Capítulo I

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— ¡Vamos, vamos, vamos!... – nos apuraba la marcha Miry, a su manera, siempre amable y maternal.

— ¡Lis!... – llamé esta vez en dirección a la entrada del hotel en el que nos habíamos hospedado, en tanto sostenía con ambas manos mi bolso de viaje, hacía la caravana que habíamos alquilado para nuestra aventura.

—Eso ponlo bajo la litera del fondo, ahí hay sitio – me indicó Miry, cuando llegué hasta ella.

—Ajap – fue mi expresión, una que no lograba quitarme cada vez que quería asentir sobre algo.

Subí al vehículo, y ya en el primer paso comencé a chocarme con todo. Lo cierto es que no estaba segura cómo pensábamos sobrevivir en un espacio tan pequeño, durante los veinticuatros días que andaríamos en la carretera. Ante la expectativa de la aventura, se me hacía un enorme nudo en el estómago, y de inmediato dejaba de importarme la falta de espacio. Si me sentía muy agobiada, siempre podría abrir una ventana ¿no? Miré a mi alrededor, encontrándome con dos pequeñas ventanas laterales, además del retrovisor y a mi espalda, el parabrisas. Bueno, siempre podríamos detenernos cinco minutos a descansar.

Ahí estaba mi eterno optimismo, a prueba de balas. Aunque ahora mismo yo no sabía bien, las balas de cañón que nos podían caer en el camino.

—Miry me dice que ponga esto bajo la litera del fondo — habló tras de mi Susanne, Sussy o peque como solíamos llamarle de cariño. Ella era la menor de todas nosotras y a la que más nos costó que viniese. Nos habíamos tenido que plantar en casa de sus padres, las tres 'adultas' de la expedición, y casi firmar un documento notarial en el que nos hacíamos responsables de ella.

—Dame un momento… — forcejeé un poco con la puerta que debía abrirse bajo la litera, hasta que cedió, dejándome caer de paso — auchh… — me quejé — ya está — sonreí, sentada en el suelo, en el pequeño espacio que había entre la litera y la puerta del baño.

Sussy rió de buena gana y se asomó por la puerta, para contarles a Miry y a Lis, que finalmente había aparecido, de mi infortunio. Así que en tanto me ponía en pie, intentando no tropezar con nada más de paso, vi las cabezas de mis amigas, una tras la otra, sonriendo y mirándome.

— ¿Qué? — les pregunté, arrodillada en el suelo, en una posición muy poco afortunada. Las carcajadas sonaban en nuestra reducida sala-dormitorio.

— ¿Estás bien Andrea? — me preguntó finalmente Miry, cuando pudo dejar de reír.

—Sí… — me reí — sólo con el orgullo un poco herido — me acaricié el trasero, aliviando un poco el golpe que me había dado.

— Nada que no pueda aliviar Bill ¿no? — preguntó Sussy con picardía. La miré ampliando la sonrisa. Era la más pequeña sí, pero eso no significaba nada.

—Desde luego… — contesté animada, ya poniéndome en pie. Escuchando la voz de Lis entrando en la caravana.

—Huy… mi amiga aquí presente, es capaz de dejarse caer para que Bill le alivie.

Todas reímos ante el comentario, porque cada una de nosotras sabía, que una parte de verdad había en aquellas declaraciones.

—Ahora sí, organicémonos — pidió Miry subiendo tras Lis, logrando de ese modo que las cuatro estuviésemos dentro de los seis metros cuadrados que se suponía que tenía la caravana.

—Bien — acepté presta, metiendo mi maleta en el espacio que había bajo la litera.

— ¿Quién tiene la llave de la habitación? — escuché a Miry preguntar a mi espalda, y fue Lis la que respondió.

—Yo.

Me giré a mirar a Sussy.

—Dámela, voy a pagar la habitación — anunció Miry — ahí arriba se puede poner otro bolso — indicó un armario que estaba sobre el asiento cama que componía el comedor.

—Tu bolso peque — le hablé a mi amiga, que me entregó su equipaje.

De ese modo, en cuestión de quince minutos, estábamos todas acomodadas dentro de la caravana. Miry era la que organizaba, estaba implícito en ella, su profesión era la administración y el comercio exterior, así que se manejaba bastante bien con todo lo que era, poner las cosas en su lugar. Así que ella sería la que conduciría en el primer turno, al menos eso habíamos acordado durante la noche, mientras repasábamos nuestra ruta de viaje.

