Buenas, me presento y me estreno en Fanfiction. Soy Emerlé, el menor de los hermanos Ponykillers. A modo de advertencia, diré que mis historias suelen ser largas y con capítulos, aunque también se hacer one-shots.
M por lenguaje, violencia y sexo no explícito en capítulos futuros.
Disclaimer: No poseo MLP:Fim. Pertenece a Hasbro, igual que el Monopoly.
Cuando Rarity salió de la Boutique Carrusel, una ola de duro frío invernal y una avalancha de nieve recién caída se aprestaron a recibirla. Tiritando de frío, cerró la puerta de la tienda.
―"Estúpido invierno" ―pensó.
Una vez se aseguró de que nadie podría entrar en su ausencia, sonrió y se acudió la nieve, poniéndose en marcha. Pinkie daba otra de sus estúpidas fiestas para celebrar el día de corazones y cascos y ella no tenía ningunas ganas de ir, pero no podía permitir que a su amiga le entrara uno de sus nuevos brotes esquizofrénicos y le diera por perseguirla toda la vida.
Sonriendo con ese pensamiento, sacudió de nuevo la nieve que cubría su nuevo modelito y cruzó la calle en dirección al Sugarcube Corner. La unicornio se preguntaba que sorpresas tendría Pinkie en mente: ¿Tartas de mazapán? ¿Ponerle la cola al burro? ¿Habría quizá invitado a Vynil Scratch? La tienda estaba empezando a hacer más negocio desde que la hiperactiva pony había puesto en venta sus nuevas cupcakes de sabores, y las fiestas aumentaban paralelamente a los beneficios.
―"¿Esta pony no conoce las ventajas del ahorro y la inversión?" ―reflexionó Rarity, cruzando una de las calles.
Ensimismada en sus pensamientos, no se fijó en la carreta que se aproximaba en su misma dirección, y antes de que pudiera fijarse, ya la tenía encima. Haciendo gala de unos sorprendentes reflejos, lanzó un hechizo que frenó la carreta a unos centímetros de su cara.
― ¡Eh, a ver si miras por dónde vas!―chilló el conductor, un corpulento pegaso que llevaba a una pareja hacia un sitio especial― ¿Es que estás ciega o qué?
Rarity dirigió una mirada de odio al conductor, pero pensó que no merecía la pena perder el glamour por semejante idiota.
Los dos ponys que viajaban en la carreta observaron la escena extrañados, mientras el conductor, suspirando, concluyó que aquella unicornio también era sorda, y que era mejor irse. Una vez el carruaje se perdió en la lejanía, la unicornio pudo volver a a sumergirse en sus pensamientos, que, involuntariamente, volvieron hacia la tienda. De hecho, sus negocios iban ahora viento en popa, y aquel día en concreto, muchos clientes se personaban en su establecimiento para celebrar el día de los enamorados.
Rarity sonrió.
La silueta de la pastelería empezó a recortarse en el cielo nocturno del pueblo, y la unicornio sorprendió al ver una figura solitaria enfrente de la tienda. Desconfiada, cargó un ataque mágico en su cuerno y se acercó cuidadosamente. Si el desconocido tenía intenciones hostiles, por lo menos estaría preparada para atacar. Sin embargo, al percibir su presencia, el desconocido comenzó a dar botes hacia ella. Confiada ahora, la unicornio dejó que la magia se disipara lentamente, porque ya sabía quién era antes de que el pelaje rosa de Pinkie Pie se hiciera visible. Su amiga la había esperado a pesar de todo el frío y la nieve. Qué bonito.
― ¡Eh, Rarity! –chilló la anfitriona―. ¡Qué bien que por fin hayas podido venir a mi fiesta! ¡Cuando llegaron el resto y no te vi pensé que con el invierno a lo mejor te habías resfriado o que podía ser que te hubiera pasado algo mucho más grave y claro entonces me preocupé y estaba tan nerviosa y me puse tan ansiosa que casi me olvido de respirar pero ahora ya estás aquí y yo también y podemos entrar y vas a pasar el rato más megafantástico y maravilloso de tu vida!
