Referencia: capitulo 35, Beyblade Metal Masters.

Disclaimer: Ni Metal Fight Beyblade, ni ninguno de su personajes me pertenecen.


Beso Robado

Por Blue-Salamon


—Señores pasajeros, en unos minutos será el descenso final —avisó la voz femenina de la azafata dentro del avión.

—Estoy de vuelta… Toby —dijo Masamune a la nada, el único del equipo Gan Gan Galaxy despierto en el avión. Los demás, estaban profundamente dormidos. —Sólo espera... En pocos momentos aterrizaré y te iré a ver.

Dejó de mirar por la ventana y se volvió a su izquierda, donde Tsubasa y Yu dormían, el primero con un antifaz puesto sobre los ojos y no pudo evitar reírse por lo bajo de ello.

"Hay veces que me parece demasiado afeminado..." Mucho menos pudo evitar pensar eso.

Observó adelante, donde el cabello de Ginga resaltaba sobre el respaldo del asiento y se rió un poco ante la idea que se le había ocurrido.

¿Por qué no llevarla a cabo? El diablillo que tenía adentro no tardó en sugerir... y él no se hizo del rogar.

Cuidando no hacer mucho ruido, se levantó y acercó sus manos al respaldo del asiento de su amigo, recargándose en la parte superior del sillón.

Se preguntó cuál seria la mejor forma de despertar a Ginga.

Sin embargo, antes de que pudiera pensar en una buena broma para asustarle, el avión comenzó su descenso, provocando una sensación de vértigo en algunos de los pasajeros. Entre ellos a…

—¡Ahh! —se asustó Ginga, saltando en su lugar. —¡Auu! —se quejó, ya que sin querer había golpeado el broche del cinturón de su amiga, desabrochándolo en el acto.

Oh, mala suerte, el avión le había ganado. Masamune frunció el ceño.

—¿Ah? —Madoka se levantó por el grito de Ginga y se quitó el antifaz de los ojos, topándose de inmediato con la mirada asesina que le mandaba un anciano gruñón del asiento de enfrente.

Masamune se echó a reír; al final, la reacción de Ginga no pudo parecerle más divertida. Y Ginga se volvió a verle extrañado.

—Jovencita, ¿¡crees que podrías callar a tus amigos!? ¡Hacen mucho ruido! —reclamó el señor con voz atronadora, provocando que Madoka se tensara completamente en su asiento.

—L-lo siento, señor… —se disculpó bastante intimidada.

—No puedo creerlo, Ginga… —Masamune habló como pudo, entre risas.

—Papá, ¿qué estás…? —una señora más joven, y de aspecto tímido y pasivo, se asomó desde la misma fila de asientos que el señor.

Masamune continuaba riendo y el señor sólo parecía más molesto, tanto que, ahora, su rostro estaba rojo.

—¡Cállalos! —ordenó.

—¡Ah! —Madoka se encogió en su asiento sin saber qué podía hacer para evitar que el señor siguiera gritándole.

—¡Papá! —exclamó la señora igual de intimidada que Madoka.

Tanto Yu como Kenta seguían dormidos.

—¡Cállate, Masamune! —exclamó Ginga una vez se dio cuenta de que el mencionado se estaba riendo de él (y como no hacerlo, si le apuntaba mientras se reía a carcajadas). Sintiéndose avergonzado, se levantó de su asiento y se volvió a lanzarle la mejor mirada asesina que tenia al muchacho de cabello azabache.

Tsubasa miró el escandalo que se había creado en un santiamén y no pudo hacer más que suspirar.

—¡Eres un miedoso! —exclamó Masamune burlonamente, secándose las lagrimas que de los ojos le habían salido por tanto reírse.

—Ugh —Ginga gruñó apretando los puños. —¡No soy miedoso!

—¡Dejen de hacer ruido, mocosos! —volvió a gritar el señor.

—¡Hiii! —Madoka chilló sin saber exactamente qué hacer más que encogerse más en su asiento mientras que Tsubasa observó al anciano y a la mecánico con atención.

—¡Cállense!

—¡Papá!

Las miradas de Madoka y Tsubasa se conectaron y el chico le hizo un gesto con la cabeza para indicarle que saliera de ahí rápido. Asustada, Madoka no pudo hacer más que obedecer y echarse una pequeña carrera afuera de la fila de asientos.

—¡¿Qué haces, niña!? —El anciano le gritó todavía al verla huir.

