Al otro lado del universo.
Capítulo I
Diferentes puntos de partida.
Cerrar ciclos es importante. Saber cuando llega el final te garantiza el inicio de algo nuevo. Una puerta se cierra y otra se abre para no perder la alegría y el sentido de lo ya vivido. Siempre es preciso saber cuando se acaba una etapa de la vida, tratar de permanecer en ella más del tiempo necesario no nos ayuda a crecer, en especial cuando nos aferramos a esas épocas dolorosas en las que la tristeza se hace costumbre y el llanto está a la orden del día, como los huevos en el desayuno.
Sí, era hora de que esos días se fueran, a pesar de que jamás los olvidaría porque marcaron su vida para siempre, ya estaba a tiempo de levantar el luto y continuar, Hermione no se estancaría, no, ella quería dejar de ver la miseria que había y empezar a apreciar la belleza que aun quedaba en aquel mundo mágico que a sus once años la acogió.
Su valija estaba abierta de par en par sobre esa enorme cama de edredón fino que ocupaba en la habitación del número 12 de Grimmauld Place donde Harry la alojaba por esos días, ella estaba sentada ahí; con las piernas recogidas y la espalda reposando en una almohada que la separaba de la cabecera de la cama. Hacia un temporal terrible afuera, no había parado de llover en toda la tarde y el frío aquejaba. Hermione, envuelta en un suéter cuyas mangas eran tan largas que le cubrían las manos, contemplaba lo que debía empacar desparramado en las sabanas, mientras el murmullo de la lluvia la acompañaba.
Como era común en ella, tenía más libros para organizar que ropa, pero considerando lo mucho que se había diversificado su guardarropa con la ayuda de Ginny, la cosa no estaba tan fácil, en la universidad ya no usaría uniforme así que tendría que esforzarse un poco más en tener una buena presencia en clases. Plumas y cuadernos nuevos también formaban parte de la escena, Hermione pensaba que había comprado demás pero ella simplemente no podía resistirse a la papelería ¿Y quién se resistiría a comprar una agenda que cantaba los días festivos? Bueno, tal vez Harry y Ron se resistirían un poco.
De repente tocaron la puerta suavemente y Hermione dirigió su vista hacia esta.
—¿Quién es?
—Soy Harry ¿Puedo pasar? Traje de cenar —anunció.
La castaña compuso una pequeña sonrisa y le indicó que siguiera.
Harry accedió al cuarto con su cabellera revuelta un poco mojada, en calcetines y llevando en una mano dos grandes bolsas de papel marrón con el logo de McDonald's, esto amplio la sonrisa de Hermione.
—Me da la impresión de que no te compraban muchas cajitas felices cuando eres niño, Harry —predijo la chica, llegaba a esa conclusión debido a que en el periodo que llevaba en Grimmauld Place la mayoría de sus cenas provenían del mismo lugar; que su peso se mantuviera a pesar de eso le resultaba un milagro.
Le hizo espacio al muchacho en la cama y este se acomodo haciéndole entrega de su comida.
—Y estas en toda la razón, no me las compraban pero tenía que ver a Dudley comerse de a tres y hasta cuatro — dijo Harry, si bien la última vez que vio a su primo este lo trato, pues ¡Vaya! Lo trato como si fueran parientes, ese gesto no iba a tapar el pasado con un dedo —Y me daba los juguetes una vez que los rompía o se aburría de ellos.
—Que cruel —opinó Hermione sacando su hamburguesa del paquete y usando un hechizo para que las bebidas no se derramaran.
—Seh, pero la especialista que el Ministerio nos hizo ver en San Mungo dijo que es mejor ver la copa medio llena, así que le agradezco a mis tíos el hecho de que paso sin problemas por las puertas. —expuso Harry provocándole una gran carcajada a su amiga.
—Pues si sigues comiendo así el gran esfuerzo de tus tíos habrá sido en vano —resalto Hermione de forma risueña.
—Con lo ocupado que estoy en el Ministerio la comida no tiene oportunidad —resolvió el muchacho quitándole el envoltorio a su hamburguesa —Y que suerte que McDonald's este tan cerca del trabajo —agregó Harry como si eso le infundiera un gran alivio.
