¡Hola, holaaa!
Por Dios, no me maten.
Ya sé que tengo otra historia pendiente, ya sé, pero, en serio, vi End Game y no pude evitar pensar en crear esta historia. Trataba de escribir la otra y mi imaginación volaba hacia acá. Así que decidí dejar de autotorturarme y hacerla de una vez, jajaja. No tengo muchas cosas planeadas para este fic, salvo la idea principal, pero todo irá surgiendo en el camino con un poco de imaginación. No sé cuántos capítulos serán, pero les aseguro que cada uno llevará mi corazón dentro.
No se preocupen por mi otra historia, prometo actualizarla pronto. Este año empezó muy ocupado, lleno de cosas por hacer que les iré contando a través de los capítulos en las notas. Por lo mientras les comparto que ya en una semana comienzan mis vacaciones de la universidad y podré escribir y ponerme al día por aquí. De verdad ya extrañaba volver. Pero bueno, vamos a lo importante:
Los personajes de Marvel no me pertenecen, yo solo juego con ellos para crear historias.
Esta historia surgió de mi cabecita así que es 100% original. Si ven otra igual avísenme, no vayan a creer que me ando robando la historia en inglés o en español.
A lo largo de este fic verán algunas frases que quizá les parezcan familiares a algunos de ustedes. ¿Por qué digo algunos? Porque si han visto Tsubasa, sabrán que Yuuko, la bruja de las dimensiones, tiene unas frases buenísimas que he decidido utilizar aquí. Yuuko también sale en otro anime/manga pero no recuerdo cual. Bueno, pues me he inspirado en esta peculiar bruja que habla del destino y de las dimensiones para crear un personaje con el que jamás había trabajado pero que conocerán en este primer capítulo y con el cual estoy muy muy emocionada.
El título de este fic es el nombre de un capítulo del anime Tsubasa, si no mal recuerdo es el capítulo número 11 según Wikipedia.
Sin más que decir por el momento, los dejo con la historia.
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CAPÍTULO 1.
Mirando alrededor, se percató de lo bien que lucía todo. Y de lo triste y solo que se sentía él.
Después del chasquido de Tony, el ejército de Thanos – y Thanos – se evaporó. Pero Tony dio sus últimas palabras, miró por última vez a su alrededor, sonrió por última vez y su vida se evaporó. La última vez, la última… Virginia – Pepper, perdón, él no se acostumbraba a llamarla de esa forma – cerró los ojos de su amado dándole un tierno beso en la mejilla, y después lloró. Al igual que todos. Al igual que él.
El funeral fue la parte más triste de la despedida. Incineraron su cuerpo y las cenizas las arrojaron al lago de la casa donde Tony había vivido durante cinco años con Pepper y su hija. Vio cómo, poco a poco, el pequeño barquito construido con ramitas se fue alejando de ellos, llevando encima el corazón metálico de Tony. La prueba de que tenía corazón y de que se había sacrificado por la humanidad, anteponiendo la vida y la felicidad de todos por encima de la suya.
¿Qué había sucedido después?
Todo había sido tan rápido, tan difuso. Steve no podía recordar a ciencia cierta lo que había sucedido luego del adiós. En realidad, los sentimientos eran tantos, a la vez de alegría por la victoria, pero de fracaso por la pérdida de Tony, que nadie sabía si reír o llorar. Y él no era la excepción. Las familias ahora estaban completas, los niños que habían quedado huérfanos habían recuperado a sus padres, los negocios cerrados habían reabierto sus puertas, las escuelas se habían llenado de alumnos de nuevo. Los que permanecieron tras el primer chasquido de Thanos eran ahora mayores, marcados por la pérdida y el reencuentro. El mundo… no, el universo, mejor dicho, estaba marcado, y nada había que se pudiese hacer contra eso. Por la memoria de los que se quedaron correrían siempre esos cinco años de obsoleto pasar del tiempo, de la vida sin vida que habían ido construyendo. En realidad, no solo los que se evaporaron se habían perdido: todos lo habían hecho.
