"Freak Duo"
Basado en Haikyuu!
By: Keysie Maxwell

Raiting: PG-13.

Pairing: Kageyama x Hinata.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, así como el anime y manga. Éste fanfic es Omegaverse o A/B/O, por tanto, a continuación explicaré algunas cosas importantes que les ayudarán a comprender mejor el ambiente:

· Alfa (α): Son los que están en la cima de los tres géneros. El alfa, sea varón o mujer, tiene la capacidad de fecundar a un omega macho o hembra, igualmente. Al igual que los omega, cuentan con un período de celo, que ocurre cada 6 meses, con una duración de 24 horas aproximadamente. Son territoriales. Tres de sus sentidos (olfato, vista y oído) están muy desarrollados. Cuando utilizan su voz de mando, o de alfa, tienen una reacción de sumisión de parte de los omega, e incluso algunos betas y alfas cuya dominancia es menor.

· Beta (β): Básicamente, son iguales a los humanos comunes. A diferencia de las otras razas, sólo las féminas pueden quedar embarazadas. Sus olores son suaves, difíciles de distinguir, por lo que tampoco distan demasiado de un humano corriente en éste aspecto. Tienen la libre elección de formar una relación con cualquiera de los tres géneros, aunque procrear es más fácil si se trata de dos betas. La raza de los padres no determina la del hijo, pudiendo dos betas procrear un alfa o un omega. Se conoce la raza de cada uno al llegar al primer celo.

· Omega (Ω): En el caso de los omega, están por debajo de los otros dos géneros, según las culturas más convencionales. Tanto hombres como mujeres son capaces de procrear, ya que poseen órganos internos femeninos, siempre y cuando sean fecundados por un alfa y rara vez por un beta. Sus celos aparecen cada tres meses y duran al menos tres días, durante éste tiempo sus niveles hormonales se disparan y se ven ampliamente necesitados de apareamiento, por lo cual sus feromonas se encargan de alertar a los alfas y betas cercanos con un aroma dulce. A la hora de reproducirse, segregan su propio lubricante. Igual que los alfa, expresan sus emociones con su olor. Los omegas tienen un llamado especial para su alfa, un gemido característico, débil, que lo llama cuando siente miedo o peligro.

· Supresores: Se trata de pastillas o inyecciones; en los alfa, los ayuda a suprimir sus deseos por apareamiento. En el caso de los omega, no solamente suprime esos deseos, sino que elimina los olores que liberan y con los que atraen a betas y alfa. De ésta forma, el último sobretodo, puede trabajar con normalidad. Son de un costo bastante considerable.

· Los lazos: Son sumamente importantes, y se basan en el alfa mordiendo al omega tras el cuello, en función marcarlo como suyo. Ésta marca, a no ser que el omega rechace al alfa, es imborrable de su cuerpo. Al ser marcado, el celo del omega solamente es perceptible por su alfa. También pueden darse entre dos betas.


Martes, 01 de agosto.

Estiró ambos brazos por encima de su cabeza a la par que bostezaba largo y con pereza. Cabello anaranjado que se enmarañaba más de lo usual, cubriendo parte de sus ojos y cayendo plano al costado que estuvo en contacto con la almohada. Su cama estaba tibia, lo suficiente para no querer levantarse tan temprano por la mañana, cuando el sol siquiera había asomado sus rayos por el ventanal delante de él.

Fue la imagen mental de su madre arrojándole agua lo que levantó a Hinata esa mañana. Frotaba su estómago por debajo de la playera con que dormía, en lo que se dirigía automáticamente al pequeño escritorio ubicado al costado de su cama, una silla negra en frente. Abrió el cajón del mueble y extrajo de allí una jeringa bastante abultada; el líquido de un color amarillento y la aguja bastante sobresaliente.

Era una molestia tener que comenzar la mañana con un pinchazo en el talón, especialmente cuando luego debía usar su bicicleta para llegar a la escuela, pero no es que tuviera mucha opción. Agosto era un mes especialmente peligroso para los sexos predominantes porque significaba sólo una cosa: época de celo. No cuidarse podía traerle más problemas que una molestia en el pie.

― ¡Nii chan, buenos días!

Cuando salió del cuarto, Natsu fue la primera en saludarlo, como siempre, y Shouyou no tardó en contestarle con una sonrisa de oreja a oreja y una sacudida rápida al cabello igual de ondulado y pelirrojo que el propio.

