::::::::::::: RAZÓN PARA AMAR :::::::::::::
CAPÍTULO 1: El "gran Draco" tiene un problema
::[Hola a todos! Este es mi primer Draco/ Hermione, aunque llevaba un tiempo con ganas de escribir sobre esta parejita, hasta que la Srita. Inspiración se dignó a susurrarme esta historia... ¡Espero que les guste!]::
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La palabra "perfección" parecía haber sido creada para definir al pie de la letra lo que significaba ser un Malfoy. Y Draco no renegaba de esto, sino que, de hecho, estaba orgulloso. Orgulloso de ser un Malfoy y orgulloso, también, de lo potente y poderoso que podía ser el solito sin ninguna ayuda de su padre.
Como todos los días en la vida del ex- Slytherin, Yvonne entró al cuarto de Draco a las nueve en punto de la mañana, como hacía religiosamente día tras día. La muchacha menudita y con grandes ojos de color caramelo cruzó el cuarto rápidamente y descorrió las costosas y pesadas cortinas de color crema que impedían que la luz del sol entrara a sus anchas en el recinto. Una vez hecho esto, la habitación se inundó con la brillante luz del día y con una sonrisa amable, la francesita se acercó a la cama donde el rubio comenzaba a desperezarse con los matutinos rayos de sol que le acariciaban el pálido rostro.
-Buenos días, Sr. Draco- saludó la muchacha, mientras con paso enérgico se dirigía al guardarropa del joven y sacaba un elegante traje negro, a juego con una camisa verde oscuro y lo dejaba apoyado sobre el sillón que Draco tenía en un costado de su habitación.
-Buenos días, Yvonne- respondió Draco, pasándose la mano por el cabello desordenado e incorporándose a medias.- Vaya, bonito día salió hoy...
-Oui - asintió la chica, acercándole a Draco una bandeja de madera exquisitamente tallada que contenía su extravagante desayuno diario.
-¡Un momento, un momento!- la detuvo Draco, dándose cuenta que se le estaba olvidando algo importante.- Yvonne, ¿no se te está olvidando nada?- inquirió, entrecerrando los ojos.
-Mmm- la muchacha se llevó las manos a las caderas, con expresión pensativa. En forma mental, repasó la lista con las extravagancias diarias que disfrutaba Draco, buscando afanosamente cual era la que se le había pasado.- ¡Auch!- al fin recordó que era lo que faltaba.- ¿Todavía sigue con eso, Sr. Draco? ¿No le parece... un poco... "anormal"?
-¿Para qué te tengo en mi casa, Yvonne?- preguntó Draco, enarcando una ceja.
-¡Oh, sí! Para cumplir sus órdenes, Sr. Draco- respondió Yvonne con una amplia sonrisa. Ya llevaba tres años trabajando para el rubio y a pesar de que no lo demostrara, ella sabía que él la apreciaba. A su manera, claro está.
-¿Y que estás esperando para ponerlo en práctica?- suspiró Draco, impaciente.
-Sólo era una sugerencia, Sr. No me gustaría verlo en un pabellón psiquiátrico.- Sacudiendo la cabeza, Yvonne se alejó al otro lado de la habitación y regresó al instante trayendo consigo un cuadro de metro y medio, pintado al óleo.
Draco sonrió con todo lo que le era posible abrir la boca y se incorporó, cruzado de brazos, de manera que quedó de pie sobre la cama.
-Ajá....- dijo, con la cabeza altiva como si fuera el mismísimo rey y sin reparar en que Yvonne intentaba mirar para otro lado que no fuera su jefe, que traía sólo sus boxers grises. Draco soltó una risita malévola, se retorció las manos y dijo:- Ya estoy listo. Voltéalo, Yvonne. Muéstramelo...
-Como quiera...- dijo la muchacha, girando el cuadro, dejando que el lado del dibujo quedara frente a Draco. Entonces, Draco se puso a saltar en la cama como si fuera un niño de ocho años y a reirse estridentemente mientras señalaba a la persona que aparecía en el retrato.
-¡¡¡¡¡¡Jaaaaaa!!!! ¡¡Lo hice, lo hice!! ¿Qué tienes ahora para decirme, "papito"? ¡¡Yo, Draco Malfoy, soy "el rey de los dos mundos"!! ¡¡Soy insuperable!! ¡¡Aquí tienes la prueba viviente, papá!! - se llevó la mano al pecho.- Soy mucho, mucho, mejor que tú.
-Su padre se ve muy apuesto, Sr.- comentó Yvonne contemplando el retrato de Lucius.
-¡¡¡No digas eso!!!- exclamó Draco, ofendido.- Yo soy más bonito.
-Ehh... claro, Sr.- se retractó Yvonne, dándose cuenta de que no le convenía llevarle la contraria a su temperamental jefe.
-Bien- El rubio sonrió complacido y se sentó en la cama.- Ya puedes llevártelo. Ahora sí voy a desayunar en paz.- atrajo hacia sí la bandeja con el humeante (y desparejo) desayuno que Draco ordebaba, y que consistía en comidas de diferentes partes del mundo.
-Que disfrute el desayuno- dijo la chica, colocando el cuadro en un oscuro rincón y marchándose de la habitación.
Draco sonrió.
Tomó un sorbo de café, que estaba preparado a su gusto y le dió un mordisco a una tostada que estaba untada con mantequilla, mermelada y una gota de dulce de chocolate suizo.
