Todo lo que ya hayan leído en los libros de JK Rowling, es pura y exclusivamente suyo. Lo demás, es totalmente inventado. Sin fines de lucro.

CUANDO HARRY CONOCIÓ A GINNY

1. De Amsterdam a Toulouse

-¿Algo más señor?.-

Harry levantó la vista y vio que la camarera levantaba el vaso usado de su bandeja.

-No, gracias... Ginny.- declinó, mirando la tarjeta que pendía del ojal del bolsillo superior de su uniforme para identificar el nombre de la chica.

A pesar de las circunstancias, Harry no pudo evitar notar que la muchacha era muy bonita: tenía el cabello muy rojo y unos ojos verdes impactantes. Según lo que podía observar desde su posición en la butaca del tren, ella era un poco más baja que él.

-Bueno, cualquier cosa que desee...-

-Gracias.-

La muchacha se alejó y él quedó otra vez sólo, en su asiento de primera clase, mirando el paisaje pasar por la ventana. Según sus deducciones, estaban pasando por algún lugar cercano a Bruselas. El tren había partido de Amsterdam al mediodía y ya habían pasado más de tres horas y media desde entonces. Vio pasar por la ventana la imagen de un cartel que rezaba Bienvenidos a Mechelen y confirmó sus sospechas. Dentro de unos veinte minutos, estarían en la capital belga y el vehículo haría su primer parada y él podría bajar a la estación a estirar las piernas.

°°°°°

Bruselas. Esa era una de las ciudades del mundo que más disfrutaba visitar. Tal vez era porque era muy diferente y muy parecida a la vez a Londres, donde él vivía. Pero, seguramente, era por herencia.

Su padre lo había llevado allí desde muy pequeño todos los años, hasta que, a los dieciocho, el dejó de aceptar sus invitaciones.

Ahora, diez años más tarde, se arrepentía de haberlo echo. En ese momento, hubiera dado lo que fuera por pasar otro verano con Bruselas con su padre.

Su padre. Más que por unas vacaciones en Bruselas, daría todo por simplemente volver a verlo.

Hacía varios meses que no lo vía y ya no podría hacerlo jamás. Lo único que podría ver sería una pintoresca lápida diseñada por su madre y algún ridículo epitafio. Sólo la idea de que su padre pasara la eternidad de aquella manera le hacía sentir un escalofrío de indignación. Un hombre como James Potter jamás habría aceptado tal barbaridad.

Sin embargo, nada podía hacer al respecto. El hombre había muerto de un repentino ataque cardíaco a los 58 años, hacía dos días, a causa de un desmesurado stress y no había tenido tiempo de dejar siquiera un último deseo además de una confesión que había echo algunos años atrás a su único hijo varón.

-.-.-.-.-.-

Cinco años antes, en Basilea, Suiza...

-Verás, hijo.- decía James, caminando por la orilla del Rin con su hijo. Los últimos saltos del río hacían eco detrás de ellos, envolviendo el ambiente con un suave aroma a aguas agitadas. –Existen muchas formas de morir y creo que ninguna debe ser agradable...-

-Papá.- apeló el muchacho, corándolo bruscamente. -¿Es demasiado necesario?.-

-Sí, demasiado. Uno nunca sabe lo que sucederá mañana y es mejor estar prevenido. Además, a esto te traje aquí.- contestó rápidamente, en un tono que no admitía réplica Pausó unos momentos a al espera de alguna otra interrupción pero jamás llegó y continuó. –Como decía, no creo que haya una forma agradable de morir, pero supongo que al menos hay una forma agradable de pasar la eternidad.-

Muerte. Siempre era un tema recurrente en sus charlas. James opinaba que era parte de la vida y que ésta no estaba completa sin ella. Harry, por su parte, prefería obviar el tema a toda costa. Siempre había sufrido un pavor inexplicable a lo desconocido.

-Ven.- tomó a su hijo por un brazo y lo guió hacia atrás, siguiendo su propia trayectoria en sentido contrario. Se detuvieron justo frente a la última catarata del río (1).- Ahí es donde quiero pasar mi eternidad, Harry. Justo ahí.-

Luego, caminaron otra vez al hotel. James besó a su esposa e hija en las mejillas y Harry saludó con un simple Hola.

La muerte jamás apareció como tópico en las subsiguiente conversaciones padre-hijo.

-.-.-.-.-.-

De nuevo sentado en su cómoda butaca, Harry no pudo evitar recordar a su padre con nostalgia. Gracias a él era lo que era. Gracias a él era todo lo que era.

James siempre había sido el ejemplo. Emprendedor, audaz y optimista, siempre había sabido cómo guiar el camino de sus hijos, apoyándolos en cada decisión y alentándolos al éxito.

Harry era dueño de un gran buffete de abogados, con renombre a nivel internacional. Estaba en Ámsterdam tramitando un divorcio de celebridades cuando recibió la llamada de su madre comunicando la nefasta noticia.