― El desayuno ya va a estar listo. Kaa chan dijo que te dieras prisa en la ducha, nada de entretenerse.

Lo sabía. Shouyou sabía que su hermana no tenía idea de lo que eso último significaba, y aun así no pudo evitar atragantarse con las palabras, el rojo apoderándose de sus carrillos como si estuvieran pintándolo con pincel.

― ¡Y-Y-Ya voy!

La adolescencia apesta, pensó fugazmente.

Hinata Shouyou ya tenía dieciséis años, y su primer celo había llegado dos años atrás, para ser exactos.

El primer día, cuando despertó agitado entre sábanas mojadas en sudor, supo que ni las clases de salud, ni las charlas con tus padres, te preparan lo suficiente para la agobiante experiencia que es el celo.

Había tantos aromas en el ambiente que su nariz ya no solamente cosquilleaba, como la sensación que tienes al percibir comida deliciosa o un buen perfume. En cambio, parecía doler y ese malestar avanzaba hasta su garganta y bajaba al estómago con una sensación caliente, ardía y se expandía por el resto de su piel.

Pensó que iba a ahogarse, sus pulmones estaban llenos de aromas y colores, tanto que dolía.

Sus instintos tuvieron que ponerle freno a la ansiedad, como quién activa un interruptor, de pronto la respuesta sencillamente estaba allí, en él; no hubo análisis, ni pensamiento racional, sencillamente lo supo- celo. Hinata hizo uso de todo su autocontrol para intentar llegar hasta el escritorio a su derecha, pero apenas dio dos pasos cuando colapsó en el tatami.

Sabía con exactitud lo que necesitaba.

Partió los labios en un jadeo sorprendido, su mano dominante había agarrado el bulto caliente que tiraba de sus shorts incluso antes de que la orden fuera emitida por su cerebro- instinto. Con el índice tímidamente dibujó la longitud completa, desde el nacimiento en la ingle hasta donde chocaba comenzaba la punta, y su cuerpo estremeció desde lo más profundo del ser- estaba perdido, lo supo.

No se dio cuenta en que momento metió la mano bajo la ropa, pero allí estaba la fricción de piel con piel, esta vez acaparando a palma abierta la erección. Sus dientes desquitaron con su labio inferior las ansias por alzar la voz en gemidos que abarcaran toda la habitación, que salieran al jardín y viajaran más allá de los terrenos de su hogar. Deseaba con intensidad que lo escucharan, que supieran estaba colapsado en el suelo frío, sudando, tocándose por primera vez en su vida.

Por supuesto no iba a durar mucho tiempo, era inexperto con sus movimientos, pero bastaban para satisfacer el deseo carnal que tanto lo llamaba. Dentro de sus entrañas formaba la presión del orgasmo a zancadas ansiosas. Hinata no tenía idea qué demonios estaba sintiendo, pero quería más, quería que avanzara y lo cubriera por completo, explotar e irse a un lugar que jamás hubiese visto; blanco y ausente. Más, más, más—

No dejaba de presionarse a sí mismo, a estas alturas con la lengua asomándose por la comisura de sus labios resecos, insistiendo con el pulgar en la punta del henchido glande, jugaba con la grieta y esparcía por sí mismo el líquido que de allí escapaba. Hubo un tirón, una sensación deliciosa expandiéndose desde el vientre bajo y Shouyou lanzó su cabeza hacia atrás, perdiendo la noción de sí mismo- estaba cerca, y un gemido resbaló tembloroso a la superficie:

A-Ahh

¡Shouyou!

Por supuesto, desde entonces su madre no dejaba de lanzarle indirectas cuando las épocas de celo se acercaban, pero Shouyou se había avergonzado tanto a sí mismo en esa ocasión que prefería mil veces aguantarse de por vida a tener que arriesgarse y ser atrapado nuevamente. Así que, en pocas palabras, la idea de hacerlo en la ducha estaba ultra vetada.

Todavía tenía las mejillas calientes cuando bajó a la primera planta, bañado y vistiendo el uniforme deportivo, el cabello goteándole suave por las sienes.

― ¡Buenos días! ―Saludó luego de ingresar a la cocina, su madre y hermanita sentadas en la misma silla, su madre ayudándola a peinarse.

― Buenos días, Shouyou. ―Su madre levantó sus ojos hacia él, con genuina preocupación en la mirada. ― ¿Tus supresores?

― Los llevo en el bolso, no tienes que preocuparte.