―Ohh, gracias por preocuparte por mí, encanto.
―Bueno, eres mi amiga. ¿Sabes? También pensé que a lo mejor era posible que te hubieras quedado hasta tarde trabajando pero luego pensé que no te perderías mi fiesta y luego pensé que creo que a veces trabajas demasiado y espero que Dashie no se obsesione con su nuevo trabajo como tú, que eres demasiado perfeccionista. ¿Sabes? Creo que deberíamos tener un día especial para nosotras solas y que podríamos ir al spa y luego gastar bromas y al final…¡Dulces!
―Yo no… Un momento… ¿Rainbow Dash tiene ahora un trabajo?―comentó Rarity, sorprendida.
― ¿No te has enterado todavía? Ahora resulta que a Rainbow Dash le ha salido un trabajo nuevo en la CWC y que va a empezar a trabajar mañana y yo estoy bastante alegre por ella pero espero que pueda bajar a estar conmigo para nuestros días solas y, ¿sabes? Yo creo que el trabajo es bueno si…
― No ha sido cosa del trabajo. Es sólo que Sweetie Belle ha leído una historia de fantasmas y le ha costado una eternidad poder dormirse.
―Vaya, ¿no le gustan las historias de fantasmas?―comentó la pony rosa, decepcionada―. Pues yo pensaba llevármelas un día de acampada y reunirnos junto a un fuego para contar historias de miedo y asar nubes y todas esas cosas que se hacen las acampadas.
―Si le convences de que todo eso es ficticio, le irá bien―aseguró―. Bueno, entramos―comentó Rarity, deseosa de hablar con sus otras amigas.
― ¡Vale! ¡Bienvenida a la fiesta más megafantástica y superespectacular del año!―comentó Pinkie Pie, haciendo un pase con los cascos, para después susurrar en voz baja―. Menos mal que los Cake confían en mí, porque, si no, ¿dónde daría yo mis fiestas?
Al abrirse las puertas, un destello de luces intermitentes procedentes de una bola de espejos que Pinkie se había apañado para colar azotaron a Rarity. Confundiendo la sorpresa con timidez, la anfitriona dijo:
―No seas tímida, ¡entra! ―Y la empujó hacia el interior.
Al entrar, lo primero que sorprendió a la diseñadora fue el calor que reinaba en la pastelería. Lo segundo, fue la enorme afluencia a la fiesta. La sala entera estaba llena de ponys, incluso algunos que la unicornio no recordaba haber visto jamás en su tienda. Todo el pueblo parecía estar allí disfrutando, y parecía que los únicos ausentes eran los que no habían podido acudir. Grandes grupos de parejas disfrutaban de la música romántica que tocaban Octavia y su orquesta. Otros muchos se besaban, otros simplemente charlaban.
― ¿Qué te parece? ―preguntó la pony, con evidente orgullo en la voz―. ¡Me las he apañado para invitar a todo el pueblo! Al principio me preocupaba que cupieran todos y luego concluí que no lo harían, pero al final un unicornio al que no he visto nunca y del que me hice amigo me ayudó y conseguimos ampliar el espacio y quise invitarle pero para cuando le invité ya se había ido y no pudo venir y por eso no está aquí.
―Ohh, lo siento, encanto-dijo la recién llegada, sabedora del valor que la poni confería a sus amistades.
―No importa, mis Pinkie sentidos dicen que podré volverle a ver pronto. ¡Mira mira mira mira! ¡Allí están nuestras amigas!
Y dando botes, logrando esquivar milagrosamente a varias parejas que la taladraron al instante con miradas de odio, se posicionó junto a sus amigas y las saludó efusivamente.
―Hola, chicas ―saludó Rarity.
