Esclava o Reina
Barridas por un viento del sudoeste húmedo y tibio, las nubes corrían por el pálido azul, velando a cada inane el sol de noviembre, que empezaba a declinar en esos momentos, la oscuridad era casi completa, en el pequeño camposanto caprichosamente emplazado entre la iglesia y la casa parroquial, dos edificios tan venerables y tan ruinosos el uno como el otro.
Las hojas muertas ejecutaban una danza loca en las avenidas y sobre las tumbas, las luces agitaban sus delgadas ramas desnudas coronas de perlas entre chocaban contra las verjas despintadas y soplaba y gemía el viento como una queja de muerto.
La gran tristeza de noviembre, de los fúnebres recuerdos de estos días en que el anima de los desaparecidos parece flotar alrededor nuestro, la gran tristeza de las tumbas, sobre la cual la esperanza cristiana es la única que arroja una luz animadora, se cernía aquí en este día en toda su intensidad.
La joven que aparentemente bajo el pequeño pórtico que daba entrada a la iglesia en el cementerio debía sentirá poderosamente esa impresión, porque una melancolía indecible se retrataba en su semblante, y las lagrimas se agolpaban a sus ojos- ojos de oriental, grandes u magníficos- cuya mirada tenia la dulcedumbre de una caricia y el encanto exquisito del candor, de una delicadeza de alma que ningún soplo deletéreo no había desflorado aun.
Era una deliciosa criatura, su cara era del mas puro tipo circasiano, si bien los rasgos no estaban aun completamente formados, porque eran de los de una adolescente, de unos cabellos rubios, suaves y sedosos, flotaban sobre sus hombros como sobre los de una niña.
Bajo las gradas de piedra cubiertas de un verdoso moho, y se dio a pasear entre las tumbas, su paso era grácil, rítmico, casi ondulante, su vestido de un gris pálido, casi blanco ponía una nota descritamente clara en la tristeza del ambiente, el viento jugaba con el, calmado tiempo que acariciaba su blanca frente, agitando la pequeña toca de terciopelo azul.
La joven se detuvo ante un mausoleo de piedra en el que se leían estas palabras: Familia Black se arrodillo y rezo un largo rato.
Levantándose, luego, dio algunos pasos más y cayó de nuevo de rodillas ante una sepultura cubierta de crisantemos blancos
Debajo de la cruz que se erguía sobre la sepultura estaba grabado este epitafio
Aquí reposo esperando la resurrección
Gabriel Maria des Forcis
Devuelto a dios a la edad de 20 años
La joven se inclino ligeramente la cabeza, apoyándola en sus malecitas juntas, las lágrimas resbalaban en sus mejillas cayendo sobre las blancas flores
-¡Gabriel, que falta me haces- murmuro ella
A sus espalda, por la estrecha alameda, venia una mujer enlutada, que acabo pro arrodillarse al lado de la joven, y abrazándola, deposito un prolongado beso en sus hermosa frente
-Veo que no lo olvidas, querida Cissi, a quien tanto te quería!- dijo con voz ahogada pro los gemidos
-¡Olvidarle! ¡Oh señora!
Lloraba sobre las blancas flores, las lágrimas de las madres se confundían con las de la amiga de la infancia, empezaron a rezar lentamente.
Ella era una viuda que acababa de perder a su último hijo, sus ojos azules, resecos pro tantas lágrimas vertidas, se fijaban en la cruz, con expresión de dolor resignado
-Descansa en paz- dijo la temblorosa Cissi
La señora des Forcis abrazo más estrechamente a la joven
-¡Cissi, mi Gabriel era una santo! ¡Debe de estar en el cielo!
-¡OH si!
Quedaron apoyadas una en la otra, sin cuidarse del viento, que se encariñaba en ella, ante sus ojos se evocaba la pequeña silueta de Gabriel , su fino rostro de boca sonriente, sus ojos azules, tan serios y de tan dulce mirar, tan gravemente tiernos y que a menudo parecían mirar algo misterioso y atrayente de mas allá
Gabriel des Forcils había sido uno de esos seres exquisitos que dios envía de vez encunado a la tierra como un reflejo de la perfección angelical
Cissi Black tenia seis años cuando, pro la primera ves, se encontró en presencia de Gabriel, a partir de este momento, su alma fue conquistada por el alma ferviente del muchacho, cuyos ojos parecían reflejar algo de la luz celeste
En casa de ella, entre un padre indiferente y una madrastra perteneciente de nombre a la religión, pero en realidad sin practicar ninguna,
Para Cissi Gabriel había sido siempre el consejero el guía siempre escuchado, ere el adolescente moralmente maduro antes de la edad, y sin embargo puro y bueno, el le había enseñado y cuidado cuando en su casa nadie mas lo hacia
En el momento que el iba a contemplar en ella la florescencia de su obra dios lo llamo a si
La última vez que CISS lo vio fue en su lecho de muerte que murmuro
-¡Gabriel, ruega por mi!
