JUVENTUD, DIVINO TESORO
Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible 2013-14" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black"
Disclaimer: Nada del Potterverso me pertenece, todo es de J.K Rowling.
Dedicatoria desde mai jart*: Dedicado a Miss Lefroy Black. ¿Qué, no te lo esperabas? Es posible que quisieras que te regalara otra persona, pero te aguantas y soportas mis deposiciones de vacas, a.k.a historias y finges que te gustan. Así que espero que, realmente, las disfrutes y sino… prepara tu sonrisa fingida, tipo sonrisa arcaica ;).
EL FIERO LEÓN
—¡Oh, vamos, Alan! ¿No puedes moverte más rápido? —se carcajeó Godric mientras lanzaba una estocada vertical que era esquivada con dificultad por el susodicho. Alan recuperó rápidamente el equilibrio y atacó a Godric, rozándole la cadera con la espada sin filo. Este lanzó un grito por la sorpresa que dicho ataque le provocó y contraatacó.
Continuaron combatiendo hasta que el sudor les goteaba por la frente y los movimientos se ralentizaron. El sol estaba cayendo, dando paso a una luz anaranjada cuando los dos jóvenes decidieron dejar de luchar y se dejaron caer al lado del lago.
—Deberíamos volver, mi señor —comentó Alan mientras se retiraba el sudor de la frente y normalizaba su respiración.
—Nos conocemos desde pequeños, creo que puedes llamarme por mi nombre.
—Pero soy vuestro escudero, mi señor —protestó el joven.
—Sí, pero también eres mi amigo, así que… mejor Godric, "mi señor" me hace sentirme como mi padre. Y yo soy mucho más guapo —Godric sonrió mientras se ponía de pie—. De todas formas, tienes razón, debemos volver a casa antes de que mi madre empiece a quemar leña para hacer señales de humo y así volvamos sanos y salvos.
Alan miró interrogante a Godric mientras este se dirigía a los caballos. Había veces que no entendía nada de lo que decía su señor o, en cambio, lo entendía pero no le veía coherencia alguna a sus palabras. Encogiéndose de hombros, siguió los pasos de Godric y montó a su caballo.
Pese a que empezaba a oscurecer, ambos jóvenes cabalgaron despacio, disfrutando del paseo mientras charlaban y bromeaban por el camino de piedras.
Tal y como Godric había previsto su madre estaba esperándolos a las puertas del castillo. Con los brazos cruzados y el rostro contrariado.
El joven Gryffindor descabalgó de un salto y puso su mejor sonrisa en el rostro, con la esperanza de que aquello ablandara a su madre. No tuvo esa suerte.
—¡Godric Gryffindor! ¿Dónde estabas? Salieron esta mañana, ¿qué os ha entretenido hasta la hora de la cena? Tu padre y yo preocupados, sin saber qué os ha podido pasar a ambos… —el joven rodó los ojos mientras le caía la reprimenda y veía como Alan conducía los caballos hacia el establo, con una sonrisa en los labios.
Él no tenía que aguantar esas reprimendas delante de todo el mundo —pensó Godric. Segundos después, cuando aún continuaba la diatriba de su madre, vio a su padre salir a ver de dónde provenía tanto jaleo y, al ver a su esposa de un color rojo tomate y a su hijo con la cabeza agachada, retrocedió todo lo que pudo sin hacer ruido, volviendo al castillo y alejándose de los gritos.
Su esposa tendía a regañar a todo aquel que la interrumpiera en sus discursos sobre responsabilidad, la edad, la noche y los peligros de esta.
Y Leukón no era un estúpido ni estaba loco para estar siquiera a dos metros de ella en aquellos momentos. Que Godric supiera cómo arreglar aquello él solo.
