Shingeki no kyojin no es mío.

Advertencias: Alto contenido yaoi, relación LevixEren, narración en primera persona y muchas referencias a marcas y artistas.


Primero: De cómo el heredero de las profundidades del infiero presencio un milagro de los cielos.

Jamás le había rezado más a los dioses como el día que en que mi boleta de calificaciones fue sostenida en la mano de Grisha Jaeger. A excepción del día siguiente a eso, cuando la misma boleta de calificaciones cayó en poder de la temible Carla Jaeger.

De poder hacer una pequeña síntesis en mi vida, resumirá mis días como una pequeña bomba de tiempo, lista para estallar. Esperando por el pasar de los pesados segundos que cada minuto se hacían más lentos.

Mis padres eran personas hermosas, con tridentes y sus colas bien escondidas. Mi hermana era una persona aun más hermosa, con cachos y alas tan negras como las de un murciélago. Yo joven incomprendido nadando por el ojo de un fuerte huracán.

Puede que esas hubiesen sido mis palabras para llegar a los corazones negros y crueles de Carla y Grisha. Pero no, solo obtuve una reprimenda y que me quitaran mi bien más preciado: mi Ps4.

Y de eso ya un par de meses. La única condición en mi vida era subir mis notas a como diese lugar, no importaba si en el proceso debía de abrir la puerta del tártaro un par de veces. Mi padres era personas desalmadas, lo se. Claro que mi opinión solía variar un poco cuando la tramposa de Carla llegaba con un gran postre de fresa para la cena, y volvía a cambiar cuando se negaba a darme por mis malas calificaciones. Además aparte de ser personas crueles y con un agujero negro en lugar de corazón, eran un par de niños. Cada vez que mi corazón se rompía ante ellos por la falta de postre, Carla me sacaba la lengua mientras se llevaba un pedazo a los labios y Grisha se reía de mí, apoyando a Carla y a sus acciones infantiles.

Ambos eran personas peculiares, más cuando a la mañana siguiente veía mi trozo de prostre adornar mi desayuno.

Pero eso jamás quitaría el hecho de que ambos son monstruos, seres de la oscuridad que se deleitan con el sufrimiento ajeno. Más si esa sufrimiento es de su único hijo varón, y mucho más si viene de la boleta de calificaciones de su único hijo varón y, en general, su único hijo. Mikasa era mi hermana y ellos la consideraban su hija, pero era adoptada. Aunque eso a ella no le parecía importar en lo más mínimo.

Cuando éramos pequeños yo solía vivir a la sombra de ella o eso era lo que debía de haber pasado de tener yo una familia medianamente normal. Mikasa siendo un chica, delgada y menuda, siempre fue superior a mi en casi cualquier aspecto. Deportes, matemáticas, ciencias, idiomas y hasta en economía del hogar, pero yo mismo puedo vanagloriarme de que ese ser salido de los rincones más profundos del inframundo jamás pudo ganarme una sola partida en King of Fighters ni Mario Bros. Mucho más adelante barrí el suelo con ella en los mmoarpg online y en Just Dance.

Para ser alguien que corría a la velocidad de un atleta olímpico y se movía casi como si no tuviese huesos a la hora de hacer gimnasia, era pésima en el baile. No es que yo fuera tampoco de los mejores, pero si era mejor que ella.

De alguna forma, esa fue mi manera de mantener el equilibrio dentro de esa gran cansona donde vivíamos, la forma en la que evite que Mikasa me hiciera sentir amedrantado sin tener la intención de ello, yo no viviría a la sombra de mi hermana, mis cualidades iban mucho más allá de lo tradicional, era todo un ejemplo del nuevo siglo súper desarrollado tecnológicamente. Pero, al igual que mis temibles padres, Mikasa tampoco podía ser una persona normal. Y por Zeus, que ella era mucho peor que las rabietas que hacia Carla cada vez que la crema de maní o la Nutella se acababa.

Mikasa había decidido vivir a mi sombra, literalmente a mi sobra. Ella poseía toda la atención y sobreprotección que faltaba en mis padres, tíos, abuelos, primos, vecinos y hasta el chucho pulgoso y fastidioso -que por cierto fue el primer (y único) amor de mi vida- que tuvimos cuando cumplimos los ocho. Daba miedo, era como tener un acosador personal, de esos que te dejan cartas de amor y su primer vello púbico en un sobre a la entrada de tu casa, solo que mi acosadora personal vivía en mi propia casa y era mi hermana, y que, gracias a los dioses, Mikasa jamás haría algo tan enfermo, pero si mucho más aterrador.