Su madre soltó un suspiro, obviamente en desacuerdo.

― La última vez que no me preocupé, llegaste a casa tan golpeado que pensamos te habías caído cuesta abajo en la bicicleta.

Oh sí, una graciosa anécdota de secundaria –sarcasmo intencional- en la que unos alfa lo esperaron hasta la salida de clases únicamente para poder atraparlo y golpearlo hasta que se les fuera la vida en ello. Era tarde y el cielo oscuro les jugó muchísimo a favor, Shouyou caminaba con la bicicleta a un costado, y por supuesto que no tuvo opción alguna a defenderse. ¿Qué se supone que iba a hacer contra cinco gigantes? El recuerdo no le cayó bien y chasqueó la lengua, inconforme.

― Shouyou-

― ¡Estaré bien! Solamente son prácticas de vóley.

Comió en un tiempo récord de cinco minutos, un poco por las ansias que tenía de llegar a las prácticas, pero sobretodo porque quería dejar atrás la mirada vigilante de su madre. Shouyou tenía un humor bueno- demasiado, decían algunos- pero recordar ese incidente le crispaba los nervios, le daba justamente en la fibra sensible.

¿Por qué había nacido alfa, si iba a tener que enfrentar tantos problemas? Cosas como la voz de mando o el territorio le venían importando lo que era un pepino y definitivamente no se veía a sí mismo ordenando a nadie para su beneficio -había visto a varios hacerlo. Su interés por tener que enseñar los dientes cada vez que encontraba a alguien de rango similar al suyo era nulo, y sin embargo allí estaba su instinto quemándole las venas y ardiendo en el estómago, y lo hacía, lo hacía porque debía, jamás porque quisiera.

Hinata inspiró profundamente por la nariz, dejando de pedalear en lo que iba cuesta abajo por una ladera pequeña, el aire entrando a sus pulmones con cierta voracidad que casi lo ahoga. Lo bueno de tener esos pequeños momentos a solas, es que podía tranquilizarse cuando era necesario, y si bien hubo algunos aromas dulces llegaron a su nariz, los supresores parecieron hacer bien su trabajo.

Antes de atravesar el portón de la preparatoria Karasuno, bajó de su bicicleta y anduvo a pie el resto del camino hacia el aparcado de las mismas. Era temprano, Hinata tenía la costumbre de llegar siempre por adelantado a las prácticas, así que se tomó todo el tiempo del mundo en asegurar la bicicleta con su respectiva cadena y candado, tomó el bolso que depositó en la canasta delantera, para mayor comodidad, y volvió a la marcha.

Sus pies lo guiaron por memoria hasta el pequeño edificio de dos pisos donde se encontraban las salas del club. Sabía que encontraría las puertas cerradas, pero de todas formas rodeó la estructura hasta llegar a las escaleras, no fue hasta que subió el quinto escalón que cayó en cuenta de la figura detenida frente a la puerta del salón del equipo masculino de voleibol- Era alto, y Hinata tuvo que ignorar la vena pulsando en su sien, tenía el cabello negro, sus ojos estaban ligeramente escondidos por el fleco dándoles sombra, vestía una chaqueta oscura y uniforme negro, sus zapatillas del mismo color y decoradas apenas en dorado. Habría pensado que era de Karasuno, por la semejanza.

No parecía caer en cuenta de su presencia, porque se mantenía de pie allí, en medio del corredor, con las manos metidas dentro de los bolsillos de su chaqueta deportiva. Hinata tuvo que limpiarse la garganta, con un carraspeo, para dejar de mirarlo.

Lució exaltado -al menos a los ojos de Hinata- cuando volteó a mirarlo, las manos cayendo a los costados de su cuerpo.

Hinata no se inmutó. ― ¿Estás buscando algo?

― Uhm… no.

Sus ojos son muy azules, pensó, aunque no podía apreciarlos completamente porque el pelinegro estaba evadiéndole la mirada; el rostro volteado, como si esperara ver algo balcón abajo.

Hinata subió el resto de los escalones en impertinentes saltos de a dos en dos, hasta que pudo estar junto al desconocido.

― ¿Eres del equipo de vo-?

― ¿Vienes de otra escue-?

Los dos comenzaron y se interrumpieron al mismo tiempo. Hinata no pudo reprimir unas risas entrecortadas, sus hombros sacudiéndose por el repentino gesto.