¿Cómo reparar el mundo después de algo tan grande, increíble, y monstruoso como lo que les había sucedido? Todos tardarían en volver a ser los que alguna vez fueron, aunque Steve sabía que nada volvería a ser igual a pesar de que la mayoría había vuelto y la vida parecía ir mejor. Porque Tony no estaría con ellos más, haciendo sus bromas de mal gusto, sus comentarios sarcásticos insoportables, sus sonrisas, sus ojos grandes y expresivos, su inteligencia… su todo. Iron Man sería recordado y, con el tiempo, lo olvidarían. Olvidarían su sacrificio porque eso es el mundo: egoísta. Y Natasha, la increíble y mortal espía con la que había convivido tantos años y que se había vuelto su amiga entrañable. Ni siquiera habían podido darle un merecido entierro después de su sacrificio, pues aunque volvieran a Vormir no encontrarían su cuerpo. Según Thor y los Guardianes de la Galaxia, el planeta absorbe el sacrificio y lo hace parte de él. Así que… ella ni siquiera sería recordada por la humanidad porque no era un superhéroe público como lo fue Iron Man.
Sin duda extrañaría a ambos. Nada podría devolverles la vida, ni siquiera las gemas, pero Steve confiaba en que ahora se encontrarían descansando en algún lugar mejor. En que su misión estaba terminada en este universo. En que ellos, de alguna forma, sabían que sus sacrificios habían valido la pena y que, ahora, el mundo seguía siendo el que alguna vez fue. Uno donde podría crecer la hija de Tony…
— ¿Steve, estás listo? — una mano se agitó arriba y abajo frente a su rostro repetidas veces. Steve parpadeó, espabiló y miró a la persona que le hablaba—. Estamos esperándote. —le dijo Bucky con una mueca liviana parecida a una sonrisa, con dos mechones rebeldes cayéndole sobre la frente.
—Sí, sí. —Steve asintió. Respiró profundo, se puso de pie, y se sacudió los pantalones. Hacía un día hermoso a las afueras de la ciudad. Podía apreciar el lago cristalino, el aire puro que se respiraba, las nubes que se esponjaban en el cielo y, sin embargo, todo se sentía diferente para él. Todo excepto la soledad —. ¿Dónde está Sam? —
—Por aquí, Cap. —el mencionado salió detrás de unos arbustos cargando con él un maletín con doble seguridad y tecnología hecha para soportar las gemas. Él se acercó a Steve y abrió el maletín. Los tres miraron las preciosas y brillantes gemas que yacían en el interior, cuidadosamente colocadas dentro de contenedores especiales para evitar percances en el camino de regreso a sus orígenes. No cualquiera podía tocar las preciosas gemas, así que era mejor tener el debido cuidado con ellas. Sam volvió a cerrar el maletín cuando estuvieron seguros de que todo estaba perfectamente colocado, y, tras una mirada, le dio el maletín al Capitán—. Estamos listos, Cap.
—Bien, pues manos a la obra. —dijo Steve, cargando el maletín con las gemas y estirando la mano libre. El Mjolnir llegó en dos segundos a su mano con un sonido como si el martillo cortara el aire. Todos sonrieron.
—Quién diría que algún día serías digno. —se mofó Bucky, con gracia y burla pero también con cariño y lleno de reconocimiento. Steve era un alma grande, un buen ciudadano y un increíble superhéroe. Haría lo mejor, estaba seguro de ello. Y lo comprobó cuando, dejando a un lado el maletín y el martillo, Steve le dio un abrazo apretado. Bucky lo sabía, algo dentro de él conocía este tipo de abrazos, este adiós implícito. Esta despedida de amigos por un largo, largo tiempo.
—No hagas nada malo que yo no haría. —le murmuró Steve, con una voz un tanto estrangulada. Después de los sucesos, no había habido tiempo para los abrazos fraternales, así que este era el primero y, no sabía por qué, tenía la sensación de que pasaría largo tiempo antes de abrazarse de nuevo.
—¿Cómo podría hacerlo si todas las tonterías te las llevas contigo? —Bucky sonrió, separándose del abrazo y sintiendo dentro de su pecho un ligero vacío que anunciaba una partida.
