Los personajes pertenecen a Naoko Takeuichi, la historia es una adaptación de la novela de Cristina Dood "Escándalo Nocturno"

«CAPÍTULO 1»

▬Esperemos que nadie recuerde el escándalo▬ Diamante Morant, desde su trémula nariz de conejo, miró a su cuñada ▬No quisiera que el buen nombre de mi hija se viese manchado por tu desgracia.

La señorita Serena Higgenbothem, enfundada ya en su anticuado vestido de viaje café, estaba sentada muy erguida en la silla dura. Sabía que representaba la imagen de la dignidad y la calma. Se había esforzado por adquirir tal imagen, precisamente para momentos como ése. Estaba segura de que Diamante no la habría llamado a su sala sólo para quejarse de aquel antiguo escándalo. Entonces ¿para qué había venido?

Respondió en tono bien modulado:

▬No creo que la sociedad elegante esté interesada en algo sucedido hace tanto tiempo. Ahora está interesada en alguna nueva habladuría.

▬Cierto; si no tuviésemos en cuenta que ese escándalo le ocurrió a Lord Blackburn.

Serena bajó la vista y la posó en sus manos enguantadas. El coche estaba esperándola. Mina estaba esperándola. Londres estaba esperándola.

Y Diamante continuó su monótono discurso:

▬Lord Blackburn es uno de los hombres más ricos de Inglaterra. Él marca el tono en sociedad. Todo lo que hace es imitado▬ sus nudillos se pusieron blancos de tanto apretar la madera de la anticuada silla de respaldo alto▬. Y a pesar de eso, tengo entendido que hay quienes aún lo llaman «Figgy», en alusión a cierta pequeñez.

Serena se encogió.

▬Desde que regresé de Londres, mi comportamiento ha sido ejemplar▬ replicó con energía.

▬Aún sigue dibujando▬ dijo Diamante, con el tono que solía reservarse para acusar a alguien de prostitucion-

▬Todas las damas dibujamos.

▬Sus dibujos la traicionan.

▬Trataré de hacerlos peores.

▬No sea atrevida señorita. Como usted sabe, esos retratos que usted hace son mordaces.

En realidad, sus retratos no eran otra cosa que rápidos esbozos, impresiones que Serena recogía de las personas que la rodeaban. Sucedía que Diamante había visto uno que ella había hecho de él, y había reconocido la tacañería que brillaba en sus ojos. No había olvidado… ni perdonado.

Abrió el grueso libro de contabilidad que tenía en sus manos y lo sacudió ante ella:

▬Todavía me cuesta creer que financié esa desdichada temporada suya. No me correspondía a mí solventarla; aun así lo hice, a instancias de mi querida Serenity. Yo le dije a ella entonces que nada bueno podía salir de esto▬. Como de costumbre, tenía razón. Nada bueno resultó.

Serena había oído muchas veces ese reproche. Once años antes, él le había pagado su ropa y alquilado una casa en la zona elegante de Londres y, ¿cómo le había retribuido ella? Con un desastre. Él no lo había hecho por ella sino por Serenity. Por Serenity, la hermana de ella y esposa de él, a la que había adorado con la mezquina pasión de su tacaño corazón.

Serena también lo había hecho por Serenity. Por su hermana mayor. Ya cuando tenía dieciocho años, Serena sabía que no se adaptaría a la sociedad, pero Serenity le había quitado importancia a sus temores.

▬Querida, tienes que casarte. ¿Qué otra cosa puede hacer una mujer?

Cuando recordaba el pasado, Serena sospechaba que Serenity había sabido que estaba muriéndose; por eso había arreglado las cosas de modo que Serena se mudara del hogar de ellos a su casa propia. Ahora, cuando tenía que enfrentarse al viudo de Serenity, Serena comprendió que su hermana tenía razón. Era preferible ser la esposa de cualquier hombre que, simplemente, depender de Diamante.

▬Yo he sido su ama de llaves. He criado a su hija▬ Serena hizo una silenciosa inspiración▬. Y ahora seré acompañanta de ella-

El hombre se volvió hacia la ventana y miró a la calle, luego se inclinó hacia delante como si viese algo que le interesaba.

▬Yo podría haber contratado a alguna otra persona para hacer esas cosas, y me hubiese resultado más barato.

Serena oyó un grito que llegaba desde afuera. Se incorporó y miró al otro lado de la calle. Una mujer cubierta de harapos había robado una manzana, y ahora se encogía bajo los golpes de un vendedor callejero que pasaba con su carro. El espectáculo crispó a Serena. Entre ella y la escena sólo se interponía la generosidad de Diamante.

