LA CARTA

By: Darla Asakura


ACLARACIONES DE LA AUTORA

Hola, bienvenidos a otra de mis historias... los que me conocen o han leído algo de lo que escribo, saben que mi fuerte es el drama, siempre lo ha sido y siempre lo será, y como esta historia es mía, por supuesto sólo la historia, porque los personajes, el contexto y el mundo en que se mueven, pertenecen a la genial escritora J.K. Rowling... esta también contendrá su dosis de drama.

Esto más que nada es una explicación, porque es un fic que se remonta al pasado, en muchas ocasiones, y sin avisar... lo hago pues, para demostrar que todo lo que les sucede a los chicos y a los mayores en el presente, es consecuencia de algo que sucedió en el pasado. Espero que este sea un fic corto, aunque esa tampoco es mi especialidad.

Los personajes principales son muchos, y ya los irán conociendo poco a poco...

Por el momento les diré que las conversaciones están en negrilla y que toda escena perteneciente al pasado, aparecerá en cursiva.

Gracias por leer...


Capitulo 1

Sed de Venganza

Lucius:

Dear, nada de lo que pueda decirte, podría dar una explicación racional a mi comportamiento... pensé que te amaba, pero ahora estoy segura que no fue así; estoy enamorada de alguien más.

Me avergüenza tanto haber tenido que mentirte, pero el miedo que te tengo es muy grande... no eres malo, pero todo en ti, me es ajeno hoy...

No te diré quien es él. No quiero peleas injustas, por decisiones que han sido sólo mías.

Narcisa si te ama y te merece... deja que te enseñe como amarla y dale a Draco el hogar que queríamos darle juntos.

Att.

L.E

El chico de escasos veinte años, con cabellos rubio platino y ojos de un gris increíble, puso en su cara una mueca de satisfacción al releer la carta, que en esos momentos se arrugaba, presa en una de sus firmes manos masculinas. Al fin, al fin... aquel era el día, el mejor día de su vida, el día que había estado esperando desde que se enteró del verdadero motivo de la temprana muerte de su hermano. Sabía quién era la mujer que había sido la autora de esa carta, de esa maldita carta que se había encargado de dejarle como el único sobreviviente de la renombrada familia Malfoy. Había llegado a una conclusión... ellos debían pagar. Debían pagar, si señor!... y él les cobraría con creces todo el dolor que su infancia solitaria le había causado.

Nunca has estado completamente solo, tú lo sabes.

Una voz fría y familiar había llegado a los oídos del chico rubio, quién de inmediato se dio vuelta para enfrentar al hombre que había aparecido de la nada, y le había pillado nuevamente con sus sentimientos de frustración y su sed de venganza al rojo vivo.

No sé de lo que hablas.

Exclamó el chico, a quién sólo se le ocurrió mentir, luego de hacer gala de sus conocimientos de oclumancia, para poner a salvo su mente de aquella intromisión.

Buen intento Draco. Te enseñé bien...

Murmuró el hombre relativamente joven que había hecho el intento de sonreír, antes de sentarse en una butaca, no muy alejada del escritorio detrás del que se encontrara aun de pie el joven que antes leyera el pedazo de pergamino, y que aun lo empuñaba en su mano derecha.

Así es... lo hiciste.

Concordó el joven, deteniéndose un minuto a dedicarle una especial mirada de reproche, por haberse atrevido a inspeccionar en su mente sin su permiso, antes de sentarse en el sillón dispuesto tras el suntuoso escritorio.

Si quieres saber algo... porque mejor no me lo preguntas, puede que te conteste con la verdad.

Le sugirió el chico con voz gélida.

Puede que sí...

