Recuerdo nuestros peligrosos casos juntos, recuerdo aquellas persecuciones por todo Londres, recuerdo las noches seguidas sin dormir, recuerdo las tardes de casos interminables... Y también recuerdo Afganistán. Sin embargo, prefiero guardar el recuerdo de nuestras aventuras. Con cariño y amor.
Siempre has sido mi mejor amigo y siempre te he amado. No como a un hermano, ni como a una pareja. Te he amado como un amigo ama a otro.
Es aquel sentimiento complejo que no entendía en aquel entonces y que con los años he podido llegar a comprender. Es un sentimiento de pura amistad que conlleva confianza, amor, paciencia y, sobretodo, dedicación.
Sonrío por poder seguir a tu lado después de todos estos años juntos. Porque estamos jubilados y nuestros cuerpos viejos ya no soportan la dureza de las tantas noches sin dormir ni de las extremadamente largas y rápidas persecuciones que solíamos hacer sin importarnos la hora, el día, el tiempo o el momento. Aunque los dos sabemos perfectamente que ese cerebro tuyo sigue igual de joven. Debe ser horrible notar como tu cuerpo se envejece mientras tu mente sigue siendo un motor incontrolable de ideas incesantes.
Y me encuentro aquí a tu lado, en esta cabaña tuya a las afueras de Sussex a la que me has invitado después de que mi tercera esposa haya fallecido. Me alegro de que lo hayas hecho, porque eres el único que no me mira con pena por ello, y sabes perfectamente que te lo agradezco.
Sentados fuera, en el jardín, ante una puesta de sol, con dos tazas de té humeante. Conociéndote, puedo preguntarme, ¿Es este tu adiós?
Te miro con mis ojos cansados, rodeados de arrugas y unos segundos después me devuelves la mirada. Me sonríes y te sonrío de vuelta. Me coges mi vieja y arrugada mano mientras me miras y me dices en un susurro solo audible para mí: "Gracias".
Me parece irreal verte con esas gafas, ese pelo canoso y cuerpo débil, cuando esos ojos me siguen transmitiendo lo que me transmitían años atrás.
Recuerdo tu vigoroso y fuerte cuerpo, aquella belleza natural y radiante que tenías. Y míranos ahora, nos hemos pasado toda esta semana hablando de nuestras aventuras de cuando éramos jóvenes. Hablamos de todas. Hablamos de Moriarty, de "La Mujer" y de los muchos otros casos que vinieron después.
Más tú me has confesado que el que más atesoras es el de "Estudio en rosa", nuestro primer caso juntos. Río porque aun te acuerdas del título que le había puesto, y en el fondo me siento feliz de saber que es el mío también.
Hoy se nos acabaron las historias y miramos juntos el atardecer. Pienso en tu soledad y en las grandes diferencias entre los dos.
Recuerdo cuando me dijiste: "la soledad es lo que tengo, la soledad me protege", sin embargo ni tú mismo te creías eso, ¿Verdad? Porque me tenías a mí, siempre me has tenido a mí, siempre me tendrás.
Miramos como se oscurece el cielo y contemplamos las bellas estrellas con tu mano sobre la mía. La palmeas dos veces y te levantas despacio con un suspiro resignado, odias haber envejecido.
Me levanto y te acompaño. Entramos en la cabaña y recorremos el estrecho y corto pasillo que da a las habitaciones en silencio; y antes de entrar en la tuya te paras y me miras.
Me sorprendo cuando me abrazas y me susurras: "Adiós John, ha sido un honor pasar gran parte de mi vida junto a ti".
Sé lo que esas palabras significan y reprimo mis lágrimas. Te abrazo fuerte de vuelta y en segundos soltamos. Te agarro en un gesto cariñoso el hombro y asiento con los ojos vidriosos por las lágrimas que intentan salir. Tú me sonríes y entras en la habitación.
Sé que mañana por la mañana no te despertarás.
Y así es.
Sólo me permito llorar una vez todos se han ido de tu funeral. Pienso, dándome esperanzas, que has vuelto a jugármela y que volverás; pero volviendo a la realidad sé que eso es imposible y sólo encuentro consuelo en tus palabras finales.
Puede que haya sido la primera vez que atrevieras a decirme a tu manera que siempre has sentido algo por mí.