Steve abrazó a Sam y luego a Hulk – Bruce, como sea – y caminó hasta el centro del portal que habían reconstruido para él. Era su deber llevar las gemas de regreso a casa, Bruce/Hulk se lo había prometido a Ancestral y era tiempo de cumplir con la promesa. Había una serie de cosas por las cuales él era el indicado para este trabajo: Hulk estaba fuera de combate por su brazo, Thor y los Guardianes se habían ido al espacio para ayudar a otros planetas – y buscar a Gamora, aunque Peter Quill no había querido decirlo en voz alta –, Capitana Marvel estaría haciendo la misma tarea con planetas muy lejanos en el universo, T'Challa regresaría a su pueblo para gobernar y ponerse al día con sus obligaciones de Rey, Hawkeye había regresado con su familia y no pensaba separarse ni un segundo de ella, Antman era bueno pero muy despistado a veces, Doctor Strange tenía el deber de proteger la realidad en la que se encontraban, Spiderman… no, ni pensarlo, no arriesgaría al niño de nuevo. Sam, Bucky, y WarMachine no podrían completar este trabajo con tanto éxito como él. Así que era el elegido.
—¿Quieres que vaya contigo? – le preguntó Sam, aun indeciso sobre si dejarlo marchar solo sería la mejor opción. Steve cargaba el destino del universo en sus manos, pues con un poder semejante al de las gemas, cualquiera podría ser un peligro en los diferentes sitios que el Cap visitaría. – Aún puedo ponerme el traje y acomp-
— No, Sam, esta es mi misión. – Steve cortó sus palabras y le sonrió conciliador desde su posición – Será mejor si te quedas aquí y ayudas a limpiar todo el desastre que hemos dejado con la llegada de Thanos. Mucha gente allá afuera necesita ayuda también. No es nada sencillo saber que estuvieron cinco años atrapados en una realidad alterna dentro de una gema… Y tú eres el adecuado para esto. – San asintió ante las palabras del Capitán América.
—Bien, bien. —sonrió un poco, rascándose la nuca ligeramente con la mano. Steve confiaba en él como para dejarle esta importante tarea y no lo defraudaría. Después de todo, tenía razón. La gente estaría confusa, desubicada, y querrían explicaciones, alguien que les aclarara qué carajos había sucedido. Y los héroes más poderosos del planeta tenían el deber de hacerlo.
Steve activó el traje y el casco cubrió su rostro. Se aseguró que tenías las suficientes partículas Pym para realizar los viajes y regresar. Tomó nuevamente el maletín y el martillo en su mano izquierda y se preparó para el viaje a través del tubo cuántico. Gracias a las coordenadas de todos los viajes que habían hecho para la misión de recolectar las gemas, sabía perfectamente las coordenadas para aterrizar en los lugares precisos. El Capitán América le dio un último vistazo al cielo, a su alrededor, a sus amigos, y finalmente miró a Banner y le hizo una señal con la cabeza. Banner asintió y le deseó feliz viaje, después encendió el equipo y Steve desapareció en un santiamén.
—Bien, ahora haré el conteo para traer a Steve de regreso. Él se tomará el tiempo que necesite, pero para nosotros, esto durará algunos segundos solamente. – Hulk habló, ajustándose las gafas sobre el puente de la nariz. Al haber hecho la fusión, sus gafas se habían abierto un poco debido a que el tamaño de su cabeza se había ampliado, así que ahora sus gafas se le resbalaban constantemente. Bien, no podía quejarse – Regresaremos al Capitán en 5, 4, 3, 2, 1… — Y nada sucedió.
Steve no volvió.
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Planeta: VORMIR.
Año: 2014
Su primera parada fue Vormir. Necesitaba dejar la gema del alma porque era la que más le dolía y no podía llevarla consigo más tiempo.
Se arrodilló en una de las tantas piedras del planeta terroso y lleno de tormentas y, sin quitarse el casco del traje que le brindaba protección y oxígeno suficiente para seguir respirando, abrió el maletín después de asegurase que no había nadie cerca. En realidad no había nadie en el planeta salvo el espíritu que custodiaba la gema y que vivía esperando a que ésta volviera a él.
Steve sacó la gema, brillante y hermosa, ovalada, y la apretó un momento en su mano, como si pudiera sentir el alma de Natasha dentro de ésta. Abrió la mano y contempló la dorada gema en su palma, aguardando, esperando el siguiente sacrificio. Cerró el maletín y, con su mano libre, hizo un pequeño hoyo en la tierra para guardarla ahí.
