Disclaimer: Como ya sabrán, los personajes son de Stephenie Meyer, a ella las gracias, yo sólo peleo con el ocio.
Capítulo I
Gracias
Edward
«Ella está ahí sentada frente a ti.
No te ha dicho nada aún, pero algo te atrae.»
.
Sólo llevaba cinco minutos aquí y ya me quería ir. No soportaba venir de compras, bueno sí podía, la verdad no era tan malo, pero resultaba horrorosamente intolerable si venías con la reina del shopping, torturadora hermana, amante de la moda, mi peor pesadilla: Alice Cullen.
Simplemente era fastidioso.
—¿En qué piensas? —preguntó cuando ingresamos a la enésima tienda.
—En cuánto duran tus pilas.
—¿Ya estás cansado hermanito? —sonrió maliciosamente.
—Para nada, continuemos —le dije sarcásticamente—. ¿Por qué no viniste con Rosalie? Esto es de… chicas —le reproché en cuanto se detuvo para verme.
Se acercó lentamente, como en las típicas películas y series donde te dan una buena o mala noticia.
—Edward —comenzó a decir en tono serio—, ¿tú me quieres? Dime la verdad.
Quedé prácticamente en shock.
—Alice, sabes que sí.
—Bueno, entonces deja de quejarte si no quieres que le cuente a mamá quién rompió la ventana del segundo piso —chantajeó aún seria—. Ahora —dibujó su sonrisa más entusiasta y siguió—: ¿tienes unas tremendas ganas y energías de seguir comprando?
Le dediqué también una sonrisa; sarcástica, de venganza y amenazadora. Todo en una.
—Como usted desee princesa —mascullé caminando—. No se quedará así enana —susurré para mí.
—Te oí Cullen —advirtió a más de seis metros.
Genial. Ahora tenía una hermana con antena parabólica.
Pasamos toda la tarde en el centro comercial. La inagotable hiperactividad de mi pequeña hermana era imparable, ésta niña no se detenía con nada; compradora compulsiva desde los diez años, papá pasaba susto todos los fin de mes al ver el total de las tarjetas de crédito. Su cara era simplemente un poema.
Luego de que yo dijera casualmente que ya era hora de comer algo, nos dirigimos al patio de comida totalmente lleno, obviamente si era día festivo. De milagro encontramos una mesa frente a Doggi's
—¿Te apetece combo uno, combo cuatro o combo cinco?
Me conocía bastante bien.
—El que quieras está bien.
—Ya vengo.
Conté a las personas que venían antes: veintitrés. Al parecer estaría bastante rato solo, qué podría hacer mientras… Miré alrededor en busca de algo divertido. Nada. Típica familia, típico niño malcriado, típica pareja melosa, típico grupo de amigas, típica… espera. Eso no era típico, no, eso realmente no tenía nada de común.
Qué podría estar haciendo sentada sin acompañante en un lugar con tanta gente. Frente a mí, encontré a la madre de mis hijos, de acuerdo, no es para tanto. Es simplemente la persona más sencilla y a la vez más hermosa que he conocido en mis veintiún años. Su postura casual la hacía ver despreocupada y sin apuro. Su rostro con forma de corazón era claro, un tono más acorde a una habitante de Forks que es donde el sol brillaba escasos días del año. Sus ojos color chocolate me —literalmente— hipnotizaron, quería poder acariciar su largo cabello y sentir su suavidad y sedosidad contra mi tacto. Su pequeña cintura podría ajustarse sin problemas a mis manos y sus labios carnosos y rosas, a mi boca.
Estoy completamente idiotizado. Un cursi y todo por acompañar a la demente de Alice. ¡Gracias!
Al regresar a casa iba con una estúpida pero feliz sonrisa que siguió durante un par de días. Obviamente alguien tenía que bajarme de la nube y quién más que mi propio hermano y parte de la familia, desgraciadamente.
—¿Puedes quitar la cara de baboso?
La voz jocosa de Emmett me sacó de mi dulce ensoñación. Lo miré mal, Alice no sabía guardarse nada.
—Te callas —siseé molesto.
—¿Qué tiene de malo, hombre? —se sentó a mi lado y pasó su enorme brazo por mis hombros—. Bueno, sí tiene algo de malo teniendo en cuenta que la chica equis es una desconocida —a veces quería golpearlo tan fuerte, que al ver su cara me arrepentía—. ¡Hasta podría ser una psicópata! —continuó diciendo con los ojos bien abiertos y formando una o con su boca.
—Emmett, ¿cuando hablas oyes lo que dices?
Se encogió de hombros.
—Para qué, ni que estuviera diciéndome cosas a mi mismo cuando hablo.
Me miraba como si la cosa fuera obvia.
