-Eren. ¡Eren! Levanta el culo o llegaremos tarde.
-Mmmhhhh...
Mikasa tiró de la manta y casi le hace caer al suelo.
-Si en dos segundos no abres los ojos me voy sin ti.
Y hablaba en serio. Estaba muy harta de llegar tarde por culpa de Eren y a este le daba siempre igual. Así que al ver que no pensaba levantarse cogió su bolso y salió pegando un portazo. Eren se despertó con el susto y acabó en el suelo, quejándose por el golpe.
-Uhh, que dolor.
Se levantó despacio y se volvió a sentar en la cama. No tenía intención de asistir a la primera hora así que se metió en la ducha y se tomó su tiempo, tarareando una canción mientras salía y se secaba. Se secó el pelo con la toalla y se observó en el espejo, asustándose un poco por la palidez que le devolvía el espejo aquella mañana. Tenía los ojos rojos pero eso ya era inevitable. Le robó un poco de maquillaje a Mikasa e intentó taparse las ojeras aunque no funcionara por completo. Suspiró y se dio por vencido. Rebuscó en su armario y se puso unos vaqueros rotos (desgastados por el tiempo, pero parecían estar de moda así que nadie le miraba raro por llevarlos), una camiseta negra y una camisa de cuadros, aunque antes de nada se enrolló las vendas alrededor del antebrazo izquierdo. Se había convertido en una costumbre llevarlas así que lo hacía mecánicamente y ya no le molestaban, incluso el envolverse la mano y los dedos le resultaba normal.
Al terminar de vestirse bajó a la cocina, rebuscó en la nevera y se puso algo de zumo de naranja en un vaso y sacó unas galletas, aunque acabara por beberse el zumo y ya. Miró la hora y se sorprendió por lo extremadamente pronto que era, pero no podía seguir evitándolo así que cogió su mochila, su gorro y salió a la calle. El sol empezaba a dar con fuerza en Abril desde la mañana y el parque resultaba extremadamente acogedor. Iba con los cascos escuchando música a la que no prestaba mucha atención y miraba a nada en particular, simplemente paseaba la vista por el paisaje. Para ser ya las ocho y media de la mañana no había mucha gente ese día paseando o corriendo, pero así no tenía que estar atento a no chocarse con nadie. Se coló entre unos arbustos detrás de los que se abría un valle en la colina, desde donde podía ver la ciudad, ya en marcha y a buen ritmo, a sus pies. Se sentó, sacó su móvil e hizo una foto.
Para: Armin Arlert
:P Te pierdes esto por ser una persona responsable ;)
Lo envió y se tumbó en el césped mirando al cielo sin a penas nubes. Iba a cerrar los ojos cuando notó la tierra temblar cerca suyo y se giró. La escena que vio consistía en un hombre grande con cara de malas pulgas gritándole a otro que estaba en el suelo a punto de levantarse, cuando el hombre grande le pegó una patada en el pecho y volvió a tumbarle. Escupió al suelo, volvió a decirle algo y se giró para marcharse a grandes zancadas. Ninguno pareció haberse dado cuenta de su presencia hasta que el hombre del suelo se giró hacia él. Eren se quitó los cascos y le miró con curiosidad. Estaba considerando ir a ayudarle cuando éste se puso en pie de un salto y caminó hacia Eren con muy mala cara.
-Como digas algo de esto, te enteras.
-Espera. ¿Por qué iba a-
Pero se giró para desaparecer sin prestarle la más mínima atención. Entonces Eren cayó en que le sonaba mucho su cara. Seguramente de la universidad. Pero no conseguía saber quién era ni por qué le era tan familiar. De lo único de lo que estaba seguro era de que no quería volver a cruzarse con él. La mirada que le había echado había conseguido ponerle todos los pelos de punta y revolverle el estómago.
Recogió su mochila, apagó la música y se encaminó a la estación de tren. Ahora sí tenía algo por lo que presentarse, algo que le interesara. No pudo parar de darle vueltas en todo el camino a lo que había visto y el qué era lo que no tenía que contar. No había oído la conversación con la música ni había prestado atención a qué era lo que pusiese haberle gritado aquella bestia de tío. Y aunque Eren no recordaba al chico estaba claro que él sí sabía quién era, lo que le intrigó más aún. Alguien tan aterrador como él no pasaría desapercibido y seguro le habría recordado de haberse cruzado con él.
Ya en la facultad consiguió esquivar a un par de chicos, compañeros de clase, que le abordaron de la nada, y fue directo a los baños. Se había quedado en blanco porque no se había parado a pensar en dónde buscaría exactamente. No iba a ir por la facultad mirando a la gente, porque tampoco sabía si era alumno, profesor, un simple empleado… Aunque muy poca gente iría en traje a clase.
-Tengo que encontrar a un tío con traje negro, cara de querer descuartizar a alguien y una mancha en las rodillas -le dijo a Marco, un tiempo después al no tener ni idea de qué hacer. Marco estaba en la cafetería con un café cuando Eren llegó, y no dudó en pedirle ayuda. A pesar de ir siempre con la cabeza en las nubes, Marco era bastante liso.
-¿Por qué? -preguntó el chico dándole un mordisco a su tostada.
-Una larga historia. Creo que está aquí, que le he visto alguna vez, pero no consigo recordarlo.
-¿Un hombre en traje, joven? Algún otro detalle iría bien.
-Yo qué sé. Pelo negro, con flequillo, pálido.
-Oh, ¿Cómo el psicólogo de la facultad?
-¿Qué psicólogo?
Marco dejó la taza de café en la mesa y señaló con el dedo a alguien sentado en la barra. Eren se giró y no podía creerlo.
-El doctor Ackerman -siguió Marco-. Pero es la persona más amable que conozco. Así que no debe ser él. Jamás le he visto enfadado.
Pero eren ya no le hacía caso. Ese hombre, el que creía que estaba a punto de arrancarle la cabeza de su sitio una hora atrás estaba sentado en la barra con una amplia sonrisa en mitad de una conversación con el camarero. Y cuando por alguna razón se giró hacia Eren este notó como si tuviese el filo de un cuchillo en el cuello. Pero el contacto no duró ni un segundo, y aquel hombre volvió a sonreírle al camarero y hasta soltó una carcajada en algún momento que sacó a Eren de su pensamiento. Volvía a tener la piel de gallina y unas ganas enormes de salir de allí. Sí, ese hombre sonriente y gentil, aquel con el que había tenido un par de consultas dos años atrás, era el mismo que el que había visto en el parque y con cuya mirada sentía que acabaría teniendo pesadilla el resto de sus días.
