El Lobo-Hombre avanzaba por el solitario bosque. Pero sintió a un intruso, por lo que volteó de golpe, encontrándose con Dracula-Man.

-¡Eres tú!... Ya te dije que este bosque es mío y que no te entregaré mis tierras para que instales tu castillo…

-No seas terco, Lobo-Hombre… estás tierras son perfectas para mi retiro como empleado de la vieja Baba y solo quiero descansar… y bajar a la aldea ocasionalmente. Tú sabes, para alimentarme… Voy a pagarte lo que pidas.

- ¡Nunca! Y si no dejas de molestar ¡te daré una golpiza!

-No quiero pelear... Pero si eso quieres. Te tengo un trato. El que gane la pelea se queda con estas tierras.

-¿?... ¡Estoy de acuerdo!...¡Peleemos!

Ambos se pusieron en guardia. Pero justo cuando el Lobo-Hombre iba a atacar, Dracula-Man metió una mano en su capa y lanzó una pelota gritando

-¡Buscala, Fiddo!

El Lobo-Hombre comenzó a sudar, pero no pudo evitarlo. Dando un salto se precipitó por el acantilado.

Dracula-Man alzó sus guantes de box, victorioso, oyendo los aullidos de su adversario.