Disclaimer: Hetalia y sus personajes le pertenecen a Himaruya Hidekaz

Pairing: USUK/ AlfredxArthur

Nota: un GRAN agradecimiento a mi Beta, Ayleen (I love you! tú sabes que no podría haber quedado así sin ti) y a mis lectores críticos :)


The last letter

En un prado verde que se extendía hasta donde la vista se perdía corrían dos niños, ambos rubios y de ojos claros, jugando a imitar a un avión. Uno de los que volaba su Daddy en el ejército que en este momento. Debía estar pateándoles el trasero a los malvados de la Triple Entente. A pesar de sus cuatro años de edad, el mayor de ambos, que respondía al nombre de Alfred F. Jones –la F era un súper secreto- quería meterse ya al ejército para proteger al mundo de los malos, todo sea por el bien de su hermanito, su granja y las galletas de la tía Claire.

—¡E-Espera un poco, Alfred!—escuchó la infantil voz de su hermano menor por dos minutos, así que se detuvo expectante, esperando a que lo alcanzara.

—¡Vamos, Matty!, ¡te derribarán los alemanes! —lo animó, aleteando con entusiasmo, cosa que hizo a su gemelo emocionarse y empezó a ir más rápido.

—¡Alfred, Matthew!, ¡la merienda! —los llamó su tía desde la casa, haciendo que gritaran de la emoción y fueran a recoger sus galletas y jugo de manzana de la tarde.

Claire Jones era la hermana mayor de su Daddy, y los cuidaba mientras éste se había ido a la guerra. Era una mujer hermosa, de cabello rubio rizado y ojos azules, siempre olía a dulces y era lo más parecido a una madre que habían tenido los gemelos, ya que su Mom murió en el parto. El esposo de esta, Edmund, era banquero, siempre traía su cara bien afeitada y les traía dulces desde la ciudad, por lo que lo querían mucho.

Una vez entraron a la casa se dirigieron hacia la cocina, donde Claire los esperaba con un plato lleno de galletas recién horneadas. Se sentaron, dieron las gracias y comenzaron a zamparse la merienda, ensuciando su cara en el proceso. Claire sólo rió al verlos, pero un ruido la hizo ver por la ventana: había llegado un auto negro. Primero pensó que era Edmund quien llegaba a casa temprano, pero supo que no era así al ver bajar a un oficial del ejército.

—Niños, vayan arriba —les ordenó, en tanto la miraban confundidos, pero obedecieron a la mujer sin chistar.

Una vez subieron la escalera se escondieron tras los pilares de la escalera para espiar. Vieron a Claire abrir la puerta y hacer pasar a los hombres que venían en el auto: eran dos hombres de aspecto cuarentón y enfundados en uniformes militares impecables y llenos de medallas, Alfred quería verse un día así, con los zapatos lustrosos, cabello engominado, uniforme planchado y lleno de condecoraciones.

Se pusieron a hablar, la tía los atendió cortésmente sirviéndoles una taza de café a cada uno que recibieron con gusto, pero mientras iban conversando su semblante se volvía más serio. Matthew apretó fuertemente la mano de Alfred, preocupado por la cara de la mujer que con cada palabra se volvía un poco más tensa, como intentando contener el llanto. Finalmente los hombres le entregaron una carta y se marcharon por donde vinieron, sin terminar el café.

Claire lo abrió con parsimonia, pero con cada palabra que leía sus ojos se aguaban más hasta que, finalmente, rompió en llanto. Esa fue la señal que esperaban los niños para bajar como una bala y pegarse a las piernas de su tía, que temblaba por los sollozos. Ella apenas los sintió los abrazó, soltando el papel que sostenía mientras susurraba "Freddy… hermanito" Matthew no sabía el por qué del llanto, pero Alfred, que estaba aprendiendo a leer, pudo entender lo que decía el papel que la rubia soltó en el abrazo.

Su Daddy había muerto.