▬Nunca se me ha propuesto invertir en los negocios de Blackburn▬ su cuñado le dirigió una mirada maliciosa▬. Porque usted lo avergonzó.

¿Qué ella lo había avergonzado? Serena se mordió la lengua. No creía que fuese así. Sin embargo, a veces se había preguntado por qué a nadie le importó que Lord Blackburn la hubiese arruinado a ella. ¿Qué motivo habría para que la reputación de una mujer fuese tan poco valorada?

Pero nada de eso importaba ahora. Habían pasado once años desde que ella perdiera su respetabilidad y su numen inspirador en aquel desdichado episodio.

▬Me pregunto si la influencia de Lord Blackburn ha sufrido de manera inmerecida por aquel suceso.

▬La reputación de Lord Blackburn no ha hecho más que crecer. ▬Diamante estiró el cuello para ver cómo el alguacil se llevaba a rastras a la mujer de la calle▬. Cuando equipó a un regimiento y lo condujo a la península Ibérica, hubo una docena de jóvenes lores que lo imitaron. Cuando fue herido y regresó con un parche sobre el ojo, todo cachorro presumido empezó a usar un parche en el ojo.

Serena se aflojó sobre la silla.

▬¿Él fue herido?

Diamante apartó la vista de la ventana.

▬Eso he dicho, ¿no es así?

Aunque Serena no deseaba demostrar interés, no pudo reprimirlo.

▬¿Acaso… él ha perdido el ojo?

▬No lo sé. ¿Cómo habría de saberlo? Y lo he dicho, no somos amigos íntimos.

Serena apretó con tanta fuerza sus manos enguantadas que le dolieron los músculos de los brazos. La salud de Lord Blackburn no era asunto suyo, recitó para sus adentros.

Sin embargo, era probable que lo viese en Londres, aunque fuera desde lejos y, pese a sus esfuerzos, la excitación estremeció sus nervios.

Y sus nervios se tensaron cuando oyó un tímido golpe y un francés larguirucho y mal vestido asomó su cabeza por la puerta. Era monsieur Malachite, el tutor francés de Mina, Por fin, había llegado. Serena se puso de pie, aliviada por la interrupción.

Al verla, el hombre entró en la habitación con los hombros encorvados, apretando una arrugada hoja de papel color crema.

Mademoiselle, he venido a decir…

Diamante vociferó a todo pulmón:

▬¿Qué?

El atemorizado monsieur Malachite, hijo de un caballero inmigrante que lo había perdido todo en la Revolución Francesa, conocía muy bien el sangriento Reinado del Terror. De todos modos, palideció al ver la cólera de su empleador.

*▬Je regrette, mademoiselle, je ne réalise…

▬Oh, hable en ingles, pedazo de entupido ▬Diamante le disparó una mirada furibunda hasta lograr que el joven se ruborizase, luego se volvió hacia Serena▬. ¡Ya he gastado trescientas libras en este debut, parte de ellas en este afeminado tutor!

▬Diamante, ya hemos pasado por esto. Mina debe aprender a bailar; por eso tenemos un profesor de baile. Tiene que saber tocar un instrumento; por eso hemos contratado a un instructor de pianoforte ▬Serena sonrió a monsieur Malachite▬. Y es preciso que hable francés, pues las personas civilizadas hablan francés.

Oui ▬el joven francés apoyó su mano sobre el corazón, irguió los hombros y compuso la pose▬. Francia y la civilización son una misma cosa.

Diamante resopló con grosería.

▬Los franceses comen setas que desentierran los cerdos.

Por un instante Serena creyó que monsieur Malachite estallaría con furia pues, pese a su pobreza, estaba muy orgulloso de su herencia. Si se mostraba insolente con Diamante, ella perdería al único profesor que había podido encontrar, uno que estuviese dispuesto a instruir a Mina por una miseria, aspecto de gran importancia para Diamante, y que además había aceptado acompañarlas a Londres y permanecer junto a Mina, en un último esfuerzo por imbuir a la muchacha de cierto sentido del idioma francés.

El maltratado profesor apretó el puño y el papel se arrugó en su mano. El ruido lo sacó de su furia y miró el papel. Se desvaneció el enrojecimiento y dejó caer sus hombros. Se acercó a Serena y, sin perder de vista a Diamante, dijo en voz baja:

Mademoiselle, le pido disculpas, pero no puedo viajar a Londres con ustedes y quedarme, como había prometido.