― Perdona, puedes continuar-

― Claro que vengo de otra escuela, boke.

¿Acababa ese sujeto de insultarlo, aunque no lo conocía? Pensó que lo primero que haría al abrir la boca sería insultarlo de vuelta, sin embargo solamente tartamudeó como un idiota, precisamente.

― ¿B-Boke…?

El azabache alzó una ceja, como esperando algo de él. ― ¿Y bien? ¿Eres del equipo de voleibol?

― ¡Ah, tú debes ser de Inarizaki! ―El pelirrojo se golpeó la frente con el borde de su palma izquierda, imitando casi la forma abrupta en que le llegó la idea a la cabeza. ―Claro, claro… pero, ¿dónde está el resto de tu equipo?

Fue entonces que el otro muchacho se dignó a mirarlo frente a frente, tenía una expresión algo incómoda que Hinata no lograba entender- ¿sería tal vez que lo había descubierto espiando? No podía asegurarlo. Lo que realmente lo sorprendió, sin embargo, fue el estúpido azul de sus ojos, porque era demasiado intenso, demasiado oscuro, pero brillaban y era una injusticia y un insulto a la naturaleza tener unos ojos así, con un cabello tan negro que encima los hacía contrastar perfectamente-

― -Que siquiera estés escuchándome.

― ¿E-Eh?

Parpadeó un par de veces, ojos grandes intentando disimular que lo estuvo escudriñando apenas una fracción de segundo atrás. El pelinegro rodó los ojos y al parecer decidió ignorar el hecho.

― Vine antes para recorrer las instalaciones, quería ver el gimnasio, pero… ―Hinata no podía asegurarlo, pero le pareció ver algo de carmín en sus carrillos. ― No consideré que estamos en vacaciones, así que no hay personal de la escuela aquí todavía.

Hinata bufó una risa, lejos de querer burlarse, se sintió extrañamente identificado con el desconocido. Él hacía exactamente lo mismo, incluso hoy, porque la emoción por jugar lo movía más allá de la lógica y el pensamiento.

― ¡Bueno, al menos no tendrás que esperar solo! ―Hinata le dio un par de palmaditas amistosas en el brazo, de pronto con muy buen humor. ― Soy Hinata Shouyou, por cierto, y soy titular de Karasuno.

― Kageyama Tobio- Espera, ¿eres titular?

Usualmente las reacciones de la gente ante su título le llenaban el pecho con orgullo, pero la expresión de Kageyama no parecía la de alguien sorprendido, sino más bien… ¿ofendido? No tenía idea, pero lo que sí sabía es que eso le llenó el estómago de abejas picándole con ira.

― ¡C-Claro que sí! ―Si tan sólo no hubiese tartamudeado tan estúpidamente al encararlo. ― ¿No me crees acaso?

Kageyama pareció perder interés y cambió su atención nuevamente a lo que fuese que pudiera pasar bajo el balcón, en el suelo de tierra.

― ¡¿Q-Qué?! ―Hinata no podía estar seguro, pero- diablos, sabía que algo estaba pensando.

― ¿Un omega realmente puede jugar como titular?

La mandíbula de Hinata debió caer hasta el suelo, porque sintió un tirón legítimo en las mejillas.

¿Exactamente por qué parte debía sentirse ofendido, en primer lugar? A estas alturas del juego,, él sabía que no tenía el cuerpo fornido, grande y ridículamente musculoso que la mayoría se esperaba de un alfa, y sí, también estaba consciente de que sus facciones lo hacían ver más como un niño que un adolescente- maldito el primero que lo puntualizó, porque desde entonces no dejaba de fijarse. Pero jamás nadie había asumido así como si nada su raza, y encima para decírselo tan directo y no, no era justo, era un estúpido por siquiera considerar que-

― ¿¡Por qué demonios crees que soy un omega?! ―No podían culparlo por alterarse.

― ¿Qué-? ¿Cómo que por qué? ―Lo que no entendía era por qué Kageyama parecía ofendido también. ― Traes contigo un estúpido aroma dulce desde que llegaste, ¿qué más podrías ser?

― ¿Qué…?

El pelirrojo frunció el ceño e inmediatamente intentó buscar dicho aroma con la nariz, la misma arrugándose en el puente cada vez que daba una olfateada al aire. ¿Pero no había nada? Bien, Hinata no estaba seguro de que nada fuese la respuesta, pero el aroma que percibía no era para nada dulce, era más bien salado- ¿húmedo? Sí, era húmedo, como cuando se acerca una tormenta y puedes percibir el agua en el aire. Si cerraba los ojos podía percibir el color gris, quizás con algunos toques azules y , era como una nube cargada de lluvia.

