Disclaimer: Los personajes y la Saga de Crepúsculo, pertenece a Stephenie Meyer. La trama es de mi autoría y solo creo un mundo alterno para los personajes.
Prologo.
5 años atrás.
Solo unos metros más. Solo unos pasos más. Faltaba muy poco para unir mi vida con el mejor hombre que haya conocido en mi vida. Mi padre puso mi mano sobre la de él y mirándolo a los ojos le dijo:
—Te entrego mi vida, cuídala.— Dijo, con la voz entrecortada y los ojos llorosos. Aunque jamás lo aceptaría.
El solo sonrió y asintió. Esa sonrisa llena de orgullo y promesas para el futuro venidero. Esa misma sonrisa que me dio hace poco más de tres años cuando nos conocimos. Esa tarde. Aquella magnifica puesta de sol en la playa durante mis vacaciones al término de la universidad. El año más extenuante y acelerado de mi vida.
Pero ahí estaba yo, sentada en la playa con el agua del mar tocando las puntas de mis pies…
Respiré. Inhale pesadamente gracias a la humedad del aire. Veía aquel hermoso y anaranjado atardecer apartada del murmullo de los chicos que jugaban en la playa.
Respire otra vez. Libertad. ¡Al fin! Después de cuatro años de madrugar, trasnochar, correr, estudiar, llorar, desistir y volver a intentar, al fin lo había logrado. No es que me queje, amo mi carrera y fue la mejor elección que he hecho en la vida, pero de que estudiar la universidad es una tarea dura y ardua, lo es.
Sentí un golpe en la cabeza. Inmediatamente mis manos volaron haciendo presión en esa parte de mi cráneo, las retire y observe que gracias al Cielo no había sangre. Pero aun así estaba un poco aturdida, fue fuerte.
Escuche que gritaban detrás de mí y se acercaban corriendo, escuchaba las pisadas cada vez más cerca.
Alguien obstruyó mi vista y se arrodillo delante de mí. Dios Santo, creo que el golpe fue más fuerte de lo que imagine, porque delante de mi estaba el cabello, los ojos, la nariz, la boca…, la… la sonrisa más encantadora que había visto.
— ¡Lo siento tanto! ¿Estás bien? — Jesús… la voz. "Responde tonta, pareces retrasada". Ah sí, claro. ¿En dónde demonios está mi voz?
—Mmmm… si gracias. O eso creo— Mi mano volvió a mi cabeza, gran error. — ¡Ouch!— Su sonrisa se desvaneció.
— ¿Necesitas que te lleve con algún médico? Creo que mi amigo lanzó el disco demasiado fuerte. Lo siento, no lo pude atrapar — Dijo preocupado. ¡Qué dulce!
—No te preocupes, los accidentes pasan. Y no, no es necesario que me revisen, créeme he sufrido golpes peores— Otra vez esa sonrisa. Vaya debería haberle dicho que si necesitaba un doctor para que me llevara en brazos o hacerme la desmayada para que me diera respiración de boca a boca… "Ay Dios niña, deja de soñar".
—Bueno, si no necesitas atención médica, por lo menos déjame invitarte a cenar o un trago esta noche, mis amigos y yo vamos a ir al bar que está a un lado del hotel que está en el centro, ¿te gustaría?— ¡Claro! Ok, no parezcas unas desesperada, tómalo con calma.
—Suena genial, pero de hecho había quedado con mis amigos esta noche— Bonita hora para ser olvidadiza —Creo que tal vez tendremos que dejarlo para otra noche…— Vaya suerte.
—Bueno, eso no tendría por qué ser un problema, si a tus amigos no les molesta podemos ir juntos todos y divertirnos más, ¿qué te parece? — ¡Y regresa la suerte!
—Yo creo que no habrá problema, solamente que tengo que consultarlo con los chicos, ya sabes— Volteé la mirada para buscarlos, y como esperaba Ángela y Jessica tenían la mirada fija sobre nosotros, mientras que los chicos: Mike, Tyler y Eric, jugaban voleibol. Pero no había rastro de Lauren ni de Emily.
—Entonces… ¿eso es un sí?— Solo pude asentir. — ¡Genial! Por cierto, no se tu nombre—
—Soy Isabella, Bella Swan— Sonreí y le tendí la mano.
—Un placer Bella, soy James, James Witherdale—
Y véanme aquí, tres maravillosos años después frente al sacerdote, familia, amigos y demás invitados en la pequeña iglesia del pueblo donde nací y crecí, a minutos de dar el tan esperado "Si, acepto" que toda mujer sueña, con el hombre que siempre soñé.
—Acepto— Dijo él, orgulloso, con una voz que me hizo ver que esto duraría toda mi vida.
—Sí, acepto— Respondí ante la pregunta del sacerdote, con la voz cargada de emoción y los ojos cargados de lagrimas. El beso con el que sellamos el pacto fue "el beso", perfecto y dulce, pero tan serio en lo que a compromiso se refería.
Era el día perfecto, el primero de los miles que se avecinaban a lo largo de mi vida.
Que estúpida ilusión creo mi cabeza. Nada me preparó para mi muy infeliz existencia.