—Adiós, Nat. – le murmuró al viento — Todos en casa mandan saludos. Hemos ganado. —y sonrió, evitando soltar alguna lágrima porque no podía limpiarla por el casco. Entonces colocó la gema en el hoyo y la cubrió con la tierra, como si estuviera plantando una semilla. La tierra vibró debajo de él, y la gema se hundió más y más hasta desaparecer por completo de su vista.
La primera gema estaba de vuelta en casa.
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Planeta: MORAG
Año: 2014
Si bien habría sido más fácil ocupar alguna nave y viajar por el espacio, Steve sabía que no quería demorarse mucho tiempo en dejar las gemas donde correspondía. Thanos, el Titán Loco, debería andar por alguna parte del universo urdiendo planes para recolectar las gemas y, si lograban identificar algún punto con extraño poder en el universo, no dudaba que irían a por él en menos de un minuto, y no podía arriesgarse a que le quitaran las gemas. Así que hacer un viaje temporal entre Vormir y Morag le pareció la mejor idea para despistar cualquier indicio que el titán o su orden pudiesen llegar a tener.
No tenía mucho tiempo tampoco, pues sabía que Peter Quill llegaría en cualquier momento a tratar de robar la gema, así que la colocaría en su sitio. Era la gema del poder, la más cuidadosa para manejar. En ningún momento había soltado el martillo ni el maletín, y no lo haría. Perder cualquiera de las dos cosas significaría el fin y el fracaso de su misión, y quién sabe qué destinos inciertos podría desatar en estas líneas del tiempo.
Con paso cauteloso entró en la cámara donde se guardaba la piedra. Tenía miedo de que alguna trampa le saliera de repente por los techos, o que el suelo se abriera… Juraba solemnemente no ver más películas de tesoros escondidos con Sam, ya lo estaba volviendo paranoico.
Abrió el maletín y extrajo la piedra del poder con mucho cuidado, siempre al pendiente de que el contenedor estuviera bien sellado para no causar problemas. Se acercó a la pequeña mesa que despedía una luz suave, y la colocó. El suelo bajo sus pies tembló, del techo cayeron algunas piedras y un poco de polvo, y la mesa de piedra tallada con escrituras ilegibles se elevó un poco, la luz se hizo más cegadora y entonces la piedra y su contenedor quedaron suspendidos en el aire, sobre la mesa y entre la luz. La gema estaba en su lugar de origen.
Steve suspiró. Bien, solo quedaban cuatro más.
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Planeta: ASGARD
Año: 2013
Bueno, nunca se imaginó aterrizar precisamente aquí, y menos con un hombre vestido completamente de dorado, que estaba viéndolo a través de su arma con la que le estaba apuntando al cuello. A la yugular, precisamente. Y esos ojos dorados que no dejaban de verlo estaban empezando a incomodarlo.
— Soy Heimdal, el Dios Guardián de Asgard. ¿De dónde has venido? —le cuestionó con voz firme, sin quitarle el arma que estaba a medio centímetro de su cuello – Apareciste de la nada y quero una explicación. —
—Thor me dijo que aparecería aquí. Es imposible entrar a Asgard sin pasar primero por tu morada, ¿eh?... Al parecer solo Thor pudo hacerlo. — Steve sonrió dificultosamente, subiendo las manos en símbolo de paz – Soy Steve Rogers, y… vengo del futuro a devolver la gema de la realidad. —decidió decir la verdad. Thor le habló sobre este personaje. No era para nada fácil tratar con él, pues su deber era nunca dejarse influenciar, ya que la responsabilidad de velar por la seguridad del pueblo de Asgard era suya. Así que, le dijo el Dios del Trueno, era mejor decirle la verdad o podría sentir su furia.
—Así que un viajero en el tiempo con una gema. Es imposible. Jane Foster tiene la gema de la realidad corriendo por sus venas. —le dijo el hombre, tan seguro de sí mismo que su mano ni siquiera dudó en quedarse como estaba: apuntándole al cuello.
—Ya no. Esta mañana la robamos, pero ahora la devuelvo después de haberla usado. No me gustaría alterar la realidad más de lo que ya lo está, así que he venido a devolverla. ¿Puedo mostrártela para que me creas? —le preguntó, con una voz neutra que no dejaba reflejar ninguna clase de miedos o mentiras. Heimdal asintió y dejó de amenazarlo – gracias al cielo –. Steve tomó el maletín y, cuando lo iba a abrir, Heimdal lo empujó ligeramente con su lanza.