Un exabrupto lo interrumpió cuando tuvo una mano contra la frente. Se dio cuenta que había estado salvando los pocos centímetros que lo separaban del pelinegro, y al abrir los ojos, se encontró a sí mismo inclinado hacia Kageyama, técnicamente pegado a su cuello para intentar olfatearlo.

― ¿Qué crees que haces…? ―Siseó con la quijada tensa, parecía estarse aguantando las ganas de golpearle o algo.

― ¡Eres tú! ―Lo acusó, de pronto demasiado consiente de sus cercanías, así que Shouyou retrocedió varios pasos sobre sí mismo. Le rezaba al Dios del vóley no estarse sonrojando.

― ¿Cómo que soy yo? ―Kageyama clavó las cejas, sus ojos volviéndose todavía más pequeños.

Diablos, ¿podía dejar de considerarlo atractivo en un momento como este?

― ¡P-Pues eres tú! ¡Eres tú el que huele bien-! Aunque no eres nada dulce, pero definitivamente es agradable- ¡Pero no te creas demasiado, eh!

― Bueno, soy un alfa.

Fueron palabras suficientes para cortar la verborrea que atacó a Shouyou. Se quedó congelado en su lugar por unos segundos, boca abierta y manos alzadas frente al cuerpo, a mitad de una gesticulación.

¿Un alfa? Bueno, la parte difícil de tragarse no era esa, ciertamente Kageyama lucía como un alfa, con su molesta estatura y cuerpo y todo eso- injusto. La parte ridícula era que su aroma le resultaba estúpidamente… ¿seductor? Pero él, Hinata Shouyou, también era un alfa y no se supone que eso pase con dos alfas, ¿verdad?

Bueno, no que a Shouyou le haya pasado con nadie en realidad, ni con algún omega. Exceptuando la ocasión en que su celo despertó, jamás se había visto atraído o abrumado por algún aroma. Claro que había unos que resultaban más agradables que otros, sí, pero nunca sintió mayor conexión- ¿era conexión la palabra?- con esos aromas que pululaban por el ambiente. Y ahora sencillamente no podía quitarse ese olor húmedo de la nariz y resultaba que el muchacho que tenía en frente también era un alfa y…

¡Por supuesto, tenía que ser un muchacho!

― ¿Debería llamar a una ambulancia o algo? Creo que te está dando una em-

― ¡Pero yo también soy un alfa!

Después de que Shouyou lo gritara a los cuatro vientos, apuntándose a sí mismo con la mano derecha y casi invadiendo de nueva cuenta el espacio personal de Kageyama, el tiempo se tuvo que haber detenido. Es decir, tenía que haberse detenido o ellos se habían congelado porque sencillamente no volvieron a moverse hasta que una voz a lo lejos los interrumpió –en lo que fuese que estaban haciendo-.

― ¡Shouyou, ya estabas aquí!

Fue suficiente para poner en marcha las agujas del reloj; Hinata buscó a su derecha y se encontró con Nishinoya saludándolo a unos cuantos metros, en el pasillo techado que unía el gimnasio con el edificio principal de la escuela.

― ¡Baja aquí! ¡Oye, ¿quién es tu amigo!?

Hinata deseó que no le hubiese recordado la presencia del otro jugador, porque entonces volvió a percibir ese estúpido aroma y tuvo que tragar duro para poder encontrar su voz.

― ¡E-Es del equipo con los que jugaremos estas semanas!

― ¿Qué? ¡Shouyou, baja aquí!

Shouyou no perdió un segundo y trotó escaleras abajo, un poquito porque quería dejar de estar a solas con el pelinegro, y otro gran poquito porque Nishinoya era el mejor y quería saludarlo cuanto antes. No fue de sorprender que Kageyama lo siguiera, con paso más recatado y hasta algo tímido, tal vez.

Hinata pronto le explicó al líbero cómo se había encontrado con Kageyama, y este asintió suavemente con la cabeza a la hora de saludar. Nishinoya le explicó que Sugawara y Daichi, sub capitán y capitán respectivamente, estaban en la sala de maestros afinando los últimos detalles sobre la visita de la preparatoria Inarizaki. Era inusual para Karasuno hacer de sede para campamentos de concentración, así que querían organizarse para que todo estuviera perfecto.