―Hola, terrón. Has tardado mucho, pero lo importante es que ya estás aquí. ¿Qué tal estás? ―respondió Applejack
―Bastante bien, gracias, aunque hoy no hay que hablar de mí, sino de ti, Rainbow. Felicidades por tu nuevo empleo.
―Muchas gracias, Rarity. Aunque lo que estaba claro es que me iban a coger a mí. Pero bueno, espero que el trabajo me permita salir a volar y a veros cuando quiera.
― ¡Claro que sí! ¡Todas te apoyamos! Por cierto, Twilight, te noto triste. ¿Es que no te gusta mi fiesta? ¡Si puedes hacer un montón de cosas! ¡Puedes comer o hablar con nosotras o conocer nuevas amigas o…!
―No, tu fiesta es genial, gracias por darla―la halagó Twilight―pero hay un problema interno. El otro día, Spike me entregó una carta, indudablemente de la princesa. Según ella, en este pueblo se han empezado a dar desapariciones, y la cosa debe ser grave, porque ha enviado a sus Patrullas Reales de Inteligencia Muy Obsesionadas con su Seguridad. Si os digo la verdad, me preocupa qué es lo que pueda pasar.
― ¿De verdad? ¿En un pueblo tan pacífico? ―preguntó Rainbow Dash, extrañada
― ¿Y sospechas de alguien en concreto? ―preguntó Rarity.
―Ni yo, ni ninguno de ellos piensan en nadie en concreto
―Sí, tienes razón ―aseguró Applejack, que parecía haber recordado algo importante―. ¿Sabes? El otro día, Apple Bloom me confesó que su amiga Scootaloo era huérfana de madre. Ella antes vivía en Las Pegasus, pero un día desapareció, y fue entonces cuando se mudaron a Ponyville.
― ¡Oh, pobrecita! ―gritó Pinkie Pie―. ¡Lo estará pasando fatal ahora mismo y con su padre que está trabajando todo el día! ¡Pero no os preocupéis, porque pienso demostrarle que si se lo propone, la vida puede estar llena de sonrisas! ¡Si hay alguien infeliz, Pinkie Pie le hará sonreír!
Y se fue, saltarina como de constumbre, en la dirección en la que estaba la pegaso, invitada a la fiesta junto a su padre. Sus pupilas brillaron de un modo extraño al reconocerlo.
―Oye, Rarity… ¿Te pasa algo? ―preguntó Fluttershy, alarmada―. Es que tienes cara de preocupación…
―No, nada, cariño. Por cierto, tú también tienes carita de preocupada. ¿Te pasa algo, encanto?
―No, en absoluto… bueno, sí…necesito tu ayuda…otra vez.
―Déjame adivinar… ¿Otra vez te has quedado sin dinero para cuidar de tus animalitos?
―Sí…Bueno, verás… es que Angel se empeñó en comer una ensalada de Foalrán Adrià… Me he gastado el presupuesto de un mes en 10 días…
―No te preocupes, encanto, que sabes que Rarity siempre tiene dinero para ti. Pero vas a tener que hacer…un par de cositas por mí. ¿Quieres empezar a trabajar para mí a partir de mañana?
― ¡Oh, pues claro!―gritó la dulce pegaso, iluminándosele el gesto― ¡Soy muy buena costurera! ¡Gracias gracias gracias Rarity!
―De nada. Ven mañana cuando puedas, siempre que no sean horas muy intempestivas.
― ¿In… intempestivas?
―Inadecuadas, cariño.
― ¡Vale! Me voy a casa a decirle a mis animalitos que tengo un nuevo trabajo. ¡Hasta mañana!
Rarity vio a la pegaso salir volando alegremente hacia su casa, y se preguntó si trabajaría bien. Lo necesitaba, porque no tenía mucho tiempo para enseñarle el oficio.
Un grito la devolvió a la realidad. Sorprendida, volvió la cabeza y vio una breve pelea entre una pegaso, de color naranja delicado como el sol del amanecer, y un pony normal, marrón de crin negra como el azabache. Aunque la pegaso aleteaba muy enérgicamente y pegaba bastante bien, su oponente hizo valer la mayor fuerza de su raza y pronto le pegó la espalda al suelo, revelando su marca de belleza: unos grilletes.