—Yo lo haré. —le dijo. Steve se hizo a un lado y lo dejó. Entonces Heimdal abrió el maletín y, efectivamente, comprobó que estaba diciendo la verdad. Miró a Steve con un poco de sorpresa pintada en sus masculinas facciones, pero finalmente tomó la gema de la realidad con su respectivo contenedor, y le dijo: — Déjamelo a mí. La pondré donde debe de ser, será imposible que lo hagas tú. Puedo ser invisible ante los demás si quiero, así que yo colocaré esta gema dentro de Jane Foster. Confía en mí. El destino está escrito y así es como debe ser. Sería peligroso si alguien te ve merodeando por los pasillos del castillo. —
—Bien, bien. Confío en ti, Thor me dijo que lo hiciera. —Steve sonrió un poco aliviado, y de repente recordó algo: —Por cierto. Thor del futuro tomó este martillo sin permiso, así que he venido a devolverlo también. —Steve agarró sin ningún tipo de esfuerzo el martillo del piso ante los ojos atónitos de Heimdal, quien comprobó porqué era este hombre el que tenía la misión de devolver las gemas a su sitio. Él era digno del martillo, digno de llevar las gemas, digno de confianza de realizar su misión con éxito y responsabilidad. Heimdal se arrodilló ante él, ante lo que pudiera ser un nuevo gobernante de Asgard. Steve se sorprendió y se arrodilló con él, con las orejas completamente rojas de la vergüenza —. Vamos, no hagas eso. Aun tienes un Dios aquí que no sabe que puedo cargar su martillo, así que no se lo digas o me buscará para matarme. — y ambos rieron.
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Planeta: TIERRA
Año: 2012
Agachó la cabeza cuando un chitauri le pasó casi rozando el cabello. Dios, olvidó lo rápido y feroces que eran. Bien, aquí tenía que hacer dos paradas rápidas que no requerían un salto en el tiempo, así que sería un poco más fácil y la desubicación sería menor, pues sentía un ligero mareo por los saltos cuánticos dados con anterioridad. Si él era un súper soldado y aun así sentía la fuerza de los viajes, ¿qué habría pasado con un simple mortal? Cuando otro chitauri pasó volando encima de él, no lo pensó más y decidió avanzar. Ya dejaría sus preguntas existenciales para después.
Avanzó cuidadosamente por las calles destruidas de Nueva York. La ventaja de aterrizar en la batalla es que nadie se fijaba en él. Así que, de acuerdo a las instrucciones de Banner, llegó a donde debería vivir la portadora de la gema del tiempo en este momento: El Santuario de Nueva York. Tocó la puerta pero nadie abrió después de cinco minutos, y como a Steve se le hizo de mala educación entrar sin tocar, dejó el maletín en el suelo y, cuando un chitauri pasó cerca de él, dio un salto grande y se colgó de su aerodeslizador tumbando al extraterrestre de un certero golpe en la columna. Bien, había sido bastante sencillo. Estar años en combate después de que lo descongelaran, le había ayudado a perfeccionar ciertas técnicas que no tenía en 2012 cuando recién se reincorporó al mundo.
Volvió por el maletín y subió hasta el techo del edificio. Dejó el aerodeslizador estacionado en una esquina del techo y, con un salto grácil, aterrizó en el techo. Ella lo estaba esperando.
—Muy educado de tu parte tocar. Siento no haber podido abrirte pero estoy un poco ocupada aquí. —le mencionó una mujer calva vestida de amarillo sin si quiera verle, mientras hacía movimientos raros y destruía naves enemigas con sus manos. Steve la relacionó con Doctor Strange. Era el mismo tipo de magia. Ella hizo un movimiento final y una especie de escudo dorado cubrió el perímetro de su casa. Todo chitauri que se acercaba, explotaba de inmediato. Ahora sí lo miró.