Beth, su hermana menor, trabajaba en la industria textil. Reconocida diseñadora de indumentaria, estaba en Praga, presentando una nueva colección, cuando Harry la había llamado y contado lo sucedido.

Ambos habían pospuesto todo compromiso para toar el primer vuelo a Toulouse, la ciudad francesa en la que vivían sus padres.

Sin embargo, ya en el aeropuerto, Harry había optado por el tren. Había estado muy atareado los últimos meses y quería llegar medianamente potable al funeral. Un largo viaje en ferrocarril (nada más y nada menos que programado en catorce horas) lo ayudaría a pensar y despejar su mente de famosos peleándose por la tenencia de sus famosos hijos.

°°°°°

Cuatro horas más tarde, el tren volvía a detenerse, esta vez en París (2).

En esa ocasión, Harry no bajó. Demasiadas narices paradas para su gusto (3).

Se quedó sólo en el vagón, jugando con el vaso vacío distraídamente.

De repente y sin previo a viso, alguien se dejó caer en forma brusca en la butaca paralela a la suya.

Un poco sorprendido, el joven giró su vista hacia la persona en cuestión y descubrió que se trataba e la camarera que lo había atendido horas antes, Ginny, que se había dejado descansar allí con un gesto exhausto en su rostro.

Sin poder evitarlo, sonrió torcidamente.

Aparentemente, la muchacha sintió que era observada y giró su cabeza en directa dirección a él.

-Oh, disculpe. Creí que todos habían bajado.- se apresuró a excusarse, mientras se levantaba rápidamente de la butaca.

-Tranquila, no pasa nada.- tranquilizó él, con un gesto de desinterés de su mano.

-¿Se le ofrece alguna otra cosa?.- preguntó ella, ansiosa por enmendar lo que consideraba una falla en su desempeño, alisando compulsivamente le borde de su falda.

-Sí. Que descanses, por favor.- respondió él simplemente.

Ella lo miró extrañamente, ladeando la cabeza hacia un lado.

-¿Le sucede algo?.- quiso saber, en un tono muy diferente al que había usado momentos antes.

-Mi padre ha muerto.- contestó él, sin saber porqué se lo contaba, siendo ella una completa desconocida. –Estoy yendo a su funeral.-

-Oh, lo siento. Yo... no sabía, disculpe.-

-No, está bien. No tenías porqué saberlo. Gracias por preguntar, de todas formas.- y volvió a mirar a la gente pasar por el andén a través de la ventana.

Unos instantes después, sintió mucho movimiento en el vagón y observó que la gente volvía a sus asientos. La chica pelirroja ya no estaba allí.

°°°°°

Para llegar a Limoges, el tren tardó otras cinco horas. Ya iban trece de viaje y Harry comenzaba a arrepentirse de no haber tomado el avión.

Cansado de la vista desde la ventana y el olor a habano que despedía el pasajero trajeado a su lado, decidió que pasear unos minutos por la terminal no le haría mal.

Bajó del ferrocarril y miró a los lados, tratando de que su vista se adaptara a la repentina luz artificial de la estación. Un gran reloj a su izquierda marcaba la una de la mañana.

Caminó un poco entre la gente hasta que pasó frente a un kiosco que parecía tener cuanto dulce existiera sobre el planeta. Sin pensarlo siquiera, entró en el negocio y cargó una bolsa de celofán con todos sus caramelos favoritos: ácidos, con sabor a frutas y algunos cubiertos de azúcar. Agarró también algunos chupetines y una caja de confites.

Se dirigió a la caja y se puso al final de la fila, mientras sacaba algunos euros de su bolsillo.

-eso no es lo que llamo saludable.- comentó alguien a su lado. Se volteó rápidamente hacia la voz y descubrió allí a Ginny una vez más. No sabía exactamente porqué, pero su gesto pacífico y relajado le transmitía mucha tranquilidad.

-Yo tampoco, pero no puedo evitarlo.- respondió simplemente. -¿Estás...- miró a os lados exageradamente –siguiéndome, o algo parecido? No quiero problemas con los federales.- bromeó.

No, no estoy siguiéndolo.- negó ella, sonriendo. –Creo que simplemente el destino está encargándose de encontrarnos, así que será mejor que me presente. Ginny Weasley, su camarera favorita.- dijo, tendiéndole una mano amistosa. Harry la observó un momento antes de tomarla.

-Harry Potter, su pasajero preferido.

-¿Harry Potter? No es... ¿el abogado?.-

-Sí, soy yo.-confirmó Harry con pesar. Más allá de que amaba su trabajo, odiaba ser conocido por ser el "divorciador de famosos".