Una semana después terminó la Gran Guerra y, mientras todos celebraban, ellos estaban en el funeral de Frederick Jones, su progenitor. Los acompañaban sus tíos, vestidos de negro al igual que todo allí. El gemelo mayor pudo distinguir a los hombres que habían ido a su casa y a muchos otros hombres que parecían ser del ejército estadounidense, unos cuantos que llevaban el uniforme Inglés y algunos Franceses. El ataúd de su Daddy estaba cubierto por la bandera de su patria y, mientras éste bajaba, sostuvo con valentía la mano de su hermano que lloraba desconsolado a su lado, mientras escuchaban las trompetas con la marcha fúnebre.

I

El traslado había sido al mes de la muerte de su Daddy, lo recordaba porque había contado siete noches desde que no sentía la calidez acostumbrada en la casa, y los monstruos lo acosaban más desde la oscuridad a la que no estaba completamente acostumbrado. Tía Claire, al octavo día, dijo en el desayuno que había tenido suficiente y debían irse de allí para criar bien a los niños.

—Esta casa huele a muerte—dijo seria, levantando sus platos y llevándolos a la cocina←. Buscaremos una casa en otra parte —tío Edmund no la contradijo y comenzó a buscar rápido una casa en un buen sector. La encontró en Boston, Massachusetts.

Alfred y Matthew sólo habían alcanzado a entender que no iban a ver a su Daddy nunca más y además se cambiarían de casa, dejando atrás las tardes en el campo, a las asustadizas gallinas del vecino, el rumor de los animales silvestres y al ardiente sol de verano. Alfred, aunque al principio había llorado, ahora estaba considerablemente mejor, siendo el niño alegre que había sido siempre, en cambio Matthew necesitó tiempo para aceptarlo y pasaba a veces horas llorando en los pequeños e infantiles brazos de su hermano mayor, que por ser un "héroe en crecimiento" lo consolaba lo mejor que podía.

Llegaron a la casa dos meses después, asombrándose con la grandeza de la selva de asfalto en la que se encontraban sumidos ahora. Dentro del auto, los niños iban callados atrás, viendo a través de las ventanas las grandes y altas construcciones, los parques, las calles con faroles eléctricos, las modestas tiendas y a la gente, sobre todo a la gente que era tan distinta de las que frecuentaban en la granja.

Una vez pudieron instalarse definitivamente en la linda casa de dos pisos lo primero que hicieron fue inscribir a los gemelos en la escuela que quedaba cerca de casa. Por alguna razón Matthew no se acercaba a ningún niño a parte de su hermano, y si éste jugaba con otros niños se quedaba sentado esperándolo durante todo el recreo. Claire y Edmund se preocuparon por eso, por lo que, a base de salidas familiares y mucho amor, esperaron que el menor superara su duelo como lo había hecho su gemelo.

Luego de un año difícil, Matthew recuperó su sonrisa.

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Guardó sus manos en los bolsillos del pantalón ligero que tenía. Estaba caminando por el campus de la Universidad de Harvard, en la cual cursaba el último año de Medicina. Habían pasado ya 21 años desde que se había mudado a aquella ciudad y, muy dentro de sí, extrañaba el aire puro de la granja.

Dios, extrañaba tantas cosas.

Siguió caminando hacia la salida, después de todo, sólo había venido por unos papeles. Estaban en Julio y el calor lo estaba matando, seguramente sus compañeros estarían en la playa de quién sabe qué estado haciendo fiestas con chicas y cogiendo como animales como en toda semana patria. Lo habían invitado, sí, pero había declinado porque, según él, tenía un asunto que atender.

Como todos los años

Salió de la facultad y caminó hacia la estación de trenes. Una vez subió al que le servía se sentó, esperando pacientemente los 40 minutos restantes para llegar a su destino. Una vez llegó caminó un poco hasta llegar a ese lugar de grandes rejas negras y gárgolas horribles. "cementerio" decía el cartel.