Progresivamente, los invitados dejaron aquello que estaban haciendo y observaron incrédulos la escena que se acababa de desarrollar ante sus ojos.
― ¡Déjame! –gritó finamente la asfixiada pegaso―. ¡Vosotros los policías no sabéis divertiros ni dejáis divertirse a nadie!
― ¡Eh, ¿qué es esto?! –gritó irritada la recién aparecida Pinkie Pie-¡No quiero ninguna pelea en mi fiesta! ¡Si estamos aquí es para celebrar el día de corazones y cascos en plena armonía y felicidad sabiendo que todos somos amigos y...!
―Cállate ―le espetó el policía―. Charming Dawn, quedas detenida por posesión y consumo de estupefacientes. Tienes derecho a guardar silencio. Tienes derecho a un abogado. Cualquier cosa que digas podrá ser utilizada en tu contra.
Hundida ahora al darse cuenta de que todos conocían su identidad y adicción, la detenida se hizo una bola y lloró. Su fama se había arruinado.
―Vamos a comisaría. Allí quizás me digas un par de cosas que quiero saber.
Poniéndole las esposas, se la llevó sin ninguna oposición. La detenida cruzó miradas con Rarity mientras buscaba compasión en los presentes, y entonces se puso a llorar. La unicornio hizo un gesto con la pezuña.
Como fuera de la realidad, todos los invitados siguieron con la mirada al policía, que desfilaba orgulloso, y a su presa, llorosa, hasta que al fin salieron de la habitación. Ninguno de los presentes podía creer que en aquella fiesta se pudiera comprar droga, y menos que hubiera policías de servicio. Pronto, decidieron dejarlo estar, y continuaron con sus tareas. Todos menos Pinkie Pie, quien seguía sumamente alterada.
― ¿¡Tú ves eso normal!?―le chilló Pinkie a Rarity, que era a quien tenía más cerca―. ¡Venir a MI fiesta a drogarse! ¡Para eso no vienes! ¡Con la de diversiones y actividades y juegos y cosas en general para que vosotros estéis entretenidos y ahora viene ésa ―miró a la puerta con aire despectivo― a tomar cosas! ¡Es como si yo fuera a SU fiesta y dijera: "Ohhhh, que aburrida es tu fiesta, voy a alterar mi percepción de la realidad porque si no me aburro…"! ¡Pues a la próxima no estás invitada!
―No te preocupes. Seguro que no viene ―indicó Rarity con aire divertido.
―Bueno, sabes que soy el elemento de la sinceridad, así que tengo que decirte que lo más probable es que no le importe venir a ninguna más…―aseguró Applejack en voz baja.
―¿Cómo dices?―gritó la anfitriona, furiosa―. ¡Si no viene a ninguna fiesta más, es simplemente porque no sabe divertirse sin drogarse!―zanjó finalmente, haciendo un gesto iracundo con el casco.
―Cambiando de tema ―cortó Twilight antes de que aquello derivara a una discusión―. Ese era… ¿Restraining Chain? Pues sí que se están tomando en serio lo de las desapariciones si han mandado al jefe de la secreta.
― ¿Es ese? ―preguntó Rarity―. Pues es muy guapo…
―Yo no le veo tan guapo―replicó ella―es de un color normal, y de cara tampoco es gran cosa.
― ¿Qué dices? Contempla ese rostro viril, curtido en mil acciones policiales, y sus andares militares… -divagó la aludida.
―Bueno, si tú lo dices… Sólo te ha faltado guiñarle el ojo, si ya hasta le has saludado…
― ¡Ja, ja,ja! Ahora que lo dices, tienes razón. Por cierto, chicas, tengo que irme.
