Universo Alternativo. Diferente final de Hellsing Ultimate.

Ni "Hellsing" ni "Emperor´s new clothes" me pertenecen.


Bienvenido al fin de las eras, el hielo cobró vida

Oscuridad, solo eso era. Pura y perversa oscuridad.

Como era de esperarse, le encantaba de esa manera.

En realidad… ni él mismo sabía ya lo que le gustaba. Tanto tiempo encerrado, aprisionado, ya no podía recordar ni distinguir. La mayoría del tiempo ni siquiera pensar.

¿Acaso se puede vivir sin pensar?

Se molestaría en responderse si aquello fuera relevante, y si tuviese las características para hacerlo. Después de todo, él había dejado de formar parte de los vivos desde hacía vaya a saber uno cuanto tiempo…

Acabado mi tiempo y servida mi sentencia, vísteme y mírame morir…

Había luchado al principio, aunque los recuerdos eran como una laguna en su cerebro marchito. La desesperación por alimento no tardó mucho en llegar, por lo que él mismo se confinó a un sueño que duró décadas.

Pero no fue suficiente, el hambre… como había deseado ser como los humanos en aquel momento. Como había deseado algo tan simple como tener la capacidad de morir.

A veces reía, gastando la poca energía para poder volver a dormir. Reía en las sombras, envuelto en la oscuridad. Sería para siempre un muerto viviente en ella.

Al menos eso era a lo que se había resignado. Por lo que no pudo evitar quedarse unos segundos paralizando cuando pudo ver otra cosa que no fuese oscuridad.

Y lo que sabe bien y se siente bien, mío debe ser

Permaneció dentro del ataúd, adaptándose a la luz que provenía de la habitación. Observó el lugar donde lo habían mantenido oculto por cientos de años (de nuevo) y entonces lo olió.

No se detuvo a pensar quién era o por qué lo había liberado. Lo único que distinguió antes de drenarlo completamente fue su rostro. Los ojos grandes y la boca abierta.

Gracias.

Dinastía decapitada, es posible que hoy veas un fantasma…

Observó a su alrededor, ¿acaso lo habían encerrado en un sótano?

Descartó el cuerpo e intentó recordar. ¿Qué había sucedido? Debió de perder contra alguien importante, si ese había sido su castigo…

Se sostuvo para no perder el equilibrio, imágenes de otra vida aparecieron como un flash en su mente. Una batalla, el ejército, Integra, Hellsing, la chica policía…

Entonces se dio cuenta: no lo habían vencido, lo habían traicionado. Engañado.

Anderson.

Aplastó la cabeza de su salvador antes de salir hacia la libertad.

Y si no lo sabías, ahora lo sabrás…

Al pisar el primer escalón, sin embargo, frenó en seco.

Había transcurrido demasiado tiempo, esa ya no era su época.

Una sensación de amargura lo invadió al darse cuenta que sus enemigos debían estar muertos. No podía hacer nada que hiera a Anderson más que escupir sobre su tumba.

Luego, su maestro. Integra tampoco estaría entre los vivos. Ya no.

El vampiro apretó sus puños hasta sentir como amenazaban con transformarse en garras. Pero no podía desperdiciar aquella energía, debía guardarla, almacenarla para cuando fuese necesario.

Primero debía alimentarse bien.

Estoy reclamando la corona

Le echó un último vistazo a su propia cárcel. Sonrió, al leer el nombre que yacía en el ataúd:

Vlad Tepes, el empalador.

Aunque seguía prefiriendo su otro sobrenombre se sentía halagado de que lo hayan enterrado como el empalador.

Estoy vestido y desnudo. Veo lo que es mío y lo tomo…

No pudo evitar sorprenderse ante el aspecto de aquel sitio. Parecía que había viajado para atrás en el tiempo: los muebles estaban forrados, los cuadros tenían marcos de oro y el piso de madera lo cubría una gigantesca alfombra bordó.

Se encontraba… aquel era idéntico a lo que solía ser la mansión de Integra Hellsing.

Siguió caminando hasta escuchar un ruido, unas voces. Allí se llevó su segunda, y grata, sorpresa.

Aduladores sobre sofás de terciopelo, magnificas mansiones, vino añejo…

Con una sonrisa psicópata en el rostro, se procuró en obtener la sangre que necesitaba para recuperarse del todo.

Silenció a la última mujer y arrojó el cuerpo a uno de los rincones de la habitación. Con una de las servilletas que estaban usando para tomar el té se limpió los restos de su rostro. Un segundo después, un humano se encontraba apuntándole con un arma.

Soy mucho más que de la realeza… arranca tu cadena, y contempla…

― ¡Alto ahí! ―gritó. Llevaba el mismo uniforme que el que había abierto su ataúd. ¿Guardias?―. ¡Ponga las manos en alto y no se mueva!

Intentó ocultar su sonrisa y seguirle el juego. Colocó las manos en alto mientras más hombres ingresaban a la habitación. Todos apuntándole a la cabeza.

El que se había dignado a ordenarle no dejó de mirarlo mientras conversaba con alguien por un comunicador.―Si señor, aquí lo tenemos, es… la verdad no sabemos, pero un monstruo seguro… si, muy bien, considérelo hecho. Cambio y fuera señor Andersen.

