Hoy 31 de julio, quise celebrar 12 años de mi adicción a Harry Potter. Es un fanfiction corto pero se me ocurrió mientras escuchaba Restless - Within Temptation y I Don't Care - Apocalyptica.

No había tenido oportunidad de escribir fanfictions después de la publicación de todos los libros y como buena shipper del dramione, veía Dr/Hrm por todos lados. Siempre supe que Draco Malfoy no era tan malo y que en el fondo haría las pases con el trio.

Así que tome las agallas, el tiempo y la inspiración y me puse a escribir. El resultado fue esta primera parte, que espero que les guste.

Ya hace tanto tiempo que no escribo y veo que hay nuevas autoras que me da un poco de nostalgia. La mayor parte de la gente que conocía se ha ido y no se si aun anden por aquí. De ser así por favor levanten la mano.

Lo de siempre: estos personajes no me pertenecen. Gracias por prestármelos para hacer de esto posible.

Jaina


Capitulo 1.

Cerrando los ojos

Draco Malfoy temblaba. Su cuerpo se agitaba levemente con pequeños retorcijos en el estómago. Tenía a su merced a aquella bruja, teniéndola atrapada entre la pared y sus brazos. Cuando acercó su rostro, pudo percibir como la chica temblaba de igual modo. Comenzó a rozar sus labios con los suyos, en su interior tenía miedo de ser rechazado pero no fue así. Poco a poco fue adentrándose, ardiendo de ganas de ir más rápido pero no quería hacerlo. Quería ir lento, saboreando, tratando de que ella juzgara por medio de su temblor la realidad de todo esto. Sus manos se despegaron de la pared y fueron deslizándose desde los hombros de ella hasta llegar a su cintura. La abrazó de una forma cariñosa. Una sensación comenzó a surgir desde la boca de su estómago al pecho. No era capricho, era algo más. Un sentimiento desconocido, abrumador pero muy escondido en las fibras más profundas de su ser. No tenía permitido surgir, no de ese modo en el que él se encontraba vulnerable, en el que estaría completamente perdido. En realidad ella no había sido la atrapada sino él. Pero ahí estaba otra vez, tratando de emerger, haciendo que su corazón pretendiera salir disparado del pecho, volviéndolo loco. Era una sensación nueva, muy nueva… casi desconocida. De pronto se detuvo un poco, empezó a separar un poco sus labios de los de ella, esa sensación de su pecho aprovechó a salir en medio de suspiros. Hermione fue lo que pronunció.

.o.

Draco se levantó de la cama abriendo los ojos con espanto. Al momento en que él despertó casi pudo escuchar ese nombre prohibido salir de su boca. Lo había dicho en voz alta y eso era inaudito. Tenía la respiración agitada y una mueca de disgusto.

Estaba besando a la que él, por muchos años, llamó la sangre sucia Granger. Que era lo mismo que besar a un elfo doméstico. Era la cosa más detestable que se le podía ocurrir.

-¡Que mierda te pasa Malfoy!- exclamó e hizo a un lado sus sabanas.

Todavía se sentía confundido. Jamás había tenido un sueño parecido y esperaba que fuera la única vez. No comprendía porque lo había tenido y se sentía aliviado que sus compañeros de cuarto no se hubiera enterado, ya que normalmente ocupaba un hechizo bloqueador para no tener que oír los ronquidos de Crabbe.

Miró su reloj y se dio cuenta que era demasiado temprano pero no lo suficiente para volver a dormir, ya no iba a volver a dormir. Así que con cierto cansancio decidió salir de la cama y enfrentarse a su día.

Cuando llego al Gran Comedor se dio cuenta que efectivamente era muy temprano, sobre todo por ser domingo. Había pocos alumnos desayunando y la mayoría eran, para él, los retardados de Hogwarts.

En la mesa de Slytherin solo había unos cuantos. La mayoría saludó a Malfoy con temor y después lo ignoraron. Malfoy no solía ser amistoso con los que no eran de su círculo de amigos.

Miró hacia la mesa de Gryffindor y su teoría sobre los retardados se comprobaba pues la mayoría pertenecían a una especie de club de los "imbéciles de herbología y criaturas mágicas" o algo así. También algunos Ravenclaw de primer año que se la pasaban respondiéndose acertijos unos con otros como bobos.

De pronto su mirada se posó en un lugar, que por el momento estaba vacío, era el de Hermione Granger. Su recuerdo hizo que la mueca de disgusto volviera a aparecer.

Ahora que estaba despabilado entendía porque había soñado con Granger.

Desde que había regresado para su sexto curso, su vida había cambiado. Ya no iba a ser el Draco Malfoy despreocupado, ahora tenía una tarea que le pesaba todos los días y que tenía que cumplir pues la vida de sus padres y la de él estaban en juego. Su padre había sido atrapado por el Ministerio. Estaba encarcelado en Azkaban y en ese momento el Señor Oscuro decidió que él se volvería mortífago, obviamente más como un castigo que como honor.

Ante los demás lo anteponía como eso, un honor pero no estaba más lejos de la realidad ya que en contexto era una tortura. Su voluntad ya no le pertenecía, se había robado su adolescencia fanfarrona y despreocupada. Había dejado los jueguitos de perseguir a los de menor grado para bajarle puntos. Solo hacía una que otra cosa divertida pero la mayor parte del tiempo lo ocupaba para investigar y tratar de lograr su cometido si es que no quería volver a sentir un cruciatus sobre su cuerpo.

Los últimos meses los pasaba en la biblioteca, tratando de conseguir ideas, hacía recorridos a solas por los diversos pasadizos de Hogwarts y que ya casi se sabía de memoria; además practicaba por horas indefinidas hechizos y conjuros.