Como aparecer, casi por arte de magia, a las espaldas de Carla mientras esta aun tenía mi boleta de calificaciones en su manos. Seguidamente tres pares de ojos se posaron sobre mí, y la tierra tembló, similar al día que Paris decidió robarse una esposa y causar una guerra. Bueno tal vez yo exageraba un poco, por lo menos Troya tenía con que defenderse, yo solo podía, nuevamente, rezar a dios y arrepentirme de la incontable cantidad de domingos que me negué a ir a la iglesia con mis padres para quedarme jugando Smite y sacar una maestría con Atenea.

Tampoco es que ellos fuese muy creyentes, solo iban por los deliciosos helados de la tienda cerca de la iglesia que abría los domingos. Mis padres eran una cantidad peligrosa de azúcar andante, muchas veces me sorprendía cuando iba a los chequeos médicos y no me dictaminaban como diabético en estado terminal.

La sala de mi casa era bastante amplia, y el techo era de un hermosísimo blanco impecable con un pequeño hundimiento rectangular el cual estaba iluminado con un par de bombillas Led, de esas que no hacen que la factura de la electricidad ascienda a niveles colosales. Eso era exactamente lo único que forzaba a mirar mientras Carla tenía un ataque de histeria, Grisha le ayudaba y Mikasa me miraba con reprobación. Fue la pared color crema al lado de las escaleras en caracol que daban al segundo piso, lo que capto toda mi atención mientras esas criaturas de más allá del purgatorio se deban turnos para decir la desgracia de hijo que era. Bueno no exactamente así, pero en resumidas cuentas… si.

Solamente porque había sido el peor periodo de mis dulces 16 en la parte académica. Había reprobado hasta comportamiento, pero en si no era mi culpa. Estudiar no era mi campo de confort y mucho menos aguantarme las estupideces de cara de caballo Jean.

Me sentí herido -en realidad no, pero quería darme un poco de automotivación- ¿Por qué mis padres solo se concentraban en ver todo lo malo en mí? Bien aceptaba que jamás en mi vida hice algo destacable o le aplique la suficiente atención a un tema en particular, pero eso no importaba. ¡No obtuve más que un escueto y rápido: "felicitaciones, hijo" de parte de Carla el día que por fin logre desbloquear todos los logros de Call of Duty: Black Ops en la Xbox! Bueno tal vez llegar diciendo eso cuando se reunía con la madre de Armin y esta la comentaba que su hijo se había llevado el primer premio en la feria de ciencias no fue lo más prudente.

Sin embargo, no mencione nada, ni ese día ni el día que me apartaron de mi hermoso Ps4 ni en el momento que mis padres y hermana me reclamaban mi boleta.

Iba perdiendo mi penúltimo año en la escuela, hurra.

Seguí escuchando (ignorando) pacientemente los reclamos de mi progenitores hasta que llegaran a la parte que de verdad me importaba. El castigo. Solo esperaba que no fueran tan desalmados de cambiarle la clave al Wi-Fi de la casa.

Y llego y fue mucho peor de lo que me esperaba.

-Estoy decepcionada de ti, Eren Jaeger. –Había dicho Carla, y fue mucho más doloroso de lo que creí.

Normalmente los regaños de Carla solían ser muy conciliadores y hasta tiernos, eran sus castigos y acciones lo que demostraba que era una especie de Perséfone. Pero jamás había escuchado palabras similares salir de la hermosa boca de Carla Perséfone Jaeger. Supe que era verdad y se que ella se sentía de esa forma por la cantidad de veces que habíamos abordado el mismo tema y yo no mostré un cambio mínimo.

Posiblemente, y aunque hubiera sido doloroso, yo tampoco le daría demasiada trascendencia a las palabras de la mujer que me trajo a la vida.