Asintió el otro, volviendo a guardar silencio, al cruzar elegantemente las largas piernas. El silencio prevaleció más aun en aquella hermosa habitación, grande y repleta de libros, que era el estudio de Los Malfoy... el rubio se desesperó y terminó cansándose de la actitud que demostraba aquella persona, pues seguía mirándole con desaprobación y por más libre e independiente que se sintiera Draco Malfoy, seguía preocupándose por el concepto en que le tuvieran las pocas personas allegadas a él. No era que buscara su continua aceptación, ni que modificara su comportamiento y carácter nato por ellos, simplemente era consciente de lo mucho que les debía y de que por poco que fuera, su respeto y admiración eran lo menos que se habían ganado, sobretodo aquel hombre de cabellos negros y mirada penetrante que sostenía tranquilamente la suya; y su tutora, por supuesto, a quienes siempre había considerado como a unos verdaderos padres.

Vas a decirme lo que estás pensando decirme o tendré que adivinar.

Terminó de explotar el muchacho de orbes grises. El pálido rostro del hombre una veintena de años mayor que él, se relajó ante la manera que tenía el chico de inducirlo a hablar.

No tengo nada que decirte, Draco. Tú eres bastante grande para saber que debes o no debes hacer.

Respondió el aludido, pasándose una de sus pálidas manos, por los oscuros cabellos, para luego ponerse en pie, haciendo ademanes de marcharse y dejarle solo.

¿es todo?... no me vas a decir que debo dejar el pasado en el pasado y que mi infancia no fue lo suficientemente traumática, como para compararse con la tuya.

Le soltó ácidamente el rubio, de sopetón.

Pues no... no tengo nada que decir.

Declaró el moreno de cabellos semilargos, mirándole como si no le conociera.

Pues será la primera vez que te quedas sin palabras.

Farfulló Draco Malfoy.

Siempre hay una primera vez para todo, además... yo no soy nadie para darte consejos sobre que decisiones son las mejores para ti, eso lo debes determinar tú mismo.

Repuso el otro, con voz suave y tranquila.

Pensé que eras mi padrino, por algo.

Dijo Draco, claramente confundido, pues se había estado esperando una reprimenda verbal desde el mismo momento en que la voz de su padrino se elevara por primera vez, haciéndole notar su presencia.

Así es, soy y seguiré siendo tu padrino, pero no te daré mi aval en esto. Quizá Narcissa acceda en darte apoyo.

Declaró con firmeza en su voz aun baja.

Ella no se opondrá... sé que no, lo quería igual que yo.

Está vez el hombre sonrió ante las palabras de él, miles de recuerdos se entretejieron en su mente, por lo que sacudió un poco la cabeza, como intentando sacarlos de ahí.

Yo también lo quería, pero lo conocía bien y sé que no hubiera querido que incurrieras en sus mismos errores.

Recitó el hombre, cuyos ojos negros brillaron con intensidad de una forma peligrosa.

Tal vez si no hubiese muerto...

Comenzó el muchacho, pero se vio cortado en seco, por las palabras de su padrino.

Tal vez...

Siseó el hombre que se veía aun más alto y pálido que de costumbre, y decidido se dirigió hacia la puerta.

Entonces está vez no hay advertencias?

Retó el único heredero de los Malfoy al pelinegro, justo en el momento en que el último abría la puerta del estudio.

Te lo dije y te lo repito, Draco... estás bastante grandecito para tomar tus propias decisiones. Sólo espero que jamás te arrepientas de lo que pretendes hacer...

Dijo el hombre con naturalidad, antes de salir por completo de la habitación y dejar al apuesto joven rubio más sorprendido que molesto, debido a su actitud despreocupada.


Una chica de cabellos rubios, largos y que se rizaban coquetamente en las puntas, se asomaba en aquel momento por un balcón que daba precisamente a la puerta principal de la hermosa y gigantesca mansión en la que se encontraba, esperando con ansias el ver llegar a la persona que era la dueña de su corazón. Se había enamorado de él, desde que le conoció hacía casi siete años... era raro que uno se enamorara a esa edad, cierto, pero ¿quién puede contra el destino?... y ella estaba segura de que el destino era el que había llevado a Lucius Malfoy a su vida, aquella vez... y quién lo había traído de vuelta a ella, tres años atrás, cuando por fin llegó su turno de ir a Hogwarts... la prestigiosa escuela de magia a la que cada generación de su prestigiosa familia había asistido, cumpliendo una especie de tradición.

