Segundo fic que publico sobre esta serie. No hay mucho que decir salvo que estoy como una cabra y no hago más que empezar historias que luego me cuesta mucho finalizar xD Pero tened paciencia conmigo, por favor, prometo que las terminaré TODAS xD ¡Espero que os guste!
Los personajes de Vampire Knight no me pertenecen, pero sí parte de la trama y sus OCs.
- Diálogos.
"Pensamientos"
Memorias/Flash backs/Sueños
Canciones
"Libros/Escrito"
Prólogo
Por más que su maestro le dijese que si le había salvado no era para que ahora llorase, el pequeño Zero aún seguía siendo un niño que acababa de ver cómo una enfermera bondadosa y hermosa se había transformado en un terrorífico vampiro y había dejado sin su ojo derecho a su maestro.
- Maestro Yagari… por mi culpa usted…
- Ya déjalo, Zero – sentenció con firmeza el joven de tez morena y cabello azulado –. Un vampiro no deja de ser un vampiro, tenga la apariencia que tenga. A partir de hoy, deberás aplicar en tu vida esta valiosa lección, pues puede que la próxima vez que algo así suceda, yo no esté para ayudarte o directamente, no quiera hacerlo. ¿Lo entiendes?
- Sí, lo entiendo – murmuró, aunque aún se percibía una clara sombra en ensombreciendo su mirada.
Toga Yagari lo percibió en seguida.
- ¿Qué piensas, Zero?
El pequeño dio un respingo y desvió la mirada, sin saber si decírselo o no.
- Pues… esa enfermera… antes de transformarse era muy buena y hermosa… no creí que los vampiros pudiesen ser personas así.
Su maestro bajó el rostro y permaneció perdido en sus recuerdos durante unos segundos, bajo la atenta mirada de su pupilo.
- Nadie se espera nunca que alguien con esas cualidades y cercano a nosotros… acabe transformándose en una bestia con forma humana.
El corazón del pequeño Zero bombeó con algo más de fuerza al escuchar aquello. ¿Significaban aquellas palabras que el maestro ya sabía lo que podía pasar con la enfermera porque ya le había ocurrido con alguien cercano a él en el pasado? Se arrodilló junto al que le había salvado la vida y cerró las manos en sendos puños sobre sus rodillas antes de atreverse a preguntarlo. De algún modo, le parecía estar invadiendo su privacidad, pero después de aquel incidente, el pequeño Zero deseaba, más que nunca, saber algo más de su maestro.
- ¿Ya le había pasado antes con otra mujer hermosa, maestro?
- Sí – contestó después de algunos segundos que a Zero se le hicieron interminables. Toga encendió un cigarro y observó al detalle la expresión de su alumno. Sonrió –. Quieres saber más, ¿verdad?
El pequeño Zero se sonrojó involuntariamente y desvió la mirada.
- N-no tiene por qué hablar de ello – murmuró, aunque en realidad sí quería saber más.
De pronto, la mano de su maestro se posó sobre su cabeza, revolviéndole el pelo.
- Ella fue la única persona a la que quise salvar de entrar en el mundo de los vampiros como cazadora de vampiros.
- ¿Y lo logró?
Toga Yagari esbozó una sonrisa algo tétrica, como si se riese de sí mismo.
- Fallé estrepitosamente.
Capítulo 1: Maestro
Hace dos años…
Cada vez era menor el número de misiones o encargos que recibía Toga Yagari para deshacerse de vampiros del Nivel E. Era evidente que, desde que la sangrienta guerra entre vampiros y humanos había quedado reducida únicamente a una guerrilla entre el Consejo de Ancianos y la Asociación de Cazadores, los vampiros sangrepura ya no tenían la necesidad de crear más vampiros para fines militares.
Ahora, únicamente los sangrepuras rebeldes a la débil línea de paz establecida entre ambos bandos, eran aquellos que osaban transformar humanos en vampiros. Y aún así, todavía había bastantes del Nivel E.
