Yukihana. Aquí les traigo una nueva historia. Espero la disfruten.

KUROKO NO BASKET NO ES DE MI PERTENENCIA

Titulo: Arrepentimientos.

Autora: Yukihana-Hime (Y-H)

Resumen:

Hay un proverbio que dice:

"Vive tu vida sin arrepentimientos..."

Una vida así sería genial, pero siendo realistas... ¿Quién no se arrepiente de haber hecho o no haber hecho algo en su vida?

KiKuro

Generos: Romántico, Drama

Advertencias: Mpreg


- Capitulo 1 - 6 años… -


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Japón / Tokio:

Aeropuerto de Tokio:

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¿En serio se irán? —pregunte, realmente no me gustaba la idea de que tres personas queridas para mí se tuvieran que ir, en especial él.

¿Por qué ahora? ¿Por qué no puedo retenerlo a mi lado? Ah, ya. He perdido el derecho de hacerlo.

Así es. —Contesto Momocchi con una sonrisa y con una pequeña maleta en mano. — Nos veremos Ki-chan.

Nos vemos Kise. —se despidió Kagamicchi mirándome de una manera que no supe descifrar si era por desaprobación o pena.

El verle me remarco la razón por la que estábamos aquí, en este lugar y en a esta hora. Al ver como llevaba una maleta en hombros y los boletos de los tres en la mano, los cuales mostraba como si me quisiera echar en cara que se iban y se llevaban con ellos algo muy importante para mí. Demasiado importante.

Adiós Kise-kun. Te deseo suerte con tu esposa y tu futuro hijo…—su voz monótona y cortes me hizo voltear a verlo.

Sabía que no era de mostrar sus emociones, ni siquiera en su voz pero al menos tenía la esperanza que en este momento en que nos separamos me mirara. Me dolió cuando me di cuenta que no lo hacía para nada. Después de hacer una reverencia regreso su atención a uno de sus estúpidos libros que siempre le gustaron leer, ¿porque no podía mirarme en un momento como este? ¡En este momento en que me abandona! Deseaba abrazarlo, apresarlo en mis brazos para no dejar que se fuera.

—…Yumiko-san le deseo sea feliz y que su familia también lo sea. —escuchar cómo se despide de la persona que está a mi lado y a ella si la mira, me molesta un poco.

Buen viaje. —les deseo mi compañía y yo quisiera decirle que se calle, que no le invite a irse ya.

—S… Suerte… —forcé a que la palabra saliera de mi garganta, quería atraer su atención de nuevo a mí pero Kagami le indica que deben despedirse de los demás porque el vuelo está por salir.

*Vete tu* pienso por unos momentos, deseando que Kagami se marche solamente con Momoi, dejando a Kuroko aquí en Japón, donde por lo menos podría verle, interactuar como amigos. Se me rompe el alma cuando Kuroko asiente y se dirigió con los demás para decirles adiós, y es que Kuroko no ha dirigido ni un momento sus hermosos ojos hacia mí.

Mientras los veo hablar realmente me gustaría impedir su ida… pero no puedo… no me siento con derecho a detenerlo. Con un gran dolor solo puedo observar cómo se despedían de nuestros demás amigos, quienes habían venido también a despedirlos al aeropuerto, se irían a Estados Unidos los tres juntos.

De Kagami y Momoi lo entendía, eran pareja y ahora que a él le habían invitado a ser profesional en un equipo de la NBA no podían hacer otra cosa que irse a vivir allá, ¿pero él? ¿Porque repentinamente Kuroko había decidido ir con ellos? ¿Por qué parecía querer huir de algo?

Las manos de la que se convertiría en una semana en mi esposa alrededor de mi brazo me detuvieron cuando por un instante di un paso con la intención de detenerlos. Solo puedo con gran congoja observar cómo se dirigen hacia aquel transporte que lo alejaría de mí, lo llevaría a un lugar al cual no podría llegar.

Cada paso que da lejos de mi hace que yo quiera correr y detenerlo pero debo permear aquí, lo sé. La barrera de seguridad para los pasajeros se ha convertido en una muralla impenetrable para mí, una muralla que me impide seguir viéndolo.

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— ¡Papá! —gritaba una pequeña de 5 años pelinegra de ojos grises desde el borde de la cama de sus padres.

—Mmm… —se quejó el adulto, dándose la vuelta sobre la cama para seguir durmiendo y ver el rostro de aquella persona especial en sueños.

— ¡Papá! —llamo de nuevo. Al notar no le prestaban atención hizo un puchero y escalo la cama para luego subirse en la espalda del durmiente y volvió a gritar dando saltitos sobre aquel cuerpo. — ¡Papá, el desayuno está listo!

—Mmm… Sayumicchi…—murmuro soñoliento y sin la intención de abrir los ojos, lo que molesto a la menor.

— ¡Papá, sino te levantas ahora mami se molestara! —advirtió la pequeña.