Todo perfecto.
Desde luego, su vida era la de alguien que nació con la estrella de la suerte sobre su cabeza, o al menos eso pensaba él. Tenía una estupenda mansión de tres pisos, con lujos que ni siquiera uno de esos actorcitos de "Jolibud" (Hollywood) podría darse. Por supuesto, un grupo de criados se ocupaba de los quehaceres diarios para mantener la mansión aseada y a él sólo le restaba trabajar... y disfrutar.
Es que Draco había nacido para disfrutar. "¿Para qué, sino,- se decía a sí mismo cada día mientras se afeitaba.- los dioses han decidido "donar" tanta belleza a un sólo cuerpo?" Él podía alardear de ser una persona que no sabía lo que era tener el autoestima por el suelo, claro que no. Podía alardear, además, de que era millonario. Podía alardear de que con un simple gesto todas las mujeres se arrojaban a sus pies, intentando que Draco les diera un "poco de amor".
Todo un logro, para un muchacho de apenas veintidós años recién cumplidos. Pero claro está que él era un Malfoy, y los Malfoy habían nacido para triunfar. Pero lo más estimulante de su vida... era el simple y consciso hecho de que había demostrado que él triunfaba en cualquier ámbito... incluso con los muggles...
Y todo se lo debía a su padre: el gran Lucius Malfoy, que el día que Draco cumplió los 19 años le reclamó que se había convertido en un vago que no tenía ambición en la vida. A raiz de esta discusión, Draco le había dicho a su padre que él podía hacer lo que quisiera, y su padre le había respondido con una arrogante sonrisa " quiero ver como te las arreglas sin mi protección" y para hacer el asunto más interesante (todo por cuestión de orgullo ^^ ) Draco abandonó la vieja y húmeda Inglaterra para comenzar una nueva vida en el soleado Beverly Hills, en Los Ángeles (lo de niño rico no se le quita... jeje). Y para demostrar que él podía con todo lo que se propusiera, se dedicó a la "vida muggle", sin utilizar una pizca de magia.
Al principio costó, claro está, pero todos lo tomaban por un extranjero inglés, y para mantener su elevado nivel de vida, tuvo que hacer algo que jamás había hecho:
TRABAJAR.
Se pasó días dando vueltas en la habitación intentando decidir de que podría trabajar, hasta que dio con la respuesta al ver su reflejo en el espejo. "Si me han dado tanta belleza... ¿para que desperdiciarla?" Y al día siguiente ya estaba haciendo campañas fotográficas como modelo para Calvin Klein (... yo quiero una de esas fotos...UU). Como el mundo quedó deslumbrado con su belleza, la revista "People" lo eligió el famoso del año, lo que le significó unos cuantos millones. Pero con el tiempo se cansó de posar semidesnudo y decidió que era hora de empezar un trabajo más serio, por lo que con un par de millones compró uno de los diarios más populares del país. Y ahora se dedicaba a la vida de ejecutivo sexy.
¿Qué había mejor que eso?
Ah, sí. Lo mejor era levantarse cada mañana rodeado de lujos y reírse frente al retrato de su padre. Eso no tenía precio.
Una vez que hubo terminado de vestirse, se dirigió a la salida de su "pequeña mansión" (como solía llamarla) donde lo esperaba John, el chofer, con la puerta de la limosina negra abierta.
-Buenos días, joven Draco...- saludó el hombre, que era bajito y rechoncho.
-Buenos días, John- respondió cordialmente el rubio, entrando al auto.
Luego de un par de minutos en el caótico transito de la avenida principal, se detuvieron frente a un edificio altísimo de color grisáceo con los vidrios espejados, lo que le daba un toque distinguido y llamativo. Bajándose del vehículo, entró triunfalmente al lugar, y al instante una chica de considerable altura debido a las altísimas plataformas de sus zapados apareció corriendo al lado de Draco.
-¡¡¡Sr. Draco!!!- chilló, casi derribando al joven, que la miró con cierto reproche.
-¿Es necesario que grites tanto, Lauren?- inquirió Draco con fastidio, mientras por el rabillo del ojo alcanzaba a ver como todos el resto de sus empleados lo miraba con fascinación mientras pasaba. Su "pequeño" orgullo hacia si mismo se infló aún más.
-¡¡Oh, perdone, perdone!! ¿Me perdonará, Sr. Draco? ¿Me perdonará?
-No es necesario que parezcas un loro repitiendo cincuenta veces lo mismo- terció él, mirando a la muchacha con el ceño fruncido.
-¿Eso que quiere decir?- preguntó la joven, adelantándose y abriendo la puerta de la oficina de Draco para que este entrara.
-Que te perdono, Lauren- soltó Draco con desgano.- Si no ya te hubiera despedido. ¿Hay correspondencia?- preguntó el rubio automáticamente, dejándose caer en su silla giratoria de cuero negro, detrás de un costoso y labrado escritorio de roble.
-¿Cuándo no llega nada para usted?- dijo la secretaria con voz melosa, guiñándole un ojo con picardía. En efecto, en su mano derecha sostenía una gruesa pila de sobres que le tendió a Draco.
Draco empezó a mirar los remitentes de las cartas, mientras arrojaba a un lado las inservibles.
-Del "New York Post"... de ¿Cynthia Loyd? ¿Quién es esa?- preguntó mirando a su secretaria.