Aunque él no sólo recibía encargos acerca de vampiros que hubiesen caído al Nivel E. Había habido ocasiones en las que también había tenido que dar caza a vampiros de los Niveles C y D, he incluso, aún tenía una pequeña cicatriz en la palma de la mano fruto de los poderes del primer vampiro de Clase Noble al que tuvo que dar caza. Por suerte o por desgracia, nunca le habían encomendado cazar a un sangrepura.
- ¡Oh, Yagari! Ya regresaste – exclamó el Presidente de la Asociación, sacándole de sus pensamientos con cierta brusquedad –. Veo que el encargo fue todo un éxito.
- Últimamente los vampiros que caen al Nivel E están tan desesperados que en lugar de huir, deciden atacar de frente. Es demasiado fácil liquidarlos – murmuró mientras se fumaba un cigarro.
El extraño hombre que era el presidente se acomodó su largo cabello plateado sobre el elegante y femenino kimono que llevaba puesto.
- Desde luego, después de Kaien Cross, quien se retiró hace unos meses, tú eres, sin duda, el mejor – sonrió, adulador.
- Si no hay nada más, me marcho.
El moreno se dio la vuelta para marcharse, pero cuando iba a salir por la puerta, el hombre mayor le detuvo nuevamente con una extraña sonrisa.
- En realidad, sí que hay algo más – sacó un archivo del cajón de su escritorio y se lo lanzó con gran puntería –. La familia que nos ha pedido ayuda en esta ocasión es de Clase Noble.
- ¿Vampiros?
- No. Son una familia de cazadores de vampiros pero son de la nobleza. Por hacer una comparación que puedas entender, en nuestra sociedad de cazadores su estatus es el mismo que tendría un vampiro de Clase Noble en la sociedad de vampiros.
- No veo por qué una familia de cazadores nos pediría ayuda para nada.
- La madre de la familia murió hace unos años a manos de un sangre pura de apenas 20 años, un tal… Ivory Haven.
- ¿El hijo de los sangrepuras Haven?
- Ése mismo. Desde que el chico mató a su esposa, el padre ha pasado sus últimos años intentando dar con él, pero ha sido en vano. Ahora está enfermo y quiere que nos hagamos cargo de su única hija y heredera de su familia: la joven Ember Noire. La joven acaba de cumplir la mayoría de edad y su padre cree que ya es hora de que sepa la verdad.
- ¿Quiere decir que ella no sabe que los vampiros existen?
- Exactamente.
- ¿Y qué demonios le dijo cuando murió su madre?
- Que la había atropellado un borracho.
- ¿Y ella no hizo preguntas al ver su cuello en el velatorio?
- No. Nunca la dejaron ver el cuerpo de su madre.
- Eso es…
- … irrelevante para lo que te voy a encomendar – le interrumpió el presidente. La mirada azul de Toga se clavó sobre él con dureza –. Irás a su casa y convivirás con ellos hasta que el padre fallezca. No creo que le quede ni un mes de vida. Una vez hecho esto, te traerás a Ember y la entrenarás como cazavampiros.
Toga Yagari le lanzó de vuelta el expediente de la familia Noire.
- No me interesa.
- No me importa tu opinión, Yagari. Es muy posible que el vampiro sangrepura que atacó a su madre en realidad quisiese a Ember y esté esperando su oportunidad. Al fin y al cabo, esa familia se ha logrado muchos enemigos vampiros, y qué mejor modo para que el viejo Noire se vaya con dolor a la tumba que asesinando a su hija antes de que muera. Tu misión – dijo, mirando a Toga fijamente – no es sólo convivir con ellos. Te encargarás de su seguridad.
El joven se lo pensó largamente. Finalmente, volvió a coger el expediente de manos del presidente con algo de brusquedad.
- Pero cuando el viejo Noire muera, que otro se encargue de su hija. Yo no quiero saber nada de nobles consentidos por el dinero.
Los ojos del presidente brillaron alegre y maliciosamente.
- Ya veremos, Yagari, ya veremos.
La conversación que había mantenido con el Presidente de la Asociación le había puesto de mal humor. ¿Por qué tenía que encargarse él de supervisar a una niñata noble que además procedía de una familia de cazavampiros? Si sus padres hubiesen sido la mitad de listos, la chica ya sabría defenderse por sí misma y él se podría estar ahorrando todo aquel viaje hasta su mansión, un enorme edificio situado a las afueras de la ciudad, rodeado de vegetación por los cuatro costados.