Creo que el nudo en el estómago se me iba haciendo cada vez más apretado y pesado, pensando en lo que íbamos a emprender.

— ¿Listas? — preguntó Miry, desde el asiento del conductor.

Cada una de nosotras contestó desde su posición. Lis, se encontraba en el asiento del copiloto junto a Miry, ella era nuestra traductora particular. Había estudiado idiomas, así que hablaba el inglés, el francés y el alemán. Tres de los idiomas que más nos interesaban. Sussy estaba sentada al fondo, mirando desde la ventana, como íbamos dejando el hotel en el que nos habíamos hospedado, a las afueras de Marsella, ella comenzaría a estudiar pedagogía dentro de poco, como ya había dicho, era la más pequeña de todas nosotras, con apenas dieciocho años, las demás la superábamos, la que menos con seis años, y la que más, o sea yo, con ocho. Yo me había acomodado en la mesa que había en medio, comenzaría a trabajar en los carteles que teníamos pensados, como lo mío era el diseño gráfico, me habían asignado la labor de creatividad. Así que aquí estaba, intentando bosquejas sobre una cartulina, nuestros anhelos.

— ¿Música? — quiso saber Lis.

— ¡Eso ni se pregunta! — respondió desde el fondo Sussy.

—Mira la peque, siempre atenta… — rió Lis, poniendo un cd en la radio de la caravana.

Al menos en cuestión de música, todas sabíamos que estábamos de acuerdo. Justamente por la música es que nos habíamos reunido. Seguiríamos a Tokio Hotel, nuestra banda favorita, de concierto en concierto, durante nada menos que veinticuatro días.

Suspiré mirando por la ventana. Y me sentí como Bill en una fotografía hermosa que tiene, durante el tour de Zimmer. Cuando encontré esa imagen, la amé de inmediato. Su mirada curiosa era algo que me llenaba el alma.

Hace casi dos años atrás, cuando comenzamos a planear este viaje, estábamos tan emocionadas que no podíamos contenernos. Sabíamos que nos tocaría sacrificarnos, de hecho yo no sabía lo que era ir al cine, más que para ver dos esperados estrenos, o de compras sólo por placer, desde que nos lo habíamos propuesto. Y a pesar de ello, el viaje había peligrado más de una vez. Desde el comienzo nos lo habíamos planteado como una meta. Las cuatro o ninguna. Pero claro, llego un momento en el que una dijo 'no puedo' y las demás nos quedamos con el corazón destrozado. Así que creamos un fondo común, que tenía que permitirnos las entradas, el costo del alquiler de la caravana, además de la comida. Tres cosas indispensable.

Comenzó a sonar una de las nuevas canciones del tour, y que le daba el nombre el nuevo disco 'Freihet'. No debía de extrañarnos, aquella metáfora giraba en torno a la banda y los chicos, además de llevarla Bill tatuada en el brazo. El ritmo comenzó a impregnarnos, y cada a una a su manera se sentía sumergida en la ensoñación de verlos.

El primero concierto al que asistiríamos sería en esta misma ciudad, Marsella. Habíamos comprado entradas para un total de ocho conciertos, de los catorce que darían a lo largo de casi un mes. A la mayoría, asistiríamos desde las gradas. No nos era posible pagar todos los conciertos en primera fila, pero nos habíamos asegurado dos de ellos, desde delante. Queríamos escucharles respirar, de ser posible. Claro, pensar en ello era una alegoría, algo meramente simbólico, pero sólo pensar en la posibilidad de una cercanía así, hacía que valiera la pena traer sólo un bolso, con un par de mudas de ropa.

— ¿Cómo va eso? — preguntó Sussy, sentándose junto a mí.

—Bueno… no tengo demasiadas ideas ahora mismo… — acepte.

— ¡Bill, tienes la obligación de hacerme un hijo! — exclamó desde su sitio Lis, que parecía haber echado el doble de azúcar a su café está mañana. Tenía tanta energía, que si la poníamos a correr junto a la caravana, lo haría con gusto.

—Eso está demasiado visto — le contestó Sussy — tenemos que ser más originales.