—Bueno, al menos así Kreacher no cocina tanto.
—Sí, claro —Le dijo Harry para cerrar el tema mientras Hermione le contaba que cuando era niña sus padres no la dejaban comer comida chatarra porque ellos no la toleraban —Veamos qué están pasando —propuso el chico, buscando su varita en el bolsillo de su pantalón, en cuanto la sacó apuntó hacia el televisor grande que había frente a la cama, el cual encendió al instante. Moviendo la varita de forma sutil como si fuera una baqueta lograba cambiar los canales.
—Harry Potter alias "El niño que vivió/El Elegido/El Héroe/Y el único mago que tiene televisión por cable en su casa" —bromeó la castaña.
—"Salvas el mundo mágico del poder de la oscuridad y lo mejor que se te ha ocurrido pedir hasta ahora son un montón de cajas luminosas" —habló el pelinegro imitando a Ron —Gracias que el Señor Weasley los pudo adaptar a la magia, es como tener lo mejor de ambos mundos.
—¿Futbol y Quidditch? —inquirió Hermione sarcásticamente.
—Tú lo dijiste, no yo. —El muchacho le concedió la palabra entre risas.
—Déjalo ahí, me encanta esa película —Le ordenó la chica a su amigo.
—Oh gran bruja ¿Te atreverás a usar el cacharro inservible? —La retó Harry jugando con ella.
—Cállate, adoro My Girl —Lo regaño pegándole en el brazo.
Harry bromeó un poco más con Hermione, pero terminó dejando la película, que a su parecer era algo trágica pero estaba tan cansado a causa de todo el ajetreo en el Ministerio que cayó anestesiado con la trama sin despegarse de la boca la pajilla de su soda.
—¿Y Ron cómo está? —preguntó Hermione.
—¿Ah? —balbuceo Harry somnoliento, aun con la pajilla en la boca y los lentes torcidos.
—¡Harry, te estás muriendo del sueño!
—Lo sé, lo sé, pero es que hoy fue un día duro —Se excuso el pelinegro estrujándose los ojos por debajo de las gafas—Ron está bien, me acompaño a comprar la comida, y ya sabe pagar como todo un muggle.
A Hermione le resultaba difícil y cómico imaginarse a Ronald pagando con billetes.
—Me dijo que nos vería mañana en la estación del tren para despedirse de ti —Esa información alegro a la chica, no quería irse sin despedirse del pelirrojo —Luego nos separamos, iba a pasar por la tienda a ayudar a George con unas cosas y supongo que luego irían a su casa, si yo estoy muerto en vida imagínate como estará Ron babeando el sofá.
Ron aparte de cumplir con su entrenamiento en el Ministerio, también asistía a su hermano con su tienda de bromas, George no había sido el mismo desde la muerte de su gemelo y necesitaba mucho apoyo por parte de su familia. Al pelirrojo le gustaba mantenerse ocupado como nunca, solo para evitar que su mente divagara en recuerdos desagradables, veía a Harry todos los días en el trabajo, pero ya no veía a su amiga con la misma frecuencia y Hermione entendía que no todos los días podían ser de farra.
El chico se estiro un poco para eliminar algo de pereza y reparo en el desorden de su compañera de casa.
—Esa no parece la maleta de alguien que va a viajar dentro de pocas horas.
—He tenido… He tenido algunos problemas para empacar.
—Puedo notarlo, parece que hubieras peleado con tus cosas —dijo Harry recorriendo el desorden con la vista —Sabes que con un simple hechizo hubiera bastado ¿verdad?
Hermione suspiró largamente —El desorden apareció cuando empecé a abrir las cajas y ver mis álbumes. —explicó tornando su tono de voz algo melancólico.
Harry se repuso y tomo uno de los álbumes de Hermione para ojearlo. Eran fotografías de ella con su familia.
—Parecían muy felices.
—Porque lo éramos —confirmo la castaña —Esta la tomamos cuando fuimos a Vancouver, y esta es de una navidad patinando sobre hielo, me caí tantas veces que me dolió el trasero por una semana, ¡Oh! y aquí estábamos en París, fue un gran verano —El ojiverde se reía de los comentarios de su amiga mientras esta le señalaba lo que debía ver en las fotos.
