Capitulo-I-. El comienzo.

¿Deseas ser el dañado o ser el que daña?

La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.

-Antonio Machado.

La noche caía sobre Surrey en el número cuatro de Privet Drive y en general de todo Londres. Harry Potter ojeroso y pálido como un cadáver, se encontraba sentado en su cama con la cabeza gacha sujetada por sus dos manos con la mirada fija en sus descalzos pies, la anaranjada luz de la farola era lo único que iluminaba la habitación. Distintos objetos se esparcían por la mesilla y la cama incluyendo libros, chucherías y una túnica arrugada. A su derecha dos periódicos amontonados relataban la visita De-quien-tú-sabes al ministerio, el nuevo ministro y la muerte de su padrino Sirius. El oji-verde aún tenía la cabeza hecha un lío por tantas emociones y sentimientos juntos; Por una parte estaba la tristeza, la cólera, la melancolía, la rabia, el odio, el dolor y la culpa mientras por otra la incertidumbre, la inquietud y la esperanza… ¿Era lógico que un humano pudiera sentir tantas cosas a la vez? Bueno ciertamente hablando él no lo sabía con claridad, pero no debía ser muy normal-No sé imaginaba a Hermione sintiendo eso en un examen.-.

Estaba muy enfadado con Dumbledore por ocultarle la profecía, muy enfadado… La simpatía y el cariño que le tenía al anciano, que casi era como un abuelo para él se había esfumado de la noche a la mañana… ¡Dumbledore y sus manipulaciones le había costado la vida a su padrino! Sin juicio doce años en Azkaban ¿Acaso no podía a ver recurrido como hacían los muggels? ¿Acaso no podía haberle hecho un juicio como a todos? ¡Hasta a Bellatrix le hicieron uno! Pero ya importaba poco todo aquello que pudieron hacer, ahora lo importante era terminar con las personas que habían permitido todo aquello.

El chillido de Hedwig le hizo levantar la cabeza, mirándola con enfado abrió su jaula y le acarició la cabeza.

-No debes chillar, tío Vernon se enfadará y no quiero más castigos.-Murmuró con la voz mucho más distante de lo normal.-¿No has cazado hoy verdad pequeña? Ves ahora, no es tan tarde.-Le dijo mirando el reloj que arregló hace años que la una y media de la madrugada marcaba.-No tardes demasiado, por si acaso tenemos que marcharnos.-Dijo. La lechuza le mordisqueó el dedo cariñosamente y salió volando por la ventana comenzando su cacería. Vuela tú que eres libre.

Si ocurría alguna emergencia lo mejor que podía hacer era prepararlo todo. Alerta Permanente se repitió tal como su antiguo profesor le enseñó. ¿Cómo estaría ahora Moddy? Seguro que cazando algún mortífago, entrenando a Tonks o revisando las nuevas maldiciones… Y hablando de maldiciones, ¿Cómo estará Remus? No lo había vuelto a ver desde la muerte de su padrino y parecía tan roto como él; En sus escasas cartas podía notar la tristeza con la que escribía. Remus Lupin sí que tenía que saber lo que era el dolor, él había enterrado a sus padres hace años y ahora a su padrino cuando no hacia ni cuatro años que volvían a verse… ¿Por qué tenía que ser tan injusto?

Colocó el baúl boca abajo y comenzó a sacudirlo sacando algunos libros que quedaban allí de Historia de la Magia, unos calcetines rotos y muchos envoltorios de caramelos junto a más porquería. Con un viejo trapo que tenía por allí lo pasó por dentro quitándole todos los restos de suciedad y comenzó a ordenarlo con cuidado, primero las túnicas y camisas, después los pantalones y así hasta llegar a la ropa interior; También guardó lo escaso que tenía que le serviría para el nuevo curso y algunos libros. Tenía que pasarse aún por el Callejón Diagón así que tampoco era una gran preocupación.

