Entre el amor y los Carrow


Un tejón con corazón de serpiente y actos de león

Son tiempos difíciles en Hogwarts.

El colegio ya no se parece en nada a lo que ha sido desde que Zacharias lo vio por primera vez desde un bote aquel primero de septiembre de hace ya más de siete años. Con el nombramiento de Severus Snape como director de Hogwarts y los Carrow, el castillo ya no es un segundo hogar para nadie. Zacharias leyó una vez algo sobre campos de concentración muggles, y podría establecer algunas similitudes entre éstos y lo que ahora es Hogwarts.

Los Carrow son odiosos. Lo sabe todo el mundo. Son un par de psicópatas que disfrutan torturando alumnos sin motivo. Y no sólo utilizando la cruciatus con ellos, sino obligando a otros alumnos a hacer daño a sus compañeros. Por no hablar de todas esas absurdas ideas sobre la pureza de sangre que intentan inculcarles en cada clase de Estudios Muggles. Quieren lavarles el cerebro y convertirlos en muñecos imbéciles que hagan lo que ellos quieren.

Zacharias Smith no está de acuerdo con el sistema, pero alzar la voz para quejarse es motivo suficiente para llevarse una cruciatus antes del almuerzo, por lo que considera más adecuado callarse. Contra todo pronóstico, él, que generalmente peca de bocazas, aún no les ha dicho nada a ese par de chalados. Porque, a diferencia de los gilipollas que tiene por compañeros, valora su integridad física.

Así que no colabora con ese par de locos, pero tampoco se alza en su contra como lo hacen los cuatro imbéciles que han reconstruido el Ejército de Dumbledore. Sus compañeros de habitación y de casa hablaron con él a mitad del primer trimestre, pero Zacharias no cree que sea demasiado prudente poner su pellejo en peligro. Después de todo, sólo tiene que mantenerse alejado de los problemas hasta que termine el curso. Cuando finalice sus estudios en Hogwarts, planea irse a Estados Unidos, donde la Guerra no le afecte.

Porque Zacharias Smith tiene claro que, aunque sea descendiente de la mismísima Helga, él no reúne las características de un Hufflepuff. No es ni leal, ni trabajador ni humilde. Nunca lo ha sido. Pero desde su nacimiento tiene el deber de terminar ahí; es su obligación como descendiente de la fundadora de la casa de los tejones, y logró detener al Sombrero, que en cuanto le rozó el cabello rubio empezó a pronunciar la ese de Slytherin, y explicarle los motivos por los que él debía ir a la casa de los tejones aunque fuera la única serpiente en su familia en varias generaciones. Tras varios minutos de duda, logró convencerlo.

Pero tampoco coincide con esas ideas maniáticas con la pureza de sangre; él nunca ha visto un muggle, al menos no de cerca; su única experiencia con ellos se reduce a los paseos que daba con su abuela por Bristol cuando era pequeño, y, pese a que vestían bastante raro (y, a su juicio, con mucho mal gusto), no vio ninguna diferencia más entre ellos y la abuela Naira. Simplemente, que no conocían la utilidad de una varita mágica.

Se despierta con esos lúgubres pensamientos el segundo lunes de noviembre. Observa el dosel de su cama, preparándose mentalmente para no dar ninguna réplica inadecuada a los Carrow durante todo el día; nunca ha sufrido la maldición cruciatus, pero cuando Moody se las enseñó en clase hace tres años fue francamente desagradable; Zacharias casi sintió lástima por la araña a la que torturó su profesor.

Cuando escucha movimiento en las camas de sus compañeros, se levanta, coge su ropa y se encamina al baño para ducharse y vestirse. En cuanto cierra la puerta tras de sí, escucha a Macmillan y Finch-Fletchey despotricando en voz baja contra él. No le importa. Al menos él está ileso, no como los valientes compañeros que han reconstruido el Ejército de Dumbledore a los que escucha llorar en sueños por las noches. De valientes está el cementerio lleno.