Sin embargo, desde hace algún tiempo estaba bajo el escrutinio de Potter. Sabía que ni él ni Weasley eran peligrosos, de quien se tenía que cuidar, realmente, era de Granger. Ella era la inteligente, la suspicaz y la observadora.

Si tenía que cuidar de llamar la atención era precisamente de la sangre sucia Granger.

Sabía que era el centro de sospechas de los eventos que acontecían en Hogwarts, mas ahora con la maldita guerra avecinándose y los mortífagos secuestrando a personas por ahí.

Por lo tanto si había algo sospechoso en su comportamiento, Hermione Granger, lo captaba por el rabillo del ojo con aire inquisidor.

Para evitar riesgos, pasó algunas horas de su tiempo tratando de aprenderse el programa de actividades de Granger, para así no encontrársela.

Ya muchas veces se había encontrado a Granger por los pasillos, la joven casi siempre se comportaba igual, al principio fingía no verlo pero al pasar uno al lado del otro, ella le miraba rápidamente con esa mirada inquisidora que solía usar cuando algo le parecía dudoso.

Granger no era tonta. Aunque a Draco le costará aceptarlo no lo era. A ella le provocaba curiosidad verlo pasearse solo y que él también pretendiera ignorarla cuando sabía de antemano que lo que más disfrutaba era insultarla.

Los insultos bajaron significativamente. Se sentía tan estresado que el Slytherin se juzgaba inseguro de disimular que él era un mortifago. Creía que en un impulso podía darle algún detalle o pista a la irritable de la sangre sucia.

Sin embargo, lo peor de todo no era Potter, Weasley o Granger siguiéndole todo el tiempo, era Severus Snape. Vigilando cada paso que él daba, tratándolo como un imbécil. Sabía que su madre lo había encomendado con él y odiaba ese hecho.

Draco desvaneció sus pensamientos cuando el grupito de Slytherin se levantó de la mesa del comedor haciendo un poco de ruido. El rubio iba a desviar su mirada a su comida cuando notó que alguien se sentaba en la mesa de Gryffindor.

Era obvio. Era esa sangre sucia.

Sangre sucia. Esa era una palabra que ahora ya no ocupaba con ella cuando la veía. No. No es que él se hubiera vuelto blando simplemente ya no estaba para juegos. Se había acabado esa época y ahora sobre él pendían muchas cosas.

Su mirada se posó en ella, siguiendo cada uno de sus movimientos. Lucía ropa muggle y eso a él le desagradaba. Gracias a personas como ella y los muggles estaba envuelto en una disputa, siendo atosigado por un loco que, por regodeo, en las noches hacia que su marca le ardiera, recordándole que tenía una tarea y que no debía de fallar.

Y ahí entraban al comedor Potter y Weasley. Para Draco eran dos magos de baja condición que se creían los ídolos de Hogwarts. Los odiaba. Odiaba todo lo que tuviera que ver con ellos y odiaba a la Granger por eso igual, no solo por sangre sucia, sino porque era amiga de ellos.

Se reían.

Draco apretó la mandíbula y con los puños cerrados decidió salir del comedor. Le había puesto de mal humor esas risas.

Trató de no mirar hacia la mesa de Gryffindor pero no pudo evitarlo. Su corazón dio un respingo cuando se encontró con los ojos de Granger. Lo miraba con un cierto tinte de desprecio que, sin saber el motivo, hizo que a Draco Malfoy le diera un ligero escalofríos.


Cuando Draco terminó de reparar el Armario Evanescente sintió una tenue satisfacción. No era porque la noticia agradaría al Señor Oscuro sino que se había comprobado así mismo que podía hacerlo.

Lo que aconteció después puso a Draco Malfoy en una de las mayores disputas de su vida. Él no quería matar al director Dumbledore. Sabía que tenía que hacerlo porque si no él moriría y, junto con él, sus padres.

Saberse incapaz de matar a otro ser humano hizo que sus puntos de vista, sobre la Guerra, dieran otro giro. Conceptos como pureza y honor estaban perdidos. Malfoy Manor se había convertido en un nido de mortífagos.

Mortífagos hoscos y malolientes que se pavoneaban por su propiedad como si realmente fuera de ellos. Draco tenía asco.

Si alguna vez había creído que los sangre sucia o muggles le habían dado asco estaba completamente equivocado. Esto era peor.

Después del asco venía el miedo. Ese constante miedo que le golpeaba las sienes. Haciéndole ver lo miserable que era, lo patética y, posiblemente, corta que se había vuelto su vida.

El Señor Tenebroso traía constantemente "invitados" a su casa, haciéndoles atrocidades y dándole de comer a su repulsiva mascota frente a todos ellos. Oía constantemente gritos, suplicas y, estaba seguro, podía oír el borbotear de la sangre saliendo de sus cuerpos.

Sin embargo, cada vez que podía estar encerrado en su habitación se encontraba con un dolor en el pecho constante. Se miraba al espejo y casi no podía reconocerse. Ya no era Draco Malfoy, era una especie de guiñapo, algo que sobraba de lo que alguna vez fue el ególatra y presumido Draco Malfoy.

Mas el dolor que sentía no era solo sobre su persona. Desde que había salido huyendo de Hogwarts junto con Snape y los mortífagos, después de asesinar a Dumbledore, una angustia se había apoderado de él. Cuando aún corría hacia los límites de Hogwarts para desaparecerse junto con los demás, se detuvo un instante para ver la Marca Tenebrosa.

En ese instante fue cuando el dolor en el pecho llegó y junto con él una angustia que cristalizó sus ojos. Ahí a un lado de la Marca Tenebrosa estaba la Torre de Gryffindor. No pudo evitarlo, no supo por qué pero pensó en Hermione Granger.