en su dirección esforzándose en reprimir una sonrisa.
Sin embargo, no me pasaron por alto varios abucheos repartidos entre algunos de los allí reunidos, ¡algunos de ellos, incluso, eran miembros de mi propia casa! Familiares de mortífagos que habían caído en la guerra, claro está. Por supuesto, tomé buena nota mental de los nombres de todos esos imbéciles para vengarme de ellos después con la ayuda de Nym.
A pesar de la nota desagradable que pusieron estos cretinos, no puedo expresar lo muy orgullosa que me sentí al ver aparecer allí a papá con su túnica de gala y su aplomo característico, hablando de las peculiaridades de su trabajo de espía con su voz grave de barítono. Su exposición fue fascinante; clara y amena como he oído pocas, exenta de bromas fáciles destinadas a ganarse al oyente y abarcando los puntos más interesantes con suma precisión.
¡Ah! Si todos los profesores de Hogwarts explicasen las asignaturas con tanta claridad, estoy segura de que hubiera sido capaz de aprobar los siete cursos en sólo cinco años…
Eileen descansó la pluma en el tintero y miró por la ventana, apoyando la barbilla en la mano y el codo en la mesa, pensativa.
Lo cierto era que siempre le había encantado la manera en que su padre explicaba las cosas, tanto las clases particulares que les daba cuando eran pequeños como los cuentos para dormir que siempre fingía no querer contar, pero que siempre acababa narrando, para deleite suyo y de su hermano.
—¿Qué haces? —La pregunta precedió a un delicado beso en el cuello de la joven, que se giró de inmediato para mirar al recién llegado.
—Oh, hola, no te he oído entrar —el chico se inclinó de nuevo sobre ella para darle otro beso, esta vez, más prolongado y en los labios.
—Acabo de llegar, estaba con Al, Rose, Louis y los demás pero, como ves, ya nos hemos ido cada uno a nuestra casita.
—Menos Jamie, supongo.
—Menos Jamie, por supuesto.
Los dos chicos rieron ante esto. A James siempre se le hacía corta la tarde, siempre quería más, siempre era el último en marcharse y el que no tenía problemas en seguir la fiesta solo si era necesario.
—Deberías haber venido, te hemos echado de menos. Sobre todo, yo.
Eileen hizo un pequeño puchero.
—Oh, ¿en serio? Bueno, ya veo que has sobrevivido al trauma.
—Sólo porque sabía que te vería cuando volviera a casa.
La joven hizo un ademán desdeñoso con la mano pero, en el fondo, no pudo evitar sentirse feliz por el comentario del chico.
—No tenía muchas ganas de salir esta tarde. Además, quería aprovechar para hacer esto, que nunca encontraba el momento para ponerme a ello y al final se me iba a echar el tiempo encima.
—Y entonces… ¿qué es lo que estás escribiendo? —Insistió, mirando por encima del hombro de la joven para ver lo último que había puesto. Cuando lo leyó, hizo rodar los ojos— Eileen, por Merlín, todos sabemos que adoras a tu padre, pero no hace falta que le des tanto jabón. Papá siempre dice que las clases de Pociones con él eran espantosas; y si le preguntas a mi tío, añadirá que se trataban de una auténtica tortura.
—Deberías tratar de analizar si eso es culpa de la calidad del profesor o de la de los alumnos —replicó la joven, muy digna.
—Lo que debería hacer es ofenderme por el insulto velado hacia mi padre que acabas de soltarme, pero en vez de eso, como eres tan endiabladamente bonita, sólo te castigaré con un beso —determinó, besándola de nuevo.
—No creo merecer un castigo tan duro, la verdad —bromeó Eileen, cuando se separaron. El chico entrecerró los ojos amenazadoramente, pero ella no le hizo ningún caso—. Y por cierto, esto —señaló el pergamino sobre el escritorio— no es otra cosa que esa brillante idea que tuvo mi hermanito de escribir algo acerca de nuestros padres. En estos momentos estaba hablando del día en que papá fue a dar aquella charla sobre sus labores como espía durante la guerra...
—Ah, ¡qué bueno! Ya me acuerdo… ¿has explicado cómo Nym y tú os vengasteis de aquellos pobres desgraciados que se atrevieron a abuchearle? No sabían con quién se habían metido…
Eileen vaciló.
—No, no he contado eso… no estaba segura sobre si extenderme mucho en ese tema, al fin y al cabo, se supone que es una exposición de las cosas buenas, no las malas, y además, no estoy segura de que mi madre deba enterarse de lo que hicimos…
—¿Crees que lo desaprobaría?