Cuando sale, ignora las miradas hostiles de sus compañeros de habitación. Coge su mochila, mete los libros que va a necesitar y sale del dormitorio. Atraviesa la sala común, que por fortuna aún está vacía, y se encamina hacia el Gran Comedor. Por el camino se encuentra con más miradas de desagrado del resto. No le molesta. Son un montón de idiotas.

Sin embargo, cuando pasa por la puerta de un baño de chicas, escucha algo que le llama la atención. El joven se detiene junto a la puerta y agudiza el oído:

-…no, no se enterarán de que he sido yo.

Zacharias reconoce la voz como la de Padma Patil. Tuvo bastantes desavenencias con ella hace dos años en las reuniones del ED, porque tienen opiniones contrarias en muchos aspectos. Y porque cada vez que intenta mantener una conversación con ella, la idiota de su hermana sale en su defensa.

-Pero Padma, si te pillan…-ésa debe de ser Lisa Turpin, con su voz tan dulce que deja pegajosos los oídos.

-No me pillarán, Lisa. No tendrán ni idea de quién ha hecho la pintada. ¡Y quedará de bien! Me pregunto si Filch la quitará o hará como que no puede; él tampoco soporta a los Carrow.

-Tendrá que quitarla, no creo que esos locos toleren ver la verdad todos los días cuando entren al Gran Comedor.

Se escuchan las risas de las dos chicas. Zacharias sacude la cabeza. Estúpidas, piensa. Como las descubran se les caerá el pelo. Se dispone a continuar, pero entonces nota una mano en su hombro.

Zacharias resiste la tentación de salir corriendo al ver los dedos regordetes de Alecto Carrow agarrándolo con tanta fuerza que le hace daño. Traga saliva y mira a su profesora de Estudios Muggles, encorvada y corpulenta, con esos ojos de maníaca que hacen que hasta los valientísimos Gryffindors sientan miedo. Y Zacharias no es ningún Gryffindor, así que no es menos.

-Vaya-dice ella, sonriendo con sadismo-. Hemos escuchado algo interesante, ¿verdad, Smith?-el aludido no responde. No quiere meterse en problemas, pero tampoco le apetece meter en problemas a nadie-. Sé que va a intentar disuadir a sus amigas de la idea-Zacharias se pregunta cómo lo ha adivinado. No es como si él fuese alguien solidario, pero no quiere que ella y su hermano sigan haciendo daño a los alumnos-. No lo haga. En ese caso, lo sabré… y será usted quien pague las consecuencias.

Dicho esto, le suelta el hombro y echa a andar. Zacharias se estremece. Por Merlín, está loca. Ella y su hermano. Como regaderas.

Entonces se pregunta qué hacer. Bien es cierto que no quiere meterse en problemas, y alertar a sus compañeras supone liarla… pero no quiere que le pase nada a Padma Patil. Más que nada, porque está muy buena y una herida sería un desperdicio enorme. Siempre está su hermana gemela, pero Zacharias, a diferencia del resto del colegio, considera que Parvati es menos guapa.

Aún sin saber qué hacer, Zacharias ve a Padma y a Lisa saliendo del baño. Las dos jóvenes se quedan observándolo, comprendiendo que lo ha oído todo. El rubio ruega no haber palidecido demasiado; lo que menos necesita es que se den cuenta.

-Lo has oído-lo acusa Padma. Él se encoge de hombros, e inmediatamente la Ravenclaw saca su varita y lo apunta con ella-: Como digas algo, Smith, me encargaré de que te quedes sin boca para chivarte-amenaza.

Zacharias se muerde el labio.

-No hará falta-murmura, en un tono de voz demasiado bajo como para que las dos muchachas lo escuchen. Echa a andar camino al Gran Comedor, con el corazón en la garganta.