Un chasquido en el exterior de la mansión, anunció la llegada del primer y único amor en la vida de Narcissa Black, quién no tuvo ni que asomarse para comprobar que era él quien acababa de aparecerse en la puerta principal de su casa. Se dio media vuelta y apresuró el paso, deteniéndose un milisegundo delante del espejo para verificar su aspecto... se acomodó el cabello rubio y observó con cuidado cada detalle de su persona, cuando al fin estuvo de acuerdo con la imagen que éste le devolvía, apuró en salir de la habitación, pasando cual raudal frente a la de su hermana Andrómeda, quién como siempre... leía uno de esos libros prohibidos, sobre los Muggles y sus tonterías de costumbre; en otro momento quizá, ella se hubiese dado el tiempo para volver a repetirle a su hermana mayor, el recital de su padre sobre las implicaciones que tendrían ese tipo de lecturas en un mago, más aun en uno de sangre tan limpia como lo eran los miembros de la familia Black, pero ahora no contaba con el tiempo suficiente para hacerlo. No si quería ver a Lucius y ofrecerse a llevarle hasta donde su hermana y su novio le esperaban. Pronto, muy pronto, el verano acabaría... y al fin volverían a Hogwarts, con lo que podría verlo todos los días, pues Gracias a Merlín, había sido asignada a la misma casa a la que él y la mayoría de sus familiares habían asistido, Slytherin.

Muchas gracias, Cleo...

La voz galante y firme de Lucius Malfoy, llegó a oídos de la muchacha rubia, cuyos ojos profundamente azules brillaron al contemplar al chico de sus sueños, entrar al lobby de la mansión. Se detuvo en los escalones superiores de las escaleras, para ofrecer la imagen que quería mostrar, elegancia y sofisticación, justo como la que demostraba su hermana favorita: Bellatrix... aunque en el caso de ésta, la altivez y la arrogancia, primaban.

¿Podrías decirme donde encontrar a Bella y a Severus?

Preguntó Lucius, a la elfina de nombre Cleo y quién fue la encargada de abrirle la puerta.

Por supuesto, Señorito...

Declaró la elfina, haciendo una reverencia algo exagerada para un ser tan pequeño, como lo era ella.

No es necesario, Cleo. Yo puedo llevarlo...

Dijo una voz femenina, que provenía desde las escaleras, llamando la atención tanto de la elfina, como del muchacho alto y rubio, que se hallaba de pie en el vestíbulo de la Mansión de los Black.

Como desee, señorita...

Respondió la elfina con una inclinación de la cabeza, donde dos grandes ojos color miel, permanecían fijos en su ama.

Cissey...

Exclamó el chico rubio, sin dejar de mirar a la muchacha que había hablado anteriormente y a quién le comenzó a latir con más fuerza el corazón en su pecho, al sentir la mirada gris, casi plateada de él, fija en su persona.

Por supuesto, si no tienes ningún problema con eso Lucius...

Dijo ella, bajando los escalones con total elegancia y precisión.

Eh... no, ninguno.

Sentenció éste, mirando como la chica bajaba.

Puedes retirarte entonces, Cleo.

Le dijo a la Elfina, al llegar al lugar donde Lucius y ella se encontraban.

Como ordene, señorita...

Murmuró Cleo y desapareció con un suave pluf, después de hacer otra exagerada reverencia, en honor a la presencia de su joven ama.

Vas a salir, pequeña?

Interrogó Lucius a la hermosa muchacha que tenía enfrente, y que lo miraba tranquilamente, con sus hermosos ojos azules.

¿por qué la pregunta?

Musitó Narcissa, a quién la pregunta de Lucius le había encantado, porque eso sólo podía indicar, que no había perdido todo ese tiempo frente al espejo.

Porque estás preciosa... digo, siempre estás hermosa, pero hoy luces especialmente bella.

Pues gracias... pero no, no iré a ningún lado. Vamos... es por aquí.