-¿Qué haremos contigo? ¡Sabes que tienes un deber que cumplir! –Deber, deber, deber. En eso se basaban los regaños de Grisha, aunque yo sabía que el solo se preocupada por mi futuro y que no terminara como un vago friki con sobrepeso, siendo hacker de software por una mala paga. Posiblemente viviendo de la herencia y bajo el cuidado de Mikasa que, a diferencia mía, tendría un futuro lleno de billetes verdes y (rogaba a dios que no) casada con el idiota de Jean.

En todo el asunto ella solo se dedicaba a verme con reprobación y una que otra vez con preocupación. Y lo dijo.

-Eren, solo estamos preocupados por ti. –La ignore. De verdad, esta escena se había repetido un par de veces, pero algo me decía que esta vez iba a ser mucho peor.

Después de unos muy largos minutos, escuche el resoplido de Grisha, ya los tres se habían casado de darme tanta lata. Ahora venia la peor parte, algo en mi se revolvió con incomodidad.

-Se acabo, Eren. –Y ahí iba. –Es hora de tomar contigo medidas mucho más drásticas. –Esta vez Carla no me dirigía miradas de aliento, ni siquiera me miraba. Mikasa se veía inexpresiva. –Si no tienes intención de ponerle más interés a cumplir tu deber yo hare lo mismo.

En ese momento hubiera preferido que mi querido Hades me hubiera quitado el apellido, decirme que tendría que trabajar, mandarme a casa de mis tíos o incluso desheredarme. Pero no.

-Aun estás bajo mi responsabilidad, así que tienes terminantemente prohibido utilizar la Xbox, Play, Wii o el computador o celular. Ni siquiera veras televisión o prenderas la radio, si es que aun sabes que cosa es. –Cada vez que mencionaba algunos de los aparatos sentía como una flecha se clavaba justo en mí. No quería exagerar, pero la verdad era que yo no sabía absolutamente nada más. No existía algo en lo que yo destacara o que despertara así sea un poco de interés en mi.

-¿¡Qué!? –Le grite a Grisha. –Por favor papá no puedes hacer eso, -Le dije casi con burla. –no se hacer absolutamente nada más. Nada capta lo suficiente mi atención, ¡lo sabes! Ya hemos hablado de esto antes.

-No, Jaeger. Esta vez, te pasaste.

Quise gritar, patalear, llorar, quitarme el apellido y mandar todo a la mismísima mierda. Pero en lugar de eso, subí las escaleras de caracol hacia mi habitación. Desde la cual, salió un profundo grito proveniente mi garganta cuando mis ojos vieron el lugar. Estaba vació, totalmente. No tele, no compu ni consolas. ¡Ni siquiera mis magas o comics! En ese momento supe que la había jodido y que Grisha hablaba muy enserio.

Pero, igualmente, la noche paso y todo lo demás perdió interés. Solo que ahora tenía bastante energía acumulada que no tenía el interés de gastar.

Fue allí cuando llego la siguiente bomba.

-Tendrás un tutor. –Había dicho Grisha una mañana a solo un par de días que impusieron mi castigo. En realidad mi actitud no había cambiado mucho, seguía sin prestarles mucha atención a los profesores en las clases y la inmensa acumulación de energía me mantenía ansioso casi todo el tiempo. Un profesor me había dejado una nota para mis padres y yo ni moleste en tratar de ocultarla, como tampoco me había molestado en violar el castigo de mis padres.

-¿Un tutor? ¿Te volviste loco? –Le dije. Y tanto el como Carla me habían mirado mal. Las cosas estaban peor de lo que yo pensé en un principio.

-No has tocado alguno de los libros que aun hay en tu habitación y al parecer ni te esfuerzas en aumentar tus notas. No se que más hacer contigo, Eren. Esta será tu última oportunidad, si no puedes congeniar con tu nuevo tutor. Te mandaremos a un internado militar.

La voz de Hades había sonado nostálgica y por momentos pensé que los caballos del apocalipsis cristiano habían destartalado su reino y él y Perséfone junto a Cerberus Mikisa Akerman Jaeger tenían miradas llenas de angustia. Yo mire a los tres con profunda pena, porque si, sin siquiera comenzarlo ya me había dado por vencido, me iría a la militarizada.

Ese día no dije nada, de nuevo, y solo espere para que llegara la burla de tutor. En el momento que nos veamos él lo entendería al igual que yo. No lograría llamar lo suficiente mi atención, perdería el interés (si es que alguna vez lo tuve) y la historia se repetiría.