Se recolocó el rifle anti-vampiros en el hombro y se sacudió la nieve que le había cuajado en el sombrero y sobre la gabardina mientras caminaba hasta el porche de la casa. Tocó a la puerta un par de veces, con golpes firmes y secos. No tardó en escuchar una voz femenina del interior.
- ¡Ya voy, no se vaya, ya llego!
Después de tres minutos escuchando ruidos extraños al otro lado de la pared, la puerta se abrió y por el hueco de apertura asomó una pequeña cabeza cuyo rostro estaba prácticamente oculto bajo una densa capa de desordenados y largos cabellos dorados y rubios. Unos brillantes ojos azules le miraron sorprendidos bajo aquel desorden capilar.
- ¡Lo siento mucho, señor! ¿Deseaba algo?
- Pasar – dijo simplemente.
La chica frunció el ceño y unas simpáticas arrugas se formaron sobre su nariz. Aquel gesto le hizo bastante gracia al cazador, pero por fuera su expresión seguía siendo de piedra.
- Lo siento, caballero, pero así no se piden las cosas. Si no quiere nada más…
Fue a cerrar, pero Toga empujó la puerta con un brazo y apartó a la joven de su camino con el otro.
- Lo siento, señorita, pero no tengo tiempo. Vengo a hablar con el señor Noire.
- ¡Ah! – La joven entonces cambió radicalmente de expresión, de molesta a sorprendida – Lo siento mucho, mi padre está dormido ahora y… no puede verle.
- No importa, esperaré.
- ¡Oiga! – Exclamó ella al ver cómo Toga se sentaba en el sofá de la entrada sin vergüenza alguna.
- Tú debes de ser la hija del viejo Noire, ¿me equivoco, Ember?
Sus ojos azules se abrieron con incredulidad mientras trataba de cerrar la bata que cubría su fino camisón. Aquel tipo la había despertado de la siesta y encima, ¡vaya unos modales!
- Así es. ¿Qué asuntos tiene que tratar con mi padre, señor…?
- Toga Yagari. Son privados.
Las mejillas de la chica se sonrojaron de rabia.
- Oye, Yagari, voy a tutearte porque no mereces mejor trato. Mi padre está enfermo y no deberías…
- Hija, él es bienvenido – interrumpió una voz enferma desde la parte superior de las escaleras, en el segundo piso. El anciano Noire se apoyaba sobre un andador para poder caminar ya que había perdido mucha fuerza por culpa de su enfermedad.
Toga se levantó del sofá.
- Ya sabe a qué vengo, señor Noire, supongo que ya le habrán avisado.
- Yo pedí que le enviaran, joven, así que no sea tan arrogante. Pero no hablemos aquí. Hija, prepara la cena mientras hablo con el señor Yagari en mi habitación. Esta noche seremos tres.
Ella miró hacia otro lado y asintió, aunque se marchó hacia la cocina murmurando de bastante mal humor.
- No entiendo por qué decidió despedir a María…
Toga Yagari dejó de pensar en lo pequeña y frágil que parecía la joven para prestar atención a su padre. Caminaron a través de un largo y algo lúgubre pasillo hasta alcanzar la última habitación, donde entraron y se acomodaron para dar comienzo a la presentación.
- No voy a ir con rodeos, Yagari. Quiero que mi hija esté viva aún cuando yo me muera y te he hecho llamar para que la protejas de ese odioso chupasangre sangrepura. Y cuando yo me vaya, quiero que le cuentes la verdad.
- Creo que de eso debería encargarse usted.
- Yo ya soy un viejo deshecho, Yagari. No quiero irme de este mundo sabiendo que mi hija me odia por haberle ocultado la verdad sobre la muerte de su madre. Prefiero irme con la conciencia tranquila.