― Así que… Kageyama, ¿verdad? ―El aludido asintió un vez más, calmo y medido. ― ¿Por qué no me acompañas al gimnasio? Iba justamente a abrirlo.

― ¡Claro!

Curioso, pensó Hinata, entonces era capaz de emocionarse.

― Shouyou, ¿por qué no abres el cuarto del club por mí, hm? ―Nishinoya parecía sonreír más de lo acostumbrado y Shouyou comenzaba a preguntarse si tenía algo pegado al rostro.

― ¡Vuelvo en un segundo! ―Anunció en cuanto recibió las llaves.

Volvió en sus pasos hasta el segundo piso del edificio rectangular, y ya con las llaves pudo ingresar a la sala del club sin problemas. Abrió ligeramente la ventana, para limpiar el aire viciado, y dejó su bolso cubierto en pines sobre la repisa a su izquierda.

Desde que se alejó de Kageyama, el aroma a mar y a tormenta se fue también, dejando claro que, en efecto, Shouyou estaba siendo afectado por el aroma de otro alfa. Era bizarro, no tenía idea de qué demonios significaba, pero ciertamente no lo podía evitar. Se le hacía agua la boca incluso ahora, de sólo imaginarlo, e inevitablemente se preguntó si a Kageyama le estaría pasando igual.

Él lo acusó de estar desprendiendo un aroma dulce, tan seguro de que era un omega, que no parecía estar mintiendo al respecto, tampoco estarlo fastidiando dada la seriedad con la que respondió. Pero nadie le había dicho algo parecido antes, ni en épocas de celo, ni después de algún partido o práctica, donde el sudor sacaba a relucir la testosterona y otras hormonas que provocaban los aromas en cada individuo. Nada, nunca, ni una reacción.

Si estaba relacionado o no con su historial familiar, tampoco lo sabía. Pero, de ser una posibilidad, ¿no debieron advertirle cuando fue a examinarse a Tokyo?

― ¿Hinata? ―Logró distinguir la voz de Sugawara ahogada tras la puerta, y a los segundos lo tuvo atravesando el umbral.

Shouyou no supo si consiguió captar el respingo que dio en su lugar, pero pareció que no.

― ¿Estás bien? Ya está aquí el equipo de Inarizaki.

En un principio se vio desorientado, pero se apresuró en responder. ― ¡Estoy bien! Estaba por bajar.

― ¿Estás seguro? ¿No quieres descansar?

Hinata frunció los labios, sin entender tantas preguntas, y por supuesto, el peliplata leyó a través de su gesto de inmediato.

― Tu rostro... está muy rojo, pensé que estarías enfermo.

― ¿Eh?

Le tomó un segundo poner su cuerpo en funcionamiento, pero apenas lo consiguió, buscó entre las cajas un espejo que parecía haber sido olvidado hacía tiempo allí. Su pulso estaba terrible cuando lo levantó frente a él, y en efecto, su reflejo le devolvió unos ojos castaños, velados, y unas mejillas tan rojas como manzanas maduras.

¿Qué diablos?


Le estaba costando un montón concentrarse en los partidos. Cada vez que inhalaba, fuese por la nariz o la boca –ya había intentado ambos métodos-, ese estúpido aroma le entraba hasta los pulmones y le adormecía el cuerpo. Jamás en la vida le había costado tanto saltar para alcanzar el balón, y si debía ser honesto, lo estaba fastidiando.

Una cosa era aparecer de la nada y acusarlo de ser omega sencillamente porque le pareció haber sentido un aroma dulce proviniendo de él, otra –más grave todavía- era parecerle estúpidamente atractivo cuando toda su vida se imaginó con una muchacha dulce y adorable a su lado, quizás una como Yachi, pero distraerlo cuando estaba en pleno partido de voleibol, oh eso, eso era algo totalmente distinto; ¡era imperdonable!

La inyección supresora se aplicaba por las mañanas y debía ser efectiva durante todo el día, pero por si acaso siempre llevaba algunas en pastilla dentro del bolso. Las tomó durante un tiempo fuera, pero con todo y eso no le fue posible recuperarse. Sentía los miembros pesados y estaba más agitado de lo normal; no era cansancio en sí, pero la sensación se asemejaba bastante.

Tal vez estaba enfermo, después de todo.