—Soy Steve Rogers. He venido a regresarte la gema del tiempo. —dijo Steve, aun admirando la obra que ella había construido tan solo con sus manos. Un escudo fantástico. La mujer calva se acercó parsimoniosamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo, como si la paz fuera una parte interna de su alma y su cuerpo. Lo miró fijamente. Así que este era el Steve Rogers que tanto había visto en sus visiones.
— No has tardado nada, un minuto aproximadamente. —dijo ella con una pequeña mueca parecida a una sonrisa—. Si estás aquí, debo suponer que todo salió bien en tu realidad. — afirmó concienzudamente, ofreciéndole a Steve un asiento en su terraza. Él agradeció el gesto y tomó asiento en la silla de madera tallada, cerrando por un momento los ojos y sintiendo aún el mareo del último salto. Dios, ya quería volver a casa y tomar una siesta.
—Derrotamos a Thanos, pero… hubo sacrificios. Me gustaría haber podido hacer más… haberlo evitado. Tendría que haber luchado más, haber tomado yo el guante… yo… Dios. Esto es difícil. —suspiró, mirando hacia el cacho de cielo protegido que podía desde su posición. Apretó los puños, sintiendo, por primera vez, la impotencia de no salvar a sus amigos al decirlo en voz alta a alguien más. La mujer lo miró fijamente, con una mirada profunda y conocedora que Steve no supo distinguir. No era necesario que él le dijera lo que había pasado porque ella ya lo sabía. Ella protegía las realidades, por supuesto que conocía cada una de ellas… y conocía la que estaba a punto de existir.
—Era algo inevitable. Y por esa misma razón has llegado hasta aquí. —ella le dijo. Steve no supo interpretar si su frase fue a modo de consuelo, o de pronta resignación, o de esperanza. Dios, él solo quería ponerse a llorar y olvidar que todo esto había pasado.
—Quizá pude evitarlo. —se lamentó, todavía reacio a aceptar que sus amigos estaban muertos.
—Pero no lo hiciste, Steve. Era el destino. Y el tuyo es este. —la mujer se acercó a él y estiro su blanca mano—. Dame la gema. —le dijo. El rubio se puso de pie, fue hasta el maletín, y sacó una de las tres gemas que le quedaban por entregar. Era verde, hermosa, y ligera al tacto.
—Toma. —se la puso en la palma de la mano. La gema resplandeció en cuanto estuvo con su dueña. La mujer calva la colocó dentro de lo que parecía ser un relicario, hizo un movimiento de manos y éste se cerró resguardando la gema. Steve miró hacia el cielo todavía cubierto por el hechizo dorado—. Bueno, no puedo perder más tiempo, tengo que devolver estas últimas gemas, y no tengo tanto tiempo para regresar la de la mente. —se dio ánimos. Giró hacia la mujer, quien lo estaba viendo de forma grácil, casi como un venado mirando una flor—. Debo irme.
—Te acompañaré. No podrás dejar esa gema tú solo, te verán. —le mencionó ella, haciendo otro movimiento de manos para reforzar el escudo sobre su casa—. Vamos. —mencionó y abrió la puerta que daba a la entrada de su casa—. No vayas a resbalarte, acabo de encerar el piso.
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Ella lo ayudó a llegar hasta la escena que estaba esperando: el momento justo después de que él tomara el maletín.
Esperó que su "Steve" antiguo se fuera con el maletín y la gema, y entonces dejó el maletín con la gema de regreso, frente a la puerta del elevador por donde saldrían los Agentes de Shield. La mujer lo había ayudado a dejar el maletín en su lugar al ralentizar el tiempo y cubrir la realidad con fragmentos superpuestos de otras realidades.
Él estaba sinceramente sorprendido de los poderes de la misteriosa mujer que, de repente, había decidido ayudarle en su misión. Pensó que quizá ella quería robarle las gemas, pero Bruce le había dicho que tuviera confianza en ella, al igual que Doctor Strange quien mencionó que, si a ella no le parecía algo, despegaba tu cuerpo de tu alma y te hacía delirar. Así que mejor tomaba el consejo de confiar en ella.
—¿Podemos… ? —Steve se giró hacia la mujer, dejándola ver la añoranza escondida detrás de sus pupilas azules. Necesitaba solo una mirada, solo una. Aunque fuera de lejos, no necesitaba acercarse, solo quería ver a Natasha… y a Tony Stark.