—No, creo que se enfadaría porque usamos conjuros y pociones demasiado avanzados para nuestra edad. Siempre se ponía nerviosa cuando papá nos enseñaba algún hechizo de aquellos que no se estudian en el colegio. Tenía miedo de que nos salieran mal y nos hiciéramos daño. Pero no nos salió mal en absoluto, ¿a que no?
El joven rió alegremente.
—No, desde luego que no. Yo diría que os salió perfecto.
Eileen sonrió.
—Y aún así, lamentablemente, creo que no debo incluirlo en la redacción.
Bajó la vista hacia una pequeña gota de tinta negra que había caído en el pergamino. Realmente, aquellos fueron unos días muy agitados, tanto el de la conferencia, como los que siguieron.
Su hermano y ella tuvieron problemas con algunos niños de la escuela. Nym acabó con un ojo morado y varias magulladuras; un grupo de Slytherins de último año le acorralaron entre clases para darle empujones de un lado a otro y pequeños golpes que le dejaron diversos moratones en el cuerpo, mientras se burlaban de él diciendo que su padre era un cerdo traidor.
Nym contestó a las preguntas de los profesores asegurando que se había caído por las escaleras y tampoco había querido confesarle a su hermana quiénes habían sido los cobardes que habían necesitado reunirse en grupo para atacar a un niño de 13 años, pero ella lo acabó descubriendo igualmente. Eileen se sintió muy orgullosa de su hermano al comprobar que algunos de ellos, a pesar de ser mucho mayores que él, también exhibían varios moratones y rasguños: estaba claro que Nym no se había dejado avasallar sin oponer resistencia.
—Como tú veas, pero yo creo que es una historia genial —insistió el chico.
—Mmmhh…
Lo cierto era que vengarse de ellos acabó resultando muy divertido, tanto para sus amigos, que estaban enterados de todo, como, muy especialmente, para los dos hermanos.
Cuatro de los cinco alumnos que habían atacado a su hermano eran los mismos a los que Eileen había visto abucheando cuando su padre dio la charla, de modo que le propuso a Nym servirse un plato de fría venganza a su costa. Cuando le explicó la idea, su hermano aceptó encantadísimo.
Lo primero que hicieron fue ir a por los que habían abucheado a su padre. Eran cuatro Hufflepuffs, tres Gryffindors y seis Slytherins.
Los Gryffindors y los Slytherins resultaron muy fáciles, claro, porque los hermanos pudieron acercarse a sus respectivos asientos en el Gran Comedor sin problemas.
Eileen le pidió a Albus y a Scorpius que distrajeran a sus víctimas mientras ella dejaba caer unas gotas de una poción en sus vasos; al tiempo que Nym les pedía a Jamie y a Roxanne que hicieran lo propio con los tres Gryffindors. Los de Hufflepuff resultaron más complicados, ya que no tenían ningún amigo en esa casa, sin embargo, Eileen consiguió distraerles con ayuda de Al, y Nym se ocupó de verter las gotas subrepticiamente en sus zumos de calabaza.
Cuando los chicos bebieron de sus vasos empezaron a sentir un calor insoportable y cada vez más intenso. Se intentaron abanicar con todo lo que encontraron a mano, pero fue inútil. Varios de ellos se pusieron en pie, con la intención de marcharse corriendo de allí para darse una ducha fría, pero no consiguieron dar ni cuatro pasos. Necesitaban quitarse la ropa, el calor era tan asfixiante y enloquecedor que no pudieron permitirse siquiera pensar en que estaban delante de todo el colegio, de modo que se quitaron todas las prendas hasta quedar en ropa interior.
La directora McGonagall dio un grito ensordecedor y castigó por un mes a todos los estudiantes que se habían quedado en paños menores en pleno comedor.
La venganza contra los que acosaron a Nym fue mucho más sencilla, más perversa y todavía más divertida.
A la hora del desayuno, cuando todos estuvieron reunidos de nuevo en el Gran Comedor, los dos hermanos lanzaron el mismo hechizo a cada uno de los chicos, y estos, sin ningún pudor y sobrecogidos por un impulso irrefrenable que no sabían de dónde venía, se levantaron de la mesa para ir en procesión a arrodillarse ante la directora con el fin de declararle su amor eterno. Los chicos llegaron incluso a pelearse entre ellos, considerando a los demás como su competencia a la hora de conquistar a la dama.
McGonagall estaba completamente atónita. Cuando consiguió recuperar su voz, les ordenó a los chicos que se retirasen de inmediato con un chillido histérico. Nym y Eileen no tardaron en enterarse de que habían sido castigados a ayudar a Hagrid con sus criaturas mágicas durante cada tarde del resto de curso.
—Sí que es genial, sí —contestó Eileen, sonriendo—. Pero no es la anécdota más indicada para esto, me temo.