-Debe ser alguna admiradora- respondió la chica, encogiéndose de hombros. La carta de Cynthia Loyd terminó en el recipiente de basura, sin abrir.
-Basura... basura...- decía Draco mientras separaba las cartas.- ¿De Microsoft? ¿Nosotros hicimos trato con ellos?
-No todavía, Sr.
-Ah. Basura otra vez... debería impedir que me escribieran admiradores, ya me están cansando... - arrojó unas diez cartas a la basura.- y la última... ¿de la Embajada? ¿Qué quiere la Embajada?
-Si no abre el sobre no podemos saberlo...- musitó Lauren.
Draco la fulminó con la mirada. ¿Cómo pretendía pasarse de lista? De mala gana, rasgó el sobre y extrajo una hoja de papel blanco.
Draco leyó la corta carta.
La releyó.
Y la volvió a releer.
Y otra vez más.
-No puede ser...- murmuró, volviendo a leer la carta por quinta vez.- Esto está mal... MUY mal...
-¿Qué sucede?- preguntó Lauren, acercándose a su jefe.
-Nada.- respondió rápidamente Draco, llevándose la carta al pecho, como protegiendo su contenido.- ¿Me puedes dejar solo?
-Seguro...- dijo la chica, quien le echó miradas furtivas a Draco sobre su hombro hasta que salió de la oficina.
-Oh, mierda- exclamó, dejando la blanca carta sobre su escritorio. Se llevó las manos a la nuca, con el ceño muy fruncido.- Mierda, mierda, mierda, mierda...- sus ojos volvieron a caer sobre la nota, como si eso pudiera cambiar los hechos.
"Estimado Señor Draco Malfoy:
La embajada de los Estados Unidos le comunica a usted que su visa dentro del país ha expirado el pasado jueves. Por consiguiente, usted debe abandonar el territorio estadounidense dentro de las siguientes 72 horas, sino se llevarán a cabo serias acciones legales.
Si usted desea, una vez en Inglaterra puede tramitar la ciudadanía estadounidense, y así lo aceptaremos gustosamente en nuestro país una vez que el trámite esté en orden y finalizado.
Atte. William M. Ludlow, Embajada de Los EE.UU."
-¿¿A quien diablos se le ocurriría deportarme?? A mí, que soy tan importante...- Draco gruñó, con la mente funcionandole a mil por hora ante las negras perspectivas que acababan de ceñirse sobre su brillante futuro.- Tiene que haber otra salida... tiene que haberla...
Bien, era hora de relajarse. Draco se quitó ambos zapatos y se sentó en el suelo, en la mullida alfombra negra. Se cruzó de piernas, y puso cada mano en cada rodilla, en indudable posición de meditación. Cerró los ojos y intentó ensanchar su mente, como le había repetido tantas veces su profesora de Yoga y Relajación. Que curioso que en estos momentos recordara esas indicaciones.
Inhaló.
Suspiró.
Inhaló.
Suspiró.
Ahh... ya se sentía mejor... Sí, definitivamente, la meditación lo ayudaba muchísimo con sus arranques de ira en los que destrozaba la oficina o hacía magia sin proponérselo. Además, el estrés traía el riesgo de complicaciones cardíacas y arrugas, y él no podía permitir que esto sucediera, porque quería vivir mucho tiempo y ser eternamente joven y bello. BELLO, por sobre todas las cosas, aunque eso no era dificil de lograr. El único problema era que, según la profesora que enseñaba a Draco, al ser el único hombre de la clase y además muy bellamente formado, nadie lograba concentrarse excepto él, porque no le podían quitar los ojos de encima.
-Ommm.... om.... ¿Cuál es la salida? ¿Cuál es?- murmuró en voz baja y ronca, intentando que su mente se iluminara de golpe. No. No podía regresar a Inglaterra eso suponía reconocer su derrota frente a su padre, y su orgullo propio le decía que eso era simplemente "impensable". Tampoco quería ser un estadounidense, no, el estaba orgulloso de ser un inglés hecho y derecho. Pero si se quedaba en el país y le iniciaban acciones legales iba a perder toda su fortuna y su reputación iría en picada. Como nuevamente se sentía furioso, abandonó la meditación y volvió a su escritorio. ¿Dónde había alguien que podría ayudarlo? Sin pensarlo, su mirada gris se posó sobre el teléfono.
-¡Lauren!- exclamó. Presionó la tecla del altavoz para llamar a su secretaria.- Lauren, ven aquí...
Al instante, la altísima muchacha rubia entraba en la oficina con una sonrisa complaciente.
-¿En que lo puedo ayudar, Sr?- preguntó con voz ensayada.
-Lauren... ¿Qué salidas tiene alguien que es deportado?- preguntó, tratando de parecer casual.
-¿¿¿¿Deportado????- la chica perdió todos sus modales y se acercó al escritorio de su jefe, con cierto tono de alarma.- ¡¡¡¡¡Ahhh!!! ¡¡¡NO ME DIGA!!!! ¿Es usted? ¿usted? ¿lo han deportado a usted? ¡¡¡¡¡POR DIOS!!!! ¡¡¡¡Ayy, que pena!!!!
Draco se masajeó las sienes, molesto. Lauren era demasiado habladora para su gusto, quizá debería pensar en despedirla...