Estas mismas palabras las repitió siempre instintivamente, junto al sepulcro de su amigo desaparecido, como si lo hiciera ante la tumba de un santo, venia con frecuencia aquí, para confiarle, con otras veces sus pequeños cuidados, sus reflexiones sobre tal hecho o tal lectura, sobre sus alegrías o tristezas espirituales
No le respondía la vos suave y firme, pero una impresión tranquilizadora se apoderaba de ella, como si el alma angelical del muerto hubiera soplado en ella, fortaleciéndola milagrosamente.
Aquí se encontraba con la señora des Forcis, siendo la desolada madre un innegable consuelo apretar por algunos instantes contra su corazón aquella que Gabriel había amado, a la manera de los Ángeles,
-No permanezcas mas tiempo aquí querida mías- dijo ella de pronto- hay una fuerte corriente de aire y vas con ropa de verano, vete mi niña y gracias
Cissi beso la mejilla jada de la madre de su amigo, echo una ultima mirada a la tumba y se levanto, salio del cementerio y torció por una callejuela estrecha que salía derecha al campo, a alguna distancia empezaba una larga avenida de encinas.
De pronto apareció una pequeña casa solariega, algo desvencijada, pero de buena apariencia todavía
Encima de la puerta se veían algunos blasones algo borrados, esta mancion había sido patrimonio de su familia y su padre había tenido la dicha de morir allí después de haber disipado su salud en una vida alegre.
Allí permaneció su viuda, educando a sus hijos con ayuda de un preceptor, debían mantener las apariencias y no pensaba enviar a sus hijos al colegio al menos por ahora
Cissi era la hijastra de Catalina de Subrans, su padre había desposado en primeras nupcias con la prima de esta, la hermosa Xenia Zubina, muerta 12 meces después de su matrimonio , a causa de un accidente sucedió en la época de sus esponsales, y del que no se repuso nunca
Cissi, al entrar aquella tarde en la casa, encontró a su madrastra en la sala amueblada con viejos muebles descoloridos y en la que ella trabajaba habitualmente por entre largos dedos blanco adornados de sortijas, la señora había sido educada para ser una intelectual, y que más fácilmente hubiera sostenido una tesis filosófica antes que confeccionar un plato de confitería.
A la entrada de su hijastra, la señora de Subrans levanto a media su cara delgada, de cutis pálido y cuyo único encanto había consistido siempre en unos ojos azules muy grandes, fríos generalmente, pero que sabían hacerse expresivos cuando Catalina experimentaba una emoción
-Cissi, mucho tiempo has estado fuera……
-Mama, me he detenido algo en el cementerio
- No exageres estas visitas, hija mía, con tu natural un poco místico e impresionable, esto no va bien, pienso seria mejor que en el pronito año salgamos de nuestra vida de reclusión, para darte a conocer al mundo.
Cissi hizo un gesto de protesta
-No se trata de una aparición en toda regla, sino simplemente de aceptar algunas invitaciones de los vecinos, acabo de recibir una invitación de los vecinos para asistir a una cacería de ciervo, que se dará la próxima semana ¿te interesa ir?
-No se mama, si hay que ver como matan al pobre animal, te confieso que me disgustaría en sobremanera
- Podemos evitarnos asistir a esta ultima escena…..voy a contestar que aceptamos su invitación.
-Mama, usted no frecuenta la sociedad, no vale la pena, os lo aseguro, de que volváis a presentaros a riesgo de encontrar dolorosos recuerdos
-Es mi deber Cissi no puedo encerrarte aquí, no eres una prisionera, sino mi hija
La señora volvió a inclinar la cabeza sobre su trabajo, nunca se había expandido con su entenada, Cissi había sentido sierre que velaba por ella con una dedicación tal vez mayor que pro sus propios hijos, no por esto menos queridos, ya que no consentía separarse de ellos, y al igual de Cissi, los hacia educar en casa
