Leo se paseaba de un lado a otro de la cama, impidiéndome disfrutar de los pocos minutos que faltaban para que sonara el despertador. No hay cosa más desagradable que despertarse cinco minutos antes de la hora. Por fin, se tumbó justo a mi lado, junto a la almohada y bostezó. Yo le miré con mala cara.
- Es que siempre tienes que hacer lo mismo? No podrías dejarme holgazanear un poco más?.- Sus ojos verdes me miraron, se entrecerraron y volvió a bostezar. Maldito gato, a veces es como si de verdad me entendiera. Me contagió su bostezo, y antes de levantarme de la cama me giré para soplarle un poco de aire en el hocico, y Leo maulló.- Si, buenos días a ti también.
Al ver que me levantaba se estiró en la cama antes de bajar de ella y enrollarse en mis piernas ronroneando.
Me encantaba cuando hacía eso, era como si me estuviera pidiendo perdón por haberme despertado. Y como no podía resistirme a tanto amor le acaricié la cabeza mientras seguía ronroneando y acabara tumbado boca arriba para que le rascase la tripa.
- No te pases guapo.- Le contesté, y volvió a entrecerrar los ojos. Se levantó y sin darse media vuelta salió de mi habitación.- Orgulloso…- mascullé.
Después de la ducha, tomé un café y me dirigí a la oficina. Trabajaba en la empresa de Publicidad Hollis and Co. Me había licenciado en Filología Inglesa y más tarde, debido a las pocas salidas de la carrera, me puse a estudiar Marketing y Publicidad. Era un trabajo que me venía como anillo al dedo. La empresa era una filial española, cuya sede estaba en Londres, y mi trabajo consistía, en parte, en llevar los asuntos de las campañas con la sede en Londres u otras compañías Inglesas o Americanas que estuvieran interesadas en nuestros servicios.
Elegí Filología Inglesa porque me encantaba su cultura y su idioma; además, por parte materna tenía a mi abuela Elisabeth, una mujer puramente británica que se enamoró de un soldado español hace ya muchos años.
Solo pude visitarla unas pocas veces antes de que muriera hace cuatro años. Se mudaron de nuevo a Inglaterra cuando mi abuelo se jubiló, y ella decía que extrañaba mucho su tierra; pero cuando murió, mi abuelo decidió volverse a España ya que nada le ataba allí ya y su hija – mi madre- y yo estábamos aquí. Mis padres y mi abuelo vivían en un pueblo cerca de Madrid, pero cuando decidí empezar a estudiar me mudé sola a Madrid capital. No quedaba muy lejos, así que dos o tres fines de semana al mes iba a visitarlos.
Yo era hija única, y había heredado gran parte de la genética inglesa de mi abuela, que a su vez había dejado a mi madre. Tenía el pelo castaño claro, no tan rubio como ella, y los ojos de un color que no sabría muy bien como clasificar; a veces eran azules, otras veces verdes, o incluso grises. Pero, por otro lado mi piel no era tan pálida y eso era gracias a mi padre. Y hablando de herencias, mi abuela le había puesto su mismo nombre a mi madre, y ésta a mí. Y para poder distinguirnos yo era Beth; Beth Cortés Watson. Toda yo era una mezcla.
Cuando entré en la oficina, Coral me estaba esperando en la mesa, sonriente.
Coral fue mi vía de entrada a la empresa; ella ya trabaja aquí cuando le conocí hace unos meses. Nos presentó un amigo común, Iván.
- ¿Novedades?- Le pregunté mientras me quitaba la gabardina y dejaba el bolso en la silla.
- No muchas. La campaña de Galp sigue adelante, han llamado esta mañana y estaban de acuerdo con las nuevas propuestas; así que tendrás que hacerles un presupuesto nuevo con todo lo necesario. Ya sabes cómo son.- La campaña de Galp era un proyecto en el que llevaba trabajando varios meses, y me había dejado el alma para que saliera adelante. Era una empresa que estaba empezando a salir a la luz en Londres. Se dedicaban a la venta de viviendas de lujo a las afueras de la ciudad; y necesitaban una buena publicidad para captar la atención de los peces gordos londinenses. Las casas tanto ya construidas, como los futuros proyectos eran impresionantes; mobiliario moderno, todo en tonos blancos, negros, cremas… Y por otro lado ofrecían construcciones de tipo Victoriano, con una decoración de la época. En fin, preciosas.- Pero…- Continuó Coral rodeando mi silla y sentándose en el otro extremo de la mesa- Eso no es todo. Tengo algo en mi poder que te va a gustar.- Y puso una sonrisa malévola, entrelazando los dedos de las manos a la altura de la barbilla.