—¡Papá, ya basta! —rogó la mujer que le acompañaba.

—¡Hii! —volvió a chillar tropezándose con la manta del avión que había estado usando y cayendo del lado contrario de las filas de asientos, donde, por suerte, los otros pasajeros ya habían abandonado su lugar.

A Kenta llegaron los últimos gritos y el ruido de la caída de Madoka, interrumpiendo su inconsciencia y miró a todas partes desorientado. —¿Uh? ¿Qué... qué pasa? —preguntó Kenta a nadie en particular, viendo el revuelo que se habían montado sus amigos.

Yu seguía durmiendo...

—¡Eres un miedo-so~! —volvió a decir Masamune sacándole la lengua a Ginga en un gesto burlón. Saltó de su asiento hasta la fila de sus compañeros, cayendo de pie sobre el lugar que antes había ocupado Madoka.

El viejo se indignó al ver aquello. —¡Mocoso, mal educado! —exclamó mientras estiraba los brazos a punto de agarrar a Masamune.

—¡No! ¡Padre! —sin embargo, la joven mujer lo tomó de los brazos evitando que los moviera.

—¡El único miedoso aquí eres tú! —saltó Ginga en su defensa.

Tanto Ginga como Masamune estaban tan enfrascados en su discusión que ni se enteraban del viejo que muy probablemente planeaba atentar contra sus vidas en ese mismo instante.

—Señor, cálmese por favor —pidió Tsubasa saliendo de la fila de asientos en dirección a donde había visto ir a parar a la pobre Madoka, pero teniendo cuidado de no molestar a Yu, quien dormía profundamente a su lado, ajeno a la situación.

—¡No me voy a calmar, mocoso! —exclamó el señor irracionalmente, todavía enfadado.

—¡Ginga! ¡Masamune! —les llamó Kenta, intentando hacer que se dieran cuenta de lo que sucedía.

—¿Qué esta pasando aquí? —Apareció una de las azafatas, de aspecto especialmente rígido. —¿Por qué hay tanto escandalo? —El resto de los pasajeros que estaban por ahí se habían detenido a ver lo que sucedía.

—¡Son esos mocosos! —señaló el anciano.

—Escuchen muy bien, los que estén de chismosos: ¡Largo de aquí! Que sólo hacen bulto. —Ordenó la azafata con rudeza y frialdad bien mezcladas en una fórmula que impidió que, en menos de lo que canta un gallo, la mayoría de los pasajeros se quedaran dentro del avión por mucho más tiempo.

Ahora sólo se encontraban los chicos del equipo japonés, el anciano gruñón, la señora y la azafata.

—Papá, por favor, cálmate. —Le rogó la señora al anciano. —Tio Phill y Tia Clare nos están esperando...

—Tienes razón, Marry.

Le dirigió una última mirada molesta a los chicos, tanto Ginga como Masamune habían sido callados por las manos Tsubasa, quien se había puesto en medio del par para evitar que siguieran peleando, sumándole a esto, que los tenia abrazados por los hombros a ambos y los miraba con gesto amenazador.

La azafata suspiró exasperada. —Necesito un nuevo trabajo.

Madoka consiguió asomarse de los asientos justo a tiempo para ver a su "salvadora" retirándose.

—Vámonos.

Tsubasa jaló a Masamune y Ginga, negándose a soltarlos hasta por lo menos después de haber llegado a la sala del aeropuerto.

Madoka, tras recibir una mirada que le cuestionaba sobre su estado por parte del dueño de Eagle, suspiró y formó una pequeña sonrisa de alivio. Se puso de pie y agarró las mochilas de sus compañeros, sin fijarse mucho realmente, pues todavía estaba un poco asustada por los gritos que le había lanzado el señor...

Se estremeció con sólo recordarlos.

—Vamos, Kenta.

—¿Eh? ¡Ah, sí! Ya voy. —Kenta recogió su cobija y la de Madoka, las dejo arriba de sus asientos, donde se indicaba que había que dejarlas, luego se preparó para marcharse, cuando de pronto recordó algo.

—A ver, veamos —comenzó a enumerar con sus dedos.

Madoka, Ginga, Masamune, Tsubasa, Yu…

—Espera… ¿y Yu? —dijo una vez que recordó no haber visto salir al chico, se dio media vuelta y...

No pudo evitar que una sonrisa, medio divertida, medio incrédula, se dibujara en sus labios.