Mañana a las once en punto de la noche llegaría Dumbledore a buscarlo para "llevarlo a la Madriguera", no se lo creía ni él, el viejo querría algo, quizás hablar con él y había utilizado una excusa tan típica de un Slytherin. Los Weasley le habían invitado cómo cada año y a pesar de no tener ningún interés en ir, debía hacerlo… No quería preocuparlos más de lo necesario, menos a sus mejores amigos que seguro lo acribillarían a preguntas. El baúl estaba listo, lo colocó con cuidado al lado del viejo armario, dejó un poco abierta la ventana para la llegada de Hedwig y se quitó las gafas dejándolas sobre la mesilla para intentar dormir un par de horas. Miró el aburrido techo de color blanco y se prometió que cuando tuviera su propia habitación en condiciones pintaría el techo hasta que cada color estuviera gravado. Suspiró y cerró los ojos tapándose con la sabana deseando poder descansar esa noche; Dormir no importaba, importaba descansar.

Corría por un pasillo oscuro eternamente largo, las paredes de piedra negra y el suelo solo era una alfombra roja. Tenía que buscar algo, algo que ansiaba tanto como agua en el desierto… Nada se oía, ni tan solo sus pasos, ni tal solo su respiración. Todo se difuminó y cambió, estaba en el ministerio otra vez, estaba buscando con ansia una sala donde la guardaban, corría en busca de ella. Un dolor insoportable se le instaló en la cicatriz, una criatura de ojos rojos le abrazaba fusionándose con él, era un dolor tan fuerte que volvió a desear la muerte. Todo se acabará, termina con esto. Volvió a difuminarse y se encontraba jugando una enorme partida de ajedrez con Ron en una sala oscura, este se sacrificaba para que él y Hermione pasarán a la otra sala. Hermione se sacrificará para que Harry salvara algo… Mitad Quirrel, mitad Voldemort repitiendo una y otra vez que le entregaran la piedra. Harry en la enfermería contento de haber vencido a Voldemort. Todo volvió a difuminarse y muchas imágenes borrosas pasaron de largo hasta pararse en una; El grito desgarrador de su madre cuando dio su vida para salvar a Harry, Cedric cayendo de forma inocente cuando Colagusano le lanzó el Avada Kedavra y por último Sirius cayendo tras el velo.

-¡Ah!-Gritó el chico despertándose sudoroso, los ojos tan abiertos como podía y la sabana enrollada en el suelo. Se quedó así unos segundos respirando con fuerza mirando al frente.-Joder.-Susurró asustado mirando de forma borrosa hacia su alrededor. Se colocó las gafas con cuidado revisó que su lechuza estuviera en su jaula (Durmiendo tranquilamente) y volvió a echar otro vistazo a su alrededor; Pero todo se encontraba bien, en calma. Miró el reloj que las cinco y media marcaba y con lentitud se levantó de la cama dándose cuenta del dolor que tenía en el cuello y cogió algo de ropa para darse una ducha ahora que podía. Una ducha fría y muy corta, lo justo para sentirse limpio; Después le tocó vestirse con la ropa heredara de Duddley y bajó a la cocina a comenzar a preparar el desayuno.

-¡Fenómeno!-Gritó su "querido" tío un cuarto de hora más tarde.-Te has despertado gritando y te has duchado cuando te dije que no podías hasta mañana. ¿Dónde está mi desayuno?-Le espetó entrando en la cocina con ese porte tan hosco.

-Tuve que lavar los platos, la encimera y recoger la mesa. No me ha dado tiempo.-Explicó encendiendo los fuegos.

-No es excusa idiota, solo te pedimos que te ganes la comida en esta casa y ni eso eres capaz de hacer.-Comenzó a elevar la voz.-Hazme el desayuno en cinco minutos y prepárate; Cuando vuelva del trabajo hablaré contigo.-Le advirtió el hombre-ballena sentándose en la silla.

-Un momento por favor.-Casi rogó suspirando; Le preparó dos huevos fritos, cinco tiras de beicon frito, un zumo grande de piña cortesía de su tía y la tostadora se encargaba de las tostadas.

-Ya era hora monstruo, llevabas dos semanas siendo muy puntual. ¿Se te olvidó el último castigo?-Preguntó engullendo los huevos.

-No.-Dijo amargamente.

