.Rutina.

Ahora están cara a cara tirando veneno en sus palabras cuando las escupen
Se empujan, se tiran del cabello, se rasguñan y se golpean…

Y ahí viene de nuevo.

Su voz chillona no se hace esperar y tú entornas los ojos. ¿Qué acaso nunca se dejará de molestarte? Al parecer no.

Te reta. El por qué dejas la ropa tirada, el por qué eres sucio con las cosas que todos usan y para el malestar de ella también. Haces como si no escucharas, después de todo es tan cotidiano.

Ella se acerca más a ti hasta que sus respiraciones chocan, tú no te alejas. Sonríes con malicia cuando Karin te menciona lo mismo de siempre: ¿¡Podrías dejar de ser idiota por un tiempo! No. Te gusta, te gusta verla tirar veneno contra ti. Porque es la única manera de tenerla cerca, y te hace bien por más que ella te reprime tanto.

Y se va completamente enojada porque tú no la escuchaste. Entonces… lo sabes, ahora ella se dirige donde su Sasuke-kun; a mendigarle un poco de su atención y eso te hace hervir la sangre.

Obviamente a ver que va a rebajarse como siempre… la hieres aunque no lo demuestre, porque sientes celos. Porque Karin no te ve más que a un maldito estorbo en su vida en cambio… Sasuke es el Dios, ríes con sorna, antes de replicar:

Idiota.

Ella detiene su andar. Te mira con más ira y tú, la observas acercarte con una rapidez impresionante. Cuando te das cuenta que está al frente tuyo; te golpea. Tu mejilla está ladeada y toma una tonalidad rosa.

—¿Qué dijiste, pescado?

—Lo que escuchaste, eres una idiota. Ibas a ver a tu Sasuke-kun, ¿cierto? Date cuenta de que él ni te considera una mujer, Karin.

—¡Cállate, tú no sabes nada!

Sientes su voz quebrada. Lo sabes; se está reteniendo a llorar y lo hace por su orgullo. Porque aunque no lo quiera admitir, tú tenías la razón.

Antes de que una lágrima se asomara por sus ojos, se va. Y tú no eres capaz de retenerla porque así es, así sucede siempre. Ella te odia, bien, tú la odiarás más. Ella te destruye, bien, tú la destruirás más. Ella te besa con descontrol, bien, entonces tú la besarás con pasión.

Aunque la quieras y tú sufras… esa es la rutina de todos los días; herirse, golpearse, gritarse, destruirse, odiarse y a la vez amarse porque esa es la realidad. Se necesitan, tú necesitas sus golpes, gritos y ella, tu atención.

Era raro, ¿no? Su amor era demasiado masoquista para ser bueno, pero no importa, porque esa es la rutina y no la cambiarás.

Ahora sé que dijimos cosas, hicimos cosas que no queríamos
Y volvimos a caer en los mismos patrones, misma rutina…