Me gusta hacer bien mi trabajo.

No me llamaría a mí misma una psicópata; no me baño con la sangre de la víctima mientras me río, no hablo con el cadáver ni le quito la piel o los órganos (a menos que sea petición del cliente). Eso, aparte de considerarlo de muy mal gusto, me quita el tiempo y se vuelve más difícil quedar invicta. Cuando contratan mis servicios, los pocos habitantes de Equestria que me conocen saben que puedo lograr que la muerte más atroz luzca como un accidente. Claro que son pocos los clientes que recibo: en los últimos meses, confían más en la "magia de la amistad" para resolver los problemas, pero aun así, siguen existiendo ponis que saben ubicar a un enemigo difícil, y en esos casos recurren a mí para ayudarles.

Recuerdo aquella vez que los Apple me pagaron por deshacerme de los hermanos Flim y Flam… mucho después del incidente de la sidra regresaron, ¿Recuerdan? Habían vuelto para vender una especie de tónico, e incluso la ingenua Granny Smith decidió probarlo después de haber olvidado la reunión que tuvimos para discutir el precio de mi trabajo. Cualquiera pensaría que aquella familia de modestos campesinos no puede hacer daño a nadie, pero vaya que lo hicieron.

Su argumento principal para pedirme que los borrara del mapa era que los hermanos volvían a tratar de robarles la clientela y hacían ver a los campesinos como ovejas que se creen cualquier cosa. No quería poner en peligro a la familia Apple realizando directamente el asesinato, pues eso sería muy sospechoso a los ojos del pueblo: ¿Un accidente, cerca de Sweet Apple Acres, apenas días después de su llegada? Las acusaciones serían incontables, los homicidios en terreno abierto son difíciles (tomando en cuenta que no es fácil quitar la evidencia) y aquel "actor" que contrataron para hacer de testigo de los milagros del tónico iba a encontrarse cerca. Claro, pude haber acabado con el de igual manera, pero incluirlo haría más que evidente el homicidio.

Preferí hacerles llegar una amenaza: abandonaban el pueblo en tres días, o estaban muertos. No quisieron creerme y, para su fortuna, Applejack decidió hacer honor al elemento que representaba y denunció la falsedad del tónico. Ya no tuve que hacerme cargo, pero me vi obligada a regresar los bits que ofrecieron. Ahora que lo pienso, Applejack fue estúpida al no darse cuenta del plan de su familia, pero supongo que los ama demasiado como para desconfiar o algo así… psicosis colectiva de los que viven en familia, si me preguntan.

Familia… me he vuelto tan distante de esa palabra, que casi he olvidado su significado. Que yo recuerde, es un grupo de personas que te mantienen y tratan de imponerte expectativas no-realistas del futuro. Aquellos cascos que usaban para abrazarte, les sirven también para echarte de la casa si no puedes ser como ellos. Condicionan su amor, como si se tratase de un trofeo por haber sido diseñada para la mediocridad sin problemas. En mi caso, mis padres querían que fuera veterinaria, decoradora de interiores… Mi madre deliraba con la idea de que el esfuerzo me llevaría a gobernante de Equestria. ¡Como si acaso un título me ayudara quitando el puesto a un alicornio con miles de años! Los ponis de tierra no podemos hacer nada. Sólo ser agricultores, o tener profesiones simples. Cuando le recordé a mis padres que no pude entrar a la escuela de magia porque NO TENÍA UN MALDITO CUERNO, comenzaron a distanciarse más de mí y a reprocharme silenciosamente mi poca capacidad de complacerlos, lamentándose seguramente de no haberme dado en adopción cuando tuvieron la oportunidad.

Fue por esos tiempos cuando obtuve mi cutie mark. Lo recuerdo muy bien: era un viernes, cerca del Día de los Corazones Cálidos, en mi casa seguían sin hablarme y pasaba el tiempo jugando en el jardín. Entonces, vi que había una pareja de ardillas trepadas en las ramas de un álamo. Como aquél árbol estaba fuera del jardín, tuve que saltar la cerca para poder verlas bien: de repente tuve el impulso increíble de quitarlas de ahí. Así que busqué las piedras más grandes del terreno, y a pedradas maté a la primera. Su compañera bajó a socorrer a su amigo, ya sin vida, y tuve la gran oportunidad de aprisionarla entre mis cascos y tirar la piedra de mayor tamaño a mi alcance sobre su cabeza. Puedo recordar sus chillidos destruyéndome los oídos, pero aprendería una de las lecciones más importantes de mi oficio: es mejor silenciar a la víctima, pues su gritos pueden llegar a ser desesperantes.

Estaba muy orgullosa de mi obra, de las pequeñas manchas de sangre sobre el pelaje de mis cascos, y cuando voltee a ver mi costado en caso de que hubieran más animales ahí estaba; una senda gota de sangre que se quedaría permanentemente para recordarme que mi destino es facilitarle la tarea a la Muerte.

Cuando por fin cumplí 18 años y pude largarme de la casa de mis padres (que ni siquiera era de ellos porque la rentaban) empecé a tomarme más enserio lo de cobrar por mis servicios. Ofrecí mi trabajo a varias mafias y empresarios: desde Manehattan hasta Ponyville. Ayudé a marcas a deshacerse de la competencia, a amantes despechadas para que pudieran vengarse de sus ex novios, a familiares en apuros con el fin de que pudieran obtener sus herencias más rápido. Recorrí toda la nación buscando clientes, pero sabía que en Canterlot debía tener cuidado. Como refuerzan la seguridad, tenía que fijarme bien con quien trataba para no toparme con guardias encubiertos de las princesas.

Pero de eso ha pasado ya mucho tiempo.

Con la experiencia que fui ganando en cada uno de mis pedidos, mejoré mi técnica para que mis víctimas se fueran de este mundo de la manera más rápida posible, y de que los rasgos pudieran desaparecer fácilmente -pero si mis clientes lo indican, soy capaz de hacer sufrir, desmembrar, etc. No creo que sea por compasión, supongo que lo hago para que no sea posible que me descubran. Se debe a que no me gusta mucho llamar la atención cuando me pagan por matar a alguien. Pido disculpas si lo repito mucho; soy tan egocéntrica, que solo sé hablar de mí y de mis logros como asesina a sueldo.

Pero bueno, por favor no digan a nadie que les conté mi historia. Si lo hacen, lo sabré. Y ahora me conocen lo suficiente como para deducir lo que pasará si abren la boca.