CAPITULO 1

CAPITULO 1. BAJO LA LLUVIA

La noche estaba como boca de lobo, las nubes de lluvia no dejaban ver la luna en cuarto menguante, era cuestión de minutos para que comenzara a llover, sin previo aviso un trueno anuncio el comienzo de una desagradable lluvia.

En las calles no se encontraba ningún alma, todos se encontraban descansando en sus camas para prepararse para otro día de arduo trabajo. Por una callejuela apenas alumbrada por un poste de luz en mal estado se escucho el caminar de una persona, el sonido de sus tacones delataban que se tratase de una mujer, cuando se aproximo más al farol la débil luz indico que se tratara de una mujer joven aproximadamente unos 16 años, su cara estaba demasiado pálida como si fuera nieve, su mirada era triste tal vez sus ojos negros lo acentuaban más, sin importarle que lloviera a cantaros siguió caminando, el cabello negro le escurría mojando su capa de piel negra.

Estaba absorta en sus meditaciones cuando un sonido de pasos mas pesados se escucharon detrás suyo, ella volteo la vista para ver de que se trataba cuando fue invadida por un miedo inimaginable, la persona que se le aproximaba le infundía mucho miedo, ¿Cómo era posible que la hubiera encontrado?, sin darle tiempo a que se le acercar mas comenzó a correr, la lluvia era cada vez más fuerte, tal vez si hubiese gritado alguien hubiera ido a ayudarla, pero, gritar era lo peor que podía hacer.

Un tacón se le atoro entre dos adoquines de la calle, estuvo a punto de caer pero no le importo, lo único que contaba era que escapara, por su parte su perseguidor seguía caminando tranquilamente, hasta había tenido el descaro de abrir su paraguas cuando la lluvia arrecio.

La joven dio una vuelta equivocada al final de la calle donde topo con pared, era inútil, no importaba cuanto mas corriera, ella sola se había arrinconado.

¿Ya te cansaste de correr?- pregunto el hombre que le perseguía.

En ese momento la débil luz de la luna lo ilumino, se trataba de un hombre alto, iba cubierto por una capa escarlata, y se cobijaba de la lluvia bajo su paraguas, su cara era tan seria que obligaba a obedecerle, cada palabra que decía era marcada con la voz de aquel que esta acostumbrado a ser obedecido, sus ojos hacían que cualquiera se petrificara en el lugar donde se encontraba.

Ella no emitió ni un sonido, sabia que todo lo que hiciera seria inútil, además era probable que la matara si intentaba algo.

No tengo tu tiempo, mas vale que camines- ordeno con voz de mando- Por cierto no intentes nada, creo que te llevamos ventaja.

De entre las sombras a ambos lados de la calle la joven pudo observar otras dos figuras de forma más corpulenta que le observaban, un escalofrío recorrió su cuerpo a esas dos figuras les brillaban los ojos en la oscuridad.

Se acerco lentamente al hombre del paraguas y lo siguió como el perro con la cola entre las patas que sigue a su amo a pesar de saber que recibirá un castigo.

Mientras caminaban de regreso por la calle, se preguntaba como había sido tan tonta de regresar a Londres sabiendo que en cualquier momento podrían encontrarla, trato de recapitular en su mente todo lo que había pasado los últimos meses, recordó haber estado en Marsella pero cuando estuvieron a punto de encontrarla tuvo que escapar, recordó Madrid ese lugar era agradable pero una vez mas tuvo que huir y por poco no lo logra, en Lisboa se le termino el dinero y tuvo partir de nuevo, había regresado a Londres tratando de localizar a alguien, que tal vez pudiera ayudarla, pero lamentablemente no lo había encontrado y nadie podía ayudarle, además ella tenia un grave problema que no te soluciona la vida en este ancho mundo: ella se negaba a hablar.

Antes de ir a donde tengo planeado, es mejor que te cambies de ropa; no puedo presentar un regalo en tan malas condiciones- dijo el hombre arrogantemente.

Ella bajo la vista, miro sus zapatos completamente mojados al igual que su ropa, estaba hecha un desastre, había salido desde muy temprano y no tuvo el menor interés en arreglarse adecuadamente, cuando la tarde declino pensó que antes de regresar a casa seria bueno dar una vuelta, tal vez inconscientemente sabia lo que pasaría pero su sexto sentido femenil no la había alertado suficientemente a tiempo, de cualquier forma, eso ya no tenia ninguna importancia.