—Mmm… mejor duerme conmigo Sayumicchi.

Sin tener tiempo de decir algo y en un rápido movimiento Sayumi fue jalada de su bracito para ser acostada al lado de su flojo progenitor. La pequeña soltó una pequeña risita, y al ver que no habría forma de ganar se acomodó en el pecho del mayor; como dicen por ahí, si no puedes con el enemigo únete a él, motivo por el que a los poco segundos, padre e hija estaban nuevamente dormidos.

Pasaron unos minutos para que una hermosa mujer pelinegra y de ojos azules entrara a la habitación en busca de su pequeña y su esposo, a los cuales se encontró dormidos y abrazados. Sonrió por la hermosa escena, realmente no queriendo desasearla pero tenía que hacerlo, su pequeña debía ir a su escuela y su esposo al trabajo. No obstante obedeció su deseo y tomo una foto con su celular, sería un lindo recuerdo. Y con una sonrisa se acercó a la cama para despertar a las dos personas más importantes de su vida en esos momentos.

— ¡Ryota! ¡Sayumi! —grito al jalar las sabanas que cubría la cama.

Los nombrados se levantaron como resortes al escuchar sus nombres en forma de grito, poniéndose en pose miliar en frente de la femenina.

— ¡Si, señor! —exclamaron sacándole una sonrisa a la mujer.

—Creo haber dado mis órdenes. —dijo seriamente y con los brazos cruzados siguiéndole el juego a su familia.

—Intente despertar al capitán pero me secuestro entre sus brazos. —Acuso la niña soltando unas risitas al ver la cara de su padre, la cual expresaba haber sido víctima de la peor traición del mundo. — Impidiéndome cumplir con mi misión, teniente.

—Oh, así que la culpa la tiene el capitán Ryota. —Se le dificulto pasar saliva al ver la mirada de su mujer, era claro que se encontraba en peligro. — ¿Algo que decir en su defensa capitán Ryota?

—Etto… Que la cama me sedujo…—respondió con una sonrisa nerviosa— Y que… ¡la teniente Yumikocchi tiene celos de ello! ¡Al ataque soldado! —indico a su pequeña con una gran sonrisa.

Con gran diversión ambos se levantaron de la cama y corrieron hacia la pelinegra mayor, quien fue levantada y arrojada con cuidado a la cama, donde fue víctima de un ataque de cosquillas de parte de su esposo e hija.

— ¡Me rindo! —exclamo Yumiko, sus intentos por zafarse fueron en vano.

Tanto padre e hija se detuvieron, se miraron entre si y sonrieron, chocando las palmas de sus manos victoriosos.

—Haa…—suspiro cansada al intentar zafarse— Son unos demonios ustedes dos…

—Pero así nos quieres mami. —objeto la pequeña con una sonrisa.

—Es verdad, así los quiero y amo. —Dijo la mujer levantándose de la cama. — Vayamos a desayunar.

—Hai. —respondieron padre e hija.

— ¡Ah! —Exclamo Kise recordando algo. — Ustedes adelántense, después de arreglarme bajare.

—No tardes papá. —dijo la pequeña saliendo de la habitación.

Por su parte la pelinegra asintió mientras sonreía, siguiendo a su pequeña. El rubio vio marcharse a su mujer, alborotando su melena rubia dispersa por recién despertarse. Se dirigió al baño para mojar su cara un poco, el ver a los ojos de Yumiko le hizo recordar el sueño que había tenido antes de que su hija lo despertara. Nunca pensó que recordaría aquel día de 6 años atrás donde se despidió de la persona más importante para él después de su hija.

Siempre lo tenía presente pero procuraba no hacerlo. Le tomo un tiempo comprender que siempre amo a aquel chico, pero él no era consciente y ahora después de años lo sabía. Cuando descubrió sus sentimientos fue tarde, Kuroko se marchaba a américa en compañía de sus amigos y él tenía que hacerse cargo de la responsabilidad al embarazar a su novia en aquel entonces. Fue Akashi quien lo ayudo a darse cuenta de sus sentimientos y, al hacerlo entendió las bromas de Aomine y Kagami sobre sus novias, al parecer inconscientemente siempre escogía a las chicas con las que salía debido a que encontraba en ellas algo similar a Kuroko; su forma educada de hablar, su personalidad, color de cabello, voz, gustos, color de ojos, siendo estos ultimo lo que tenía su esposa.

Yumiko tenía el mismo tono de ojos que Kuroko y fue lo primero que le gusto de ella cuando la conoció durante una sesión fotográfica. Ahora, incluso era consciente de la verdadera razón por la que se esforzó por entrar a la misma universidad que Kuroko y Kagami, no quería volver alejarse de él y darle más tiempo a solas con Kagami. En aquel entonces pensó que eran celos de amigo, después de todo él había conocido primero a Kuroko y quería pasar tiempo con él como en los días de Teiko. Durante la universidad aún continuaba su trabajo de medio tiempo como modelo, y fue en uno de ellos en que conoció a Yumiko y decidió hacerla su novia.