Harry creía que su amiga era la chica más valiente que él había conocido, porque aunque él y Hermione vivieron sus infancias en el mundo de los muggles, sus experiencias no tenían punto de comparación. Hermione tuvo una familia de verdad, con padres que la amaban, la mimaban, la llevaban de vacaciones y a pasear los domingos. Y a pesar de que la guerra le arrebato todo eso, ella aun tenía ganas de seguir luchando, de continuar superándose. Sí lloro. Lloro muchísimo. Se arrepintió mil veces de su decisión y se maldijo otras mil más. Cuando volvió a pisar su casa después de la batalla final esta se encontraba desierta y polvorienta, con un letrero de "Se Vende" maltrecho clavado en el jardín. Aquello daba dolor y pena. Ella ya no gozaba de tener un hogar, no había nadie esperando que regresara con vida, nadie que la abrazara… Así que solo tomó las cajas que había escondido en el ático con los objetos que consideraba valiosos y se le apareció al Elegido en la puerta de su casa sin más que decirle que un desgarrador «¡Estoy sola, Harry!» ahogado en lagrimas.
—¿Estas segura de que no quieres estar cerca por si ellos…
—Harry, podría estar en China e igual regresaría en un poof si mis padres recuperaran su memoria —respondió la chica muy lógica como siempre.
—Sí, pero…
—Harry, ¿Crees que no sé lo que les hice a mis padres? Yo sabía muy bien que esto iba a pasar, que era algo irreversible, y no voy a cambiar nada esperando junto a la ventana a que llegue una lechuza con noticias milagrosas, sé que esas noticias podrían no llegar nunca —enfatizó —han estado años buscando la forma de revertir el Obliviate y podrían encontrarla mañana como dentro de cien años y mientras tanto ¿Qué hago, Harry? ¿Echar raíces en la sala de espera de San Mungo? ¿En qué beneficiaria eso a nuestra familia? —Interrogaba Hermione al pelinegro, ya habían tenido esa conversación y él seguía sin respuestas para las inquietudes de su amiga —El deseo de mis padres era que yo tuviera una vida feliz y exitosa, para ellos la educación era lo más importante y antes de que supiéramos que era una bruja, no paraban de hablar de a qué universidad asistiría. Respete tu decisión y la de Ron de no volver a Hogwarts, tenían motivos complemente validos, pero los míos para regresar también los eran; yo necesitaba volver, necesitaba los libros, necesitaba mantener mi mente ocupada en cosas productivas y el hecho de terminar mis siete años de preparación mágica me llenaron muchísimo, y se que ellos habrían estado orgullosos.
—Y es fantástico que hayas cerrado ese ciclo, Hermione, pero ahora solo tienes que poner un pie en el Ministerio y tendrás tu trabajo soñado de inmediato —repuso Harry tratando de escoger las palabras correctas —No pretendo que pases cada hora de tu vida en el hospital esperando, solo digo que tendrías algo en que ocupar mejor tu tiempo y además estarías muy cerca de tus padres, y de nosotros —agregó el chico sonriendo tiernamente, refiriéndose a Ron y a él.
Él también estaba pasando por muchos procesos y quería tener cerca a sus amigos, que eran prácticamente lo único que le quedaba, aunque no lo expresara en voz alta.
—Perdona Harry, pero no creo que aprender las malas mañas de los funcionarios del Ministerio sea una "mejor forma de ocupar mi tiempo" —replicó la castaña bastante escéptica. —Para que el sistema cambie hay que traer información nueva a el, sufrimos en carne propia la ineficiencia de la ley mágica, por eso iré a la academia, a prepararme y conocer mi oficio, para tener argumentos a la hora de debatir y bases sobre la cual fundamentarlos, porque no pienso que ningún carcamán decrepito del Ministerio me venga a mangonear.
Harry se encogió de hombros —Sí hay uno que otro carcamán, pero no por eso el trabajo deja de ser mas divertido que tener la nariz metida en un libro.
—Los fundamentos son la base de la diversión, mon petit.