Cuando se sienta en la mesa de Hufflepuff, mira la mesa sin verla, pensando… ¿Qué diablos va él a hacer ahora? No quiere que pillen a Padma, pero tampoco quiere que lo pillen a él. Además, ahora está seguro de que, si a la muchacha le pasa algo, el resto del Ejército de Dumbledore tomará represalias contra él. Y, por primera vez, no es capaz de poner su bienestar por encima del de otras personas sin vacilar. Que Padma Patil está muy buena y… y una mierda; aunque fuera fea, Zacharias no quiere ser el culpable directo de que torturen a su compañera. Tiene que hacer algo. El quid de la cuestión es qué.

Tras varios minutos, se levanta y echa a andar hacia Artes Oscuras, la primera clase del día, sin haber probado bocado. De todas formas, piensa, probablemente si lo hace acabe vomitando el desayuno al ver a sus compañeros usando la cruciatus con los otros.


Padma no está segura de que Zacharias no se haya chivado.

Sabe que es un bocazas y un egoísta que sólo se preocupa por sí mismo, pero también que estuvo en el Ejército de Dumbledore; quizá guarde algo de aprecio por sus compañeros, quizá no la delate. En el caso de que lo haga, ella ya ha hablado con Parvati para que se encargue de él. Aunque una buena cruciatus no se la quita ninguna venganza; pese a que Padma aún no la ha sufrido, su hermana sí, y es algo inhumano.

Sale de puntillas de la sala común de Ravenclaw, asomándose en cada esquina para asegurarse de que no haya nadie ahí. Se cruza con la Dama Gris, que le dirige una sonrisa triste y sigue caminando, perdida en su mundo. Padma se pregunta qué harán los fantasmas además de recordar sus años de vida, pero cuando atraviesa dos pasillos más su repentina reflexión filosófica se esfuma de su mente.

Baja unas escaleras, que por suerte están orientadas hacia el lugar correcto, sintiendo las miradas de los cuadros en ella. Agradece que no se le vea la cara en la oscuridad; no sabe cuántos de ellos confesarían bajo la amenaza de quemar su lienzo. Finalmente, consigue llegar a la puerta del Gran Comedor.

Sonríe, triunfante. Lo ha conseguido. Y no se ha encontrado a nadie vivo por el camino. Hacer la pintada será pan comido. Padma se descuelga la mochila y la abre, sacando la pintura roja. Por un momento, se plantea la opción de pintar algo parecido a lo que el Heredero de Slytherin hizo en su segundo año, pero luego ríe quedamente, desechando esa idea. No quiere asustar a los alumnos con esa acción, sino alentarlos.

-Vaya, vaya.

Padma se queda helada cuando escucha esa voz socarrona tras ella. La reconoce como la de Alecto Carrow, esa loca que disfruta torturando estudiantes. Se estremece de terror antes de darse la vuelta, con los ojos castaños abiertos como platos. Palidece al ver esa sonrisa sádica que no puede augurar sino dolor.

-Profesora…-empieza.

-El toque de queda ha sido hace tres horas-dice la mujer-. He escuchado que ibas a dar un paseo nocturno, así que decidí venir para asegurarme de que no ocurriese nada. En estos tiempos hay que ser precavidos, niña-Zacharias Smith. Padma lo va a matar. Al final se ha chivado, el muy hijo de puta. Lo va a despedazar con sus propias manos. O se lo dejará a Parvati, que también estará encantada. Traga saliva.

-Estaba…-no logra continuar. Ver a Alecto alzar su varita hace que el sonido muera en su garganta.

Se dice que no va a gritar. Pase lo que pase. Aunque se muera de dolor. Se comportará como una Gryffindor. Como haría Parvati. No piensa darle el gusto a esa zorra. Ni a Smith, que es lo que iba buscando.

-¡Crucio!

Y Padma Patil grita.


Zacharias Smith sigue sin saber qué hace fuera de su cama, después del toque de queda, buscando a Padma Patil.