-¿Vas a responder la pregunta?-
-Eh, sí, veamos...- La chica se sentó con naturalidad en la silla que había delante del escritorio, sin que nadie la invitara a hacerlo. Se cruzó de piernas, y su minúscula faldita pareció desaparecer entre sus torneadas piernas. Draco soltó un suspiro de resignación.- Solicite la ciudadanía.
-No quiero.
-¿Porqué no?
-Yo hago las preguntas aquí...
-¡No sea antipático, que lo estoy ayudando!- se quejó Lauren, haciendo pucheros.
-No quiero ser un maldito yanqui- contestó de mala gana.- Yo soy INGLES.
-Pero vive aquí, si no me equivoco...
-Lauren...
-Y puede casarse...- añadió la chica.-Casarse con alguna chica de aquí, y así le permirían quedarse...
-¿De verdad?- preguntó Draco, enarcando una ceja y sintiendo que la presión en las sienes disminuía un poco.
-Ajá.- Lauren soltó una risita, parpadeó estúpidamente y extendió su mano hacia Draco.- Yo puedo ayudarlo...
-¿¿¿¿¿¿ESTAS BROMEANDO??????- Draco hizo una sonrisa torcida.- ¿Casarme contigo?
-¡Hey! ¿Qué hay de malo?- Lauren se alisó el cabello rubio, sintiéndose algo decepcionada.- Soy muy bonita y... podría.... hacerlo.... muy...feliz....
-Oh....- Draco sintió que una gota de sudor frío le corría por la espalda y sonrió en forma nerviosa.- Eh, te agradezco la intención, Lauren, pero tengo que decirte que no.. Yo estoy buscando...
*Que, como mínimo, la persona con quien me case tenga esa cosa llamada "cerebro"* pensó Draco, irónico.
-Me voy- anunció, poniéndose de pie de golpe.- Encárgate del papeleo del día.
Salió rápidamente al exterior y la brisa fresca le golpéo el rostro. Los oídos le zumbaban y la idea de casarse pasaba una y otra vez por su cabeza, titilando como un gigantesca luz de neón que no podía apagar de ninguna forma. ¡¡¡Mierda, tenía 22 años!!! ¡¡¿Iba a tener que renunciar a sus fiestas locas que duraban hasta el amanecer a cambio de quedarse encerrado en casa con la arpía que sería su esposa?!! ¿¿Y que había de esas noches que pasaba en el bar, bebiendo sin horario junto a sus amigos, hasta que salía el sol?? ¿Y adiós al, ejem, sexo casual? Oh, por dios, casarse a los veintidós... era deprimente. Pero, deprimente y todo, era la única salida rápida que veía sin comprometer a su orgullo.
Bien.
Aspiró una bocanada de aire y miró alrededor.
Podía... casarse y después de unos meses divorciarse y listo. Sólo debería sufrir un poquito y después podía hacer lo que quisiera y volver a ser el rey del mundo. Sí, eso era lo que iba a hacer. Una sonrisa triunfal se dibujó en su rostro, y su futuro ya no le parecía negro y oscuro, sino teñido, momentáneamente, de una especie de gris indefinido.
Ahora bien, ¿quién no aceptaría ser su esposa? Estaba seguro de que si paraba a la primera mujer que pasara por su lado, ella ni dudaría en decirle que sí y esa misma noche estaría en la iglesia, contrayendo matrimonio. ¿Quién sería lo suficientemente estúpida para rechazar una oferta tan jugosa de un playboy millonario? Él mismo se respondió: NADIE.
Draco sacudió la cabeza, riéndose de sus pensamientos. Increíblemente, él era lo que podía llamarse un hombre como dios manda: cuerpo, belleza y cerebro. Todo junto.
Completamente confiado en su ego, extendió su brazo derecho a un lado, de manera que la joven que se acercaba rápidamente a su camino se detuviera al ver que se llevaba por delante su brazo. Draco puso su mejor sonrisa, con el corazón latiéndole rápidamente y listo para soltar la pregunta del millón.
Efectivamente, la joven se detuvo sorprendida ante la maniobra de Draco, pero antes de que pudiera decir nada, Draco se aclaró la garganta y soltó, con voz ronca y sensual:
-¿Te casas conmigo? Soy millonario, tengo una mansión de tres pisos, cinco autos y varias casas en el exterior, fui modelo de Calvin Klein y soy dueño de un periódico ¿aceptas?
La joven alzó la mirada, horrorizada ante lo que acababa de oír.
-¿Qué diablos haces... MALFOY?
Draco parpadeó repetidamente. Oh, ¿qué pasaba aquí? Y por primera vez, miró con detenimiento a la joven que había obligado a detenerse. Llevaba el cabello castaño pulcramene recogido en un bonito moño, iba maquillada suavemente y lo miraba con sus ojos castaños llenos de interrogación y... ¿qué era lo otro? ¿desconcierto o molestia? Por lo demás, tenía un muy buen cuerpo... pero...
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡OHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!! ¡¡¡¡MIERDA!!!! ¡Acababa de meter la pata hasta el fondo!
-¿¿¿¿GRANGER?????
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¿Y qué tal? ¿Les gustó? Espero que sí... Lo sé, Draco es tremendamente narcisista y ególatra U_____U jejeje, pero se supone que esto es humor... Bueno, si esta idea les gusta, por favor dejenme sus comentarios en un review, así me dicen si vale la pena continuarla o no ¿de acuerdo?
¡Los espero!