—A estas alturas lo tenemos difícil — agregué — al pobre ya le han dicho de todo… hasta tampones le han tirado al escenario…

—Y brasieres— acotó Miry desde su sitio, con la mirada fija en la carretera.

—Oh sí… —contesté—yo me traje uno de Victoria's Secret que me compre, pero me da pena lanzárselo y que no lo recoja… no cuestan dos euros ¿eh?

— ¡Lis, Lis, Lis!—habló con prisa Miry, indicando un cartel de la carretera que estaba escrito en francés. Lis, además de acompañar a Miry como copiloto, estaba atenta también a las señalizaciones, para no perdernos.

De ese modo, entre conversaciones, risas y canciones. Nos encontramos poco tiempo después, detenidas en un aparcamiento para caravanas, muy cerca del hotel en el que estarían los chicos, organizando nuestros horarios y esperando que todo nos saliera bien con las entradas. Las de mañana serían en las gradas, así que no teníamos problema con eso. Preferimos dejar las de primera fila, para los últimos conciertos, de ese modo nos sentiríamos más completas, aunque las cuatro sabíamos, que luego de esta aventura, nada sería igual.

Estábamos sentadas Miry y yo, fuera de la caravana, en unas sillas plegables que venían con el equipamiento. Cuando divisamos a Sussy y a Lis correr agitadas y emocionadas hasta nosotras.

—Dicen… —jadeaba Lis, sin poder respirar bien de la carrera que se había pegado, mientras Sussy apoyaba ambas manos en sus rodillas intentando recuperar el aliento —… que… los chicos…

—Llegan esta noche… —pudo completar la frase Sussy, volviendo a respirar luego de eso.

—Siéntense —se puso de pie Miry. Y sólo en ese momento pensé en ello. A veces podía ser muy despistada.

Las chicas se sentaron y comenzaron a respirar más tranquilas.

— ¿Y si vamos fuera del hotel?— pregunté animada por la adrenalina que parecía recorrerme ahora que parecían estar tan cerca —de noche habrán menos fans — casi podría asegurar que contenía a duras penas las ganas de dar saltitos de gusto con mi idea.

—Nos podrían firmar algo— abrió los ojos con ilusión Sussy. Lis comenzó a mover una pierna con insistencia en un gesto ansioso. Yo hice el ademán de morderme una uña, pero me resistí. Hacía meses que no me las mordía, y había logrado una manicura casi perfecta, que no permitiría que se me arruinara por los nervios.

—Vamos—aceptó Miry. Así que obedecimos, ya que ella había sido durante este día que llevábamos juntas, la comandante de la misión 'Tour Freihet', como la habíamos bautizado en cuanto supimos el nombre del nuevo disco.

En cuestión de minutos, habíamos recogido cada una su carpeta con lo que queríamos que nos firmaran, las cosas personales que no queríamos que nos robaran, ya que era nuestra primera experiencia en una caravana, y dejamos todo cerrado, para ir en busca de la aventura.

Mientras esperábamos fuera del hotel, junto a una veintena más de fans. Lis y yo nos fuimos en busca de algo para comer. Pronto nos darían las once de la noche, y como no estábamos muy seguras de encontrar algo abierto más tarde, compramos la primera tienda de comida rápida que encontramos. Ya seguiríamos con las ensaladas mañana.

— ¿Estás segura que era esta calle?— le pregunté a Lis, cuando dimos vuelta por tercera vez en una calle que no era.

—Sí… —intentó asegurar, pero noté la duda en su voz.

Continuamos caminando, yo llevaba la bolsa con los bocadillos y ella las bebidas. Llegamos a algo muy parecido a un callejón.

—Por aquí no vinimos— me quejé, sintiendo como el pánico comenzaba a cosquillear en mi nuca.

—Pero si la orientación no me falla… — iba concluyendo de camino al final del callejón, en dónde se veía una calle mucho más iluminada —… el hotel debería estar… — salimos del callejón —… ¡aquí! —señaló victoriosa hacía su derecha, cuando salimos del callejón.

Ambas nos quedamos en absoluto silencio, cuando vimos dos enormes autobuses estacionados junto a una puerta lateral del hotel. Sí, habíamos llegado, pero lo habíamos hecho por otro camino. Avanzamos en silencio, ni Lis ni yo nos dijimos nada, era obvio lo que estaba pasando.