No sabe exactamente qué pretende. Quizá advertirla de que como se acerque a su destino los Carrow la despedazarán con esas uñas asquerosas y llenas de roña que tienen, quizá simular que lo hace para calmar a su conciencia, quizá… quizá…

En el fondo, y aunque no sepa exactamente cómo, lo único que Zacharias quiere es que esa arpía de Alecto Carrow no la encuentre. Sabe que eso probablemente conlleve a que él pague por los actos de Padma, pero no quiere que ella sufra ningún daño. Ni que sus compañeros lo odien más sin tener un verdadero motivo para ello.

Echa a andar tras asegurarse de que no hay nadie más, mordiéndose el labio. Está actuando como un Gryffindor estúpido e imprudente. Y él es un Hufflepuff. Un Hufflepuff con corazón de Slytherin. Quizá Zacharias sea una extraña combinación de las cualidades de las cuatro casas. Salvo la inteligencia. Porque lo que está haciendo es una soberana gilipollez nada digna de un Ravenclaw. O quizá sí, porque Padma es un águila y sido la primera en salir de noche.

Y entonces lo oye, a sólo unos pasillos de distancia.

El grito de pura agonía restalla en los oídos de Zacharias Smith, haciéndolo palidecer. Durante unos segundos, su mente es un remolino en el que se mezclan la culpabilidad por no haber llegado a tiempo, el sufrimiento por el dolor que destila ese sonido, el alivio egoísta porque a él no lo hayan cogido, el horror por lo que debe de estar pasando Padma… el pánico, aunque ahora no encuentra ningún motivo a ese sentimiento.

Encuentra lo que él cree que es la razón cuando gira la siguiente esquina, demasiado ofuscado para asegurarse de que no haya nadie en el pasillo transversal al suyo. Retrocede varios pasos al ver a Amycus Carrow, sonriéndole con verdadera maldad.

Zacharias se plantea huir, pero sabe que acabaría encontrándolo; esos locos los tienen encerrados en el castillo como si fueran animales. Se queda quieto, con la mente en blanco; supone lo que viene a continuación. Algunas noches oye a Justin Finch-Fletchey hablar de ello en sueños. Traga saliva, intentando armarse de un valor del que carece.

-¿Ibas a advertirla?-Zacharias se muerde el labio. Lo sabe. Esa zorra de Alecto se lo ha contado; es obvio que suponían que él intentaría disuadirla de la idea y Amycus estaba buscándolo. Un nuevo chillido de Padma llega hasta sus oídos, y el joven parpadea para evitar que el profesor descubra las lágrimas que brillan en sus ojos-. Mi hermana te ha ordenado que no lo hicieras-el rubio sigue sin moverse. Quizá, si se está calladito…-. Ay, Smith. Pensábamos que habíamos hecho un buen trabajo contigo-sigue diciendo el hombre, avivando la rabia del joven-. Nada que alguna medida desesperada no arregle, ¿verdad?

Instintivamente, Zacharias saca su varita cuando ve que Amycus avanza hacia él.

-No se…-pero otro grito lo interrumpe y hace que no termine. Después de todo, lo que está haciendo sólo está empeorando la situación. Ese loco va a torturarlo de todas maneras, ¿para qué? De modo que pega el brazo al costado y agacha la cabeza, deseando que pase rápido.

Unos segundos más tarde, dos gritos emitidos al unísono por distintas personas quiebran el silencio de la noche.


Notas de la autora: Esto es un mini-fic. Concretamente, tiene tres capítulos, de los cuales éste es el primero. No me preguntéis cómo se me ocurrió la pareja, porque no lo sé. Además, si existen Arthur/Hedwig (con todo el respeto a los que les guste), un Padma/Zacharias es casi normal.

Por cierto, respecto a Zacharias; no sé si es canon o no que sea descendiente de Helga Hufflepuff, pero tiene el mismo apellido que Hepzibah, que se jactó ante Tom Ryddle de ello... así que no me extrañaría que él fuera nieto o bisnieto de Hepzibah.

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