Tras pensarlo mucho, por fin me he decidido a escribir mi primer fanfic y a colgarlo. Obviamente no es perfecto, pero haré todo lo posible por ir mejorando con el tiempo. Siempre he pensado que las historias con relaciones profesor-alumno era la mar de entretenidas, así que... ¿Por qué no hacer un Malec?
Espero de verdad que os guste y que no dudéis en escribirme algún comentario para decirme que soy pésima escribiendo en caso contrario. De verdad, las malas críticas duelen, pero ayudan. Eeeen fin, si os gusta darle a seguir, favoritos, escribid un comentario o mandadme un mensaje telepático con vuestra opinión. ¡Nos vemos en una semana!

Obviamente Alec, Magnus, Idris y todo lo maravilloso de The Mortal Instruments pertenece a Cassansdra Clare, así que yo solo estoy jugando con sus adorables personajes.


La familia Bivane siempre había sido millonaria. No solo eran los propietarios de una importante cadena de hoteles de lujo, sino que además poseían un gran número de acciones de diferentes empresas de electricidad, transporte aéreo, ferroviarias… Así que, cuando su padre decidió matar a su madre y después suicidarse, con tan solo nueve años Magnus se convirtió en el único heredero de todo un imperio. Aconsejado por Tessa, la hermana de su madre, y su marido Will, el joven creció rodeado de todo cuanto quiso.

Dieciseis años después, Magnus estaba harto. Harto de tanta responsabilidad. Harto de esas estúpidas personas interesadas que solo buscaban su dinero. Harto de las fiestas donde buscaba compañía pero en las que solo encontraba más soledad. Harto de esos periodistas sensacionalistas que pensaban que su vida era más importante que la de los miles de personas que estaban muriéndose de inanición en ese mismo instante. Harto de que su tía Tessa se negase a prohibirle nada porque le daba lástima. Harto de que su tío Will le negase todo precisamente por lo mismo. Harto, harto, harto, harto ¡Harto! Por eso, en cuanto se matriculó en la universidad, Magnus decidió pedir plaza en algún pequeño pueblo lo más alejado posible del agobiante Upper East Side donde se había criado.

Llegó a Idris una semana después de que aceptaran su petición y se instaló en su no-tan-modesta casa de estilo victoriano a las afueras del pueblo. Tras un intenso fin de semana de desembalar kilos y kilos de ropa, de adornar la casa a su gusto y de conocer a Jocelyn (su nueva y artística ama de llaves y ayudante personal), Magnus se acostó en su enorme cama con dosel rezando para que su primer día de clase no fuera un desastre.

El instituto de educación secundaria de Idris no resultó ser ni tan cutre ni tan pequeño como él imaginaba. St. Raziel se ubicaba en lo alto de una pequeña colina y era, básicamente, un antiguo castillo remodelado para hacer las veces de escuela. Magnus llegó con una hora de adelanto y vestido de la manera más sobria que fue capaz: pantalones pitillos negros, una camisa blanca con un chaleco color borgoña por encima y el maquillaje al mínimo, ¿Sencillo, no? Pues al parecer al director no le hizo demasiada gracia por las miradas que le echaba. En fin, ¿Qué se podía esperar de aquel viejo sin estilo y cara agria?

Una vez recogidos todos los horarios y cumplimentados los documentos necesarios se fue en dirección a su primera clase. Era el primero en llegar ¡Bien, eso le permitiría ir observando a los alumnos mientras iban llegando! Se sentó encima de su escritorio de manera casual y esperó a que la sala se llenara y tocase la campana que anunciaba el inicio de las clases.

—Bien, Bien. Permaneced unos minutos en silencio, por favor. Mi nombre es Magnus Bane y a partir de hoy seré vuestro profesor de Historia Antigua.