Maizoukin

"La Capital del Agua", Water 7 había quedado atrás y los mugiwara, con su nuevo barco, el Thousand Sunny, navegaban siguiendo su curso hacia su nuevo destino, la isla Gyojin. A pesar de ello los sucesos recientes aún se encontraban frescos en la memoria de la mayoría, sobre todo en la de una persona en concreto. Nico Robin. Desde que había sido rescatada en Enies Lobby por sus nakama, y una vez estuvieron todos a salvo lejos de aquel terrible lugar, fue agradeciéndoles a cada uno de los que participaron, de una forma u otra, en su rescate. Todos los carpinteros de la Galley-La y a la familia Franky, inclusive a Sodoma y Gomorra, a Kokoro, Chimney y Gombe. No le quedó a nadie por agradecer a pesar de tener que esperar a que estuvieran todos a salvo para poder hacerlo. A todos con la excepción de una persona en concreto.

―Fufufu…― "¡Dejad este royo sentimentaloide para más tarde!"― siempre sabes lo que debe decirse, kenshi-san― "¡Si morimos aquí, todo estará perdido!"―. No hemos muerto y jamás podré agradecéroslo bastante.

En aquellos momentos Zoro salía del baño, luego de haberse duchado tras un arduo entrenamiento de buena mañana, vistiendo únicamente unos vaqueros, o se le había olvidado la camiseta o, directamente, decidió que estaba mejor sin ella. Robin era de la segunda opinión porque ciertamente su nakama tenía un buen cuerpo para disfrutar con la vista, en un principio aunque luego siempre te apetecería algo más.

―¿Tienes un momento?― le preguntó Robin apoyada contra la pared exterior de la cocina―. Me gustaría hablar contigo si no te es mucha molestia― si sabía algo de Zoro era que no le gustaba eso de tener que darle vueltas a las cosas. Con él era mejor ser directo, claro y conciso. Por eso ella le entró así porque sabía que le molestaría un poco y ella disfrutaba provocándole con tanta facilidad.

―¿De qué se trata?― dijo Zoro cruzándose de brazos y dedicándole una dura mirada a Robin cargada de obvia sospecha por su parte.

Mientras Zoro sospechaba de qué podía tratarse, Robin era consciente de que tenía toda la razón del mundo para sospechar porque de haber apostado algo habría ganado de pleno.

―Quería darte las gracias por…

―¿Aún andas con eso?― le interrumpió Zoro, molesto como Robin había supuesto que reaccionaría―. Ya pasó así que dejémoslo estar― y eso es lo que intentó Zoro. Dejar estar a Robin ahí y poner distancia entre ellos pero le fue imposible puesto que ella le detuvo con un tibio agarre sobre su muñeca. Ni siquiera tuvo necesidad de usar sus habilidades con la hana hana no mi sino que usó su propia mano para detenerle―. ¿No me has escuchado? No tienes por qué agradecer nada. Luffy ordenó rescatarte y eso es lo que hicimos.

Robin sonrió ante aquellas palabras. Una sonrisa maliciosa.

―Todos me explicaron que fueron a rescatarme porque había ofrecido mi vida por la vuestra, no porque Luffy hubiera ordenado traerme de vuelta― sin encontrar ningún tipo de oposición situó a Zoro ante ella―. Es más, alguno de ellos también me contó como fuiste tú quien dispuso el escenario de mis acciones y lo que deberíais hacer al respecto. También recuerdo como dijiste, y te cito textualmente, "Y "Nico Robin" también está de su lado… Luffy, ¿te parece bien que Robin deje la tripulación?". No me parece algo que diría alguien con las ideas claras, kenshi-san. Más bien parece como si estuvieras tratando de justificar tus acciones colocándolas como las órdenes, y decisiones, de tu senchou.

Zoro apoyó la palma de su mano izquierda contra la pared a la altura de la cabeza de Robin sobresaltándola un poco, interiormente, porque en el exterior ni su rostro, ni su cuerpo, mostraron ningún tipo de reacción ante aquel exabrupto por parte de su nakama. Prácticamente se abalanzó sobre Robin eliminando toda distancia existente entre los dos.

―¿Qué pretendes insinuar, Nico Robin?― su voz grave no fue capaz de ocultar la manera tan intensa con la que dijo su nombre, provocándola a actuar.

―Nada que no sea cierto, kenshi-san― respondió devolviéndole el mismo tono de voz en su apodo porque lo tenía claro si pensaba que diría su nombre en una confrontación verbal como esta.

―¿Y cuál es esa verdad si puede saberse?

Zoro respiraba con fuerza, expirando el aire por la nariz de manera que este caía sobre el escote de Robin acariciando con fuego aquellos generosos pechos. Si no fuera por el gran control que tenía sobre sí misma, Robin hacía tiempo que habría perdido el control de su cuerpo.

