"Mills&Daughter absorbe oficialmente a Blanchard&Co. convirtiéndose así en la empresa más importante del estado y una de las más importantes del país."
Regina
Grande y en portada, adoro que saquen las buenas noticias las primeras. ¿Estoy feliz? Excesivamente. Ser Regina Mills no es un plato de buen gusto normalmente. Demasiado trabajo, demasiadas discusiones, demasiados inútiles que no saben dar órdenes, demasiadas reuniones, demasiadas fiestas a las que ni siquiera quiero ir. Dirijo la mayor empresa del estado, ahí lo pone. Desde que me casé con el idiota de Leopold, mis padres soñaban con este momento, su querida hija la mujer más importante. Lástima que no estén vivos para verlo. Reconozco que cuando él murió no me imaginaba que la inútil de Mary Margaret me vendiese algún día su parte, pero lo ha hecho. Misteriosamente, lo ha hecho. Creo que es por ese novio suyo, David, que lo último que quiere es casarse con una fría mujer de negocios. Mejor para mí.
Mientras espero a que el semáforo se ponga en verde miro a mi alrededor. Me dirijo a la nueva sede de mi empresa, el antiguo edificio de oficinas Blanchard&Co. Hoy pondríamos el nuevo cartel: Mills&Daughter. He de reconocer que el día que mi padre decidió añadirle el "&Daughter al nombre me sentí muy agradecida, me había matado a trabajar y todo el mundo decía que no hacía nada. Me hizo directora y dueña cuando le diagnosticaron el cáncer. Me dijo que era la mejor hija que podía tener. Me pidió perdón por obligarme a casarme con Leopold Blanchard, el que por entonces era "el rey de la ciudad". Pero mi madre no. Ella no se arrepentía de nada. Siempre exigiéndome más. Pero me he convertido en la reina de la ciudad, en la reina del estado. Y algún día me convertiré en la reina del país.
Bajé del coche y Sidney enseguida me llevó el café. El que había sido todos estos años secretario general de Blanchard&Co me agradeció la oportunidad que les daba a todos los empleados y la confianza por no despedir a ninguno. ¿Qué necesidad había de hacerlo ahora si ellos van a ganarse el despido solos mañana? Miro a mi todo el mundo. Mis nuevos empleados están expectantes. Creo que lo mejor será dar ya el discurso e irme a mi oficina. Este sitio aún apesta a la idiota de Mary Margaret.
Me desplomo en mi silla. ¿Cómo podía haber tanto pelota suelto? Qué panda de imbéciles. Están llamando a la puerta, espero que no sea Sidney otra vez, hoy no estoy para perritos falderos.
-Señora Mills, necesito que me ayude a seleccionar a los becarios.
-Oh, eres tú, Graham. ¿No debería hacerlo los de recursos humanos?
-Lo siento, la universidad me ha exigido que sea usted personalmente.
Graham es el hombre más atractivo de mi empresa. No es el mejor trabajador, pero a mí me trabaja bien, tenemos un vínculo... especial. Comienza a acercarse a mí.
-Al menos podemos hacerlo los dos juntos, ¿no?-me roza la boca con los labios y le agarro la camisa para besarle.-Algún día nos pillaran y tendrás que despedirme.
-Pues cuida que no nos vean y no tendré que buscarme un sustituto.
Bajé a la planta de recursos humanos. Huelo el miedo por donde paso. Solo espero que las entrevistas sean rápidas y que los de la universidad ya hayan hecho su preselección.
-¿Cuántos faltan?-pregunté, aburridísima, después de escuchar a quince paletos.
-Cinco.
-¿Y a cuántos tengo que contratar?
-Dos para este edificio y dos para el nuevo.
Suspiré. No quería contratar a ninguno. Abrí la fecha del siguiente: Robin Hood, 38 años. Este hazlo tú solo. Voy a tomarme un café. En la cafetería de enfrente saben perfectamente cómo me gusta. Y, además, es mía. No necesito más. Pero antes escucharé algo de la entrevista.
-Buenos días, señor Hood, tome asiento.-indicó Graham.-¿Le ocurre algo?
-Oh, no, es que me habían dicho que era la señora Mills quién me realizaría la entrevista.
-Ha tenido que ir a atender un asunto, enseguida volverá, pero comencemos. Dígame, ¿qué hace un hombre de su edad pidiendo unas prácticas?