—Deja de pensar en eso. —se regañó a si mismo al verse en el espejo del cuarto de baño.

Ahora era un hombre casado y no debía pensar en un viejo amor que no había olvidado, quería a su esposa pero no la amaba. Lo único que lo unía a ella -de su parte-, era el deseo de que su hija creciera en un ambiente familiar. Además de que se sentía mal hombre por no haber logrado enamorarse de Yumiko a pesar de los años que llevaban juntos y de que era una esposa ejemplar.

Se prometió a si mismo que se esforzaría en ser el mejor esposo, y creía haber cumplido con ello. Sin embargo eso no impedía que en ocasiones se arrepintiera de cosas de su pasado, como el hecho de que si tan solo se hubiera dado cuenta que amaba a Kuroko desde la secundaria la historia seria diferente…

— ¡Ryouta ya baja!

—Voy. —grito en respuesta a su esposa.

Suspiro al mirarse de nuevo en el espejo para asegurarse de poner su mejor sonrisa. Después de vestirse con su traje de trabajo, salió de la habitación con dirección hacia el comedor, donde todo estaba preparado de antemano por la mujer del hogar, solamente faltaba su presencia para saborear un buen desayuno. Tomo asiento en su lugar correspondiente, la cabecera de la mesa con sus dos mujeres al lado.

—Papá, te tardaste. —regaño la niña con una sonrisa.

—Lo siento, pero debes comprender que papá necesita estar presentable para su trabajo. —Respondió a modo de juego con una sonrisa para su hija, escuchando la risa de su mujer por el comentario. — Gracias por la comida~

—Gracias por la comida~ —dijeron al unísono las mujeres.

Después de agradecer la familia empezó su alegre desayuno. Mientras la madre le preguntaba a su pequeña sobre cómo le iba en la guardería, Kise al inicio las escucha hablar pero poco a poco se fue hundiendo de nuevo en sus pensamientos. Más concretamente en aquella pequeña sombra de la cual hacía años no sabía nada.

Pero no podía hacer mucho, había intentado contactarlo pero ninguno de sus amigos tenía contacto con él directamente, todo era siempre a través de Momoi o Kagami; una vez intento hablar con la primera, pero le fue imposible sacarle mucha información de Kuroko, parecía que la chica evitaba el tema con él, por otra parte, con Kagami era diferente, lo noto el día que se fueron, el pelirrojo le mostro cierta hostilidad y cuando hablo con él para intentar averiguar sobre el peli-azul, lo único que obtuvo fue un.. "Él está bien. Preocúpate solo por tu vida, que yo me hare responsable de Kuroko."

Desde entonces el jugador no volvió a contestar ninguna de sus llamadas. Lo poco que sabía sobre el bienestar del sexto hombre, era gracias a las rápidas llamadas de Momoi con sus demás amigos, donde les decía que todo estaba bien y que la pasaban muy bien viviendo los tres juntos, así como cada uno tenía un buen trabajo.

Lo último que supo sobre los chicos viajeros fue que Kagami y Momoi se habían casado un año atrás. Había sido algo discreto y aunque fue invitado junto a sus demás compañeros, a varios les fue imposible acompañarlos. Él pensaba asistir con la intención de ver a Kuroko, volver a oír su voz, tocarlo aunque fuera un pequeño roce, pero no pudo realizar su deseo ya que su esposa se enfermó por esas fechas. Repentinamente su mujer se sintió tan mal que él tuvo que pedir algunos días de descanso en su trabajo para estar en casa ya que se negaba a dejarse llevar a un hospital.

—Pa…Papá…—la pequeña le llamo la atención al verlo tan distraído.― Papá, ¿por cuánto tiempo te iras?

— ¿Eh? Ah, una semana. —respondió observando como la pequeña agachaba el rostro desilusionada.

— ¿Tanto tiempo? —pregunto la menor.

—Si pero no te preocupes, estaré aquí para ver tu baile. —aseguro el rubio, a quien su retoño le regalo una sonrisa.

—Iras esta vez a Nueva York, ¿verdad? —pregunto Yumiko con un sentimiento que el hombre no supo descifrar.

-Sí.

A Kise le intrigo un poco el porqué de aquel tono utilizado por su cónyuge, pero no le dio mucha importancia; seguramente su esposa se preocupaba por la separación tan larga, era aviador y por lo regular sus viajes eran dentro del país, hacía poco que le permitían hacer viajes a otros países por lo que duraban más días. Motivo del porque su pequeña se pusiera a veces triste.

—Papá no vayas a chocar con un pato. —pidió la niña con burla.

— ¡Hey! —se quejó el varón haciendo reír a su familia.