-Buen muchacho, ahora prepara el desayuno de Tunante antes de que se despierte, también de Tuney.-Pidió amablemente.-Rápido.-Añadió.

Harry no respondió pero en seguida con fingido entusiasmo preparó cuatro huevos, zumo de naranja y zumo de manzana; Los cuatro huevos, beicon y cinco tostadas, tres con mantequilla y dos con mermelada de arándanos. Mientras preparaba todo esto el chico pensaba, daba vueltas y vueltas a cómo salir de esa situación sin alertar al ministerio o a Dumbledore-no sabía que era peor.- , podría pedirle ayuda a Remus pero probablemente lo consideraría inadecuado-o estaría tan jodidamente deprimido que no valdría la pena intentarlo.- al igual que Hermione o cualquiera de los Weasley, Luna era demasiado inocente y no lo entendería, Neville era demasiado torpe, con Dean o Seamus no tenía una relación tan estrecha para pedirle eso, Cho Chang no era de confianza, no podía contar con los profesores de Hogwarts… Bueno, quizás, quizás sí podía contar con uno.

Era retorcido, muy impropio de él pero estando en esas condiciones… Tenía que intentarlo, nada podría salir peor.

-¿Qué debo hacer hoy?-Preguntó lo más educadamente posible esquivando su mirada.

-Quitar unas malas hierbas del jardín, limpiar la casa incluyendo tú habitación, pintar la valla de la casa con la pintura que está en el garaje de color blanca, Tuney se encargará de dártela y comprar unas cosas entre tú y yo. ¿Entendido?-Preguntó poniéndose en pie, pidiéndole permiso a una pierna para levantar la otra.

-Sí señor.-Dijo sirviendo la mesa.

-Como te vallas de la lengua tendremos problemas monstruo y tú no quieres eso.-Le advirtió señalándolo.-Me voy.-Se despidió yéndose hacia la puerta.

-Tenga un buen día.-Tenía que repetir cada vez que él salía de casa, una grave humillación. El famoso chico Potter siendo el elfo domestico de tres inservibles muggels que repudiaban la magia; Nada más que añadir.

Subió con el máximo silencio que pudo lograr en las rechinantes escaleras de madera, y con rapidez ingresó en su pocil-Habitación que sus tíos le habían prestado amablemente de su primo y buscó un trozo de pergamino y tinta.

Profesor Snape.

Necesito su ayuda urgentemente, esta carta solo deberá leerla usted sino el pequeño incidente del pensadero se esparcirá por todo Hogwarts y no queremos eso, ni si quiera lo saben mis amigos.

Necesito ir al Callejón Diagón a hacer unas compras sin que nadie lo sepa, es la última opción que me queda, lo necesito en mi casa antes de esta noche ya que Dumbledore vendrá por mí.

Att: HJP.

Solo le quedaba rezar a algún dios que se apiadara de él y que Snape apareciera, a pesar el enorme odio y antipatía que sentían mutuamente, tenía que tragársela y pedirle ayuda. La enrolló en la pata de Hedwig.-Es para el profesor Snape, ves lo más rápido posible.-Le pidió abriéndole la ventana, mirando si algún vecino estaba despierto ya que tenía prohibido sacar a ese asqueroso animal por el día. Suspiró ruidosamente y bajo al salón comenzando con sus tareas veraniegas.