―¿Eh? ¿Por qué? ¿No te gusta mi fiesta? ―preguntó Pinkie, mientras su esponjosa melena amenazaba con alisarse de golpe.
―No es eso, encanto. Esta vez te has superado. Es sólo que al ver esa detención, he pensado que si Sweetie Belle tiene una pesadilla, puede liarla mucho más. Así que, bueno, iré a echarle un ojo.
―De acuerdo ―dijo Pinkie, claramente decepcionada―Cuando quieras me avisas y nos vemos.
―Venga, adiós, chicas. Ya nos veremos un día de estos.
―Adiós, Rarity. Que te vaya bien.―se despidió Applejack.
La unicornio se puso de nuevo su vestidito de gala y se fue de la fiesta. Una vez cerró la puerta, se oyó a Pinkie Pie suspirar:
―Vaya, qué pena que tuviera que irse… ¡Oye, niño! ¡Ese es mi sombrero, y es para uso personal! ¡Lo necesito para el próximo sorteo! ¡Y tú, no bajes al sótano!
De nuevo, el frío rugiente del invierno azotó a la unicornio de vuelta a casa. Profundamente molesta por el desarrollo de los acontecimientos, levantó una gran masa de nieve con su magia y lanzó en bolas a modo de cañón. Esa estúpida de Charming Dawn... ¿Cómo podía haber gente tan estúpida como para vender droga en una fiesta a la que estaba invitado todo el pueblo? Pero Rarity concluyó al fin que era muy difícil que todo aquello le afectara, y que tenía que concentrarse en que aquella era su noche.
Sonriente ahora, Rarity pensó en todo el negocio que estaba haciendo entonces. La Noche de Corazones y Cascos era verdaderamente su noche. Con todos aquellos sementales solitarios y deseosos de una noche animada, iba a conseguir ganar más dinero que nunca. Diabólicamente, pensó en su nueva recluta. Con lo inocente que era, los comienzos serían un poco difíciles, pero luego se convertiría en su producto estrella.
Con una enorme sonrisa en el rostro, abrió la puerta de la Boutique Carrusel. Una vez hubo cerrado de nuevo con llave, encendió mágicamente una luz. Con mucho cuidado, subió a la habitación de su hermana, que se encontraba en absoluta oscuridad. Desconfiada, Rarity llamó.
― ¿Sweetie Belle? ¿Estás despierta? Ha llamado tu amiga Scootaloo para decirte que ya ha conseguido su marca, ¿sabes?
Sweetie Belle no respondió. Dándose le vuelta, murmuró algo en sueños.
―"Si no se ha levantado, es que está dormida" ―pensó ella.
Más tranquila, bajó de nuevo al piso principal, y abrió la puerta de la trastienda. Allí, encendió una luz mágica en el techo, que ilumnó los tristes maniquíes abandonados que no se encontraban en exposición, los vestidos de temporadas anteriores y otras por venir, y un mueble de dos cajones. Con cuidado de no pincharse, abrió el compartimento que guardaba su colección de agujas inservibles. Rarity seleccionó dos de ellas con muescas particulares, una de cabezal rojo y otra de cabezal verde. Combinándolas entre sí, consiguió una herramienta parecida a una llave, que introdujo en un punto de la pared que señalaba el casco apolillado de un maniquí, e hizo fuerza. La pared cedió sin ningún ruido, revelando unas escaleras.
Procurando no hacer ningún ruido, sacó de nuevo su improvisada llave y cerró la puerta secreta. Más libre para actuar, encendió otro fuego y fue bajando las escaleras. Pensó que había sido muy lista al instalarse allí. ¿Quién sospecharía nunca de una costurera de pueblo y de la Boutique Carrusel, si ni su patosa hermana la había descubierto? A mitad de camino, rio histéricamente. Si su amiga Twilight era tan lista, ¿cómo nunca había pensado que no podía tener ingresos al ir todos desnudos? Alabándose a sí misma por su inteligencia, terminó de bajar las escaleras.