Nos leemos, besitos,
AiRiLeE.
CAPÍTULO 1: El "gran Draco" tiene un problema
::[Hola a todos! Este es mi primer Draco/ Hermione, aunque llevaba un tiempo con ganas de escribir sobre esta parejita, hasta que la Srita. Inspiración se dignó a susurrarme esta historia... ¡Espero que les guste!]::
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La palabra "perfección" parecía haber sido creada para definir al pie de la letra lo que significaba ser un Malfoy. Y Draco no renegaba de esto, sino que, de hecho, estaba orgulloso. Orgulloso de ser un Malfoy y orgulloso, también, de lo potente y poderoso que podía ser el solito sin ninguna ayuda de su padre.
Como todos los días en la vida del ex- Slytherin, Yvonne entró al cuarto de Draco a las nueve en punto de la mañana, como hacía religiosamente día tras día. La muchacha menudita y con grandes ojos de color caramelo cruzó el cuarto rápidamente y descorrió las costosas y pesadas cortinas de color crema que impedían que la luz del sol entrara a sus anchas en el recinto. Una vez hecho esto, la habitación se inundó con la brillante luz del día y con una sonrisa amable, la francesita se acercó a la cama donde el rubio comenzaba a desperezarse con los matutinos rayos de sol que le acariciaban el pálido rostro.
-Buenos días, Sr. Draco- saludó la muchacha, mientras con paso enérgico se dirigía al guardarropa del joven y sacaba un elegante traje negro, a juego con una camisa verde oscuro y lo dejaba apoyado sobre el sillón que Draco tenía en un costado de su habitación.
-Buenos días, Yvonne- respondió Draco, pasándose la mano por el cabello desordenado e incorporándose a medias.- Vaya, bonito día salió hoy...
-Oui - asintió la chica, acercándole a Draco una bandeja de madera exquisitamente tallada que contenía su extravagante desayuno diario.
-¡Un momento, un momento!- la detuvo Draco, dándose cuenta que se le estaba olvidando algo importante.- Yvonne, ¿no se te está olvidando nada?- inquirió, entrecerrando los ojos.
-Mmm- la muchacha se llevó las manos a las caderas, con expresión pensativa. En forma mental, repasó la lista con las extravagancias diarias que disfrutaba Draco, buscando afanosamente cual era la que se le había pasado.- ¡Auch!- al fin recordó que era lo que faltaba.- ¿Todavía sigue con eso, Sr. Draco? ¿No le parece... un poco... "anormal"?
-¿Para qué te tengo en mi casa, Yvonne?- preguntó Draco, enarcando una ceja.
-¡Oh, sí! Para cumplir sus órdenes, Sr. Draco- respondió Yvonne con una amplia sonrisa. Ya llevaba tres años trabajando para el rubio y a pesar de que no lo demostrara, ella sabía que él la apreciaba. A su manera, claro está.
-¿Y que estás esperando para ponerlo en práctica?- suspiró Draco, impaciente.
-Sólo era una sugerencia, Sr. No me gustaría verlo en un pabellón psiquiátrico.- Sacudiendo la cabeza, Yvonne se alejó al otro lado de la habitación y regresó al instante trayendo consigo un cuadro de metro y medio, pintado al óleo.
Draco sonrió con todo lo que le era posible abrir la boca y se incorporó, cruzado de brazos, de manera que quedó de pie sobre la cama.
-Ajá....- dijo, con la cabeza altiva como si fuera el mismísimo rey y sin reparar en que Yvonne intentaba mirar para otro lado que no fuera su jefe, que traía sólo sus boxers grises. Draco soltó una risita malévola, se retorció las manos y dijo:- Ya estoy listo. Voltéalo, Yvonne. Muéstramelo...
-Como quiera...- dijo la muchacha, girando el cuadro, dejando que el lado del dibujo quedara frente a Draco. Entonces, Draco se puso a saltar en la cama como si fuera un niño de ocho años y a reirse estridentemente mientras señalaba a la persona que aparecía en el retrato.
-¡¡¡¡¡¡Jaaaaaa!!!! ¡¡Lo hice, lo hice!! ¿Qué tienes ahora para decirme, "papito"? ¡¡Yo, Draco Malfoy, soy "el rey de los dos mundos"!! ¡¡Soy insuperable!! ¡¡Aquí tienes la prueba viviente, papá!! - se llevó la mano al pecho.- Soy mucho, mucho, mejor que tú.
-Su padre se ve muy apuesto, Sr.- comentó Yvonne contemplando el retrato de Lucius.
-¡¡¡No digas eso!!!- exclamó Draco, ofendido.- Yo soy más bonito.
-Ehh... claro, Sr.- se retractó Yvonne, dándose cuenta de que no le convenía llevarle la contraria a su temperamental jefe.
-Bien- El rubio sonrió complacido y se sentó en la cama.- Ya puedes llevártelo. Ahora sí voy a desayunar en paz.- atrajo hacia sí la bandeja con el humeante (y desparejo) desayuno que Draco ordebaba, y que consistía en comidas de diferentes partes del mundo.
-Que disfrute el desayuno- dijo la chica, colocando el cuadro en un oscuro rincón y marchándose de la habitación.
Draco sonrió.
Tomó un sorbo de café, que estaba preparado a su gusto y le dió un mordisco a una tostada que estaba untada con mantequilla, mermelada y una gota de dulce de chocolate suizo.