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Estados Unidos / Nueva York:

Residencia Kagami:

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Un pequeño de 5 años peli azul y de ojos color dorado, jugaba en el jardín de su casa junto al perro de la familia, se encontraba a la espera de que su padre llegara a casa. Su papá era un famoso fotógrafo, el cual realizaba algunas fotografías para las campañas publicitarias de empresas de renombre. Lo curioso, es que solo tomaba un trabajo por mes y en ocasiones faltaba varios días a casa por hacer las sesiones fotográficas, revelar el rollo fotográfico, hacer la selección de las fotos a utilizarse y entregarlas a la compañía que lo contrato.

Hacia dos días que no lo veía y mientras jugaban, el perro corrió repentinamente hacia el interior de la casa, cosa que solo hacia cuando su padre llegaba. Siguió con algunos segundos de retraso al canino, razón por la que no supo hacia que habitación se dirigió. Reviso la cocina y el pasillo de entrada pero no había rastro del perro ni de su padre, asomo su cabecita para observar el interior de la sala, ocultando su cuerpo con la puerta por si había invitados, solo quería ver si su padre se encontraba dentro o tenía que ir a otro lugar a buscar. Sin embargo sonrió al ver que si estaba ahí, más concretamente sentado sobre el sofá preparándose para limpiar las lentes de sus cámaras, y a su lado estaba el perro recostado sobre la alfombra.

— ¡Papi! —llamo al entrar corriendo para acercarse.

— ¿Qué ocurre, Ryou? ―pregunto el adulto con una pequeña sonrisa, quitando su atención de los lentes y dejándolos en la mesa.― ¿Por qué estás en casa?

Creía que su hijo había asistido a la escuela durante esas horas, por eso no había ido a buscarlo. Su pequeño por correr tropezó con la mesita de la sala, y por casi caí. Él logro atraparlo entre sus brazos y lo sentó en su regazo.

―Es por eso que te decimos que no corras por la casa. ―le recordó con voz dulce, revisando que no se lastimo su piernita.

―Lo siento.―el pequeño agacho su cabeza, un poco avergonzado por su arrebato al dejarse llevar por la emoción de verlo.―Papá, tus lentes… Lo siento…

El adulto miro a lo que se refería su pequeño, encontrando su material de trabajo en el suelo. Seguramente cuando su pequeño choco con la mesa, los lentes habían caído al suelo. Se encogió de hombros, aquello carecía de importancia en presencia de su hijo.

―No importa, si se rompieron se arregla con comprar unos nuevos.

―Pero…

―O mejor. Tú me acompañas a comprarlos. ―el pequeño asintió sonriendo con alegría ante la idea de salir con su progenitor de compras.― Ahora respóndeme, ¿porque no estás en la escuela?

―Le dije a la tía Satsuki que no quería ir a la escuela ya que tú podrías volver hoy y quería estar para recibirte. ―respondió con sinceridad el pequeño con una gran sonrisa.― Bienvenido a casa.

―Gracias. Estoy en casa. ―después de darle un beso en la mejilla a su pequeño, hizo nota mental de hablar con Momoi sobre consentir al pequeño en sus caprichos.

No se quejaba por tenerlo en esos momentos con él pero la educación era un tema impórtate. Se quedaron en silencio y abrazados en el sofá durante varios minutos, hasta que el pequeño que tenía mayor hiperactividad, se bajó del regazo de su padre, saliendo de la sala sin decir nada. El perro y el adulto se miraron por el repentino abandono pero a los pocos minutos el pequeño regreso con el balón de básquet con el que había estado jugando mientras esperaba.

― ¿Jugamos? ―pregunto con esperanza de que aceptar, estirando sus bracitos para mostrar el esférico.

―Claro, vayamos al patio. ―contesto con alegría, su hijo había sacado su gusto por aquel deporte.

Recogió o más bien aventó los lentes al estuche que usaba para transportarlos, no importaba si no se rompieron en la caída o si se rompían en ese momento, total, iría con su hijo por unos más adelante y si los recogía era solo porque no quería escuchar mas tarde a Kagami quejarse por el tiradero.

Se acercó a su hijo, ofreciéndole su mano para que la tomara, el menor acepto el gesto con una sonrisa y sin perder más tiempo jalo a su progenitor hacia el patio, con su fiel mascota siguiéndoles el paso.

―Papi, empieza tú.

El menor entrego el balón a su padre, quien lo tomo con cuidado mirándolo con nostalgia, como si aquel objeto esférico fuera algo importante. Ryou reconoció la mirada de tristeza y añoranza de su padre, la cual siempre ponía al recordar los años atrás de su nacimiento. Lo poco que sabía es que su padre y tíos habían vivido parte de su vida en Japón, donde fueron grandes jugadores de básquet en la preparatoria y parte de la universidad, en realidad no entendía mucho de aquello, pero su tía le había dicho que eran anécdotas importantes de su vida.

― ¡Estoy listo papi! ―exclamo el menor sacándolo de sus pensamientos, no le gustaba ver a su padre así.

―Ahí va.