—No. —le respondió firmemente—. No puedo permanecer más tiempo alterando la realidad con espejismos, o habrá consecuencias graves. Lo mejor es que sigas tu camino y regreses la última gema. —le aconsejó. Rompió con sus manos el hechizo y la realidad pareció tomar formas distintas y luego volver a lo que era. Ambos estaban a mitad de un pasillo totalmente solo.
—Sí, tienes razón. —ocultó la ligera decepción que se instaló en su pecho, pero entonces recordó su misión. Suspiró hondamente y tomó el maletín con la última gema que tenía que devolver. Ajustó su reloj con las coordenadas precisas para regresar al momento en que Tony había tomado el Tesseracto, y antes de volver a viajar, miró a la mujer que estaba frente a él observándolo: —Gracias. —le dijo agradecido—. No habría podido hacerlo sin ti. Me has sido de muchísima ayuda.
—No es nada. Lo habría hecho por cualquiera de tus compañeros. —le sonrió por primera vez en el día. El pecho de Steve sintió un confort precioso al sentir que estaba haciendo lo correcto. Todos habían dado su mejor esfuerzo y él tenía la obligación de hacer que valiera la pena.
—¿Cómo puedo llamarte? —recordó que ella no le había dicho su nombre. En realidad, nadie le dijo su nombre, solo se referían a ella como la Hechicera. Bruce y Strange le dijeron que la reconocería en cuanto la viera y así fue, pero aún así sentía la curiosidad.
—Soy la Hechicera Suprema de las Artes Místicas. —se presentó por fin—. Pero puedes llamarme Ancestral. —le ofreció la mano. Steve la tomó y le dio un cordial apretón.
—Bien, Ancestral, es momento de retirarme. Me hubiera gustado conocerte un poco más, pero el deber llama. Por favor, cuida de esta realidad. —le dijo el rubio con una sonrisa pequeña, confiándole el futuro de ese momento.
—Así será. —le respondió. Cuando Steve estuvo a punto de presionar su reloj, Ancestral se adelantó con unas palabras: —. Steve, todos los incidentes que ocurren en el universo tienen su significado. También nuestro encuentro tiene su significado, así que recuérdalo.
Steve asintió y desapareció.
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Planeta: TIERRA
Año: 1970
Solo una más, solo una gema más. Se dijo Steve mientras terminaba de vaciar su estómago detrás de un arbusto. El último salto en el tiempo había sido algo grande a comparación de los demás, y sentía el estómago tan revuelto que no había podido evitar vomitar. Qué bueno que había desayunado ligero. Se limpió la boca y se enjuagó con una llave cercana que encontró detrás de las instalaciones de su antiguo cuartel general. Respiró el aire fresco y se dijo a sí mismo que se sentía mejor, aunque lo cierto es que alrededor todo daba vueltas ligeramente. Apretó el contenedor contra su pecho y echó a andar por el cuartel con pasos seguros.
Tuvo que ponerse un uniforme de soldado de la época encima del suyo de Capitán América y, esta vez, utilizó un bigote postizo para pasar desapercibido. Recordaba el pequeño incidente que habían tenido Stark y él con la señora del elevador. Bajó de forma cuidadosa y agachándose ligeramente cuando alguien se le quedaba viendo fijamente. Había traído el reloj y las dos dosis de partículas Pym que le sobraban por si algo salía mal, pudiera huir.
Afortunadamente, nada malo pasó y él pudo dejar con éxito el Tesseracto donde correspondía. No había nadie alrededor, ni un alma vagando por los pasillos oscuros y fríos de la organización secreta que apenas y daba sus primeros comienzos: Shield.
Cuando salió, sintió una especie de libertad que no había sentido desde que empezó la misión. Bien, todo estaba devuelto en su sitio y en el momento exacto para dejar las realidades lo mejor acomodadas posibles. Probablemente se alterarían ligeramente, pero los pequeños cambios de la cotidianidad, pocas veces alteraban los grandes. Era momento de volver a casa.