Toga frunció el ceño. Aquello era lo que odiaba, el comportamiento de los nobles. A aquel hombre le importaba un carajo el haber mentido a su hija toda su vida, y no contento con eso, no pensaba cargar con el peso de la sinceridad, sino que se lo estaba cargando a otro. A él para ser más exactos. Pero el joven cazador no se molestó en discutir, pues sabía que sería inútil. Se limitó a escuchar todo lo acontecido en sus vidas en relación con Ivory Haven hasta que la joven Ember llamó desde la planta de abajo para cenar.
- Creo que antes no os presentasteis como es debido. Ember, este hombre es Toga Yagari, y a partir de ahora vivirá con nosotros. Quiero que cuando me muera, le sigas y creas a pies juntillas en todo. Él será tu maestro.
La joven le miró de reojo mientras saludaba más educadamente a su nuevo maestro.
- Lamento lo de antes, pero su actitud me pareció extraña.
- No hay por qué, fui yo quien no debió pagar contigo el odio que profeso a los de tu estatus social – murmuró, mirando de reojo a su padre, quien se limitó a comenzar a cenar.
El menú en cuestión no fue muy elaborado. Algo de pasta de primero y ternera de segundo, con fruta y chocolate de postre, pero para ser sinceros, a Toga le pareció bastante delicioso para haber sido cocinado por una joven que habría sido servida por doncellas durante toda su vida. La cena fue de lo más tranquila pero, tal y como ya esperaba, en el postre comenzaron las preguntas.
Los ojos azules de la joven le miraron con interés a través de los desordenados mechones de su cabello.
- Y… ¿a qué se dedica, maestro Yagari?
El moreno miró de reojo a su padre, que permanecía con la vista fija en su plato aunque Toga sabía que estaba más que atento a la conversación. Le devolvió la mirada a la joven.
- Soy cazador.
Su padre soltó una arcada seca, indicándole que se detuviese. Por toda respuesta, los ojos del cazador se movieron hacia él y luego regresaron a su horrorizada hija.
- ¡Eso es… horrible!
- ¿No te gustan los cazadores? – Preguntó, con cierta sorna que la joven no llegó a entender.
- Son lo peor. No hay nada más cariñoso y dulce que los animales. Te dan su amor de forma incondicional, ¡no es justo que la gente les dé caza! – Exclamó.
- Y, no obstante, comes ternera – murmuró Toga señalando su plato.
Aquello la dejó callada, tal y como el moreno esperaba. Parecía fácil de tratar aquella chica: de ideas firmes pero con contradicciones, dulce y despreocupada. Sencilla para ser una noble. No como su padre.
- Sigue siendo horrible la caza y el maltrato animal, aunque yo coma ternera – susurró ella, apretando el agarre que mantenía sobre su cubierto.
El joven sonrió de forma siniestra.
- Yo nunca dije que cazase animales.
Ember se le quedó mirando fijamente por el resto de la cena. ¿Qué tenía aquel hombre? Actuaba como si el peso del mundo se sostuviese sobre sus hombros, exigiendo respeto e intimidando a los que consideraba "poca cosa". Y no obstante, no se veía mayor. ¿Cuántos tendría? ¿Veinte? ¿Veintipocos? Por ahí debía andar. Y, en opinión de Ember, aquellos años habían dado un fruto muy sabroso aunque de sabor algo agrio con ese carácter.
Apartó la mirada en cuanto él alzó el rostro hasta encontrarla. Y entonces cayó en la cuenta de un pequeño pero crucial detalle.
- Maestro Yagari… tengo un par de preguntas sobre su… trabajo.
- Cuáles.
Ella frunció el ceño y se le arrugó la nariz.
- Si no caza animales… ¿qué caza? Y lo otro… ¿pretende enseñarme a cazar a… aquella que sea su presa?
Toga asintió, dejando reposar su sombrero suavemente sobre la mesa.
- Cazo otra clase de bestias. Y sí, aprenderás a cazarlas.
Ella se puso en pie de golpe, enfadada.
- ¿Y si no quiero hacerlo? ¡No quiero ser una asesina a sangre fría!
- ¡Hija, siéntat…! – Fue a ordenar su padre, pero Toga se puso en pie antes de que el viejo pudiese terminar.