Suspiré.
—¿Dónde está la enana perversa?
—Nou idea —contestó moviendo su cabezota—. Hace rato estaba con mamá hablando sobre una cena, ahora, ni idea.
Le pegué en la cabeza antes de levantarme, me fulminó con esa mirada de venganza y diversión y rió maliciosamente.
Fui hasta la cocina a prepararme lo que fuera para matar el aburrimiento. Soy pecador, lo sé, moriré por gula. Encontré las galletas preferidas de Emm y las saqué. Se va a poner como loco desquiciado cuando no las vea. Reí ante eso y Alice entró en ese instante a la espaciosa cocina. Su cara estaba seria.
—¿Qué tienes?
No contestó y volteé a verla. Sus ojos estaban brillando como si de un momento a otro estallara en llanto. Era eso, o estaba bastante emocionada y excitada por algo.
—Di que sí —pidió mirándome seriamente y acercándose.
—¿Sí a qué? —quise saber—. No pienso ser tu Ed Ken, Alice, pídele a Emmett esta vez, no pie… —me cortó tapándome la boca con su manita.
—Sólo di sí y ya —hizo un puchero.
—Primero dime.
—No.
—Dime sino no.
—No te voy a decir Edward, dime que sí y punto —rogó creando otro puchero. Odiaba que hiciera eso.
—No.
—Por favor.
—No.
—¡Por favor! —chilló.
—¡Está bien! —grité de vuelta.
Nos quedamos viendo un momento en silencio. Sabía que mi debilidad era negarle algo y más cuando lloraba. Se tiró a mi cuello abrazándome.
—¡Gracias!
—No haré nada ridículo.
—Oh, pero claro que no —objetó haciéndose la ofendida—. Lo disfrutarás.
Se dio la vuelta mostrando una sonrisa pícara. No quería saber de qué se trataba, ya me estaba asustando. Segundos después volvió a decirme que si tocaban a la puerta abriera ya que iba a bañarse y Emmett estaba durmiendo en el salón. Sólo le asentí.
Comí las galletas disfrutándolas, luego llegaría la dulce venganza de mi hermano hacia mí, e iba a ser un tanto doloroso. Me dirigía a lavar lo que ensucié cuando oí el timbre, caminé a la puerta y abrí despreocupadamente. Ahí, frente a mí otra vez estaba la mujer de mis sueños, a la que cada noche en estos… besaba. Dios, desde cuándo mis pensamientos eran tan cursis.
Su boca entreabierta dejaba mucho a la imaginación.
—… Hola —saludó con un sonrojó exquisito—. Alice me encargó… —hizo una pausa avergonzada—. ¿Está? —se sentía cohibida, su mirada al piso lo decía.
Me aclaré la garganta en un intento de expulsar mi nerviosismo.
—Hola, soy el hermano de la maquiavélica Alice que en unos minutos dejará de existir —dije sonriéndole—. Pasa… iré a ver si salió del baño.
Abrí más la puerta para que entrara con una sonrisa pintada en su bello rostro. Maldita enana descerebrada, qué le pasa a esa loca. Le indiqué que esperara en el salón y que ignorara al otro descerebrado que dormía ahí. Subí intentando que no se notaran mis ganas de descuartizar a Alice. Llegué a su cuarto y sin siquiera tocar entré.
—¿Estás loca, demente, quieres que muera, me odias, te hice algo, quieres que me vaya de aquí y tu forma de hacerlo es esta?
Lo admito, estoy bastante molesto con ella y no se lo voy a pasar por alto esta vez.
—Creo que me falta un tornillo, a tal extremo no he llegado, quiero sobrinos, te adoro, no, me iría contigo y no sabía que tenía que crear una forma para echarte —respondió cada pregunta en orden. La fulminé con la mirada—. Edward no te enojes, conozco a Bella hace muchos años, relájate —se sentó en la cama esperando a que yo hiciera lo mismo. No me moví—. Bien, te voy a explicar. ¿Alguna pregunta?
—¿Qué hace aquí, quién la invitó, cómo la conoces, qué le pediste y por qué te metes donde no te llaman?
—Yo la llamé, Esme, es una de mis mejores amigas, un pastel, no me he metido en nada porque mamá lo pidió.
Suspiré estresado. Amigas.
—Te está esperando abajo —hablé sin expresión alguna, controlándome.
Se levantó y se me acercó.
—¿No lo ves como una oportunidad? —preguntó seria—. Con el destino no puedes jugar Edward, y él dice que una cena, sin postre, no es cena.
Me besó la mejilla y salió de la habitación. Me quedé pensando en sus palabras obviando lo obvio. Mi destino era Alice y su filosofía demente.