Remus Lupin nunca había sido un hombre con suerte, en la vida para ser exactos. Muy feliz con sus adorados padres Lyall Lupin y Hope Howell en sus primeros años de vida, muy feliz cuando llegó su primera evidencia de ser un mago, hasta cumplir sus siete años. Recordaba cada día de su vida aquella noche de luna llena; Su padre le advirtió que no confiaba mucho en que saliera hasta tan tarde pero él no le hizo caso, quería jugar con sus dos amigos muggels en el campo de básquet a echar unas canastas, la noche no era muy fría y las farolas iluminaban un poco el lugar, aparte ¿Qué daño le harían a ellos tres, que los conocía todo el pueblo? Solo un desconocido que apareció por allí tan rápido como se fue, logró morderlos a los tres. Apareció su silueta alta y su respiración fuerte, los dientes salieron a la vista y ellos corrieron por la otra entrada pero por más que los tres intentaron llegar a su casa no pudieron, él mordió a cada niño en el muslo de la pierna derecha. Desde entonces todo había ido de mal en peor. Cuando su padre lo encontró horas después y lo llevo a casa no fue la mejor opción, se transformó de forma lenta y dolorosa perdiendo la cordura e intentando atacar a sus padres cosa que no pudo, ellos por su bien lo encerraron en el sótano tres días, todas las lunas llenas siguientes hasta sus once años-Lo llevaron una infinidad de veces a San Mugo pero nada pudieron hacer.-, dónde pasó a estar encerrado en la famosa casa de los gritos gracias a Dumbledore. En Hogwarts conoció a James, Peter, Sirius y Lily quien él aceptó como sus amigos la primera noche, con quienes creyó volver a encontrar esa felicidad. Pero el mundo mágico no era bueno para los hombres lobos, todos con prejuicios que lo incitaron a tener miedo a ser rechazado, no pudiendo disfrutar al máximo sus tres primeros años. Contar que eres un hombre lobo no era tarea fácil, pero menos lo era escapar de sus cuatro amigos, confesó su gran secreto llorando como un animalillo sintiendo el miedo de ser repudiado o incluso de dañarlos algún día. Pero ellos cuatro lejos de asustarles se fascinaron y lo abrazaron hasta dejarlo sin aire, prometiéndole que nunca lo abandonarían por esa tontería. Todo mejoró de manera increíble hasta su último año cuando se graduó y la guerra comenzó poco después. Tuvo que hacer de espía con los hombres lobos- en el cual se encontraba el hombre que lo mordió.- por petición de Dumbledore, alejándose de sus amigos hasta verlos mínimamente. Cuando su tarea terminó se enteró de que Lily y James habían sido asesinados por Voldemort, quien fue asesinado por Harry. Su amigo Peter también murió y fue descuartizado junto a 14 muggels más por Sirius quién resultó ser el espía. No levantó cabeza durante los 12 años restantes viviendo en la miseria con la esperanza de que todo fuera un sueño; Dumbledore le aseguró que Harry estaría bien con sus únicos familiares vivos, la hermana de Lily y él le creyó. Cuando comenzó como profesor conoció a Harry y formaron una amistad bastante fuerte para su sorpresa, descubrió que Peter los había traicionado a todos y Sirius era inocente. El año siguiente lo pasó viendo a su amigo Sirius en aquella extraña cueva y el siguiente en la casa de Grimmauld Palace y un tiempo después murió en el ministerio.

Toda su vida llena de dolor y muerte, para hacer un libro. ¿Cómo levantar cabeza cuando no te queda nada para vivir, enterrando a todos sus amigos incluyendo a Peter quien había elegido tener un destino peor que la muerte. Y ahora se encontraba solo en una apartada mesa del Caldero Chorreante pidiéndole a su gran amigo Tom que le sirviera un whiskey de fuego y otro, y otro, y otro más; Así hasta llegar a siete, o seis o quizás ocho… Había perdido la cuenta.

Se sentía como haber estado siglos en aquella habitación, pequeña y oscura desde siempre. El caldero hervía con calma, sin prisa en el escritorio de madera. Él tenía que acabar de hacer esa maldita pocion, por que la odiaba mucho. ¡Le desagradaban las pociones para forúnculos! ¿Quién era la enfermera, Madam Pomfrey o él? Era el profesor de pociones eso era aceptable, pero no para preparar algo tan cutre como aquello. Incluso charlar con Sybill Trelawney era más entretenido que esa sosa pocion- y que Merlín le perdonará por ello.- ¡Hasta un crió como Longbottom podría prepararla a la pata coja!

Bufó añadiendo las púas de puercoespín, el último ingrediente de hecho. Se sentó en la silla y sonrió con ironía, el gran maestro doblegado ante esa mujer.