Con fuerza moderada lanzo el balón al pequeño, quien con una sonrisa lo tomo en sus manos y después de hacerlo rebotar dos veces, lo lanzo hacia la pequeña canasta para niños que había en el jardín. Se entretuvieron alrededor de una hora solo ellos dos, con la compañía de un Nigou adulto dormido a la sombra de uno de los árboles de la gran casa, digna de un jugador de la NBA, una diseñadora con una línea de ropa reconocida continentalmente y un fotógrafo de renombre y famoso en su ámbito por sus hermosa tomas.

― ¿Disfrutando del día? ―padre e hijo se detuvieron al oír la repentina pregunta.― ¿Puedo unirme?

― ¡Taiga bienvenido! ―Exclamo el pequeño con una gran sonrisa acercándose rápidamente a aquel varón de gran altura, cabellos rojizos con mechones negros y ojos rojos.

― ¡Hey mocoso! Estoy en casa. ―dijo al momento de levantarlo en brazos del suelo y revolverle con una mano los cabellos azules iguales a los de su padre.― Estoy en casa Kuroko. —saludo a su viejo amigo, el cual sonrió levemente.

―Bienvenido a casa Taiga, ¿y Momoi? ―pregunto mirando alrededor al no ver a su amiga.

―Aquí estoy, Tetsu~. ―chillo la mujer pelirosa al momento de lanzarse a abrazar a su viejo amigo como siempre lo hacía a pesar de los años.― Que lindo estas~ ―continuaba la mujer sin soltarlo.

―Momoi, no respiro. ―dijo con dificultad la vieja sombra, ser aprisionado entre los pechos de la mujer nunca había sido bueno para sus pulmones.

―Lo siento. ―dijo al momento de soltarlo.

―Bienvenida Satsuki. ―saludo rápidamente Ryou con una sonrisa desde los brazos del más alto.

―Moo~ Ryou-chan, dime tía. ―regaño la mujer jalando el cachete al pequeño.

―Sat-su-ki. ―deletreo el pequeño durante el ataque a su mejilla.

Los hombres reían al observar la escena, tan normal en su familia. Y es que al pequeño, le gustaba ir en contra solo por el gusto de hacerlo. Le gustaba la atención que le ponían sus seres queridos.

―Bienvenidos, ¿cómo les fue en su trabajo? ―pregunto Kuroko acercándose a ellos con la pelota aun en manos.

―Bien, nada fuera de lo normal. ―contesto el jugador profesional― Solo era un entrevista para un revista, aun no entiendo por qué la insistencia de Satsuki por ir.―murmuro por lo bajo a su amigo, para que su esposa no lo escuchara.

―Era porque la esposa del otro jugador es insoportable. ―respondió la pelirosa con rabia ya que si los había escuchado.― No dejaría que solo ella pasara por una buena esposa.

A los dos amigos les cayó una gotita de sudor por lo absurdo que resultaba la razón de la chica. Satsuki no necesitaba demostrar nada, por mucho ella era mejor esposa, amiga, mujer y profesional que muchas mujeres de otros jugadores, principalmente de la que estaba en cuestión, que lo único que hacía era cuidar de su casa o más bien, supervisar que los sirvientes cuidaran de ella.

― ¡Bien, vamos a jugar todos con la pelota! ―grito Kagami cambiando de tema.

― ¡SI! ―grito en respuesta el pequeño con el puño alzado.

Los otros dos sonrieron, acomodándose en equipos para poder jugar. Como siempre hacían, un tres contra uno o como gustaba decir a Momoi, un todos en contra de Taiga. Y es que la ser jugador profesional de aquel deporte, era obvio que ninguno podría vencerlo sin hacer algunas trampillas inocentes para diversión.

Después de casi una hora el pequeño juego fue interrumpido por el sonido de un teléfono proveniente de una extensión que había cerca de la puerta al jardín. Los adultos se miraron con una sonrisa y es que todos se habían quedado estáticos en su lugar, como si de piedras se trataran, al escuchar el timbre.

―Yo voy. ―hablo primero Kuroko adentrándose a la casa.

Al momento de tomar el teléfono escucho las risas de los demás quienes habían regresado al juego, un poco molesto por tener que alejarse de la diversión familiar, contesto.

―Residencia Kagami…―se sorprendió un poco cuando escucho al contrario hablarle en japonés― Oh, sí. Soy yo… ―respondió en su idioma natal y un poco incómodo por la persona con la que hablaba―Entiendo… Lo pensare, tengo que hablar con ellos… Sí, claro… también los extrañe… Adiós...

Kuroko miro el teléfono por unos segundos sin creerse del todo el remitente de la llamada, suspiro tratando de relajarse antes de volver con los demás, no quería arruinarles el buen momento. Al dar la vuelta, se sobresaltó al encontrarse con la pelirosa a la que creía jugando y que lo miraba de manera inquisidora.

