El danés miró la palma del capitán arder, aunque eso no le sería sorpresa. Suspiró, dignándose a decir el nombre.

-Govert.-

Un danés, monero, miró al que nombró ese nombre. Él sabía la verdad, pues en realidad estaba yaciendo en la cama del danés. Se negaba a matarlo.

Las palmas de los daneses que pudieron sobrevivir posaron las palmas encima del fuego, dejando que las llamas se enredasen en sus dedos, abrasándolos las manos. Aquellas lágrimas que derramaban algunos iban apagando la hoguera.

Después de llorar muertes y hacer un juramento de sangre los daneses volvieron a sus cabañas. El danés regresó a un paso más rápido que el resto de compañeros,solo por el hecho de que dejó la cabaña abierta y el holandés pudo escapar, temiendo más de que se hiriese con cualquier cosa a que huyera.

Llegó a aquella cabaña de madera podrida. Entró, con aquel gruñido de la puerta, mientras que el holandés, dormido pero consciente, oía los crujidos rápidos de la madera por las pisadas del danés. Este se arrodilló en el suelo, quedando frente a la cama.

-Cuando sanes volverás a casa...- Le susurró, acariciándole el pelo y suspirando.

El holandés arrugó el entrecejo y la nariz al notar las caricias.

Cogió con fuerza la muñeca del danés, sentándose de golpe en la cama y estirando el brazo de este, sentándolo bruscamente en la caba y torciendole el brazo bruscamente, como si buscase rompérselo.

-¡Govert, Govert, duele, por favor!- le gritó, tumbándose para no sentir aquel dolor, dejándose mover por el holandés.

-Danemarken.- Dijo con una voz seria y grave el holandés. Miró la puerta abierta, levantándose y tirando al danés al suelo, caminando hacia la puerta.

Sus cadenas, del cuello, brazos y piernas llegaron a un tope.

Estaba atado a la pared.
El holandés soltó un fuerte gruñido, removiendose, mientras que el danés se levantó para ir a cerrar aquella puerta peligrosamente abierta. Cuando la cerró, introdujo la llave, dandole todas las vueltas y dejándolas en un cajón, donde siempre las dejaba, mientras miraba al holandés.

-Govert, por favor, cálmate.- Le dijo, acariciándole el pecho.

El holandés le dio una fuerte bofetada en la mejilla izquierda.

- Danemarken. Quiero que AHORA mismo me quites estas cadenas y me abras la puerta. O sino, lo haremos a las malas.- Gruñó ya harto, pues aquellas cadenas le hicieron daño. El danés se negó, pues se hacía eso al holandés le matarían y al danés le cortarían un brazo por infiel.

El Holandés gruñió con fuerza, empezando a perseguir al danés por toda la cabaña, hasta que le pudo acorralar en un punto fijo...