Al llegar al salón, Emmett estaba sentado en la alfombra junto a Alice y Bella. Bella. Ya estaba mi inconsciente llevándome a una dulce ensoñación cuando mi hermano grita:
—Ven aquí, Edward —me señaló el espacio que quedaba alrededor de la mesita de centro—, tienes que ver cuál te gusta.
Fui hacia ellos y vi lo que hacían. En el centro había un libro repleto de fotos con pasteles de diversos sabores, tamaños, colores y formas. Alice miraba cada uno con ojo crítico, Emmett por otro lado, con ojo hambriento y Bella sólo observaba el vidrio de la mesa.
Vamos Edward, no seas gallina, me dije dándome valor.
—¿Para qué cena es? —pregunté procurando sonar desinteresado.
—Vienen los de Italia y Denali el fin de semana por el cumpleaños de mamá —Alice contestó sin despegar la vista del álbum.
—¿Cómo? ¿No que estaban muy ocupados? —me desagradaba la idea de ver a algunos miembros de mi familia y amistades.
—Para que veas, a mí tampoco me simpatizó mucho la idea —comentó Emmett a mi lado—. ¿Ver a la empalagosa de Tanya y a la frígida Jane? ¡Uff! Te compadezco —me dio unas palmadas en la espalda a lo que lo miré irritado. Cualquiera menos ellas.
—Bella, ya estamos a jueves y el pastel sería para el sábado, ¿crees que alcancen a hacerlo? —ella la miró y asintió—. No quiero que se sientan presionadas, sé que tienen bastante con los pedidos para el día de las madres y esos ya estaban encargados.
—No hay problema, Alice, Renée llamó a sus hermanas para que vinieran a ayudar, nos van a hacer el trabajo menos ajetreado —sonrió tan dulcemente que me preocupé de que se notara mi baboseo por ella.
—Entonces genial —le sonrió de vuelta y la abrazó—. Ahora, ayúdenme a elegir el mejor pastel para mamá.
Sentía cierta envidia hacia mi hermana, la conocía, eran amigas, la abrazaba. Yo sólo podía permitirme observarla y ella hacía lo mismo, sin querer nuestras miradas se cruzaban como la primera vez y sentía algo en mi estómago. Mirarla, era grandioso. De cerca, podía ver sus facciones más detalladamente y ver también, sus rosados labios rozar al hablar. ¿Es de locos, querer besarla? Sí, lo era.
Durante su visita no dejé de verla, disimuladamente por supuesto. Mi hermano mantenía comunicación con ella, yo al parecer era un cobarde. Dónde estaba mi espíritu luchador: no tenía idea. Esa mujer me hacía un tonto.
—Bella, eres genialmente genial —le dijo Emmett frente a ella.
Se sonrojó por enésima vez en ese día. Sonreí y me descubrió. Sus mejillas de tornaron más rosadas aún y no pude evitar soltar una risita muy baja.
—Yo creo que Bella-Bells aquí presente merece un reconocimiento por lo que ha hecho —dijo Alice levantándose para darle un fuerte abrazo.
—No fue nada, tonta —dijo devolviéndole el gesto y sonriéndole por encima del hombro.
Mi pequeña hermana se separó viéndola escéptica.
—Ajá… —volteó a hacia nosotros diciendo—. Hermanos míos, díganle a Bells lo grandiosamente genial que es.
—Vaya, Bella-Bells-Bell, ya te dije tu súper genialidad y —se detuvo para acariciar su estomago—, ¡nunca había probado algo tan delicioso! Yo opino queridos hermanos adoptivos, que deberíamos secuestrarla —tenía el semblante serio, como si retenerla aquí fuera de vital importancia.
Rodé los ojos ante semejante idea. Yo no me opondría, pero hay que disimular.
—No duraría un día contigo, Emmett —le dije—. Saldría con un trauma psicológico o físico sin cura por tus idioteces.
Alice rió y se tapó la boca ahogando su risa.
—Ja, ja, ja —me vio aburrido—, más trauma le darías tú, por la rareza que eres.
—Lo único raro en esta casa… se llama Alice y es tu hermana.
Ella, quien estaba viéndonos pelear muy divertida, frunció sus labios para encararnos.
—Vaya, ni por ser la bebé de esta casa me respetan ancianos —dijo picada, los demás reímos haciendo que se molestara más.
—Bella… —dijo con un puchero—, ¿crees lo que dicen mis estúpidos hermanos?
La quedó viendo por un momento, divertida por la actitud infantil de Alice y contestó:
—Bueno… no eres más rara que yo.
—Bella —rebatió, viéndola con los ojos entrecerrados—, tú no eres una rareza como lo son ellos —dijo apuntándonos a ambos—, que por Dios sí que tienes suerte de ser hija única.