Cuando al fin llegó a donde pretendía, sus ojos se dilataron involuntariamente. Efectivamente, no se equivocaba en sus previsiones de negocio. El club de alterne que se encontraba en su trastienda estaba más lleno que nunca.
Una bola de fiesta que haría morirse a Pinkie Pie de envidia se encontraba en medio de la sala. A uno de los lados, una barra de bar, que anunciaba los cócteles más insólitos. Sentadas en los taburetes, muchas yeguas de todas las razas, con vestidos que dejaban entrever la mayoría de su cuerpo, pero siempre elegantes: la misma Rarity los había diseñado para ser lo más eróticos posible. Repartidas en las barras americanas, otras muchas bailaban. Incluso algunos caballos se encontraban en las barras: la dueña era muy estricta en eso de la igualdad si le daba dinero.
En las habitaciones, Rarity podía percibir la excitación de los del interior. A la unicornio no le importaba desembolsar un poco más en habitaciones lujosas si estas eran más excitantes a la vista. Sonriente, miró aquel camerino que había reservado hacía mucho, y entonces, no pudo evitar reír a carcajadas.
Corriendo ahora, abrió una puerta lateral, y a una seña de los de dentro, salió. Su laboratorio de drogas seguía funcionando perfectamente. Una vez comprobó que sus negocios funcionaban perfectamente, completamente excitada y con los ojos brillantes de avaricia, salió por una puerta lateral del Club, subió un tramo de escaleras, entró a su despacho y se sentó, dándole vueltas a su silla incontrolablemente.
― ¡Jefa! –gritó una voz, inconfundiblemente masculina, desde fuera. Rarity le ordenó entrar, y ante sus ojos apareció un unicornio de color blanco perla, cuya crin rubia parecía imperturbable ante la carrera que había hecho y que el sudor que perlaba su frente delataba. Su musculoso cuerpo estaba recubierto de golpes más o menos recientes que evidenciaban su carácter pendenciero, y los rasgos que más resaltaban en su cuerpo eran una larga y fea cicatriz que rodeaba su casco inferior derecho, y su marca de belleza, constituida por dos brillantes líneas negras. Su cuerno, morado como la lavanda, sostenía con un halo mágico un periódico, que parecía ser la causa de todo el alboroto.
― ¿Qué pasa, Helping Minion?―preguntó ella, inquieta.
― ¡Ha llegado el periódico de Canterlot! ―jadeó―, ¡y viene con noticias importantes sobre Manehattan! ¡Busque la página dos en la sección de sucesos!
― ¡Trae eso! ―gritó la unicornio, cogiendo ansiosa el periódico. Con casco tembloroso, fue pasando lentamente las páginas, una por una y otra por otra, hasta llegar a la indicada por su asistente. Cuando por fin llegó, leyó sorprendida el titular, y fue pasando la vista por las columnas, una tras otra, hasta que llegó al final. Cuando hubo leído la noticia al completo, devolvió el periódico a su asistente y le ordenó con un gesto que se retirara.
Una vez estuvo sola, comenzó a reírse a carcajadas, incontrolablemente, como si estuviera enferma o hubiera probado una de las pastillas que se producían a pocos metros. Borracha de poder como estaba, echó demasiado hacia atrás la silla y cayó al suelo con un sonoro golpe. Sin embargo, a ella no le importó.
La policía secreta de Canterlot, en una operación a cuyo mando estaba el inagotable Restraining Chain, había detenido en Manehattan al jefe de la familia rival, el pony normal Moonchaser. Muy pronto, sería ejecutado, y nadie podría entonces hacerle ya la competencia. En el estado mental en el que se encontraba, siguió riendo y riendo, hasta que se le saltaron las lágrimas. Ya sólo quedaban un par de flecos por recortar, Charming Dawn y el policía. Ella confiaba en su capacidad. Pronto, no habría nadie capaz de pararla en toda Equestria.
Ella, Rarity, sería muy pronto la reina absoluta de la mafia.