"Es tú deber hacer esto ¿Qué les pasará a las pobres muchachas de tú casa cuando se enteren de que su gran jefe de casa se negó a hacerles la pocion? Lo haría encantada pero estoy ocupada con las del Quidditch, si Potter o el señor Malfoy juran con más precaución no tendría que hace tanta." Así de simple se había excusado y ahora le tocaba a él comerse el marrón. ¡Estaban de vacaciones por Merlín! Pero al menos tenía la cabeza distraída en algo que no fuera Dumbledore o Voldemort.

Se levantó apagando el caldero y comenzó a embotellarla con magia, no metería la mano hay. Un picoteo lo alertó y con la varita en alto se giró fijándose que tan solo era una lechuza en su ventana, que se le hacía vagamente familiar. Abrió la ventana con la varita y entró tan blanca como la nieve posándose en la silla, estiró la pata mostrándole la carta.

-Profesor Snape… Ayuda urgentemente, ir al callejón, pensadero…-Leyó por encima con aburrimiento.-HJP.-Leyó alzando la ceja.-¿El mocoso me está chantajeando?-Miró la carta y a la lechuza dos veces más, releyéndola pensando si no sería una alucinación. El chico Potter pidiéndole ayuda en secreto a él. ¿Enserio, Se había perdido algo estas vacaciones? No le había contado a nadie el recuerdo del pensadero, pura actitud Gryffindor a un que el chantaje era demasiado Slytherin.

-Tendré que ir, si tan desesperado está.-Murmuró con amargura.-Vuelve con el mocoso, iré enseguida.-Le aseguró a la lechuza que tras pestañear con esos grandes ojos se marchó por dónde llegó.

Ese maldito crio, le sacaría demasiadas arrugas.

-¡Potter!-Gritó Petunia desde el salón a pesar de que Harry estaba en la cocina.-Tengo que irme a hacer unas compras con mi caramelito. ¿Podrás quedarte solo en casa hasta la hora de cenar?-Le explicó y después se acercó a la cocina mientras Duddley se vestía en su habitación.-Te he dejado un poco de Rosbif al fondo de la nevera, intentaré retrasarme lo que pueda.-Le susurró con cariño.-¿Te ha quedado claro Potter? Quiero todo preparado para esta noche.-Le dijo más alto dirigiéndose a la puerta.

-Vamos mamá. ¡No quiero tardar demasiado!-Dijo Duddley mientras cerraba la puerta.

Harry oyó los pasos alejándose y suspiró. Su tía por más extraño que pareciera había comenzado a echarle una mano dándole de comer cuando su tío se lo prohibía y curándole las heridas que Duddley o Vernon le hacían desde que llegó ese año a casa, se lo agradecía bastante-En los días calurosos hacer tareas cuando llevas tres días sin comer apropiadamente es muy duro.- a un qué le sorprendía.

Abrió la nevera y saco apartando la verdura su plato con alimento que ni se molestó en calentar, con las manos se lo comió hasta dejar el plato reluciente, lo lavó y lo dejo secar yendo a su habitación. Abrió el libro de Transformaciones de su cuarto año titulado "Del ratón al latón y de madera a bandera." Escrito por Dave Britt y se sentó en la cama repasando el capítulo 4.

Severus se miró en el espejo mientras se ponía bien los botones de la camisa, no es que le importaba verse bien pero no estaba muy acostumbrado a vestir de muggel y le era difícil elegir bien la ropa para pasar desapercibido. Se alegraba de ser un hombre por lo poco que tardaba en arreglarse, cogió su varita y salió de su vieja casa de la Hilandera desapareciéndose en la puerta para aparecer en un callejón cerca de Privet Drive y hecho a caminar buscando la casa del muchacho. No es que le costara mucho encontrarla a pesar de que todas las casas eran iguales, ver al chico pintando la puerta del garaje ayudó bastante.

-¿Potter?-Preguntó Snape tentativo.

Harry sudoroso se giró bajando la brocha que goteaba con pintura y se fijó en quién tenía en frente, vestido con una camisa negra, unos pantalones algo ceñidos y unos zapatos a juego se posaba Snape, con la piel tan pálida como siempre y el pelo tan grasoso como siempre.-Snape.-Saludó cortante.-Entre.-Le pidió abriendo un poco la puerta del garaje con el cubo de pintura y la brocha en mano.