― ¿Quién era? ―pregunto Momoi

―Me asustaste… —intento evitar el tema, algo que no logro al ver que la chica no le respondió nada. — Era mi madre. —Confeso después de suspirar— Al… Al parecer mi padre se enfermó y está en el hospital y querían avisarme. ―contesto un poco inseguro.

― ¿Se encuentra bien? ¿Es grave? ―pregunto preocupada.

Conocía perfectamente el cariño que le tenía su amigo a sus padres, aunque ellos no lo apoyaran en momentos difíciles, razón mayor por la que le sorprendía aún más la llamada. ¿Qué tan grave estaba el señor para comunicarse con el hijo al que negó años atrás?

―No, según mi madre no lo es, pero me han pedido que vayamos de visita ya que ellos no pueden venir de momento. ―contesto con voz monótona, queriendo ocultar de ese modo la preocupación creciente que sentía.

―Ya veo. ¿Cuándo quieres ir? ―pregunto la chica con una sonrisa a su amigo, el cual se debatía si ir o no. — Nosotros los acompañaremos en todo momento.

―…Dame un poco de tiempo, no le digas nada a Ryou y a Kagami-kun…

Kuroko dudaba sobre regresar a su país natal por dos razones; la primera es que no sabía que dirían sus padres una vez lo tuviera enfrente, una cosa es que le hablaran pidiendo que fuera y otra al verse a la cara, ellos fueron quienes para empezar le dieron la espalda cuando se enteraron que era diferente.

A pesar de que intento explicarles que ni él entendía como había podido pasarle, sus padres no querían tener nada que ver con alguien de su "clase". De no haber sido por Momoi y Kagami, Kuroko estaba seguro que no hubiera podido soportar aquellos días.

―No lo hare. ―respondió riendo al ver que llamo como antes a su esposo.― No diré nada a Ka-ga-mi-kun ―deletreo con burla.― Pero deberías ir, son tus padres y son ellos quienes han dado el primer pasó.

―Lo sé. ―respondió el peli-azul con un leve sonrojo, desde que cumplió un año en américa no le decía de esa manera a su viejo amigo.―No dudo por mis padres, es por él…No quisiera encontrármelo, él ya tiene su propia familia y yo…

Kuroko se dejó abrazar por su amiga, que deseaba mostrarle su apoyo como todos esos años. Entendía la preocupación del chico pero ella pensaba que era momento de dejar el pasado atrás, olvidado y avanzar al futuro.

―Sabes lo que pienso sobre eso. ―dijo Momoi sin soltar el abrazo.― Pero respetare tu decisión y te ayudare en todo.

―Siempre me tranquilizas…―comento recargando su frente en el hombro de la chica al ser un poco más alto que ella y abrazándola de la cintura- ¿Porque no pude enamorarme de alguien como tú?

—Eso mismo me pregunto yo, ¿por qué no pudiste enamorarte de mí? ―bromeo la chica.― Mira que hasta me presente como tu novia.

El recuerdo de la vez en que Momoi se presentó como la novia de Tetsuya en la piscina en la que entrenaba Seirin, hizo que ambos rieran. Las vivencias del pasado eran buenas, divertidas y en ocasiones dolorosas, sobre todo en su último año en la universidad de Japón.

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Una semana después…

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― ¡Satsuki apresúrate! ―exclamo el pequeño Ryou desde la puerta de la casa.

― ¡Ya voy pequeño demonio! ―grito en respuesta la diseñadora bajando las escaleras de la casa intentando acabar de maquillarse, por lo que bajaba con dificultad.― A ver, ¿por qué no le gritas a tu padre y a Taiga?

―Porque los quiero mucho. ―respondió el menor con una sonrisa.

― ¡Eso es cruel Ryou! ―exclamo la pelirosa deprimiéndose.

―A ti también te quiero mamá Satsu. ―dijo el pequeño animando rápidamente a la mujer, que amaba ser llamada así.

― ¡Hey, ese en mi nene! ¡Por eso te quiero Ryou-chan!

Para Momoi ese pequeño era un hijo propio, había estado para él desde antes de nacer, y lo seguiría estando. Ese niño era fruto de un amor verdadero del que ella fue testigo, aunque no fue concebido como se esperaba, no significaba que no fue producto del amor. Por qué lo sabía, sabía que sus padres se amaban pero el destino jugo de mala manera con ellos.

—Satsuki no grites. —dijo Kagami al bajar las escaleras junto con su sombra.

—Gracias por bajar las maletas Taiga. —agradeció Kuroko, una vez que bajaron por completo de las escaleras. — Aunque yo podría haberlo hecho.

—Bien, ¡vayamos a Japón! ¡Oh! —exclamo la pelirosa, levantando la mano siendo imitada por el menor, el cual se encontraba emocionado, sería la primera vez que viajaba al país oriental.

—Nosotros no vamos, Satsuki. Solo ellos. —le recordó su esposo después de un suspiro.