―Puede decirse porque saberse― Robin acercó sus labios a la oreja izquierda de Zoro haciendo tintinear sus tres pendientes al susurrarle―, ya lo sabes muy bien.

Las manos de Robin se estrecharon en la espalda de Zoro recorriéndola mientras ascendían por ella hasta que una la abandonó para pasarle los dedos por su cabello. ¿Ya había dicho que disfrutaba con la vista de Zoro sin camiseta?

En cambio las manos de Zoro buscaron otros lugares aunque la izquierda decidió quedarse apoyada contra la pared como mecanismo de defensa por si hubiera que tener que apartarse era mejor tener la posibilidad de hacerlo bien a mano siendo únicamente necesario el ejercer algo de fuerza contra la pared para lograr separarse. La derecha fue algo más atrevida y justificada con las palabras que le susurró Zoro.

―Hablando de verdades, ¿recuerdas lo que dijiste acerca de la actitud de los kaizoku con los takara?

"Cuando hablas con unos piratas con tu "tesoro" a la vista y no quieres "que te lo cojan", más te vale tener un argumento convincente."

Por supuesto que lo recordaba, había sido un momento de lo más divertido, aunque doloroso a partes iguales para otros de los presentes, ¿pero por qué Zoro traía a colocación ese momento en concreto? ¡Podía ser que…!

Robin sintió la mano derecha de Zoro acariciándole la pierna y ascendiendo por su muslo internándose por debajo de su minifalda. Bueno, hacía tiempo para llevar minifalda, ¿o es qué ya se había vestido preparada para este tipo de situación de antemano? Una minifalda negra y una camiseta morada sin mangas y de tirantes finos que se había recogido dejándole el ombligo al aire. Claro que el ombligo cayó en el olvido cuando sintió aquellos dedos acariciar su sexo por encima de la fina tela de su ropa interior. Un gemido brotó de sus labios entreabiertos mientras pegaba a Zoro contra su cuerpo instándolo a continuar y no detenerse.

Los labios de Zoro besaban el nacimiento del escote de Robin, pasando de un pecho al otro, antes de ir ascendiendo y lamerle la clavícula recorriéndola hasta llegar a su hombro al cual besó como si lo estuviera saboreando antes de devorarlo. Recorriéndolo llegó hasta el esbelto cuello, ofrecido al echar hacia atrás la cabeza, por el que fue dejando un rastro de intensos besos mientras sus dedos, prácticamente toda su mano, con la excepción del pulgar quien estaba ocupado encargándose del crecido clítoris de Robin, acariciaba su sexo en aquellas bragas completamente encharcadas.

Robin podía sentir como su excitación estaba llegando a un punto de no retorno donde alcanzaría su clímax y sus manos actuaron siguiendo su deseo, en realidad lo hicieron sus brazos fleur, desabrochándole los vaqueros a Zoro y bajándoselos, junto a su ropa interior, para dejar bien a la vista su miembro erecto y sus testículos en tensión. En tanta se encontraban que cuando Robin los llegó a apretar, siguiendo un espasmo de placer procedente de su propio cuerpo, solamente logró sacarle un profundo y grave siseo entre dientes por parte de Zoro. Los tenía bien duros y parecían, prácticamente, capaces de soportar cualquier tipo de abuso por parte de aquellas manos. En cambio el otro par de manos que se encontraban frotando el pene de Zoro, atrapado entre sus palmas, no ejercía ninguna acción violenta sino que en su caso lo que hacía era moverse con rapidez. Y por la alterada respiración del kenshi estaba claro que le afectaba… para bien.

A pesar del uso de tantas manos por su parte, fue Robin quien alcanzó en primer lugar su clímax, pudiendo excusarse en que había sido ella la primera en disfrutar del buen hacer de las manos de Zoro. Sus jadeos, que iban a ser silenciados por un gemido de gusto, finalmente ahogado en la boca de Zoro quien le devoró con pasión la boca de Robin. Decir también que estuvo a punto de venirse con ella ante el intenso apretón que le pegó Robin con todas sus manos aunque, al mismo tiempo, eso fue lo que le ayudó a Zoro a poder controlarse.

Cuando sus labios se separaron sus fogosas respiraciones chocaban entre sí confundiéndose sin tener fuerzas, ninguno de los dos, para poder emitir palabra alguna. Claro que no hacían falta palabras para dejar bien clara una postura, bueno, una idea ya que hablar de posturas en estos momentos podía dar pie a malentendidos, cuando Zoro sacó sus dedos, su mano, del interior del sexo de Robin como de sus bragas, para mostrárselos completamente cubiertos de sus jugos, los cuales trataban de deslizarse por los dedos haciendo que Zoro tuviera que ir girando la mano para evitar perder tan preciado takara.