El chico miro a Hermione sonreír, como intentando contener la risa, esto hizo que él levantara una ceja y la observara como si su amiga se hubiera vuelto completamente loca.
—Como que ese corte de cabello te afecto, Hermione.
Ella termino de soltar la risa. Una vez que recobró el aire agregó —Ay Harry, de verdad me harás falta —A eso el muchacho sonrió sinceramente —Pero estoy segura que lo menos que quieres es que a tu novia la preparen para ejercer aquellos que una vez te acusaron de mentiroso y a Dumbledore de desquiciado, Ginny se merece algo mejor que los del Profeta.
Harry lo meditó un segundo y concluyó —Sí, mejor que se vayan y luego le enseñen a esos deschavetados como se deben hacer las cosas.
Ginny también partiría con Hermione a la universidad, junto con Neville y Luna. Estudiaría Periodismo, tenía mucho talento para la escritura y era implacable en la búsqueda de la verdad; su familia, sus amigos y su novio, habían sido victimas de los abusos de los medios de comunicación y ella no iba a permitir que esa historia se repitiera con nadie. Además sería la primera Weasley en cumplir con la educación superior, que hasta Percy dejo pasar por ocupar un cargo en el Ministerio en cuanto salió del colegio, eso a su madre le hacia muy feliz y sabía que le abriría muchas puertas. Pero en realidad, el principal motivo de Ginny para irse era cumplir su sueño de ser jugadora profesional de Quidditch, en Noviembre daría las pruebas para entrar al equipo de la universidad, los prestigiosos Holyhead Harpies.
—Es más, con todo lo que he practicado con Ginny, me iría a quejar en persona sino la aceptan en ese equipo —confesó el ojiverde entornando la mirada.
—Uuuuuhh… Quidditch, también te esta llamando a ti, dice: Aun estas a tiempo de matricularte, Harry Potter —aulló Hermione como un fantasma, intentando otra vez tentar a Harry. Porque si Harry iba, estaba segura que Ron también, aunque el pelirrojo hubiera dejado muy en claro que no quería volver a hacer deberes en toda su vida.
—No puedo —declinó el muchacho de cabello indomable, abrazando a su amiga por los hombres y posando su cabeza sobre la de ella —Me necesitan aquí.
Esa declaración apachurro el corazón de Hermione, que envolvió el torso de su amigo en otro abrazo. Ella sabía que eso era así, Harry podía hacer con su vida lo que quisiera, pero estaba cociente de que, por ahora, su principal deber era con la gente. Al contrario de ella, que en ese momento no se sentía en condiciones de ayudar a nadie y primero debía ayudarse a sí misma para poder cumplir con todas esas metas que tenía planeadas.
—¿Cuidaras de ellos mientras no este? —preguntó refiriéndose a sus padres, con la mirada un poco empañada.
—Lo prometo —Le aseguró el mago —¿Y tú cuidaras que a Ginny no se le acerque ningún baboso mientras estén allá? —inquirió Harry rompiendo la seriedad del momento.
Hermione se separó de él y lo golpeó con una almohada —Bobo.
Harry le quitó la almohada y la sacó de la cama cargándola en su hombro, la castaña se reía y le gritaba que la bajara porque podían caerse, pero este daba vueltas con ella al ritmo de la canción en los créditos de la película.
«I guess you say, what can make me feel this way? My Girl (my girl, my girl)»
. . .
Deslizó el seguro de la ventana con sumo cuidado; aunque nadie hubiera escuchado nada de todas formas después de echar los hechizos insonorizadores. Él sentía cada músculo de su cuerpo en completa tensión como si en cualquier momento fuera a ser paralizado por un rayo, y con la lluvia que azotaba era comprensible preocuparse por eso. Abrió la ventana y de inmediato la brisa helada y las gotas de agua le golpearon el pálido rostro, más pálido de lo normal dada la decisión que había tomado.
Su baúl estaba lleno con lo estrictamente necesario, su cama estaba hecha y el sentimentalismo lo había dejado bajo llave en el escritorio de su habitación. O eso creía. Con escoba en mano y mirada de desasosiego le echo un último vistazo a los jardines, a pesar de que fuera un panorama bastante gris en ese instante, y se preguntaba si estaría haciendo lo correcto. Sus padres obviamente no lo aprobarían, y probablemente esa era la mejor razón para hacerlo. Los últimos años le había enseñado que su familia tenía un concepto un poco distorsionado sobre la vida, así que él debía hacerse con uno propio y mejor, la gran pregunta era: ¿Podría hacerlo?.