La chica se deprimió empezando a murmurar cosas sobre su desgracia, que dejaría su trabajo y se convertiría en un ama de casa común, y es que ellos retrasarían su vuelo a Japón unos días debido al trabajo de la chica.

Después de levantarle el ánimo a la única mujer de la casa, salieron en dirección al aeropuerto para llevar a la familia Kuroko.

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Aeropuerto de Nueva York

Sala de descanso:

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*¿Dónde será en donde vive ahora Kagamicchi?* Se preguntaba Kise mirando la ciudad desde el ventanal en el cuarto que tenían los pilotos para descansar en lo que llegaba la hora de salir. Era su segundo vuelo a esa ciudad, donde sabía que Kagami pertenecía al equipo profesional y por lo tanto debía residir ahí, sin embargo debido a que era una celebridad no podía encontrar tan fácilmente la casa del pelirrojo en el directorio telefónico.

— ¡Kise, es hora de abordar el avión! —exclamo su compañero desde la puerta de la habitación.

—Voy. —contesto.

Suspiro, una vez más regresaba a su casa sin obtener resultados en su búsqueda. Reconocida que no sabía que ganaba haciéndola pero al menos quería ver con sus propios ojos que Kuroko se encontraba bien, que era feliz… y tal vez saber si el corazón del peli-azul estaba ocupado. Se levantó del sillón, tomando en el proceso su maleta para luego dirigirse al avión que tenía que pilotear en su regreso a casa.

Ambos hombres salieron de la habitación y mientras avanzaban hacia el avión comenzaron a platicar sobre los estados de clima que se toparían a su paso.

—Haa… que suerte tienes. —Comento el copiloto al término de la charla del clima. — En cuanto llegues tu hermosa esposa te recibirá muy cálidamente. Quien fuera tú.

— ¿Te gusta mi esposa? —pregunto con una sonrisa nerviosa.

—Es muy guapa tu esposa…—respondió con sinceridad, palmeando la espalda del rubio— Pero no te preocupes que tengo novia.

—No sabes cuánto me preocupe…—se mordió la lengua, no quiso sonar sarcástico.

Al copiloto se le hizo curiosa la forma de habar de su compañero, después de todo estaban hablando de la esposa de este, lo común seria que se molestara un poco o que pidiera que no hablaran de ello, principalmente con una modelo como Yumiko, pero contrario a eso, Kise parecía tomarlo a juego. Lo adjudico a una posible pelea que tuviera el matrimonio antes de marcharse.

— ¡Papi, vamos!

La conversación de los pilotos quedo hasta ahí al escucharse la voz melodiosa de un pequeño. Al cual vieron pasar jalando la mano de un hombre al que no pudieron verle el rostro debido a que les daba la espalda, sin embargo el cuerpo de Kise se estremeció debido al color de la cabellera del padre. *Ese tono de color… se parece a que él tenia.* pensó mientras observa como aquellas dos personas se iban.

— ¿Sucede algo, Kise? —pregunto el copiloto al darse cuenta que su amigo se había quedado unos pasado atrás observando en la dirección en la que iba aquel chiquillo.

—No, nada. —Retomo el paso— Bien, subamos a ese avión para regresar a casa. Le prometí a mi hija que llegaría para su festival.

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—Papi, ¿cuánto nos tomara llegar? —pregunto Ryou, mientras su padre acomodaba la pequeña maleta de mano en la parte de arriba de sus asientos.

—14 horas más o menos…—respondió Kuroko al momento de tomar asiento junto a su hijo y abrocharle el cinturón.— Así que descansa, que para cuando lleguemos a Japón será de noche.

El menor asintió acomodándose mejor en el asiento, muy cerca de su adre para que antes de dormir le leyera algún libro como siempre lo hacía. Kuroko sonrió cuando la cabecita de su hijo se acomodó en su brazo, entendiendo lo que deseaba su hijo, agradeció mentalmente a Kagami que se le ocurrió guardar en la maleta un libro de cuentos infantiles.

Mientras el avión despegaba comenzó a narrarle a su pequeño la historia del libro, sintiendo como poco a poco el pequeño comenzaba a cabecear, cuando lo creía dormido lo sorprendió escucharle murmurar a la par de un bostezo.

— ¿Cómo estarán los abuelos?

Era la primera vez en la que conocería a sus abuelos, a quienes no sabía cómo tratar. Su padre le había dicho que lo querrían y serian buenos, pero la petición de su tío Kagami antes de que subieran al avión lo confundía. Tal vez era pequeño pero podía decir cuando algo no estaba bien, y el que su tío le pidiera que llamara sin importar la hora si algo malo pasaba en la visita a sus abuelos, tenía un motivo.

—No hay de qué preocuparse. Tu abuela dijo que estaban bien. —contesto con la intención de calmar a su retoño, aunque el también estaba ansioso.

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— ¡Ah, maldición! —se quejó Kise, moviéndose en su asiento.