Todo perfecto.
Desde luego, su vida era la de alguien que nació con la estrella de la suerte sobre su cabeza, o al menos eso pensaba él. Tenía una estupenda mansión de tres pisos, con lujos que ni siquiera uno de esos actorcitos de "Jolibud" (Hollywood) podría darse. Por supuesto, un grupo de criados se ocupaba de los quehaceres diarios para mantener la mansión aseada y a él sólo le restaba trabajar... y disfrutar.
Es que Draco había nacido para disfrutar. "¿Para qué, sino,- se decía a sí mismo cada día mientras se afeitaba.- los dioses han decidido "donar" tanta belleza a un sólo cuerpo?" Él podía alardear de ser una persona que no sabía lo que era tener el autoestima por el suelo, claro que no. Podía alardear, además, de que era millonario. Podía alardear de que con un simple gesto todas las mujeres se arrojaban a sus pies, intentando que Draco les diera un "poco de amor".
Todo un logro, para un muchacho de apenas veintidós años recién cumplidos. Pero claro está que él era un Malfoy, y los Malfoy habían nacido para triunfar. Pero lo más estimulante de su vida... era el simple y consciso hecho de que había demostrado que él triunfaba en cualquier ámbito... incluso con los muggles...
Y todo se lo debía a su padre: el gran Lucius Malfoy, que el día que Draco cumplió los 19 años le reclamó que se había convertido en un vago que no tenía ambición en la vida. A raiz de esta discusión, Draco le había dicho a su padre que él podía hacer lo que quisiera, y su padre le había respondido con una arrogante sonrisa " quiero ver como te las arreglas sin mi protección" y para hacer el asunto más interesante (todo por cuestión de orgullo ^^ ) Draco abandonó la vieja y húmeda Inglaterra para comenzar una nueva vida en el soleado Beverly Hills, en Los Ángeles (lo de niño rico no se le quita... jeje). Y para demostrar que él podía con todo lo que se propusiera, se dedicó a la "vida muggle", sin utilizar una pizca de magia.
Al principio costó, claro está, pero todos lo tomaban por un extranjero inglés, y para mantener su elevado nivel de vida, tuvo que hacer algo que jamás había hecho:
TRABAJAR.
Se pasó días dando vueltas en la habitación intentando decidir de que podría trabajar, hasta que dio con la respuesta al ver su reflejo en el espejo. "Si me han dado tanta belleza... ¿para que desperdiciarla?" Y al día siguiente ya estaba haciendo campañas fotográficas como modelo para Calvin Klein (... yo quiero una de esas fotos...UU). Como el mundo quedó deslumbrado con su belleza, la revista "People" lo eligió el famoso del año, lo que le significó unos cuantos millones. Pero con el tiempo se cansó de posar semidesnudo y decidió que era hora de empezar un trabajo más serio, por lo que con un par de millones compró uno de los diarios más populares del país. Y ahora se dedicaba a la vida de ejecutivo sexy.
¿Qué había mejor que eso?
Ah, sí. Lo mejor era levantarse cada mañana rodeado de lujos y reírse frente al retrato de su padre. Eso no tenía precio.
Una vez que hubo terminado de vestirse, se dirigió a la salida de su "pequeña mansión" (como solía llamarla) donde lo esperaba John, el chofer, con la puerta de la limosina negra abierta.
-Buenos días, joven Draco...- saludó el hombre, que era bajito y rechoncho.
-Buenos días, John- respondió cordialmente el rubio, entrando al auto.
Luego de un par de minutos en el caótico transito de la avenida principal, se detuvieron frente a un edificio altísimo de color grisáceo con los vidrios espejados, lo que le daba un toque distinguido y llamativo. Bajándose del vehículo, entró triunfalmente al lugar, y al instante una chica de considerable altura debido a las altísimas plataformas de sus zapados apareció corriendo al lado de Draco.
-¡¡¡Sr. Draco!!!- chilló, casi derribando al joven, que la miró con cierto reproche.
-¿Es necesario que grites tanto, Lauren?- inquirió Draco con fastidio, mientras por el rabillo del ojo alcanzaba a ver como todos el resto de sus empleados lo miraba con fascinación mientras pasaba. Su "pequeño" orgullo hacia si mismo se infló aún más.
-¡¡Oh, perdone, perdone!! ¿Me perdonará, Sr. Draco? ¿Me perdonará?
-No es necesario que parezcas un loro repitiendo cincuenta veces lo mismo- terció él, mirando a la muchacha con el ceño fruncido.
-¿Eso que quiere decir?- preguntó la joven, adelantándose y abriendo la puerta de la oficina de Draco para que este entrara.
-Que te perdono, Lauren- soltó Draco con desgano.- Si no ya te hubiera despedido. ¿Hay correspondencia?- preguntó el rubio automáticamente, dejándose caer en su silla giratoria de cuero negro, detrás de un costoso y labrado escritorio de roble.
-¿Cuándo no llega nada para usted?- dijo la secretaria con voz melosa, guiñándole un ojo con picardía. En efecto, en su mano derecha sostenía una gruesa pila de sobres que le tendió a Draco.
Draco empezó a mirar los remitentes de las cartas, mientras arrojaba a un lado las inservibles.
-Del "New York Post"... de ¿Cynthia Loyd? ¿Quién es esa?- preguntó mirando a su secretaria.