▬¿Qué? ▬Diamante hizo bocina con la mano en el oído▬. ¿Qué es eso?

Abrumada, Serena clavó la vista en monsieur Malachite.

▬Pero usted quería regresar a Londres. Usted dijo que encontraría muchos alumnos durante la temporada.

El joven bajó aún más la cabeza y agitó el papel.

▬He recibido este lettre. Mademoiselle Setsuna Cunningham, una de mis jeunes alumnas… ha muerto.

Evidentemente, Diamante había entendido eso, porque bramó_

▬¿Qué tiene que ver una muchacha muerta con Mina?

El tutor confesó:

▬Se está llevando a cabo una investigación; quieren que me presente allí. Ella ha sido… asesinada.

▬¿Asesinada? ▬si bien Serena no conocía a los Cunningham, se imaginó como podría sentirse ella si se hubiese tratado de Mina▬. Que Horrible. ¿Cómo? ¿Por qué?

Él se limitó a mirarla como si el sonido de su voz no pudiese atravesar su pena. Pero luego enfocó la mirada y dijo:

Mademoiselle, yo soy sólo su tutor.

▬Si usted no es más que el tutor, ¿para qué lo querrían? ▬preguntó Diamante, astuto ▬. Es usted sospechoso ¿no es verdad?

Serena se horrorizó.

▬¡Oh, Diamante! Por favor, ¿acaso no comprende…?

Veía que el inofensivo joven vivía como la mayoría de los caballeros venidos a menos, de manera discreta, sin esperanzas, luchando por su existencia insignificante.

▬No mademoiselle, él tiene razón ▬dio la impresión de que el profesor se encogía todavía más▬. Pero no se por qué. Ayer por la mañana le di clases en su hermosa casa. El sol brillaba la última vez que posé la vista sobre su bel visage, pero una espesa niebla se extendía desde el mar cuando fui a darle la siguiente lección. Esa niebla era tan premonitoria que yo debí haber sospechado que jamás volvería a verla ▬sorbió, sacó un pañuelo y se limpió la nariz▬. Y ahora, recibo esta lettre del alguacil…

Serena vio que tenía los ojos enrojecidos. Él estaba sufriendo, como habría sucedido a cualquiera que hubiese sabido que la vida de una joven había sido arrebatada, además estaba preocupado porque se sospechaba de él, tanto por haber estado cerca de la muchacha como por ser francés.

▬Lamento su pérdida.

Merci, mademoiselle.

Volvió a sorber.

▬Bueno; así todo queda resuelto ▬satisfecho, Diamante se frotó las manos▬. No podemos tener a un asesino dando clases a Mina. Imagina lo que ahorraré con eso.

Nada pensó Serena. A diferencia de Diamante, ella esperaría antes de condenar al profesor. Acompañó a monsieur Malachite hasta la puerta, y le dijo en voz baja:

▬Si llegara a regresar a Londres vaya a visitarnos. Nos instalaremos en casa de Lady Lita Tarlin, en Cavendish Square. Allá arreglaremos todo lo referido a las lecciones .

Monsieur Malachite hizo una reverencia.

▬Bendita sea usted. Deseo fervientemente enseñar a mademoiselle Morant.

▬Sé que lo desea.

En una ocasión, Mina había hecho llorar de frustración a monsieur Malachite por su incapacidad de conjugar un simple verbo. Sin embargo, pese a su frustración, él había vuelto. Como todos los hombres, monsieur Malachite estaba enamorado de Mina, y ahora debía marcharse, contra su voluntad.

▬Con que un asesino, ¿eh? Y yo que pensaba que no era más que un impúdico francés ▬Diamante se burló, luego se puso ceñudo▬. Pero, por lo que le pagamos, Mina debería hablar chino, también. Claro que ella es demasiado tonta.

Serena no podía negarlo, pero no era la inteligencia de Mina lo que estaba en discusión.

▬Mina es tan bella como lo era su madre; con un entrenamiento adecuado, puede hacer un matrimonio conveniente. Eso es lo que usted quiere, ¿no es cierto?

▬ Desde luego; eso es lo que quiero ▬replicó él, irritado▬. Necesito ese beneficio.

