Alas Guerreras 2: La Hija de la Luz.
Prólogo.
Era una soleada mañana de verano. Una niña pequeña de largo cabello negro jugaba con su enorme colección de ponies en el enorme jardín de aquella enorme mansión. La niña no jugaba sola, por supuesto, era vigilada por una joven hermosa de cabello tan largo como el de la niña, excepto porque el de la joven era castaño oscuro, no negro. Sin embargo, el color de los ojos de ambas era el mismo...
Todo parecía normal. ¿Qué podría haber de anormal en una madre que ve jugar a su hija? Sin embargo, una ráfaga de aire helado se dejó sentir de repente, y la joven supo que eso no era nada bueno... No solo porque era verano, sino porque ese frío era un frío que calaba hasta lo más profundo de los huesos...
- Sayuri-hime, entra a la casa.- pidió la joven madre a su hija.
- ¿Qué pasa, mami?.- la niña no entendía nada.
- Entra a la casa.- apremió la mujer.- ¡Ahora!
Sin embargo, era tarde. El lugar se cubrió de oscuridad, a pesar de ser medio día, y la joven tuvo un mal presentimiento... La niña ya había echado a correr, pero no sabía qué tan lejos había alcanzado a llegar...
- ¿Qué quieres?.- gritó la joven.- ¿Qué esperas de mí?
- Ya lo sabes.- respondió una voz.- Tu verdadero Destino te espera.
- ¡Éste es mi Destino!.- gritó ella.- ¡Ya encontré mi Destino!
- No, te equivocas.- replicó la voz.- Has querido creer que éste es tu lugar, pero sabes que no es así... Siempre vas a tenerla a Ella dentro de ti, Ella es parte de ti y eso nunca lo vas a poder corregir...
La joven no sabía si sus poderes seguían intactos. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que ella había intentado llamar a la Esperanza... Sin embargo, aquella vez la joven sabía que iba a resultar imposible, ya que la Esperanza parecía haberse ido muy, muy lejos... La joven intentó sacar sus alas pero éstas no le respondieron... La oscuridad se hizo más densa, más profunda, y ella se dejó llevar por su envolvente poder, al tiempo que una risa perversa que parecía surgir de su interior le llenaban los oídos y le saturaban el cuerpo como si tratara del más potente de los venenos...
La joven abrió los ojos. Su esposo estaba mirándola con aire preocupado, y tras de su hombro se asomó la niña pequeña, su hijita.
- ¿Qué pasó?.- quiso saber la joven, sorprendida y con un terrible dolor de cabeza.
- No te preocupes, ya pasó.- el hombre estaba un tanto acongojado.
- ¿Cómo fue que...?.- ella se detuvo abruptamente.
Se suponía que él no debía saber nada de lo ocurrido... Y sin embargo, ella sabía mejor que nadie que su esposo siempre estuvo al tanto de todo. Al final de cuentas, él era uno de los Elegidos que habían salvado al mundo...
- Ella te salvó.- dijo el hombre, señalando a la pequeña niña, en respuesta a la pregunta no formulada.
- ¿Ella? ¿Pero cómo fue que...?.- para la joven, nada tenía sentido.
Ella suspiró y se puso en pie. La niña no esperó más y corrió a abrazar a su madre. La pequeña tenía en el pelo y en la piel un resplandor que todos decían que no era de este mundo... La joven madre sabía, desde que ella nació, que el destino de su hija sería el repetir todo lo que su madre había hecho... A la joven se le escaparon un par de lágrimas. No era ése el futuro que quería para su pequeña..
- ¿Qué vamos a hacer ahora?.- musitó la joven.
- No podemos hacer nada.- respondió el hombre.- Es algo que siempre pensé que podría ocurrir algún día.
- ¿Lo sospechabas?.- musitó ella.
- ¿Crees acaso que olvidé todo lo sucedido.- replicó él.- Para mí nada de eso fue un sueño...
La niña comenzó a quedarse dormida de pie, sin soltar a su madre. La joven la cargó en brazos y el hombre las miró a ambas con ternura.
- Ya deberías saberlo mejor que nadie.- musitó él.- Ella es tu hija... Y lo heredó todo de ti...
Claro, eso era muy posible. Después de todo, la niña era la Hija de la Luz... La joven se preguntó si todas las demás niñas tendrían el mismo destino, y ella supo muy bien que eso sería así...