-Debe ser alguna admiradora- respondió la chica, encogiéndose de hombros. La carta de Cynthia Loyd terminó en el recipiente de basura, sin abrir.
-Basura... basura...- decía Draco mientras separaba las cartas.- ¿De Microsoft? ¿Nosotros hicimos trato con ellos?
-No todavía, Sr.
-Ah. Basura otra vez... debería impedir que me escribieran admiradores, ya me están cansando... - arrojó unas diez cartas a la basura.- y la última... ¿de la Embajada? ¿Qué quiere la Embajada?
-Si no abre el sobre no podemos saberlo...- musitó Lauren.
Draco la fulminó con la mirada. ¿Cómo pretendía pasarse de lista? De mala gana, rasgó el sobre y extrajo una hoja de papel blanco.
Draco leyó la corta carta.
La releyó.
Y la volvió a releer.
Y otra vez más.
-No puede ser...- murmuró, volviendo a leer la carta por quinta vez.- Esto está mal... MUY mal...
-¿Qué sucede?- preguntó Lauren, acercándose a su jefe.
-Nada.- respondió rápidamente Draco, llevándose la carta al pecho, como protegiendo su contenido.- ¿Me puedes dejar solo?
-Seguro...- dijo la chica, quien le echó miradas furtivas a Draco sobre su hombro hasta que salió de la oficina.
-Oh, mierda- exclamó, dejando la blanca carta sobre su escritorio. Se llevó las manos a la nuca, con el ceño muy fruncido.- Mierda, mierda, mierda, mierda...- sus ojos volvieron a caer sobre la nota, como si eso pudiera cambiar los hechos.
"Estimado Señor Draco Malfoy:
La embajada de los Estados Unidos le comunica a usted que su visa dentro del país ha expirado el pasado jueves. Por consiguiente, usted debe abandonar el territorio estadounidense dentro de las siguientes 72 horas, sino se llevarán a cabo serias acciones legales.
Si usted desea, una vez en Inglaterra puede tramitar la ciudadanía estadounidense, y así lo aceptaremos gustosamente en nuestro país una vez que el trámite esté en orden y finalizado.
Atte. William M. Ludlow, Embajada de Los EE.UU."
-¿¿A quien diablos se le ocurriría deportarme?? A mí, que soy tan importante...- Draco gruñó, con la mente funcionandole a mil por hora ante las negras perspectivas que acababan de ceñirse sobre su brillante futuro.- Tiene que haber otra salida... tiene que haberla...
Bien, era hora de relajarse. Draco se quitó ambos zapatos y se sentó en el suelo, en la mullida alfombra negra. Se cruzó de piernas, y puso cada mano en cada rodilla, en indudable posición de meditación. Cerró los ojos y intentó ensanchar su mente, como le había repetido tantas veces su profesora de Yoga y Relajación. Que curioso que en estos momentos recordara esas indicaciones.
Inhaló.
Suspiró.
Inhaló.
Suspiró.
Ahh... ya se sentía mejor... Sí, definitivamente, la meditación lo ayudaba muchísimo con sus arranques de ira en los que destrozaba la oficina o hacía magia sin proponérselo. Además, el estrés traía el riesgo de complicaciones cardíacas y arrugas, y él no podía permitir que esto sucediera, porque quería vivir mucho tiempo y ser eternamente joven y bello. BELLO, por sobre todas las cosas, aunque eso no era dificil de lograr. El único problema era que, según la profesora que enseñaba a Draco, al ser el único hombre de la clase y además muy bellamente formado, nadie lograba concentrarse excepto él, porque no le podían quitar los ojos de encima.
-Ommm.... om.... ¿Cuál es la salida? ¿Cuál es?- murmuró en voz baja y ronca, intentando que su mente se iluminara de golpe. No. No podía regresar a Inglaterra eso suponía reconocer su derrota frente a su padre, y su orgullo propio le decía que eso era simplemente "impensable". Tampoco quería ser un estadounidense, no, el estaba orgulloso de ser un inglés hecho y derecho. Pero si se quedaba en el país y le iniciaban acciones legales iba a perder toda su fortuna y su reputación iría en picada. Como nuevamente se sentía furioso, abandonó la meditación y volvió a su escritorio. ¿Dónde había alguien que podría ayudarlo? Sin pensarlo, su mirada gris se posó sobre el teléfono.
-¡Lauren!- exclamó. Presionó la tecla del altavoz para llamar a su secretaria.- Lauren, ven aquí...
Al instante, la altísima muchacha rubia entraba en la oficina con una sonrisa complaciente.
-¿En que lo puedo ayudar, Sr?- preguntó con voz ensayada.
-Lauren... ¿Qué salidas tiene alguien que es deportado?- preguntó, tratando de parecer casual.
-¿¿¿¿Deportado????- la chica perdió todos sus modales y se acercó al escritorio de su jefe, con cierto tono de alarma.- ¡¡¡¡¡Ahhh!!! ¡¡¡NO ME DIGA!!!! ¿Es usted? ¿usted? ¿lo han deportado a usted? ¡¡¡¡¡POR DIOS!!!! ¡¡¡¡Ayy, que pena!!!!
Draco se masajeó las sienes, molesto. Lauren era demasiado habladora para su gusto, quizá debería pensar en despedirla...