- ¿Me has comprado algo? Ya te dije que no quería nada, con que vengas a la fiesta es más que suficiente- Mi cumpleaños era dentro de 4 días, y había organizado una fiesta el viernes para celebrarlo.
- No es un regalo como tal… Bueno si, más o menos. Pero es algo por lo que te morirías.- La intriga me estaba matando.
- Venga por dios, ¡suéltalo!- Dije poniéndome nerviosa
- ¿No te imaginas que puede ser?
- Coral, como te gusta hacerte la interesante…
- Venga va. Te lo digo. Pero a cambio… me tienes que presentar al amigo ese buenorro de Iván. Ese de la cafetería de la semana pasada… me vuelve loca…
- Coral, ¡te estas desviando del tema!
- ¡Prométemelo!
- ¡Pero si no le conozco! ¡Es amigo de Iván no mío! Cómo quieres que vaya y le diga "hola, mi amiga piensa que estás buenorro y quiere conocerte".- Dije poniendo los brazos en jarras.
- ¡Prométemelo! ¡Y para el regalo que te tengo preparado, te estoy pidiendo bien poco! ¡Venga! ¡Júramelo!- Y uno de sus dedos empezó a señalarme de manera amenazante. Suspiré. No se cómo me las iba a arreglar… que vergüenza.
- Está bien…
- ¡BIEN! En ese caso, toma.- Se dio la vuelta y entre los papeles que tenía en la mesa sacó una cajita pequeña y me la entregó. Parecía que tuviese dentro un anillo, o algo de joyería, pero no pesaba apenas nada.
- Oye, Coral… sé que nos conocemos desde hace poco, pero esto me parece precipitado… No sé si puedo corresponderte…- Estaba montando el numerito como si me estuviera dando un anillo de compromiso. Nos echamos a reír.
- No seas boba. Venga ábrelo.
Los dedos me temblaba un poco por los nervios. Inspeccioné la caja una vez más y me decidí a abrirla.
Dentro había dos trocitos de papel.
Madre mía.
Madre mía.
Los ojos casi se me salieron al ver lo que había dentro.
- Pero… cómo… que…No es posible. Si no…- Sólo podía balbucear esas palabras mientras cogía las entradas, porque eso eran. Eran entradas para el concierto en Londres de Ed Sheeran, uno de mis cantantes favoritos. Las había estado buscando hacía meses, pero se había agotado en cuestión de horas en cuanto la fecha del concierto se anunció.- ¿Pero cómo las has conseguido? ¡Si se habían agotado! ¡Cómo es posible! ¡No importa! ¡No importa! ¡Te quiero! ¡Sí, me casaré contigo!.- Y riéndome me tiré a sus brazos.- ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!- Dije dándole besos en las mejillas.
- ¡Vale, vale! ¡Ya vale!- Dijo casi llorando de la risa.- ¡Para, me estas ahogando! Si me matas no podré contarte como las conseguí.
- ¡Venga, cuéntamelo!- Y sentándome en la silla esperé que empezara a hablar.
- ¿Te acuerdas que me dijiste lo del concierto, no? Y que se habían agotado. Pues bien, ese mismo día me puse a buscar por internet, y en una página web de una radio inglesa sorteaban dos entradas para el concierto. Pensé que no perdía nada intentándolo, así que, me registré y… ¡resulta que hace dos días me llamaron para decirme que había ganado! ¡No podía esperarme a dártelas, ni si quiera al viernes, y he estado todo el fin de semana muriéndome de ganas! ¡Y eso no es todo, con esas entradas se puede pasar al backstage!
- No puede ser… Madre mía, Coral…
Nos fundimos en otro abrazo y estuvimos planeando el viaje, que sería dentro de unos días.