Se fue atrás de un árbol grande donde pudiera confundirse con cualquier otro soldado y se remangó la camisa militar dejando entrever su traje de Capitán América. Ajustó su reloj al 2023 y estuvo a punto de hacer click para irse, cuando la escuchó: su melodiosa y firme voz. Alzó la vista y sonrió, porque Peggy pasó cerca de él sin verlo y siguió andando con sus hermosas curvas por todo el patio del cuartel hasta las oficinas. Todos los soldados se giraban a verla tras su paso, pero nadie se atrevía a chiflar porque sabían que ella era capaz de sacar un arma y dispararles.
Bien, regresar a casa podía esperar un poco más.
Se escabulló por entre los demás soldados y se metió de nueva cuenta en el pasillo de las oficinas. Buscó su nombre en las puertas que recorría y, cuando lo encontró, tomó una decisión impulsada por el repentino palpitar de su corazón: giró la perilla y abrió la oficina de ella.
Él iba a tomar esto, ya estaba aquí. Estaba cansado de vivir en una época que no le pertenecía, de andar por las calles que le sonaban extrañas por más que quisiera adaptarse, de añorar una familia que ya jamás podría tener. Pero ahora tenía la posibilidad de cambiar todo eso.
Sin embargo, Peggy no estaba. Bueno, sí estaba, pero del otro lado de la oficina a través del vidrio, como la primera vez que viajó en el tiempo y la vio. La admiró de lejos, deseando atravesar los cristales para que ella pudiera verlo y besarla como correspondía. ¿Qué cara pondría al verlo llegar de la nada?, ¿le dispararía pensando que era un impostor? El solo pensamiento le causó un poco de gracia. Era el momento, el momento de conseguirse la vida que Tony tanto le decía que buscara.
…Tony.
Tony Stark.
…Su amigo.
El hombre que dio su vida a cambio de regresar a los que estaban atrapados en la gema del alma y liberar a la tierra del ejército de Thanos. Al que no había podido salvar. A quien le hizo promesas que no pudo cumplir. Al que vagó sin rumbo fijo durante 22 días por el espacio sin comida y con una infección creciendo en su estómago. A quien le debía la vida que estaba a punto de hacer ahora. No, no podía hacerlo. No podía ser tan egoísta con el hombre al que una vez le dijo que no era capaz de ponerse sobre el alambre y dejar a otros pasar sobre él. Porque Tony Stark había hecho mucho más que eso. Había demostrado ser un verdadero héroe. Y ahora él sólo iba a tomar la oportunidad de su vida y dejaría atrás todo como si nada. No podía hacerlo. No podía aunque quisiera quedarse, aunque deseara correr y abrazar a Peggy.
Sacó de su pantalón las últimas dos partículas Pym que le sobraban y lo decidió. Metió una dentro del brazalete que traía, con mucho cuidado, y lo cerró. Se quedó viendo a Peggy a través del vidrio, con una sonrisa. Esta era la tercera vez que la perdía: la primera cuando se perdió en el hielo, la segunda cuando ella murió en su realidad, y ahora esta. Pero estaba conforme, algo en su corazón le decía que estaba haciendo lo correcto. Que para esto estaba aquí. Entonces se acercó al vidrio y pegó su frente ahí, mientras ponía las coordenadas del sitio perfecto. Ya había maquilado en su cabeza cómo es que ayudaría a Tony Stark del futuro a tener una mejor vida, y sabía cuál era el momento para empezar.
Después de ajustar su reloj, dio un último vistazo a Peggy y se esfumó justo cuando ella estaba volteando al sentir una mirada del otro lado del vidrio.
Ella corrió y abrió la puerta, pero lo único que sintió fue el correr de un viento extraño que de repente se alzó. Miró a todos lados y vio simplemente su oficina vacía. Juró que, por un momento, vio Steve del otro lado.
Pero el Steve que estuvo allí, ahora se encontraba dando un salto temporal al 2012. Si no podía revivir al Tony de su realidad, le daría un mejor futuro al de ésta.
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Espero que les haya gustado y ya saben que amo locamente cuando me dejan un comentario para ver si les gustó o no. Si tienen alguna idea, algún sueño guajiro que quieran que incluya en esta historia, háganmelo saber. Amo mucho saber de ustedes, así que siéntanse en confianza para comentar, ya sea algo bueno o malo, observaciones, etc, etc, todo es bienvenido. Ustedes y sus comentarios son mi motivación para continuar escribiendo. Tengan un excelente inicio de semana.
¡Besos!