—¿Pues entonces qué? —Preguntó el chico— Ah, ¡ya sé! Tengo una idea…
El chico se inclinó para susurrar algo al oído de la joven y remató el gesto con un suave mordisquito en su oreja. Eileen rió brevemente y volvió a coger la pluma.
—¿Sabes qué? Es una idea excelente, pero no hacía falta que me la susurraras al oído.
—Necesitaba una excusa para acercarme a este trocito de carne —se justificó el chico, acariciando con un dedo la suave piel de la oreja que acababa de morder.
Eileen, sintiendo cosquillas, levantó un hombro hasta su oreja para deshacerse de la tentadora mano y, acto seguido, se puso a escribir de nuevo.
He de admitir que, aunque no siempre estoy de acuerdo con la opinión de mi padre…
—¿Ah, no? —Se mofó el chico a su espalda, que iba leyendo a medida que ella escribía— Eso es una novedad. ¿Cuándo has estado en contra de su opinión? Realmente tengo curiosidad por saberlo…
—¡Cállate! —Le increpó Eileen, refrenando una sonrisa.
…casi siempre coincidimos en lo fundamental; por eso, una de las cosas que me han sido más útiles hasta la fecha ha sido la denominada "Selección Snape", que consiste en que mi padre le haga un tercer grado de interrogatorio a cualquiera que ose acercarse a mí con fines deshonestos.
—¿Ya sabe tu padre cuán deshonestos son mis fines?
Eileen rió suavemente y apartó al chico de un manotazo.
—No me interrumpas, que ya he cogido el hilo. Si quieres quedarte aquí, tendrás que mantener la boca cerrada.
El joven se cuadró en un saludo estilo militar, llevándose la palma de la mano extendida a un lado de la frente.
—¡A la orden!
La primera vez que ocurrió yo estaba distraída en la cocina con mamá, preparando té y galletas para que el chico que me gustaba y al que había invitado a casa se sintiera más a gusto, pero cuando salimos las dos vi que Carl estaba completamente lívido y con los ojos abiertos como platos. Desde el mismo umbral de la puerta pude ver cómo temblaba y miraba a papá casi con terror.
—¿Te pasa algo, Carl? —Pregunté, asustada.
Cuando les habíamos dejado solos todo había estado bien, así que no entendía qué podía haber pasado.
—N-no… estoy bien —dijo, con voz temblorosa—, es sólo que acabo de recordar que tengo algo que hacer esta tarde, así que mejor me voy marchando…
Intenté hacerle quedar un poco más, o al menos que me explicara qué había ocurrido para que quisiera irse de esa manera, pero no pude hacerle soltar prenda. Cuando cerró la puerta de la calle tras él, me giré furiosa hacia mi padre, que me miraba con expresión tranquila y falsa inocencia.
—¿Qué diablos le has dicho para que se largase así?
Se encogió de hombros y me aseguró que sólo le había hecho unas cuantas preguntas de nada. Me sentí indignadísima y mamá también, empezó a decirle que eso no podía ser, que no debía asustar a los chicos por los que yo me interesaba, que me estaba haciendo mayor y era normal que me sintiese atraída por ellos, y otras muchas cosas que ya no escuché, porque me fui a encerrar en mi habitación para cultivar mi enfado. Sin embargo, cuando le di suficientes vueltas al asunto, me di cuenta de que lo que había pasado había sido una suerte, en realidad, porque si Carl había huido de aquella manera, es que era un cobarde y un pusilánime, al contrario de lo que yo había creído y, por tanto, me había ahorrado la pérdida de tiempo y el enojo de descubrirlo más tarde por mí misma. De modo que, a la hora de la cena, me senté muy seria a la mesa, puse una mano sobre la de mi padre y dije:
—Papá, te debo una disculpa. No sé qué le habrás dicho a Carl pero, desde luego, me has hecho ver cómo es en realidad y no me interesa alguien que sale corriendo de buenas a primeras, quiero que mi chico tenga carácter y sepa luchar por mí.
—¡¿Qué? —Dijo mi madre, asombrada.
Nym, por supuesto, también me miró sin entender nada, pero es que ellos tienen un concepto mucho más romántico y menos práctico de la vida.
Papá, en cambio, sólo sonrió levemente y me dio unas palmaditas en la mano con su diestra, dedicándome una mirada de orgullo.
—Así que —continué—, me gustaría pedirte, si no es mucha molestia, que hicieras lo mismo cada vez que traiga a un chico nuevo a casa.
—¡Oh, Merlín! —Exclamó mamá— Esto es increíble. Sois tal para cual.
—Estáis como cabras —soltó Nym, riéndose—. Te lo digo en serio, Eileen, eres muy "rarita", deberías hacértelo mirar.
—Estaré encantado de hacerlo, cariño —contestó papá, su sonrisa ahora mucho más amplia y satisfecha.