― ¡No te desanimes, Shouyou, remontaremos en el segundo set! ―Nishinoya le palmeó la espalda, de pie a su lado, y Hinata le dedicó una sonrisa.

― ¡Por supuesto que ganaremos, el primer set fue solamente de calentamiento!

Hinata no estaba preocupado por eso, y tenía la impresión de que Nishinoya lo sabía también, pero que buscaba la forma de animarlo.

― Noya san… ―Sonó bastante inseguro, ¡pero es que lo estaba! No tenía idea de por qué iba a preguntar en primer lugar.

― ¿Qué pasa?

El líbero inclinó su espalda hacia él, que yacía sentado en el suelo con sus piernas cruzadas frente al cuerpo, la toalla deportiva mojada sobre sus hombros y acababa de dejar una botella a medio vaciar en el suelo, a su lado.

― Esta mañana… ―Sus ojos marrones buscaron cualquier rastro de estar siendo escuchado, pero todos parecían estar preocupados en descansar, y claro, Kageyama también- aunque no parecía estar consiguiéndolo, porque alguien de cabello bicolor lo sujetaba insistentemente alrededor de los hombros. ― ¿No notaste algo extraño en Kageyama, el tipo de Inarizaki?

En el fondo sabía la respuesta, pero rogaba a todos los dioses del voleibol y cualquier otro deporte porque estuviera equivocado.

― ¿Lo dices porque parece ser asexual?

― ¿Qué-? ¡No, claro que no!

Si lo parecía o no, no tenía la menor idea, el problema del que estaba hablando cualquier otro, menos eso.

― ¡Pero no le afectó para nada conocer a Kiyoko san! ―Noya estiró los brazos hacia él, como si lo más obvio del mundo estuviera expuesto entre los dos.

― B-Bueno, eso sí es raro, pero… ― ¿Qué estaba considerando siquiera? Se tuvo que recordar el tema principal. ― ¡Pero no estoy hablando de eso!

― ¿Y entonces de qué?

Aquí estaba el pequeño detallito, es que no sabía cómo explicar qué estaba mal- bueno, no mal siquiera, si no extraño con el pelinegro. Pensó que de haber captado algo, Nishinoya habría entendido el punto.

― Bueno… ¿u-un aroma? ―Ni idea por qué se avergonzaba de exponerlo en voz alta.

― Uhm… ―Nishinoya pareció olfatear el aire un momento, como intentando captar su punto con eso. ―Bueno, huele como un alfa.

Hinata bufó un "hmm" bastante inconforme, antes de exprimir un sorbo grande de bebida energética hacia su boca.

― No me digas que quieres pelear con él, Shouyou.

Hinata frunció el ceño. ― ¡Claro que no! Ni siquiera me intimida como para hacerlo.

Noya se carcajeó de buena gana, volviendo a palmearle la espalda a Hinata, quién se sacudió por la fuerza.

― ¡A ti nadie te intimida, Shouyou!

La acotación lo hizo recuperar su sonrisa. Tenía razón, no se había dejado amedrentar jamás–bueno, quizás un poco por Daichi, pero es que eso era un tema totalmente aparte-, incluso contra sujetos que lo doblaban en tamaño.

― ¡Reúnanse, ya vamos a comenzar!

Esta situación no tenía por qué ser diferente en ningún aspecto, podía ganar sin importar lo estúpido que fueran los instintos o lo ridículamente agradable que fuera ese aroma a mar y tormenta.

Estaba decidido.

― ¡Dámelo a mí!

La voz de Shouyou cada vez reverberaba más claramente dentro del gimnasio, y sin mucha más petición que esa, el balón acababa en su palma y era lanzado al lado enemigo con una potencia difícil de explicar. Era rápido, tal vez demasiado para su armador actual, y eso le daba toda la ventaja que necesitaba para sobrepasar los muros que formaban los bloqueadores frente a él.

La cuestión con ese aroma estúpido es que no se iba, e incluso comenzaba a empeorar con los sets avanzando y los cuerpos sudando, pero Hinata ya había encontrado la forma de transformar toda esa molesta tensión en fuerza- e ira, bueno, un poquito de ira también. Todavía sentía los miembros lánguidos, pero sus ansias por quitarse todas esas sensaciones molestas lo forzaban más allá de sus límites, como siempre.