Indicó ella, caminando frente a él, con total diplomacia.

¿Sucede algo?

Lucius preguntó, extrañándose por la actitud de la rubia, pero apremiando el paso para alcanzarla.

No¿por qué lo preguntas?

Inquirió ella con suavidad y una fingida extrañeza.

Porque no he recibido el acostumbrado abrazo de bienvenida que me das siempre que llego de visita, y ni que decir de mi beso.

Murmuró él, haciéndose el ofendido y colocándose a su lado, para observarla más detenidamente.

No me digas que lo extrañas?

Dijo Narcissa, esbozando una sonrisa enigmática.

Pues sí.., me estaba acostumbrando a verte correr hacia mis brazos desde la escalera y a qué me llenaras el rostro de besos.

Se encargó de explicarle el chico con tono de reproche.

Sería ilógico que siguiera haciendo lo mismo, si no te has dado cuenta... ya crecí.

Le hizo ver ella, deteniéndose justo frente a una puerta que estaba cerrada y dándose la vuelta, para mirarlo a los ojos, como queriendo demostrarle lo que le decía.

No soy ciego, pero incluso el año pasado todavía me recibías así... ¿qué ha cambiado?

Interrogó él a la joven, luego de recorrer su figura con una mirada especulativa.

Yo... allí se encuentran el par de tórtolos...

Recalcó la muchacha, un poco molesta por el hecho de que él no parecía apreciar su indiscutible belleza. ¿Acaso siempre la vería como una especie de hermanita menor fastidiosa?

Hey...

La llamó el muchacho, al ver como la chica se daba vuelta, para iniciar el camino de regreso.

¿Qué?

Exclamó mal humorada.

¿tu primo ya llegó?

Preguntó él, con tono inocentón.

Sirius tiene la costumbre de llegar siempre tarde... lo sabes. Ya llegará...

Le respondió la chica, con cierto hastío visible en su voz.

Cissey...

Le volvió a llamar, Lucius Malfoy. A lo que ella se volvió a mirarlo, solamente para encontrarse presa entre sus brazos, que se cerraban alrededor de su delgada figura, para abrazarla con fuerza y separarla un poco únicamente para depositar pequeños besos, en sus mejillas, su frente y hasta en la punta de la nariz y luego mirarla con una gran sonrisa de oreja a oreja.

¿qué fue todo eso?

Preguntó ella, más roja que un tomate, cuando al fin el chico le soltó.

Me debías una bienvenida...

Dijo aun sonriente, con una expresión de jubilo en el rostro.

Tonto.

Repuso ella, aparentando enojo, para así poder disimular todo el rubor que aquel gesto por parte del rubio le había causado. Dio media vuelta y retomó el camino, al tiempo que sus finos labios se curvaron en un pequeña sonrisita de placer.

Hasta luego, pequeña...

Le gritó Lucius a manera de despedida y de advertencia para que Severus y Bella, dejaran cualquier cosa que estuvieran haciendo y que pudiera traumatizarlo de por vida.


En silencio era como a ella le gustaba estar, en silencio... siempre había sido buena con eso, guardando silencio... tanto, que ahora era lo que más disfrutaba. Miraba como las plantas que le rodeaban en el jardín trasero de la mansión Malfoy, crecían segundo a segundo, algo naturalmente imperceptible para cualquiera, pero es que... ella no era cualquiera. Su percepción era mucho mejor a la de cualquier mago o bruja que conociera. Además en todo este tiempo se había convencido que habría disfrutado más si hubiera llevado una vida campestre y tranquila desde siempre. Se acercó lentamente a una planta que tenía largas hojas de color verde brillante y que mostraba varios capullos aun cerrados, y acercó uno de sus delicados y largos dedos a uno de ellos... sin llegar a tocarlo, vio como éste se dedicaba a abrirse por la sola presencia de la magia cerca de él... el capullo se convirtió rápidamente en una flor blanca, realmente preciosa y grande, para luego tornarse a un color rosa y pasar a uno violeta... mostrando el esplendor de la madurez, justamente como lo hacía ella.