-¿Vas a responder la pregunta?-
-Eh, sí, veamos...- La chica se sentó con naturalidad en la silla que había delante del escritorio, sin que nadie la invitara a hacerlo. Se cruzó de piernas, y su minúscula faldita pareció desaparecer entre sus torneadas piernas. Draco soltó un suspiro de resignación.- Solicite la ciudadanía.
-No quiero.
-¿Porqué no?
-Yo hago las preguntas aquí...
-¡No sea antipático, que lo estoy ayudando!- se quejó Lauren, haciendo pucheros.
-No quiero ser un maldito yanqui- contestó de mala gana.- Yo soy INGLES.
-Pero vive aquí, si no me equivoco...
-Lauren...
-Y puede casarse...- añadió la chica.-Casarse con alguna chica de aquí, y así le permirían quedarse...
-¿De verdad?- preguntó Draco, enarcando una ceja y sintiendo que la presión en las sienes disminuía un poco.
-Ajá.- Lauren soltó una risita, parpadeó estúpidamente y extendió su mano hacia Draco.- Yo puedo ayudarlo...
-¿¿¿¿¿¿ESTAS BROMEANDO??????- Draco hizo una sonrisa torcida.- ¿Casarme contigo?
-¡Hey! ¿Qué hay de malo?- Lauren se alisó el cabello rubio, sintiéndose algo decepcionada.- Soy muy bonita y... podría.... hacerlo.... muy...feliz....
-Oh....- Draco sintió que una gota de sudor frío le corría por la espalda y sonrió en forma nerviosa.- Eh, te agradezco la intención, Lauren, pero tengo que decirte que no.. Yo estoy buscando...
*Que, como mínimo, la persona con quien me case tenga esa cosa llamada "cerebro"* pensó Draco, irónico.
-Me voy- anunció, poniéndose de pie de golpe.- Encárgate del papeleo del día.
Salió rápidamente al exterior y la brisa fresca le golpéo el rostro. Los oídos le zumbaban y la idea de casarse pasaba una y otra vez por su cabeza, titilando como un gigantesca luz de neón que no podía apagar de ninguna forma. ¡¡¡Mierda, tenía 22 años!!! ¡¡¿Iba a tener que renunciar a sus fiestas locas que duraban hasta el amanecer a cambio de quedarse encerrado en casa con la arpía que sería su esposa?!! ¿¿Y que había de esas noches que pasaba en el bar, bebiendo sin horario junto a sus amigos, hasta que salía el sol?? ¿Y adiós al, ejem, sexo casual? Oh, por dios, casarse a los veintidós... era deprimente. Pero, deprimente y todo, era la única salida rápida que veía sin comprometer a su orgullo.
Bien.
Aspiró una bocanada de aire y miró alrededor.
Podía... casarse y después de unos meses divorciarse y listo. Sólo debería sufrir un poquito y después podía hacer lo que quisiera y volver a ser el rey del mundo. Sí, eso era lo que iba a hacer. Una sonrisa triunfal se dibujó en su rostro, y su futuro ya no le parecía negro y oscuro, sino teñido, momentáneamente, de una especie de gris indefinido.
Ahora bien, ¿quién no aceptaría ser su esposa? Estaba seguro de que si paraba a la primera mujer que pasara por su lado, ella ni dudaría en decirle que sí y esa misma noche estaría en la iglesia, contrayendo matrimonio. ¿Quién sería lo suficientemente estúpida para rechazar una oferta tan jugosa de un playboy millonario? Él mismo se respondió: NADIE.
Draco sacudió la cabeza, riéndose de sus pensamientos. Increíblemente, él era lo que podía llamarse un hombre como dios manda: cuerpo, belleza y cerebro. Todo junto.
Completamente confiado en su ego, extendió su brazo derecho a un lado, de manera que la joven que se acercaba rápidamente a su camino se detuviera al ver que se llevaba por delante su brazo. Draco puso su mejor sonrisa, con el corazón latiéndole rápidamente y listo para soltar la pregunta del millón.
Efectivamente, la joven se detuvo sorprendida ante la maniobra de Draco, pero antes de que pudiera decir nada, Draco se aclaró la garganta y soltó, con voz ronca y sensual:
-¿Te casas conmigo? Soy millonario, tengo una mansión de tres pisos, cinco autos y varias casas en el exterior, fui modelo de Calvin Klein y soy dueño de un periódico ¿aceptas?
La joven alzó la mirada, horrorizada ante lo que acababa de oír.
-¿Qué diablos haces... MALFOY?
Draco parpadeó repetidamente. Oh, ¿qué pasaba aquí? Y por primera vez, miró con detenimiento a la joven que había obligado a detenerse. Llevaba el cabello castaño pulcramene recogido en un bonito moño, iba maquillada suavemente y lo miraba con sus ojos castaños llenos de interrogación y... ¿qué era lo otro? ¿desconcierto o molestia? Por lo demás, tenía un muy buen cuerpo... pero...
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡OHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!! ¡¡¡¡MIERDA!!!! ¡Acababa de meter la pata hasta el fondo!
-¿¿¿¿GRANGER?????
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¿Y qué tal? ¿Les gustó? Espero que sí... Lo sé, Draco es tremendamente narcisista y ególatra U_____U jejeje, pero se supone que esto es humor... Bueno, si esta idea les gusta, por favor dejenme sus comentarios en un review, así me dicen si vale la pena continuarla o no ¿de acuerdo?
¡Los espero!
Nos leemos, besitos,
AiRiLeE.