Si Diamante hubiese exhibido, aunque más no fuese, una mínima muestra de afecto por su única hija, Serena podría haberle perdonado muchas cosas. Sin embargo, él había anotado a Mina en la columna de débitos desde el momento mismo en que había nacido. Ahora, esperaba pasarla a la columna de créditos, su mezquindad irritaba de tal modo a Serena que el tono de su voz se volvió agudo.

▬En ese caso, considere como una inversión el dinero que gasta. Gracias a Mina, logrará esos contactos con los nobles que usted tanto anhela. Lo que yo no pude lograr.

▬Sí, fracasó usted de una manera lamentable. He depositado diez mil libras en el Banco de Inglaterra; espero que se me rinda cuentas de cada penique.

▬Eso se hará. Mina tiene que ser la mejor y superar a todas las demás debutantes.

▬Hay otra cosa ▬Diamante blandió su dedo hacia ella▬. No esperará que yo le compre a usted un nuevo guardarropa.

▬Toda la ropa que he necesitado desde mi propia temporada la he comprado yo misma ▬replicó Serena con orgullo▬. Y seguiré haciéndolo del mismo modo.

Al recordárselo, Diamante volvió a irritarse otra vez. No sabía de donde había obtenido ella su dinero; él hubiese preferido que ella tuviera que suplicarle cada medio penique. Como Diamante disfrutaba de cada oportunidad que se presentaba para ejercer su poder, Serena no desperdiciaba ninguna para impedírselo.

Y no le importaba que su pequeña reserva de fondos estuviese casi agotada.

▬Sigo convencido de que debería quedarse aquí, en Sittingbourne.

No era necesario que él dijera eso a Serena. Ella sabía que él quería retenerla allí, prisionera en su casa alta, estrecha y sombría, hasta marchitarse todo lo que hubiera en ella de luminoso y esperanzado.

Por triste que fuera reconocerlo, ella también lo había querido. Salir a enfrentarse otra vez al mundo después de lo que había hecho… Se oprimió con la mano el costado, donde sintió una breve punzada de temor.

Ella tenía veintiocho años, ya estaba completamente desechada; cuando recordaba su desastrosa temporada en Londres, estaba segura de que preferiría mendigar en las calles a revivir esa escena de indecible humillación.

Pero iba a revivirla.

Durante los sombríos años de servidumbre había aprendido muchas lecciones; una de las más valiosas era la que le había proporcionado un aplomo duramente ganado. Vería a los nobles que habían poblado sus pesadillas. Ni siquiera podrían reconocerla, pero ella estaría allí, para presenciar el triunfo de Mina. Ahora era Mina la que importaba.

▬Le dijimos a Lady Tarlin que llegaríamos esta tarde ▬dijo Serena▬. Me parece que sería conveniente que nos marcháramos.

Diamante se arrellanó en la silla y cruzó las manos sobre su pecho.

▬Por supuesto. El Cielo no permita que hagan ustedes esperar a su querida amiga, Lady Tarlin.

▬Debemos estar agradecidos a Lady Tarlin ▬le recordó Serena▬. Ella está patrocinando a Mina en base a una relación muy poco importante.

▬Sí, ella es amiga de usted. Su amiga noble▬ repuso él, quisquilloso▬. Usted finge respetarme, pero siempre se asegura de que yo jamás olvide que es usted una mujer noble, y yo, un modesto comerciante.

▬Eso no es cierto▬ replicó Serena, cortante.

Al principio, ella no había despreciado a Diamante; pero él se había ganado su desdén.

▬Bueno, ahora no importa▬ sonrió con malicia, como si supiera algo que ella ignoraba▬. Adelante ¿Qué es lo que está esperando?

¿Al fin revelaría el motivo de esa entrevista?

Mientras ella abría la puerta, él preguntó:

▬¿Conoce usted a la señora Esmeralda?

Serena se detuvo, con los dedos apretados en el tirador de la puerta.

▬La viuda del carnicero. Por supuesto que la conozco.

Era una mujer de boca prieta que se deleitaba torturando a sus clientes.

▬Ella y yo hemos llegado a un acuerdo. Nos casaremos el mes próximo▬ parecía complacido después de haber pronunciado las palabras que ella había temido oír desde el día de la muerte de Serenity, hacía diez años▬. Usted tendrá que buscar otro lugar donde vivir.

Quise adaptar esta historia, porque en cuanto la leí me imaginé inmediatamente a Serena y Darien como los protagonistas, espero les guste y espero sus reviews ya sean constructivos o no ya que es una adaptación pues me gustaría recomendarles el libro