—Yu… —fue la combinación de aquel nombre junto con un suspiro.

Ahí, todavía cubierto con aquella frazada, estaba profundamente dormido el dueño de Libra.

¿Cómo era posible que aún con tanto alboroto no se hubiera despertado?

La respuesta era todo un misterio...

Se acercó hasta el asiento del muchacho.

—Amse… —le oyó farfullar en sueños, mientras se removía un poco.

Kenta soltó una suave risita soñadora, se detuvo justo en frente del chico.

Y le observó...

Se permitió el observarle detenidamente...

Su pecho subía y bajaba lentamente, con gracia. Su rostro, ladeado en busca de algo de soporte y comodidad, denotaba una tranquilidad absoluta. Los mechones de su cabellera naranja acariciaban la blanca piel de su frente y por el entrecejo, incluso su nariz. Sus párpados estaban cerrados con total naturalidad. Por sus labios, ligeramente abiertos, salía su suave respiración y aliento...

Kenta sintió de pronto un calorcito cubrir sus mejillas. Su respiración se cortó por un instante y su corazón latió más rápido.

Un suspiro, largo y prolongado, se escapó de labios del dueño de Sagitario.

Era de aquel tipo de suspiro que soltaban los enamorados de vez en cuando...

—Nsdke...

Los labios de Yu se volvieron a mover. El chico, inconsciente como estaba (profundamente dormido), se relamió los labios. Gesto que provocó que a Kenta el corazón le diera un vuelco...

—¿Yu?

Kenta notó como de pronto las mejillas de Tendo adquirieron un color rosado suave.

—Ke… Kenchi… —murmuró entre sueños Yu, provocando de inmediato que el rosado que habían adquirido las mejillas del mencionado se tornara en un rojo carmín.

Kenta sintió un impulso que no pudo resistir, se acerco más a Yu, teniendo cuidado de no hacer ningún ruido y, con delicadeza, acortó la distancia entre los rostros de ambos.

Finalmente, cuando lo tuvo lo suficientemente cerca, escondió sus orbes chocolate tras sus párpados y apoyó sus labios en los del otro.

Fue un simple roce y, sin embargo, eso provocó que cientos de pequeñas descargas eléctricas fueran liberadas desde su estomago, recorriendo cada pequeña fibra de su ser.

Sintiéndose algo embriagado de aquella sensación, se alejó de Yu, quien no parecía haberse enterado de nada…

¡Oh!

Si tan solo hubiera notado que el sonrojo en las mejillas del otro había aumentado…

Bien.

Lo mejor sería actuar como si nada.

...

—Yu… —llamó suavemente, colocando su mano en el hombro del nombrado. —Yu… despierta —lo sacudió un poco y en un par de sacudidas después, los ojos de Yu se abrieron lentamente.

Se sonrojó nuevamente.

—¿Eh?... Ke-Kenchi… —Yu lo miró con aquellos ojos esmeralda y le sonrió como… ¿siempre?... bueno, debía de admitir que sentía cierta ternura de más en aquella sonrisa.

—Te… Tenemos que irnos, Yu… —dijo sin poder evitar aquel tartamudeo nervioso. Se hizo para atrás. —El avión… ya tiene un rato de que aterrizó.

—¿Y los demás? —preguntó mientras se tallaba los ojos y se ponía de pie.

—Ya se fueron.

—¡¿Cómo?! ¡¿Y nos han abandonado?! —exclamó Yu dando un salto, y tomando a Kenta por los hombros. —Para colmo, no conocemos nada de este lugar —dijo haciendo una mueca de fastidio. —Vamos, Kenchi ¡tenemos que alcanzarlos!

Y antes de que él pudiera responder nada, se vio arrastrado por la mano de su amigo.

Mientras era jalado sin poner ningún tipo de resistencia, en un gesto lo mayormente disimulado que pudo, se llevo una mano a la boca, rozando suavemente con las yemas de los dedos sus labios.

Una sonrisa soñadora se dibujó en estos.

Miró de reojo al otro, asegurándose de que no le hubiera visto.

Mala suerte.

Yu le estaba observando, rápidamente desvió la mirada sonrojado hacia otro lado.

Si no lo hubiera hecho tan rápido, habría notado como el otro imitaba a la perfección su gesto.

Tanto del desvio de la mirada… como aquel delicado tacto con las yemas de los dedos…

Una sonrisa alegre fue la única pequeña diferencia.