Y para nada lo estaba distrayendo la forma en que Kageyama servía el balón, con tanta fuerza que parecía iba a arrancarte los brazos –Shouyou los sintió en carne propia y todavía escocía la zona del antebrazo con la que recibió-, y con esa molestia gracia en sus movimientos. Parecía casi una ceremonia que comenzaba cuando hacía rodar el balón entre sus palmas amplias y terminaba con el balón del lado enemigo, haciendo un estruendo que bien podía ser un trueno rompiendo el cielo- bastante apropiado para él.

Podía notar que era bueno en todo lo que hacía. Si bien era armador, no flaqueaba en ningún área del juego; sus servicios eran increíbles, recibía con bastante decencia y sus remates tenían un control que honestamente le entraban ganas de arrancarse el cabello con las manos- injusto, por supuesto, como todo él. Era obvio que había entrenado mucho para alcanzar el nivel que tenía y a Shouyou lo estremecía pensar que apenas estaba en primero.

Igual que él, y eran tan distintos en cambio.

No es que tuviera envidia- obviamente no, ni un poquito siquiera-, es que le parecía absurdo ser tan bueno sólo por haber nacido en el lado correcto del charco. Su raza sin duda le había dado en el clavo, la exudaba por cada poro al jugar, tanto su talento como su aspecto físico le hacían justicia a la palabra alfa.

Y era molesto, era molesto, pero a la vez sumamente excitante y no sabía que eso pudiera sentirse jugando voleibol. Pero allí estaba, allí en medio de la cancha, allí con piernas demasiado temblorosas para sujetarlo, el aliento desbocado por las carreras que daba de una esquina a la otra en cuestión de un segundo, y la boca salivando hambrienta por el estúpido de Kageyama- quien por cierto parecía bastante no afectado por él.

― ¡Balón libre!

Lo escuchó fuerte y claro, su cerebro envió la orden todavía más rápido que el balón cayendo desde el aire, pero cuando dio el primer paso para correr hacia la red, los músculos se le atrofiaron en su lugar- ¿pero qué?

Siseó con los dientes apretados, sus ojos viajando con pánico desde Sugawara hasta el tablero de puntuaciones, y le frustró ver que apenas estaban en el quinto set. ¡¿Qué diablos le estaba haciendo ese aroma infernal!?

― ¡Asahi!

Sintió el aura del Ace expandirse por la cancha como olas formándose por una gran ventisca, y de un golpe certero envió el balón al otro lado, incluso aunque dos bloqueadores y su líbero intentaron detener el impulso.

Escuchó el silbato indicando que el punto era válido, y así el quinto set de veintiséis puntos acabó.

― ¡Hinata, no nos digas que no te puedes mover! ―Tanaka, que estaba cerca de él, revolvió su cabello mojado por el sudor.

Habían ganado otro set, después de todo, y era obvio que estaría animado.

Hinata en cambio se sujetaba de sus rodillas en una posición encorvada, casi como si buscara tomar asiento en el aire mismo; el rostro sudado, algunas gotas escurriendo por su barbilla incluso, y la respiración desbocada parecía que quería formar vapor alrededor de su boca abierta.

― Creo que por fin conseguimos agotarle la batería a Shouyou.

― Ya basta, ustedes dos. ―Ese había sido Daichi, y dada su aura cortante hacia los otros dos, supo que estaba preocupado por su condición.

― ¿Estás bien? ―Fue Sugawara el que preguntó, en cambio. ― ¿Necesitas un descanso?

― Estoy bien.

Se forzó a responder, alzando la cabeza para dirigirles a sus compañeros una sonrisa que flaqueó en cuestión de milisegundos. Le dio un vuelco el cerebro, así lo sintió al menos, por la forma en que toda la cancha giró frente a sus ojos- ¿pero su cuerpo no se estaba moviendo, o sí? No lo notó, pero parpadeó descoordinado en lo que la visión se le nublaba por centenares de puntos grises—

― ¡Tobio!

¿Por qué-? No recordó nada más, luego todo fue negro.

Continuará.


¡Happy KageHina Week, Happy KageHina Life!

So, otro proyecto serial porque estos bichos se movieron solos y, al parecer, decidieron hacerme la vida imposible¿?

¡La verdad me emociona mucho este proyecto! Es totalmente distinta a la idea que tenía en mi cabeza, pero se siente mil veces mejor que su antecesor, el cual ya llevaba dos capítulos. Espero poder mejorar ese también, y quizás subirlo en algún momento.

¡En fin! Espero que hayan disfrutado~