Robin sintió aumentar su deseo al ver como Zoro se llevaba aquellos dedos a su boca y disfrutaba del intenso placer que le provocaba alimentarse del néctar resultante de su clímax.

―Sabes tan bien.

Tanto su mente como su cuerpo le pedían una sola cosa a Robin.

―¡Quiero más!

Era un deseo, una exigencia, una orden, una súplica… era todo eso al mismo tiempo pero también era una verdad de la que ambos eran conscientes. Esto no podía terminarse aquí, y viendo, como sintiendo, la erección de Zoro aún presente y lo bien lubricada que se encontraba el sexo de Robin, estaba bien claro para los dos que era completamente imposible que esto pudiera haber llegado a su fin.

―Dime lo que quieres― le pidió Zoro quemándola con su voz.

Robin intensificó el agarre en los testículos de Zoro y varias manos cubrieron su pene sujetándolo con fuerza.

―Sabes lo que quiero, kenshi-san, ¡dámelo!― le pidió sintiéndose completamente indefensa, por no hablar de sentirse desnuda, bajo la intensidad de la mirada de Zoro.

―¿Qué quieres?― volvió a repetirle como un castigo para obligarla a sincerarse, tanto consigo misma como con el propio Zoro―. Dímelo.

―Sé muy bien cuánto lo quieres― le dijo Robin no dando su brazo a torcer aunque si apretando y retorciendo lo que tenía entre manos―. Puedo sentir cuánto.

―¿Y solamente te conformas con sentirlo en tus manos?― la incitó Zoro antes de besarla nuevamente en su cuello. Justo en un punto donde ya la había marcado al sentir su intensa reacción previa.

Ya no podía más. Todo su cuerpo le estaba gritando para que dejase de torturarlo y aceptase lo que quería. Zoro había buscado, encontrado y saboreado su tesoro enterrado, su maizoukin, y Robin también quería lo que era suyo por derecho.

―Ya sabes lo preparada que estoy― le recordó Robin moviéndose para dirigir su húmeda entrepierna contra aquella intensa erección―. ¿No querrías poner tu polla aquí dentro, kenshi-san?

¡Shimatta!, Zoro no pudo evitar lanzar una maldición al escucharla hablar de aquella manera. Solamente con palabras iba a ser capaz de lograr que se viniera con fuerza.

―¡Fóllame, koishii!― le susurró con sus labios rozándole la oreja antes de pegarle un mordisco―. Ahora mismo.

Era imposible poder resistirse durante más tiempo. Zoro la cogió y le dio la vuelta obligándola a apoyarse contra la pared con ambas manos, por lo menos con las suyas propias, al tiempo que se inclinaba ofreciéndole una excelente postura para que pudiera penetrarla por detrás. Apoyando la cabeza contra la pared miraba a Zoro por encima de su hombro dispuesta a no perder de vista ninguna de sus acciones con sus propios ojos.

―Tendrás lo que pides, Robin― le dijo apartándole las bragas y apoyando la punta de su pene en la húmeda entrada de su sexo. Las manos de Zoro se apoyaron sobre el trasero de Robin aunque la izquierda se movió por su muslo cogiéndoselo para elevarle la pierna al tiempo que empezó a introducirse en la húmeda calidez de aquel sexo―. Tus deseos son mis órdenes.

Robin se mordió un par de dedos al sentir aquella bendita intrusión en su interior y cuando empezó a moverse, con cada nueva envestida, temía no poder silenciar sus gemidos y que el resto de sus nakama se enterasen de lo que estaba sucediendo en esta parte del Sunny. Realmente el ponerse a hacerlo aquí en cubierta había sido, tal vez, una imprudencia aunque una muy atrevida y sexy a partes iguales.

―¡No te detengas, más fuerte!― le incitó Robin disfrutando de tan intensas sensaciones que no hicieron sino salirse de los gráficos cuando, una vez más, aquella mano empezó a acariciarle, y golpearle ligeramente entre pellizcos, su clítoris ya torturado de placer previamente―. ¡Más rápido!

Se suponía que esto iba a servir para lograr que Zoro alcanzase su orgasmo pero, aunque podía sentir lo al límite que se encontraba, Robin también era consciente de que ella misma estaba a punto de volver a tener un nuevo clímax. Claro que la culpa era de lo bien que lo estaba haciendo Zoro, con su polla penetrándola profundamente mientras sus manos recorrían todo su cuerpo enloqueciéndola.

―Puedes follarme con más fuerza. ¡Dame con todo lo que tengas, kenshi-san!