- Una vez más, das las cosas por sentadas, niña – ella se sonrojó. ¿Acaso había metido la pata? –. Nadie ha dicho nada de matar a sangre fría y menos de ser asesinos. Deja de hablar y atiende a los mayores.
Ella apretó los puños sobre la mesa. La había metido hasta el fondo. Apartó la mirada, húmeda de lágrimas de vergüenza y humillación. ¿Niña? Ella ya había dejado de considerarse una niña, no lo era, ya no. ¿O sí? ¿Por qué aquel estúpido arrogante parecía dispuesto a terminar con su orgullo?
- Lo siento – susurró.
Toga asintió y volvió a sentarse con absoluta calma. Ember, por el contrario, se limitó a ocultar su mirada herida bajo el flequillo.
- ¿Puedo retirarme?
Su padre fue a hablar pero, de nuevo, Toga se le adelantó.
- Sí, retírate.
El viejo Noire juntó las manos sobre su regazo con satisfacción. Había hecho bien al hacer que le llamasen a él, él sería capaz de controlar y cuidar a su hija mejor que ningún otro cazador de vampiros de la Asociación. Le llamó por su nombre y sólo cuando estuvo seguro de que su hija se había retirado, se atrevió a decir aquello que sellaba aquel extraño pacto.
- Desde este momento, tú eres la autoridad en esta casa. A mí no me queda mucho, así que estate seguro de congeniar lo suficiente con mi hija como para que, al morir yo, te crea sin lugar a dudas cuando le digas que los vampiros son reales.
Toga Yagari ni siquiera se molestó en contestarle. Le repelía por completo. Con un "Gracias" en referencia a la cena, se levantó de la mesa y se dirigió a la habitación de invitados donde le habían hospedado. Tras cerrar bajo llave la puerta de su habitación, avanzó hasta la venta a través de la cual se podían observar los blancos copos de nieve cubriendo con un manto blanco todo cuanto la vista alcanzaba a ver desde allí. Todo estaba tan quito y silencioso que no pudo evitar fijarse en ella, en aquella sombra que con poco más que una capa por abrigo, salía de la mansión mirando al cielo mientras los copos de nieve comenzaban a cubrir su cabello de blanco.
Pero no parecía importarla. La joven se sentó en la fuente central del patio y alzó la vista una vez más al cielo gris que los cubría. Por primera vez, Toga fue consciente de lo hermoso que era aquel cuadro: ella, como una dulce doncella, pintada sobre una fuente helada y rodeada de la más pura nieve. Y es que además, ella era hermosa. Se acercó más a la ventana, mirando con atención ya no sólo a la joven, sino también a sus alrededores por si hubiese algún peligro cerca, hasta que se encontró con la mirada azul de ella sobre la suya propia.
Él, como siempre, mantuvo la mirada, pero ella la retiró algo avergonzada. Se llevó una mano a la mejilla, cohibida. Aquel atractivo hombre estaba viviendo en su casa sabía su padre por qué motivo, pero la intimidaba bastante, y no sólo por su carácter brusco. Suspiró mientras observaba cómo se consumía un copo de nieve sobre la palma de su mano, así como lo hacía la vida de su padre. Suspiró. Volvió a mirar hacia la ventana de su maestro para comprobar que ya no estaba allí. Acto seguido, la puerta principal de la casa se abrió y el hombre salió con una toalla seca en las manos.
Cuando le pasó la toalla sobre los hombros, apreció que ya no llevaba ni el sombrero ni la gabardina, únicamente estaba con una fina camisa y unos vaqueros.
- Se va a congelar así.
Él se limitó a secarle el pelo con la toalla.
- Entra en casa, estás empapada.
La joven apreció calidez por primera vez en sus bruscos gestos. Por lo menos, pensó con algo de resignación, ya no estaría sola cuando muriese su padre… aquello era un triste pero cálido consuelo. Y con ese pensamiento, se dejó arrastrar hacia el interior de su propia casa sin saber que aquel extraño acabaría cambiando su vida… para siempre.
Continuará…
Bien, como es el primer capítulo, supongo que no habrá muchos comentarios, pero de todas formas, me encantará conocer vuestra opinión. ¡Nos vemos en el capítulo 2! ¡Gracias!
