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POR FIN

Hoy es el día.

Hoy se reuniría con Hizuri Kuon. Al fin. Por fin. Gracias a Dios… A quien sea…

No podía negarlo, estaba nervioso. Apenas había podido pegar ojo durante el vuelo. Su mujer, en cambio, dormía pacíficamente a su lado, con una sonrisa de felicidad.

De hecho, la ocasión era solemne. Conocería formalmente a la señora Hizuri. Oficialmente. Sí, una muchacha excepcional… No es que sus caminos no se hubiesen cruzado antes… La adoraba. La quería. Había visto cómo se iba transformando en una actriz cada vez mejor, más versátil, más profunda, cuya habilidad estaba llamando la atención ya más allá de Japón. En algunos círculos, recientemente habían empezado a llamarla la 'Mariposa inmortal'… la mariposa cuyas alas transparentes son capaces de capturar y reflejar cualquier color. No podía estar más orgulloso.

Que los cielos la bendigan, ella había rescatado a Kuon de los abismos de oscuridad. Ella había devuelto a Hizuri Kuon al mundo de los vivos. Había sanado sus heridas. Ella lo había salvado. Por Dios, ¡lo había devuelto a sus vidas! Jamás, jamás podría devolverle tan gran favor. Ahora siempre estaría en deuda con ella. Si le pidiera la luna, o el mundo, da igual…, él buscaría la forma de conseguirlo.

Japón, por fin. Su mujer y él recogieron con prisas el equipaje y montaron en el coche que les esperaba. El trayecto de Narita a Tokyo se le hizo más eterno que el vuelo. Tan cerca, tan cerca…

Cuando finalmente llegaron al hospital, apenas alcanzaron a decirle al chófer que llevara por favor su equipaje al alojamiento que les hubieran asignado. Los pasillos se desdibujaron, se hicieron borrosos, los pies tenían alas, el aliento se aceleraba, buscando, buscando…

Habitación 2510. Su mujer y él se tomaron de la mano, se miraron a los ojos y se sonrieron. Abrieron lentamente la puerta. Hizuri Kuon. Por fin…

Torció el gesto al ver el pelo oscuro de Kuon. No, no era el momento. Pero sus ojos eran verdes, los mismos ojos que él recordaba, y vio cómo se convertían en puras esmeraldas de luz cuando miraba a la mujer que yacía allí, exhausta en la cama, sonriéndole, con las brumas del sueño aún en los suyos, lagos dorados.

Kuon se acercó a ellos con un pequeño bulto en sus brazos y una sonrisa en la cara. Su verdadera sonrisa. Le tomó por sorpresa. ¡Años! Años hacía que no veía esa sonrisa. Desde aquellas vacaciones en Kyoto hace siglos… Cuidadosamente, Kuon se giró un poco para que pudieran verlo mejor. Estaba despierto…

Un hermoso niño, de negro pelo azabache, y ojos verdes, como su padre. Su nieto…

Sí, hoy es el día.

La familia Hizuri. Al completo. Por fin…