Un brillo se hizo presente en los ojos del vampiro. No debiste haber dicho ese nombre.

El ¿General? notó el cambio.―Vendrás con nosotros criatura del demonio ―dijo con repulsión.

Alucard no emitió sonido. Espero pasivamente a que lo llevaran a donde Andersen se encontraba. Sea el suyo o no obtendría su venganza.

Pero el líder pareció dudar, quizás no era tan tonto como había pensado. Observó los cadáveres de las mujeres apilados en el suelo y exclamó.―No creo que al señor le moleste mucho si nos deshacemos de esta bestia… ―Todos lo observaron con incertidumbre―. Abran fuego.

Dudaron, y entonces escucharon un sonido, que rápidamente se transformó en una carcajada.

Al terminar, Alucard observó al General y pronunció:

Solus ad deditionem non habet hominem ad ambulandum in via.*

Él se desesperó.― ¡¿Qué están esperando?! ¡FUEGO!

Los héroes siempre serán recordados, pero sabes que las leyendas nunca morirán…

Con una sonrisa en los labios, Alucard obedeció.

En un milisegundo, miles de balas se abrieron paso hacia el vampiro. La casa, perfectamente decorada terminó con las paredes agujereadas y todos los muebles que entraron en contacto con las mismas, destrozados.

La bestia, ahora destruida, cayó al piso, mientras los oficiales volvían a sus puestos. El General miró los restos de Alucard con una sonrisa arrogante, pero cuando iba a decirle a sus hombres que se retiraran, lo más extraño ocurrió:

De a poco, como si fuese una especie de muñeco, el monstruo comenzó a armarse así mismo. Juntando sus partes y ensamblándolas. Solo que esta vez ya no tenía un aspecto humano. Era una mancha, una mancha negra.

La corona, tan cerca que puedo sentirla

Los hombres quedaron paralizados ante semejante abominación. El General se sacudió el miedo que lo había invadido y gritó.― ¡Inútiles!, ¿Qué están esperando? ¡Disparen!

Una voz, lenta y fría como la nieve logró que todos guardaran silencio. El General, entrando en presión, tomó él mismo el arma y comenzó a disparar. Sus hombres lo siguieron.

La voz, sin embargo, en vez de debilitarse se hacía más fuerte. Era oscura y tenebrosa. Como si cada cadete estuviese viviendo su propia pesadilla.

Siguieron disparando hasta que vieron algo que los dejó completamente perplejos. Ya no podían, ya no podían aguantarlo más.

La mancha tenía un ojo.

No, no era un ojo. Eran miles, miles y miles de ojos que los miraban a cada uno y que les sacudían hasta los huesos.

El miedo que sentían en ese momento era inexplicable y para Alucard aquello era música para sus oídos. Todos los ojos se fijaron en el General.

Mi turno.

Reyes que gobiernan los palacios, bienvenidos a mi mundo de diversión

Cayeron los diez al instante. Las paredes llenas de sangre, emanaba el olor de una tragedia. Una pequeña masacre.

Ahora en su forma humana, Alucard se acercó al último sobreviviente y lo observó divertido. Rezaba, le imploraba a la bestia por piedad. Llorándole por misericordia.

Lo levantó del cuello de su uniforme mientras el hombre seguía pidiendo por su vida. Un hilo de sangre bajaba por su boca pero el vampiro se resistió. Había logrado calmar su apetito voraz, y necesitaba aquella peste para otra cosa.

―Señor por favor líbrame de todo mal, hágase tu voluntad… ―Alucard lo sacudió y él tembló. Lloró en silencio. El vampiro lo arrojó al suelo.

― ¿Cómo te llamas?

Aquella voz… era el sonido de la maldad personificada.― Jh-hon. ―tragó saliva― Jhon Grace.

Alucard miró aquel patético ser humano y ahogó un bostezo. Uno pensaría que después tanto tiempo estas criaturas evolucionarían, aunque sea un poco. Ahora observaba como el hombre intentaba alcanzar una de las armas que estaban en el piso en un torpe intento por querer dispararle y salvarse.

A los mentirosos los enchufamos y les encendemos el interruptor

Las cosas no cambian… ¿verdad?

El vampiro pateó el arma y empujó al humano contra la pared.― Escucha con atención Jhon Grace, porque no pienso volver a repetirme ―sonrió― no voy a matarte, pero necesito que hagas algo por mí, ¿de acuerdo? ―Él asintió con la cabeza―. Muy bien. Vas a darle una advertencia a tu jefe. Le dirás que he despertado. Que el conde ha vuelto.

Y con eso lanzó a Jhon fuera de la ventana sin tener en cuenta en que piso estaban. Se estiró y contempló la magnífica escena que se encontraba justo delante de él.

Así es, el rey, el conde, había vuelto.

Despertó.

(El que lo encuentra se lo queda, el que pierde, llora)


Se me dio por editar los capítulos ya subidos, y prometo volver a actualizar pronto. No voy a abandonar esta historia.

Muchas gracias a todos y todas por sus reviews.

Nos leemos pronto,

-vigigraz