O por lo menos eso fue lo primero que pensé cuando Grisha lo dijo. Mi padre solo se limito a beber de su café después de eso, el resto de mi familia infernal continuó con su desayuno.

Tres días después, fue que llego el momento de conocer mi pase al internado.

Aunque sin darle crédito como bien anti-religioso con familia mitológica que soy, me había dado cuenta lo mucho que estaba equivocado. El mismo día que vi la desgracia cerniré sobre mi, presenciaba un milagro.

Un milagro llamado Levi-san.

Han sido muchas y variadas las veces y situaciones en la historia de la raza humana en la cual los humanos han mencionado que han creado conexión con dios. Ver un milagro más allá que la virgen María en una tostada -en mi caso sería afrodita en una tostada Francesa, y recalco una tostada Francesa- creía yo como algo muy improbable. Puede que sí, que mi tío Zeus -y la verdad era que a ninguno de mis tíos le quedaba el papel- haya decidido hacer contacto con los seres humanos o hasta que la mismísima Ishtar escogiera un nuevo sacerdote para año nuevo y tomara forma corpórea para ello, pero era en lo cual, simplemente, yo podía carcajearme de incredulidad.

Veía más posible que tío Poseidón –muy similar al vecino bonachón de la casa de al lado que siempre utilizaba bermudas y sus gorditos (y senos, porque si, tenía senos) al aire además de una gran pecera en el diván- se presentara de la forma en la que lo hizo en la película de Pi, con una gran tormenta y un tigre a punto de devorarte.

El día que vi la vida de Pi, decidí que mi hijo se llamaría Richard Parker.

De alguna forma en mi antagónica vida, los segundos siempre fueron pesados, esperando el momento en que por fin pudiera estallar. Consideraba que al ser Perséfone y Hades pareja sin hijos, debía yo ser lo bastante audaz como para buscar mi lugar en el inframundo, pero eso jamás llegaba a despertar mi interés.

Mi interés estaba muerto junto a mis videojuegos, pero entonces el milagro golpeo a mi puerta con un dulce acento Francés.

Era el perfecto milagro que adelanto los segundos, minutos, horas y por fin la bomba Jeager puedo hacer explosión.

Digamos que para explicar el momento más significativo de mi vida, hacia falda describir el milagro. Empezó con dos golpes suaves en la puerta, seguido de mis pies arrastrase por la gran sala y abrir de par en par el blanco portón de madera.

Y paso, mi vida, sueños, ilusiones, mi familia mitológica y los interminables mundos de Mario. Desfilo por segundos mi primer poli, la vez que Carla trajo para mí el Nintendo 64, la vez que Grisha trajo para mi una hermana, el día que conocí a Armin, Jean, Marco… Fue una sensación similar al escuchar el final de A Day in the Life de los Beatles, los solos de guitarra de Jimmy, The Wall y el suave "lollipop" de los 50's, todo al tiempo. Mis neuronas comenzaron reacciones químicas desconocidas y la sangre en mi cuerpo se calentó hasta llegar a un estado plasmático y concentrarse en mi cabeza. Sentí como en mi abdomen se generaba un huracán arrasando todo mi sistema circulatorio. Y, finalmente, todo fue vacío. El completo vacío del inicio de los tiempos, mucho antes de la gran explosión.

Pude sentir pánico en cada uno de mis ligamentos interiores, solo el dolor que sentía por dentro al ser absorbido por el huracán. Luego, el minuto por fin termino y nadie pudo cortar el cable rojo. Había hecho explosión. Y solo ese par de macro segundos fueron necesarios para crear todo lo existente y dejarlo en la infinita expansión constante.

Comprendí el inicio y el final, el alfa y el omega, el secreto de la vida más allá de Oparin y una evolución diferente a la de Darwin, pude ver el secreto más profundo de Melva, los mismísimo querubines y la columna de fuego del antiguo Israel.

Pero nada de eso importo, porque ahora sabía que era lo que importaba para mí. Ni ciencias naturales o sociales, ni matemática o idiomas. Nada.

Solo un par de ojos grises que me miraban con fastidio.

Le sonreí, mientras entendía que, en realidad, el amor es como huracán.