Tienes que hablar con él.

Una voz a sus espaldas rompió el reinado del silencio a su alrededor y la mujer delgada y pálida bajó el dedo, luego de que la flor adoptara rápidamente un color rojizo chamuscado, secándose.

La mujer en cuestión se dio vuelta para ver a su interlocutor, sin expresar nada realmente en su magnifico rostro de porcelana. Era verdaderamente bella, rubia, de cabellos largos y lacios, ojos profundamente azules que no reflejaban emoción alguna, esbelta y alta...

¿Qué hizo ahora?

Preguntó con voz aterciopelada y melodiosa, al observar al hombre de ojos y cabellos negros, que le miraba a su vez.

Tiene de nuevo esa estúpida idea de vengarse, rondándole en la cabeza...

Espetó él, contemplándola con aire ausente.

Quizá deberías dejar de buscar en su mente, si no quieres encontrarte con más de esas ideas raras o estúpidas, como tú las llamas.

Murmuró ella, sin dar un paso más hacia donde él se encontraba.

Típico.

Siseó el hombre, recolocando los mechones de cabello negro que ya alborotaba el viento.

¿Qué es lo típico, Severus?

Le instó ella a responder, con una mirada asesina, ante la cual el hombre ni siquiera se inmutó.

Esto... es típico. Hacerte la de la vista gorda, cada vez que debes ponerle un alto a Draco.

Le expuso él, rodando los ojos, con un gesto de mortificación.

ya.

Concluyó ella, dando un paso para acercarse adonde el hombre se hallaba. Severus Snape le miró sin dar crédito a sus oídos.

Sólo eso?

Murmuró.

Draco ya no es un niño, me temo que hace mucho dejamos de decirle que hacer... tú lo sabes bien. Tiene el mismo carácter de su hermano.

Dijo ella, acercándose más a él.

Aun así¿has pensado en las consecuencias que hacer algo como lo que él quiere hacer, traerían consigo?

Le preguntó el hombre frunciendo el ceño inconscientemente. Una débil sonrisa se dibujó en el rostro femenino, haciéndolo mucho más hermoso de lo que ya era.

Te preocupas más de la cuenta.

Sentenció ella, mientras Severus admiraba toda la belleza de la que se estaba perdiendo el mundo y que se hallaba en ese momento frente a él.

¿Por qué lo dices?

Murmuró o más bien gruñó el hombre de cabellos oscuros.

Draco hará lo que quiera, aun si se lo prohibimos...

Contestó ella, mirándole directamente a los ojos.

Entonces... ¿qué propones¿quedarnos con los brazos cruzados y ver como se tira la vida el muchachito?...

Resolvió él, sosteniendo la mirada femenina con facilidad, porque él era quizá más orgulloso y altivo que ella, cuando creía tener la razón.

Esa es una opción...

Mencionó ella, pasando a su lado para seguir de largo hacia la entrada de la casa. A lo que él la miró sin creer lo que había escuchado, para después seguirla dentro.

No puedo creer que por una tontería como esa, consideres poner en riesgo el futuro de alguien que significa tanto para ti. Draco es lo más importante en tu vida.

Le espetó duramente y de forma bastante fría, Severus Snape al entrar a la casa tras ella.

Una tontería?... te parece una tontería el hecho de que Lucius esté muerto, gracias a una maldita traidora como lo es ella. ¿te parece una tontería, Sev?

Le gritó ella, perdiendo los estribos como pocas veces lo había hecho, en el pasado.

No... lo que me parece una tontería, es que se destruyan otras vidas, por algo que pasó hace casi veinte años, Cissey.

Dijo él, con la voz ronca por la sensación de impotencia que se agigantaba en su interior. La miró otra vez, para luego dar la vuelta y marcharse sin agregar una sola palabra más.


Nota Final: Cualquier duda, comentario o sugerencia, será bien recibida... nada más dejen un review. Exprésense!

Darla Asakura.