-No he podido pedirlas antes. Me faltaba formación.
-Entiendo, per...
No quiero seguir escuchando tonterías. Será mejor que me vaya.
Robin
Me he despertado demasiado temprano y he sorprendido a mi novia con un desayuno. ¿Qué tiene eso de malo? Estoy nervioso por la entrevista. Por fin he conseguido aprobar todas mis asignaturas y necesito estas prácticas como sea. Incluso así podría tener alguna oportunidad para trabajar. Ahora Mills&Daughter es la mejor empresa de la ciudad.
-Bueno, piensa que estará contenta.
-O se le ha subido el poder aún más a la cabeza, Marian, es la mujer más importante del estado.
-No creo que sea tan mala...
-Mis profesores me dieron una palmadita en la espalda cuando les dije que quería trabajar con ella. ¡Una palmadita!
-Bueno, cálmate. Eres un gran profesional, ninguna bruja podrá quitarte eso.
Marian es muy buena conmigo. El beso que me acaba de dar en la frente me ha relajado. Somos novios de toda la vida. Ella pudo ver como mi padre derrochó en alcohol y vicios todo el dinero para mis estudios cuando murió mi madre y me prometió que me ayudaría. Y aquí está. No me la merezco.
Mi moto hoy ruge de felicidad. Parecía decir "vas a conseguirlo". La moto. Me la regalaron los padres de Marian y Marian en mi cumpleaños. Crucé la ciudad. Por todos lados se ve el logo M&D. ¿Cómo una empresa puede absorber a otra y que en lo único que se piense es en la ropa que lleva hoy la señora Mills? ¡Ha monopolizado el estado! Cada tienda, cada restaurante, cada hotel, cada bar. Todo. Todo es suyo. El parque Henry Mills, el paseo de Leopold Blanchard... ¿Cuándo pasaría de ser la Plaza Mayor a ser la Plaza Regina Mills? En el fondo puede que le tenga envidia. Ella no ha hecho nada. Casarse y ser hija de. La señorita se graduó nada más y nada menos que en Yale, con los pijos de su calaña. Todos parecen tenerle miedo. Pero yo no. Yo no le tengo miedo y pienso tratarla igual que si tuviera una jefa que solo dirigiese a tres empleados. Ella no es más que yo. Y nunca lo será.
Entro en la sala de espera y veo a diecinueve candidatos más. De pronto una señorita llamó al primero. No habían pasado ni cinco minutos cuando salió.
-Es ella.-dice.
-¿Regina Mills?-pregunta una chica, aterrada.
El primer chico asiente y se va.
Me estoy poniendo cada vez más nervioso. ¿Y si no me contrata? ¿Qué hago? ¿Cómo ayudo con los gastos de la casa? Mi pierna comienza a temblar y mi móvil vibra. Es Marian, me ha mandado un whatsapp: tranquilo, te quiero.
-Hood.
Oír mi nombre me produce un escalofrío. Me levantó y abro la puerta. Al entrar vi a un hombre, solo a un hombre, no parecía haber rastro de la señora.
-Buenos días, señor Hood, siéntese por aquí.-¿Dónde está ella? ¿Es que ni siquiera merezco que me entrevisten? Bueno, pensemos el lado positivo, seguro que él es más benévolo.-¿Le ocurre algo?
-Oh, no, es que me habían dicho que era la señora Mills quién me realizaría la entrevista.-contesto.
-Ha tenido que ir a atender un asunto, enseguida volverá, pero comencemos. Dígame, ¿qué hace un hombre de su edad pidiendo unas prácticas?
-No he podido pedirlas antes. Me faltaba formación.
Las preguntas me ponen nervioso. ¿Qué le importa a este chulo de ricachonas lo que yo haga o deje de hacer? Con su camisa de marca. Qué asco. Apuesto que sus padres son ricos y soltaron un buen pico para que trabajase aquí.
Bueno, creo que ha ido bien. El chulo de playa me ha sonreído al final, pero claro, era una sonrisa de chulo de playa. Espero que me den el puesto. No puedo permitirme fallar otra vez. No ahora.
Creo que lo mejor será que me tome un café y después paso a por Marian. La cafetería de enfrente es muy acogedora, se llama Granny's y está decorada con motivos de cuentos, me trae muy buenos recuerdos de mi infancia. Oigo a varios susurrar, el asunto urgente por el que la señora directora no ha podido entrevistarme es porque le apetecía un café. Manda huevos.