Y eso fue lo que hizo Zoro aunque con la nueva intensidad de la penetración y la sola idea de tratar de controlarse para hacer que su orgasmo se retrasase fue suficiente para lograr el efecto contrario y Robin se vino con fuerza chorreando desde su sexo y apretando con fuerza alrededor del pene de Zoro en su interior.

―No te atrevas a correrte hasta que te diga que puedes hacerlo― le ordenó Robin sintiendo como el pene de Zoro se deslizaba fuera de su sexo para así poder darse la vuelta y encarar a su nakama―. Apuesto que te gusta hacerlo en público― le dijo con esa maliciosa sonrisa suya―. Admítelo, kenshi-san.

La réplica de Zoro fue agarrarla por la nuca y atraerla contra él, con fuerza, de manera que sus labios se encontraron con fiereza en un beso salvaje. Robin podía sentir aquella tremenda erección apretarse contra su cuerpo consciente de que no le faltaba demasiado para que liberase toda su carga. Solamente quedaba una pregunta en el aire por ser respondida y fue la que ella le realizó cuando sus labios se separaron lo más mínimo.

―¿Crees qué puedo tragarme toda tu polla, kenshi-san?― le preguntó mientras le empezó a tocar su miembro―. Averigüémoslo y, mientras tanto, piensa en dónde quieres venirte.

Poniéndose de cuclillas lamió la polla de Zoro desde la base junto a sus huevos para recorrerla hasta el glande para, de inmediato, metérsela en la boca devorándola centímetro a centímetro sin dejar de usar su lengua para lamérsela por dentro. Ella era quien llevaba el ritmo y Zoro, además de disfrutarlo, trataba de no venirse de inmediato para tratar que estas asombrosas sensaciones durasen lo máximo posible. La manera en que se la chupaba, como recorría lateralmente su pene con los labios antes de volver a metérsela en la boca y continuar chupándosela todo sin descuidar sus huevos que se encontraban completamente sólidos sin ningún tipo de maleabilidad de la presión que estaban soportando. Finalmente Zoro alcanzó su límite, aunque pensaba que así era porque no se había preparado para tener relaciones con Robin ya que todo esto le cogió por sorpresa.

―Dime cuándo, kenshi-san. Nos correremos juntos― y eso era posible porque ella no había descuidado su propio sexo, ardiente de los dos orgasmos previos y por la intensa acción de la polla de Zoro en su interior―. Lo único que falta es saber dónde quieres correrte― le dijo lamiéndosela sin apartar sus intensos ojos castaños de los de Zoro.

―Me correré pero es por ti, para ti, Robin.

Aquello casi logró su tercer orgasmo.

―Dámelo todo, kenshi-san― le ordenó frotando la punta de su polla sobre su extendida, y húmeda, lengua.

Tres a uno, ¿pero quién había ganado realmente aquí?

Robin recibió aquella descarga y atrapó nuevamente el miembro de Zoro entre sus labios para que no se perdiera nada y fue tragándose cada una de las nuevas corridas hasta que finalmente llegó la última de ellas. Fue tal cantidad que estaba segura de que no tendría necesidad para merendar esta tarde.

―¿Te gusta saber que tú eres el único que me folla, kenshi-san?― le preguntó torciendo los labios en una sonrisa provocadora.

Cogiéndola por los hombros la puso en pie y le partió la boca de manera que ambos podían sentir sus propias esencias en el otro. Sus labios se retorcían en una batalla de dominación sin vencedor absoluto aunque cuando Robin gimió en el interior de la boca de Zoro podría llegar a decirse lo contrario.

―¿Puedes decirme cuál es mi sabor, kenshi-san?

Sabían mutuamente. Y ambos sabían que no soltarían este nuevo e importante takara que tenían entre sus manos, literalmente hablando porque habían regresado por lo que era de cada uno de ellos.

―Deberíamos lavarnos antes de que los demás puedan darse cuenta de lo que hemos estado haciendo.

―¿Hoy te tocaba baño, kenshi-san?― le preguntó Robin con una media sonrisa afianzando su agarre en los huevos de Zoro antes de recorrer su miembro nuevamente erecto.

―Puedo hacer una excepción― le respondió con la mano bajo la minifalda hundiéndose en la humedad de aquel sexo.

Ciertamente eso eran ellos dos. Excepciones que confirmaban la regla. ¿Cómo no iban sino a sufrir tamaña atracción el uno por el otro?

―I love weirdness!

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ENDorFin
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Maizoukin: Tesoro enterrado, oro enterrado.

Koishii: Cariño, deseado.

Bueno una historia simple y directa dedicada a… ¡Espera un momento! Fíjate en la calificación del fic, baka. ¿Cómo se te ocurre? Oh, cierto pues entonces para todos los fans del ZoRo por muchos Muco! que den o por muy noñapervert! que sean ;P