-¿Qué hace pintando, el niño arrogante se portó mal?-Preguntó extrañado alzando la ceja.

-Pintó la puerta del garaje una vez a la semana.-Explicó quitándose la camiseta manchada.-¿Por qué ha aceptado venir?-Preguntó colocándose una azul marina.

-La curiosidad ha podido con migo.-Se justificó entrando en la casa.

-Cierre las cortinas y siéntese, le ofrecería algo de beber pero no puedo.-Dijo sentándose en frente.-Le hablaré con franqueza, he pensado mucho si acudir o no a usted pero no me quedaba más remedio. No puedo contar con ningún otro conocido ya que no me entenderían, mis amigos se negarían y Remus está demasiado deprimido para ser de ayuda.-Explicó cruzándose de brazos.-Quiero que me dé su palabra, que me jure que no le contará nada a nadie.-Dijo mirándole seriamente.

-¿Cree que cederé a jurarle algo a un mocoso, por lo que vio en el pensadero?-Dijo Snape.-La estupidez Griffyndor no conoce límites.-Dijo

-Escúchame bien con esas orejas que tienes Snape, necesito tú jodida ayuda idiota. ¡No sabes lo humillante que es esto para mí, por si no te has dado cuenta encabezas mi ranking de la lista negra!-Le dijo levantándose cabreado.-Y tú asquerosa serpiente te atreves a negármela.-Le gritó apretando los puños.

-Escúchame bien niñato, en tú insignificante vida vuelvas a insultarme o juro que te mataré en segundos. ¿Por qué tendría que ayudarte, acaso tú me has ayudado a mí?-Le recriminó poniéndose en pié.

-¿Qué quieres que te dé, que quieres que te haga?-Dijo Harry gesticulando.-Eres tú el raro, que sí Potter hacer mal esto, si hace mal lo otro… ¡Y después apareces Merlín sabe cómo y me salvas de todos los marrones! ¿Quién si no avisó a Dumbledore cuando fui al departamento, quién me salvo en primer año?-Dijo él mirándolo.-¿Cómo quieres que te ayude si no puedo ni entenderte?-Le dijo.

-No tienes idea de nada. Escúchame bien mocoso tonto, no pienso hacer ningún juramento que me lleve a la muerte por lo cual hay que matizar.-Dijo Snape.

-En el libro de historia de la magia para hacer la paz entre Salomón y su hijo Amé crearon diversos pactos y juramentos, una breve hipótesis del Juramento del Silencio que un noble llamado Blazh lo perfecciono muchos años después. Todo lo que nos contemos entre nosotros no lo podremos comentar con nadie más exceptuando si estamos de acuerdo ambos; Si intentas hablar sin la autorización del otro por cualquier medio terminas mudo tres días, se te olvida escribir y la otra persona lo sabrá.-Explicó sacando su varita.

-A cambio quiero saberlo todo Potter, no hay secretos.-Dijo Snape sacando su varita.

-Yo, Harry James Potter trazo el Pacto del Silencio con Severus Snape determinando que puedo contar con su ayuda siempre que la necesite sin restricción alguna. A cambio juro informarle de todo aquello que sepa cuando él crea conveniente.-Recito viendo como un hilo rojo rodeaba la muñeca del chico subiendo por la varita hasta la punta.

-Yo, Severus Snape trazo el Pacto del Silencio con Harry James Potter determinando que me informará de todo aquello que yo quiera saber sin restricción alguna. A cambio juro brindarle toda la ayuda que pueda en el momento que él crea conveniente.-Repitió viendo como un hilo verde rodeaba la muñeca subiendo con la varita hasta unirse con la Harry, se entrelazaron entre sí y se unieron haciendo una, después de un poco de brillo desaparecieron.

-Espero que no se arrepienta de esto Potter.-Dijo Snape.

-Creo que ya lo estoy haciendo.-Dijo el muchacho mirando su mano.