Y de ese modo, la "Selección Snape" se convirtió en la primera criba oficial a la hora de escoger algún chico con el que quisiera salir.
—¿Cuántos años tenías, Eileen?
—¿Cuando Carl? Catorce.
—Mmmhhh… eres tan fría y tan Slytherin que no entiendo cómo puedo estar tan perdidamente enamorado de ti.
La joven se giró para observar al chico que miraba por encima de su hombro, divertida.
—Porque sabes que no encontrarás jamás a nadie como yo —dijo, simplemente.
—Eso es cierto —corroboró el chico—. Menos mal que pasé la prueba de tu padre. Eso debe querer decir que yo también soy especial, ¿no?
—No te emociones, por si no lo recuerdas, James Sirius también la pasó, para absoluto disgusto de mi padre, así que no eres tan único como te crees…
—¿Jamie? ¡Eso no lo sabía!
—Sí, él también superó la prueba, y se mantuvo estoico y sin acobardarse ante el durísimo interrogatorio. Pero aún así, en cuanto pudo, papá se encargó de hacerme saber que ese chico no le gustaba para mí y de que su hermano Albus Severus era mucho más serio y centrado, además de ser también un Slytherin como nosotros, por supuesto.
El chico rió ante esta explicación.
—Así que Al le gusta más que Jamie porque es más centrado.
—Claro, es que cuando Al venía de visita a casa siempre era tan educado… siempre trataba a papá con sumo respeto, con admiración, incluso. Al contrario que Jamie, que ya le conoces: siempre va a la suya, es irreverente y despreocupado. Pero el caso es que Al siempre ha sido como otro hermano más para mí, somos amigos desde que éramos unos enanos… no podría verle como nada más que eso.
—Pues no quiero ni saber lo que tu padre piensa de mí…
—Oh, Freddy, tú eres la mayor locura de mi vida, lo sabes muy bien, y ni papá ni yo podemos comprenderlo.
—Eso es porque los Weasleys somos irresistibles —contestó el joven, con una sonrisa radiante.
—Los Weasleys sois completamente resistibles, te lo aseguro —replicó ella, divertida—, pero tú… aún no he descartado la posibilidad de que durante todo este tiempo hayas estado aliñando mi comida con un filtro de amor de esos que vende tu padre en la tienda.
—¡Debería sentirme ofendido! —Se burló— ¿Tanto te cuesta creer que mis encantos sean suficientes para conquistarte?
—Me acojo a mi derecho de no contestar a esa pregunta.
Eileen se quedó mirando al joven pelirrojo con cariño. Lo cierto era que no tenía ni idea de por qué se sentía tan bien con él, sólo que el chico estaba loco y la hacía reír como nadie había hecho antes.
—Vamos, admite que estás coladita por mí —insistió Freddy.
—¡Jamás! —Aseguró ella, provocando que el joven soltase una carcajada.
—Mira que eres arisca, Eileen. Arisca y terca como una mula. Pero no me importa, ¿sabes? Yo te quiero igual.
Una agradable sensación de calor invadió el corazón de la joven, sin embargo, no permitió que esto se reflejase en su rostro, imperturbable como siempre.
—Pues si es así, déjame tranquila para que pueda acabar con la redacción de una vez, que quiero quitármela de encima cuanto antes.
—Me parece perfecto: cuanto antes te quites esto de encima, antes podrás tenerme encima a mí —dijo el pelirrojo y, depositando un suave beso en el pelo de la chica, se fue hacia la puerta para dejarla sola y que pudiera trabajar tranquila.
—Freddy… —llamó ella, antes de que saliera. El muchacho se giró y la miró con las cejas enarcadas— algún día tendrás que explicarme qué preguntas te hizo mi padre durante el interrogatorio.
—Si me pagas lo suficiente… —contestó él, con una mueca burlona y, lanzándole otro beso al aire, salió de la habitación.
Eileen se quedó mirando la puerta cerrada durante unos segundos, con una sonrisa tonta colgándole de los labios. Dio un pequeño suspiro y se giró de nuevo hacia el pergamino.
Aunque, pensándolo bien, tampoco hacía falta añadir mucho más, ¿no?
Y con esto, papá, mamá y hermanito, creo que ya he escrito suficiente, así que, ¡muchas felicidades por vuestro aniversario de bodas, papis!
Eileen.
La chica dejó la pluma en su soporte, satisfecha, y salió de la habitación rápidamente, diciendo:
—¿Sabes qué, Fred? Creo que ya he terminado, después de todo.
Nota final:
Y hasta aquí el primer capítulo. Espero que os haya gustado.
Estaré encantada de recibir cualquier comentario vuestro :)
Un beso a todos.