Se tocó la cabeza con ambas manos, maldiciéndonos. Al rato, luego de que se le pasara la rabieta, volvimos al salón para definir cuál iba a hacer el pastel. Bella se sentó en la alfombra al lado mío con sus piernas cruzadas y la mirada en el álbum, otra vez.
—Yo digo que éste está perfecto —comentó mi hermana apuntando y mostrándonos el más grande y colorido.
—Bueno… si tú dices que está bien, entonces nos quedamos con ese —dijo Emmett ya saboreándolo.
—Obvio que está bien, lo elegí yo —ella siempre pensaba que tenía la razón.
—Ajá —me limité a musitar. No quería desatar su ira otra vez.
Alice le dijo todo lo que debía llevar; sabores, colores, adornos y qué tenía que decir. Bella anotaba todo en una agenda que llevaba consigo. Se pusieron de acuerdo para no sé qué cosa. No les prestaba atención, simplemente la observaba. Sus gestos al hablar eran interesantes; su ceño fruncido, su sonrisa, sus muecas, su mano al pasarse por su cabello achocolatado, sus manos entrelazadas cuando prestaba mucha atención, todo en ella era perfecto. Perfecto.
Pasaban de las ocho de la noche. Bella vio la hora en su celular y se levantó apresurada. La quedamos viendo sorprendidos y se ruborizó. Sonreí internamente. ¿Es que lo hacía a propósito? Me encantaba ese sonrojo en sus mejillas. Se veía más hermosa.
—Se me hizo tarde —explicó, tomando sus cosas y guardándolas en su bolso.
Alice, junto a nosotros, nos levantamos también.
—¿Tienes en qué irte?
—Pediré un taxi Alice, no te preocupes.
—¡Claro que no! —contestó la pequeña con su tono de voz mucho más agudo.
—En serio, no —la interrumpió tapándole la boca. Una actitud bastante madura.
—No te vas a ir en taxi, no confío en ellos… han habido varios casos de abusos a mujeres en circunstancias como esta, y no quiero leer el periódico mañana y encontrar tu nombre en primera plana —dio sus argumentos en tono serio, para que no fuera replicada.
No funcionó con Bella.
—Alice —la llamó innecesariamente en tono de reproche—, he andado mucho más tarde en taxi y no me ha pasado nada, no creo que justo ahora eso pase, no tengo tanta mala suerte.
—Discrepo.
Bella la miró un tanto molesta. Se veía… sexy.
—¿Puedo dar mi humilde opinión? —preguntó Emmett inocentemente.
Lo quedamos viendo en silencio. Se incomodó, algo raro en él, y dijo:
—Ya que están aquí peleando en vez de llegar a una posible solución civilizadamente… he pensado que como Edward tiene su permiso de conducir al día —me vio angelicalmente y sonrió—, podría llevar a Bella-Bells hasta su casa.
Sentía la boca repentinamente seca. Y un frío en mi frente que me advertía: estás a punto de sufrir un ataque, cálmate… es toda tuya.
Miré a Bella, tenía la mirada en cualquier otra cosa, menos en mis hermanos ni en mí. Frustrante. Alice me veía con cara esperanzada y mostrando su gran sonrisa de: ¡Felicidades, juega tus cartas! Por otro lado, Emmett la evadía, sabía que tendríamos una seria conversación luego.
—Por mí no hay ningún problema —intenté parecer casual—. ¿Bella…?
Cruzamos nuevamente esas fantásticas miradas. Como era de esperar, estaba un tanto sonrojada de un exquisito color rosado. Me asintió, tomó sus cosas y se despidió de mis hermanos. La seguí hasta mi Volvo y abrí la puerta del copiloto, pasó por mi lado dejando su olor, el más rico perfume que haya sentido.
Antes de entrar se dio la vuelta para hacerme frente. Estaba tan metido en mis pensamientos, que su acto se me hizo indiferente, por lo que quedamos a menos de dos centímetros uno del otro. Observé con gran atención sus labios carnosos, ahora de un tono rojo que me invitaban a besarlos, morderlos, saborearlos. Se pasó la lengua descuidadamente y mordió su labio inferior sin siquiera notar su propio acto. Ese pequeño, pero excitante gesto, respondió mi pregunta: ¿lo hago? Al ver mis intenciones, cerró sus ojos y terminé por eliminar esa estrecha distancia.
Lo haré.
Editado.
Muchas gracias por todos los reviews que he recibido por esta historia, disculpen por no responderlos todos, pero sepan que leo cada uno de los que me llegan y estoy encantada de que les guste. Bésala es mi primer fic, le tengo demasiado cariño así que en serio, agradezco el apoyo.
Saludos.
