Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, lamentablemente (JEYNAAAAAAAAAAAAA WHY RIORDAN, WHY?)

El fic tiene spoilers de Mark of Athena, y ehm, no importa lo que pase, siempre voy a shippear Jeyna u.u (I'LL GO DOWN WITH THIS SHIP)

Anyways, muchas gracias por leer :)


Piper lo hace feliz, lo que para Jason significa mucho. Porque, cuando tus memorias han sido borradas, tu vida otorgada a una diosa que no es que precisamente esté feliz de que existas, y la única chica de la que en verdad te has enamorado cambia repentinamente su actitud sobre ti; tener a alguien con la que sostener manos mientras caminas por la orilla de la playa es algo que aprendes a apreciar.

Cuando la muchacha le sonríe, honesta, su cuerpo gravitando en torno a él, Jason cree que podría llegar a quererla algún día.

(Quizá finalmente pueda dejar ir a la joven que se encuentra a kilómetros de distancia. Olvidar nuevamente la forma en que su cuerpo reacciona frente a su presencia.)

Pero cuando se encuentra con Reyna, cuando vuelve a ver sus ojos, la forma en que su sonrisa se escapa de sus labios por más de que ella intente contenerla, su corazón se acelera, y sus palmas sudan un poco.

-Es… bueno volver- Susurra, sintiendo los ojos de todos los romanos en su persona. Consciente especialmente de los ojos de ella examinándolo en cada movimiento, como queriendo asegurarse de que realmente es él.

Su voz suena de una forma torva e insegura. Porque qué decirle. No hay palabras que puedan definir lo que ha sentido durante éstos últimos meses, el terror que lo ha atacado en sueños, la nostalgia de su hogar. No hay forma de que sepa qué pronunciar para darle a entender que aún la quiere. Que en ocasiones, cuando mira a Piper a los ojos, éstos se vuelven del color de la obsidiana por una fracción de segundo.

(Y que luego la culpa lo carcome, porque ¿qué clase de persona es?)

Así que hace lo primero que se le ocurre para sacarse de su mente cómo habría sido besarla aquella noche, horas antes de desaparecer. Qué habría pasado si hubiera sostenido su mano unos segundos más. Le pregunta a Reyna si está bien que le muestre a Piper su hogar.

Sus ojos, duros y heridos, mirada similar a cuando llegó por primera vez al campamento, le causan escalofríos en la espalda, y le hacen sentir más culpable aún.

Camina con Piper por la calle, ella mirándolo como preguntándole si está todo en orden, a lo que él sólo asiente. Sus ojos siguiendo la silueta de las dos muchachas mientras se dirigen al café. Una pequeña sonrisa apareciendo en su rostro cuando ve a la joven de cabello negro oliendo su bebida y suspirando.

Niega con la cabeza, porque es algo tan familiar que en parte lo hiere. Le recuerda a las mañanas en que inventaba excusas para acompañarla a comprar chocolate caliente, a la sonrisa de ella cuando él intentó (y fracasó) cocinarle brownies para su cumpleaños.

"Hablarán luego", se dice, sosteniendo en su mano la de Piper, apretándola un poco para darle a entender que no se irá, que no la dejará sola, por más de que parte de su alma siempre pertenezca aquí.

Pertenezca a ella, a la muchacha de ojos obsidiana.

"Hablarán luego", repite en su mente.

Sólo que luego nunca llega, y después es demasiado tarde.