Por un momento tuve deseos de llamar por el móvil a Miry o Sussy, y decirles '¡los chicos están aquí!', pero la prudencia me indicó que no era buena idea. Hasta ahora nadie parecía reparar en nosotras, que seguíamos caminando como dos transeúntes más. Quizás al no ser adolescentes, nadie nos marcó visualmente como peligrosas.

Cuando la distancia entre los autobuses y nosotras se fue acortando, y comenzamos a pasar junto a la parte trasera del primero de ellos, tragué con cierta dificultad, y me obligué a respirar profundamente, cuando vi a Gustav y Georg bajar de él. Lis emitió un pequeño sonido ahogado, que yo entendí claramente, pero que no quise contestar, porque estaba demasiado nerviosa.

Continuamos caminando detrás de ellos, que iban a paso raudo, adelantándonos rápidamente. Algunas personas más bajaron posteriormente, pero no logré reconocer a ninguna. Continuamos caminando a un paso más bien tranquilo, cuando nos encontramos a boda de jarro, con uno de los enormes guardaespaldas. Me sacaba casi dos cabezas, y eso que yo no soy pequeña. Nos miró con el ceño fruncido, con esa mirada de inquisidor que solía tener en las fotografías o en los videos, pero yo intenté ignorarlo. Por un momento pensé que nos detendría y que nos obligaría a cruzar al otro lado de la calle, pero no lo hizo, aunque no dejaba de tener la sensación de su mirada fija en mi nuca.

Volví a fijar la mirada en el frente, para ese momento ya estábamos llegando a la parte media del segundo autobús. Y en ese momento se me paró el corazón. No pude evitar detenerme cuando Tom bajó del autobús casi dando un saltito en el último escalón, su cabello largo y trenzado era inconfundible. No nos miró. ¿Bill ya habría bajado?, noté como me dolió el pecho por un momento, al pensar en habérmelo perdido. Lis me tocó con el hombro, indicándome que siguiera caminando, a lo que reaccioné de inmediato. No alcancé a dar dos pasos, cuando estaba completamente en frente de la puerta del autobús y me detuve al verlo. Sus ojos estaban libres de maquillaje y de lentes oscuros. La luz de la farola más cercana, iluminó su cabello rubio desorganizado, libre de aditivos. Me miró con cierta sorpresa, luego buscó con la mirada a su alrededor, y yo noté que alguien me tomaba por el brazo moviéndome a un lado. El agarre me pareció muy brusco para ser de Lis, y entonces Bill paso siguiendo a su hermano. Era él, la forma de su caminar, el modo en que ligeramente curvaba la espalda hacía adelante, como si buscara cubrirse.

El agarre seguía latente en mi brazo, pero yo no era capaz de mirar a mi captor, sólo a él, que se alejaba rápidamente hacía la entrada lateral del hotel. Girándose a mirarme, dos segundos antes de perderse de mi vista.

Continuará…

Ufffff…. Estoy casi sin poder respirar.

Esta historia andaba hace bastante dando vuelta en mi cabeza. Comenzaré a compartir el tiempo de escritura, entre ella y mi proyecto original, así que no serán capítulos diarios. Ya veremos el ritmo con el que puedo subir.

Las amigas que aparecen aquí, creo que sabrán quienes son. He puesto a mis más cercanas, por lo que es lógico, es de quienes más conozco y quienes siempre están presentes. Lamento no poder ponerlas a todas, pero tras cada una de estas tres chicas, más la protagonista, están todas ustedes que leen y me animan a seguir, con sus comentarios, sus emociones y su cariño. Espero que este fic, las llene de cosas hermosas.

Besos y nos estamos leyendo.

Siempre en amor.

Anyara

P.D.: Las fechas y los lugares en los que estoy basando la historia, están tomados de la ruta que se hizo con el tour de Humanoid, el nombre del disco, obviamente, es ficticio, sé que puede parecer muy obvio, pero prefiero eso, a poner algo demasiado pretencioso. No sé qué nombre puedan escoger para el nuevo disco. Así que lo dejaremos en 'Freihet', además ahora mismo creo que se sienten más libres que antes.