"NUESTRA PRIMERA VEZ"
(Anécdota de Jasper)
Todo el mundo cuando se enamora, dice que encontró su alma gemela, pero yo daré gracias toda mi existencia porque esto no haya sucedido en mi caso... Lo que yo encontré fue mi complemento.
Mi vida era tan vacía, con tanto dolor; que de haber encontrado algo igual, hubiera terminado arrancándome la cabeza yo mismo.
Ella es todo lo contrario a mí: extrovertida, alegre, con unos deseos de ser y hacer feliz a cuantos le rodean.
Ya desde el primer momento en que la vi, cambió mi vida, que era de una niebla oscura, llenándola de luz y color... me dio esperanza. Algo que hacía mucho había perdido y en ese instante encontraba.
Pero ninguna convivencia es fácil. Ninguna, tampoco con tu complemento.
Hacía muy poco que nos habíamos encontrado Alice y yo, cuando descubrí una característica de su personalidad, que algo me decía que no sería fácil de cambiar: tiene debilidad por la ropa y la moda.
El ya convivir con alguien que sabe perfectamente lo que vas a hacer, es difícil; pero no tanto como con alguien que quiere tratarte como un muñeco de tamaño natural.
Si de hecho, lo primero que hizo después que salimos de la cafetería donde nos conocimos, fue llevarme a una tienda de ropa para comprar algo "decente" que ponerme.
A mí nunca me había preocupado mayormente qué era lo que vestía, pero desde esa vez, ella lo tomó como una obligación personal, el guiarme en ese sentido.
El día en que llegaríamos con el clan del que ella me había hablado, y que sería con quienes viviríamos, tuvimos nuestra primera y única discusión al respecto...
En aquella oportunidad, comenzó a insistir en que me vistiera con una tenida que me había comprado...
- Jasper, por favor, te vas a ver muy bien con esto.
- Alice, ya te dije que no... ¡Yo no soy tu muñeco! – exclamé perdiendo la paciencia – Lo que estoy usando en este momento, lo encuentro lo suficientemente adecuado para toda ocasión.
- Eso lo usaste ayer... Además, yo sé que vas a usar éste, ya lo vi – dijo con petulancia.
- Lo habrás visto en pedazos, ya que tendrás que descuartizarme para que me lo ponga... ¡Y eso ya lo tengo decidido!
Me hizo un mohín adorable, y por un segundo pasó por mi mente el destrozar aquel traje. Y aunque no alcancé a decidirlo, aquel gesto lo transformó en un gruñido que estaba muy lejos de intimidarme... Al contrario, quise acercarme para besarla, pero me esquivó olímpicamente...
- Si no quieres ponértelo – dijo engreída –, yo tampoco voy a querer arrumacos tuyos... Y voy a ir a buscar a alguien que realmente quiera acompañarme... y que acepte ponerse este traje.
Por primera vez en mi existencia sentí el mordisco de los celos. ¿Habría alguien que aceptara algo así?... Más que seguro que sí. Alguien que fuera más inteligente que yo, que aceptaría algo tan mínimo, a cambio de todo lo que era ella.
Además qué de malo tendría ponerme un traje, si eso la hacía feliz... Por un segundo recordé a María quién, en verdad, me exigía un gran esfuerzo para mantenerla contenta.
- De acuerdo – acepté finalmente –. Me lo pondré... Pero, prométeme que no irás a buscar a nadie más que quiera ser tu muñeco...
- Esperé mucho por ti, para salir a buscar nuevamente – me sonrió –. No tengo la intención de pasar toda mi existencia persiguiendo algo, que lo tengo a mi lado.
Se acercó y me besó.
Nunca más volvimos a tener otra discusión al respecto. Aquella fue nuestra primera discusión, la primera vez que sentí celos, nuestra primera reconciliación, la primera y única vez que me negué a hacer algo que ella quería. Porque desde esa oportunidad, ella escoge lo que visto a diario y yo no le discuto su decisión... ¿Para qué? Si ella sabe lo que me queda bien y con lo que ella seguirá amándome como aquel primer día.