-Wow...- comentó ella. –Y, dígame... ¿Uma Thurman es tan delgada como parece en sus películas? Leí el año pasado en esas revistas amarillistas que usted se encargaba de su divorcio con Ethan Hawke.-

Harry soltó una pequeña risa. De cualquier otro, la pregunta le hubiera molestado mucho. Pero ella... ella era demasiado agradable como para que molestara.

-¿Les importaría?.- preguntó de pronto un hombre detrás de ellos. Se habían entretenido y la fila había avanzado sin que se hubieran dado cuenta.

-Disculpe.- soltó Ginny automáticamente.

Avanzaron, pagaron, salieron del negocio y comenzaron su camino de vuelta al tren.

-Así que... ¿es ella tan delgada?.- volvió a preguntar, mientras le daba un pequeño mordisco a su barra de cereal.

-Sí, lo es. Pero lo que le falta aquí, -señaló su propio estómago. –está aquí.- dijo, indicando su sien. –Esa mujer es condenadamente inteligente.-

-¿Ha visto a Quentin Tarantino alguna vez?.- preguntó ella ansiosa, sin poder contenerse.

-Una vez, mientras le hacía firmar unas documentaciones a ella. Llegó a discutir un papel para una película, o algo parecido.-

-Oh, lo amo.- soltó de pronto. Al notar la mirada de Harry sobre ella, se sonrojó súbitamente. –Disculpe. Es que adoro sus películas. Son una especie de religión para mí.-

Harry volvió a sonreír y escuchó el sonido estridente de un silbato que anunciaba la partida del tren cuando los dos ya estaban subiendo de nuevo.

-Bueno, ha sido un gusto.- dijo Ginny, cortés. –Pero el deber llama.- y, con una última sonrisa, se metió en el compartimiento de servicio, al tiempo que as ruedas del ferrocarril rozaban las vías y el vehículo ganaba velocidad.

°°°°°

Luego de otras agobiantes e interminables cuatro horas y media, cuando a Harry estaba por acabársele la bolsa de dulces, el tren comenzó a perder velocidad para adentrarse en la estación de Toulouse.

Eran cerca de las seis de la mañana y el Sol ya casi estaba en todo su esplendor sobre el cielo.

El joven casi brincó de su butaca, luego de haberla ocupado por dieciocho eternas horas, y tomó del porta-equipajes la valija de mano que llevaba consigo en cualquier viaje que hiciera: ésa era su única carga en esa ocasión, ya que la visita a Ámsterdam estaba programada a ser una relámpago (4).

Bajó las escalerillas del tren y aguardó un momento en la estación, esperando ver a Ginny para despedirse de ella y agradecerle sus atenciones durante el viaje con una generosa propina.

Sin embargo, quince minutos más tarde el vehículo había vuelto a arrancar (el recorrido seguía rodeando los Pirineos hasta Madrid) y no había rastro de ella.

Resignado, Harry salió a la mañana francesa y tomó un taxi que lo dejó en la entrada de la lujosa mansión Potter.

Con imagen desalineada, una sombra en su cara que mostraba el prematuro crecimiento de su barba, afeitada la mañana anterior, la corbata desarreglada y fuera de lugar, más unas profundas ojeras, tocó la puerta de la que había sido su casa hacía siete años.

Cuando se abrió, comenzó la semana más extraña de su vida.

°°°°°

1: El Rin nace en el límite franco-suizo y tiene su desembocadura en la cuidad de Rotterdam, Países Bajos. A partir de la ciudad de Basilea, en Suiza, es navegable. Antes, de su naciente hasta esa ciudad, está lleno de saltos y cataratas.

2: Se preguntarán porqué es que no hay registro de inmigraciones entre país y país: pasamos de Países Bajos a Bélgica y Francia sin ningún tipo de problema. Lo que sucede es que, desde la formación de la Unión Europea (UE), está vigente el tratado de Schlgen, mediante el cual el paso de país a país miembro de la Unión no tiene control de ningún tipo para las personas ciudadanas de la UE (con tener pasaporte de algún país miembro, basta). Actualmente, Francia y los Países Bajos han suspendido su vigencia, debido a los atentados en Londres en Julio, como forma de prevención. Medida xenofóbica por demás, pero políticas son políticas, y más en Europa.

3: Y para el mío también. Por eso es que no me gusta para nada ir a París. La gente no es lo que se dice... agradable.

4: O sea, que iba a durar un corto plazo de tiempo. En Argentina se usa cuando el viaje dura uno o dos días como máximo.

Gracias por haber leído!. Nuevo Fiction. Una idea que tiene meses y meses, pero que no me había sentado a formar.

Aclarando, no tiene nada que ver con Harry Potter. Seguramente, lo único que tengan en común sea los nombres de los personajes.

Espero que hayan disfrutado de este primer capitulo y que dejen sus respectivas y correspondientes opiniones (léase¡vamos, dejen reviews!).

Adío!

PD: Lo prometo, pronto el nuevo capitulo de Unidos por su atención.