Miró hacia atrás con cierto temor, como si en el fondo esperara que alguien entrara a detenerlo. Era una locura: Dejar su casa, sus comodidades, a su familia (O lo que quedaba de ella). Su padre estaba en la cárcel y su madre intentaba mantener a flote un barco más que hundido; era una locura cuando lo pensaba bien, pero cuando lo pensaba mejor concluía que la única locura era quedarse ahí más tiempo. Asfixiándose. Había veces en las que desabrochaba el primer botón de su camisa porque se sentía ahogado en el silencio de la casa, otras en que la cabeza le iba a estallar por tanto ruido, juraba que las voces de los torturados habían quedado atrapadas en las paredes de la mansión y él se sentía atrapado con ellas.
Por todos esos secretos que debían morir con él y la insostenible hipocresía, debía huir. La cara no le daba para continuar haciéndolo. Debía escapar en ese momento, aunque abajo en el comedor lo estuvieran esperando para cenar. No había nada que pensar, cualquier lugar era mejor que su casa, irónico ¿no?
. . .
Al dar la hora en punto el reloj hizo eco en el vacío de la mansión, rompiendo el silencio que ni los ratones se atrevían a interrumpir. Narcissa Malfoy se hallaba sentada en su reglamentario lugar en un extremo de la mesa, arreglada y perfumada, tomaba una taza de té cuando el sonido del reloj la hizo percatarse de la tardanza de Draco en bajar.
—Winona —Llamó al servicio.
De inmediato apareció la elfina domestica, esta tenía un semblante algo temeroso.
—Dígame, Ama.
—Ve a buscar a Draco y dile que baje a cenar —Le ordenó —No sé que pretenderá él, pero no lo dejare morir de inanición. —dijo como su hijo tuviera cinco años y ella no estuviera dispuesta a aguantarle malcriadeces.
La elfina se retorció en su lugar.
—¿Qué esperas? ¡Ve! —imperó la mujer.
Entonces Winona extrajo de aquel trapido violeta que vestía, una carta que con todo el dolor de su alma le entrego a su señora.
—El joven Malfoy no cenara hoy, ni mañana —balbuceo sin saber como explicarse.
Narcissa le arrebató la carta de la mano a la domestica sin comprender lo que estaba sucediendo, la abrió y lo primero que leyó fue: Perdona si una carta fue mi forma de decirte esto…
Alterada, se levantó de la silla y voló a buscar a Draco en su habitación, sus tacones retumbaban al chocar con los escalones de mármol, al igual que su voz gritando desesperadamente el nombre de su hijo, Winona la seguía sin saber que más hacer. Una vez arriba, en la habitación de Draco, lo único que encontraron fue un inmaculado cuarto vacío, el orden solo era quebrantado por la lluvia que accedía por la ventana abierta.
—No… —sollozó la rubia.
…Pero tuve tanto miedo de mirarte y confundir mis sentimientos.
Narcissa volvió al ruedo, desandando sus pasos, casi aventándose por las escalares para llegar más rápido a la planta baja. Con un golpe de magia abrió de par en par las gigantescas puertas principales y salió corriendo bajo la lluvia en busca de Draco.
—DRACOOOOOO… DRACOOOOOOOO… —vociferaba empapada y con el viento arruinándole el peinado.
Corrió como una maratonista hasta que se le doblo dolorosamente un tobillo, obra de los tacones que traía puestos. No era propio de una dama ensuciar su ropa en el fango, pero ella no se podía levantar, Winona creyendo que era lo correcto, busco un paraguas para la señora. Mientras tanto, esta seguía en el lodo, sin soltar la carta que la lluvia poco a poco reducía.
«Me fui porque no encontré razones, te juro que a muerte lo intente. Ya escucharte me es imposible, después de tanto intentarlo, me rendí. No sé que hacer con esta vida…»