Se encontraba en la cabina del avión como correspondía, no obstante en esta ocasión tan solo llevaban 5 horas volando y ya se sentía entumido, o más bien, cierta parte de su cuerpo se había entumido.

— ¿Qué sucede? —le pregunto su compañero volteándolo a ver por su repentino grito.

—Se me durmieron las nalgas. —contesto sin vergüenza.

—Hahaha… ¿En serio? Hahaha… ¿Les canto las mañanitas? Hahaha —preguntaba riendo ante la locura con la que había salido su compañero. — Jamás me ha pasado, ¿qué se siente?

—Solo puedo decir que se siente realmente mal. —contesto también con una sonrisa el rubio. — ¿Te puedo dejar cargo por unos minutos? —le pregunto mirándolo con ojitos de cachorro, necesitaba levantarse aunque fuera un poco para alejar la sensación.

— ¿Hasta que tus nalgas despierten? —contesto con burla.

—Sí. —respondió empezando a quitarse el cinturón.

—Vete. —le dijo el copiloto con una sonrisa, tal vez no conocía lo que se sentía que esa parte se entumeciera pero si en otras partes del cuerpo por lo que debía ser molesta.

—Gracias, te debo una. —dijo levantándose con cuidado.

—Sí, cuando se me duerman las nalgas. Hahaha.

—Hahaha. —reía saliendo de la cabina mientras se estiraba un poco.

Co un raro andar salió a caminar por la zona que usaban las azafatas, no podía dejar que los pasajeros lo vieran como se encontraba. Iba de un lado al otro en el pequeño espacio de la cafetería del avión.

—Capitán. —saludo una de las azafatas al recorrer una de las cortinas que separa ese espacio con los de primera clase.

—Hola~ —respondió el rubio, fingiendo preparase un café.

Hablaron un poco en lo que la chica preparaba una bebida que le fue pedida por uno de los pasajeros. Cuando la chica se fue dejo la cortina abierta, por lo que Kise se dispuso a acomodarla pero su detuvo cuando lo vio, sintiendo su corazón bombear lo más rápido que podía… sin poder creer que su amado, la persona que había buscado, se encontraba en el primer asiento de la fila de los de primera clase. Con torpeza se acercó y aunque temía que fuera solo una ilusión creada por sus deseos.

—…Ho…Hola… ¿Cuánto tiempo, Kurokocchi? —tartamudeo llamando así la atención del pasajero.

El rubio noto y comparo la imagen de sus recuerdos con la que tenía enfrente. Había cambios, pero no tan grandes como para no reconocer a Kuroko; era un poco más alto, su cuerpo parecía igual de delicado, las facciones en su rostro habían sufrido un cambio más maduro pero sin perder el toque fino y tranquilo que siempre había tenido, el cabello seguía estando del mismo largo aunque el peinado era diferente. Sonrió levemente, su amado había cambiado para bien, eso le alegraba, que la vida de Kuroko areciera estar bien, no obstante ahora se arrepentía de no haber estado a su lado para presenciar esos cambios… *Si tan solo lo hubiera detenido con cualquier método*

El peli-celeste alejo su mirada del libro que tenía leyendo, sorprendiéndose de la persona que lo había llamado y que tenía enfrente. No sabía si era un sueño o la realidad. Discretamente con una mano pellizco a la otra, para verificar que no se hubiera quedado dormido al igual que su hijo que dormía al lado.

— ¿Kise-kun?

—Que coincidencia verte aquí. —Intento sonar normal en esta ocasión. — ¿Cómo has estado?

—B…Bien, hace tiempo que no nos vemos. —respondió el pasajero, intentando no ver al capitán a los ojos.

—Seis años. —Le recordó— ¿Regresas a Japón?

—Sí, temporalmente…—suspiro, no había manera de librarse de seguir hablando con el rubio. — Mis padres me pidieron visitarlos.

—Oh… aunque no importa el motivo, lo bueno es que pude volver a verte.

—Sí… supongo…

El sonido de algo caer llamo la atención del par, que se había sumergido en un silencio incómodo. Voltearon al lado, viendo al pequeño dormilón el cual al moverse había tirado al suelo el libro que coloco Kuroko cuando se durmió.

Kuroko se agacho para levantarlo y lo coloco en uno de sus costados, más tarde lo guardaría en la bolsa que estaba arriba. Con cuidado de no despertar al pequeño le coloco de nuevo la frazada que le había puesto y que se quitó con el movimiento. Todo el ritual fue visto por el rubio, quien no podía creer lo que veía.

— ¿Quién es? Se parece mucho a ti. —hablo con un poco de dolor Kise, mirando al menor que era en realidad una copia exacta de su amigo cuando era un niño.

—Es mi hijo…—-aclaro el peli-celeste con tranquilidad. — Kuroko Ryou…

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Notas finales:

Yukihana: Espero les haya gustado. Lo actualizare cada vez que pueda quizás cada semana no lo se realmente.

Nos vemos

Bye~ Bye~