Me bajo de la moto justo en la puerta de la escuela donde trabaja mi novia. Todos sus alumnos se despiden de ella sonrientes, sé que les quiere mucho. Le encantan los niños. Le he prometido que en cuanto me contraten tendremos uno. ¿Quién es ese? Un hombre ha salido de la misma clase en la que trabaja Marian. Supongo que será el de prácticas, un tipo con suerte, le han cogido.
-¿Cómo ha ido?-me pregunta.
-No lo sé. Al principio me dijeron que me entrevistaría ella, pero luego solo lo hizo un chulo de playa, de estos niños de papá. Luego me enteré de que la gran señora Mills se había ido a tomar un café.
-No pasa nada, ya verás que van a contratarte. Vámonos a comer.
Graham
Está anocheciendo y yo sigo aquí, con Regina. ¿Si es la mujer más importante del estado por qué no lo deja para mañana? Tengo ganas de irme ya, ver a todos esos estudiantes me ha dado pena. No saben dónde se están metiendo. Cuando acabé el primero de mi promoción en Standford pensé que aspiraría a trabajar en Nueva York o en LA, pero no, me he quedado en Boston. No voy a decir que no me gusta mi trabajo, me gusta, es simplemente que aspiraba a más. A veces pienso que Regina pronto me nombrará vicepresidente o algo así. Luego me bajo de la nube.
-¿A cuántos tengo que contratar?
-A cuatro, dos para...
-Este edificio y dos para el nuevo. Veamos...-Regina comienza a mirar los curriculums como si fueran papeles inservibles.-Esta chica aquí y esta allí. Este chico me lo quedo yo y a este que se lo lleven ellos. Cojo las llaves del coche y nos vamos.
-Regina, ¿no crees que deberíamos pensarlo más?-ha levantado una ceja. No me apetece discutir y menos con ella.-No, claro que no. Pero podías mirar más a este, ha hecho una entrevista excelente.
Mi jefa coge la ficha del señor Hood y sonríe.
-¿Un becario de 38 años? Coge las llaves del coche, conduzco yo.
-¿Y cómo me voy yo luego a mi casa?
Regina levanta los hombros. Qué mujer tan egoísta. Al menos deja que me vaya en el mío. Pues no lo hace. No ya que no me deje conducir el suyo, lo cual es una locura, sino que no me deja conducir el mío. La sigo y nos montamos en ascensor. Ella me mira desafiante. Sabe que me molesta muchísimo que no me deje conducir. Y le gusta que me moleste. Está mordiéndose el labio porque sabe que eso me gusta a mí. Se gira y se los marca aún más con el pintalabios. Comienza su juego. Tardamos exactamente tres minutos en llegar al parking desde la planta en la que estamos. Me abalanzo sobre ella y comienzo a morder su boca. ¿Qué tiene esta mujer que pase lo que pase no puedo resistirme a ella? Juega con mi lengua y yo bajo las manos por sus caderas. Oh, Regina, espera que lleguemos a tu casa. Suena el ding dong que indica que estamos en nuestra parada y ella se separa. Estoy inmóvil, la quiero, la quiero ahora. Ella abre la puerta del coche y yo sigo parado en el ascensor.
-¿Piensas quedarte ahí toda la noche?
Ando rápido hacia el coche. Parece que no ha pasado nada, que no siente nada. La odio y me enciende. Qué mujer.
Conduce tranquila, sabe que no va a encontrarse a nadie. Aún no entiendo por qué no podemos hacer público que estamos juntos. Aunque a decir verdad no sé muy bien si lo estamos. Nos acostamos de vez en cuando. En su casa, siempre. Pero nunca comemos juntos o cenamos. No salimos, no vamos al cine. A veces creo que se aprovecha de mí porque soy su empleado. Pero también sé que yo no podría decirle que no aunque fuera una vagabunda. No a ella.
Cierra la puerta de su casa, se quita el abrigo y me mira, esperando a que yo me quite el mío. Lo hago y me acerco a ella. Nos miramos, de cerca, a centímetros. Respiramos agitados, noto su pecho en el mío. No puedo más. Agarro su cabeza y la atraigo hacia mí. Hoy también va a ser una noche de las nuestras, una noche en la que de nuevo sucumbo a la sensualidad de Regina Mills.