Tal vez fuera a ser torturada o asesinada inmediatamente, quien sabe con esa clase de personas no se juega pensaba en sus adentros, o tal vez iba a ser encerrada por mucho tiempo, mejor si eso era mejor no tendría trato con ninguna persona, no haría ni le harían daño.

Cuando cruzaron la calle observo un automóvil negro último modelo estacionado frente a una tienda de ropa que se encontraba cerrada.

Sube- ordeno el hombre cerrando la puerta cuando ella se metió.

Debido a lo mojado de su ropa, el asiento se mojo completamente, fue en ese momento cuando se dio cuenta de todo el frió que sentía y sin darse cuenta comenzó a tiritar. Alzo la vista y observo al hombre sentado en el asiento del copiloto, una de las figuras más corpulentas era el que manejaba, ella no había visto que subiera al auto.

No te hagas la victima- dijo el hombre mirándola por el retrovisor- ya sabias que al traicionarnos, algo así te esperaba.

Ella miro por la ventana derecha, que felices debían ser las personas que descansaban placidamente en sus casas, mientras ella se encontraba sola en el mundo.

No pudo reprimir un suspiro de pena, la soledad era algo a lo que no se acostumbraba y aunado a eso ahora se encontraba en serios problemas, no supo decir cuanto tiempo había pasado o por donde estaban, después de un trecho el automóvil se detuvo frente a un edificio céntrico, se le ordeno bajar, subieron las escaleras, entraron en un cuarto mal arreglado, se le ordeno cambiarse de ropa y para su sorpresa uno de sus vestidos negros de los mas largos que cubrían hasta sus pies se encontraba en la cama junto a una capa negra con capucha que tanto le gustaba.

Han revisado mi casa se dijo a si misma mientras después de tomar una ducha para quitarse el frió del cuerpo se encontraba cambiándose, después de cepillar su cabello salio de la habitación, el hombre tenia puesto un traje escarlata y la miraba con seriedad, por su parte las dos figuras corpulentas se encontraban vigilando la puerta, estaban vestidos como marineros, aunque ella sabia que nunca habían trabajado en algún barco.

Eres como todas las mujeres se tardan horas en arreglarse- dijo con enfado el hombre de escarlata- rápido, todavía nos falta camino que recorrer.

Regresaron al automóvil, ella miro por la ventana sin reconocer donde se encontraría, siguieron por diferentes calles hasta llegar a la estación de trenes de King Cross hay el hombre de escarlata compro dos boletos, era probable que los otros dos no fueran a acompañarlos, ella trato de ver el destino que tomarían pero nunca logro verlos con claridad, abordaron el tren y comenzaron a desplazarse mientras en el exterior la lluvia no dejaba de caer.

Ella se encontraba inquieta, no podía entender a donde iban, esa no era la dirección que ella recordara era la que acostumbraban para los castigos, generalmente iban a un lugar horrible donde desde antes de llegar los gritos de los condenados se oían en terrible agonía.

¿Hasta que hora saldría el ultimo tren? Se preguntaba puesto que ya pasaba de la medianoche, en una estación rural el tren se detuvo.

Es nuestra parada- dijo el hombre sujetándola fuertemente por el brazo- baja.

En la estación no había nadie, un débil farol iluminaba trémulamente el lugar, era una estación desvencijada, no era posible que estuviera en los mapas ferroviarios por su mal estado.

Después de unos minutos, a lo lejos se escucho el relincho de algunos caballos, ella agudizo la vista y el oído para saber de que se trataba, lentamente fue acercándose un carruaje negro con cuatro caballos de un color azabache, por lo visto no debemos delatar nuestra presencia pensó antes de subir.

Estaba subiendo su pequeño pie cuando alzando la vista para ver al cochero casi cae del susto: ¡EL COCHERO NO TENIA CABEZA!

Trato de protestar y alejarse de ahí, pero el hombre de escarlata de un empujón la introdujo en el carruaje.

RAPIDO, AL CASTILLO DE LOS MORTIFAGOS, YA HE PERDIDO DEMASIADO TIEMPO- le grito al cochero.

El hombre de escarlata cerro de un golpe la puerta, el cochero golpeo con el látigo a los corceles quienes avanzaron raudos por el camino rural dejando atrás la horrible estación de trenes.

En el interior del carruaje, la mujer estaba cada vez mas aterrada, no había entendido que era el castillo de no se que, pero de algo estaba segura, no era un lugar agradable…

Continuara….