Compró unas flores antes de entrar y dirigirse hacia ese lugar que conocía tan bien. Dirigió su vista por el lugar, viendo flores marchitas, figuras de mármol, criptas y demás que hacían que cualquier persona que entrara se sintiera irremediablemente incomoda. No era su caso, ya que estaba acostumbrado a llegar, especialmente en esta fecha.

Llegó al sitio y acarició los nombres que estaban tallados en el mármol. Cambió las flores antiguas por las recién compradas y, por último, limpió las fotografías.

—Feliz cumpleaños a nosotros, Mattie.

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"

Julio 4, 1939

querido extraño:

hoy es mi cumpleaños, genial, no? Haber nacido justo el día de la independencia de los Estados Unidos, quiero decir.

Te escribo esta carta con el único objetivo de contarte mi historia ya que, no importa como lo haga, siento que no hay nadie alrededor dispuesto a escuchar mis desgracias tan pacientemente y sin interrupciones como lo sería en una carta, además creo que, por no conocerme, serás más objetivo.

Mi nombre es Alfred y acabo de cumplir 25 años. nací en Idaho donde teniamos una pequeña granja familiar, en donde vivían mis tíos, mi Daddy y mi hermano gemelo Matthew, mi Mom murió en el parto, así que no pude conocerla. Tenía cuatro años cuando Daddy murió en la Gran Guerra y nos vinimos a vivir a Boston, en Massachusetts, con Tía Claire, quien era como una madre para mí y Tío Edmund. Hasta ese entonces, la perdida de mis padres no me hizo caer, pero en mi cumpleaños número 18 todo mi mundo se vino abajo.

Hace exactamente 7 años perdí a la familia que me quedaba en un asalto que hubo en la casa, vi como les disparaban a todos y a mí mismo pero, por cosas del destino, sobreviví. Los años siguientes han sido horribles, aprendí el verdadero significado de estar solo en el mundo. Actualmente estudio en Harvard, a pesar de que tengo compañeros agradables aún son demasiado frívolos para mi gusto, a veces me pregunto si realmente son humanos.

Espero tu respuesta, incluso si quieres contarme tus problemas está bien. Si es ese el caso, ojalá te sirva tanto como a mí.

Atentamente

Alfred F. Jones

PD: espero que esto no te incomode, Really.

"

Dos semanas. Hace dos semanas que mandó esa carta al viento, sólo poniendo su dirección y un sello. Lo mandó por correo express, para que le llegara rápido a "quien sea" y aquí lo tenían: sin nada que hacer, muriéndose de calor en ese pequeño departamento en Charlestown, viendo de vez en cuando como el molesto perro de los Collins correteaba por el parque haciéndole maldades a las plantas que osaban cruzarse en su camino. Justo cuando iba a dirigirse al baño vio como varios sobres caían por el pequeño orificio bajo su puerta, probablemente gracias a la señora Molly, quien era su vecina hace años y cada vez que bajaba a ver el correo si veía el suyo se lo traía, hizo un anota mental para agradecerle cuando fue a recogerlos. Comenzó a mirarlos sin mucho interés.

La cuenta de luz.

La cuenta de agua.

La renta.

Más cuentas.

… una carta.

¡Llegó la respuesta!

El sobre blanco que tenía entre sus manos olía ligeramente a madera, tenía prolijamente escrita la dirección y decía "Respuesta a Quién Sea" arriba de donde parecía ser la dirección a la cual había llegado. "Exeter, Devon ¿Inglaterra?... ¿Tan lejos llegó?" pensó al momento de intentar abrirla con la mayor delicadeza posible. Al momento de tener la hoja de papel manchada en sus manos no hizo más que emocionarse y así, aguantando un grito de júbilo, comenzó a leer.

"

Julio 10, 1939

Querido Alfred:

Feliz cumpleaños atrasado, supongo, aunque realmente no le encuentro nada especial a haber nacido el 4 de julio, en fin. No me molesta que me hayas mandado la carta y creo que ya era hora, como tú dices, de desahogarte con alguien, pero no estoy de acuerdo con la forma en que lo hiciste, ¿Qué hubiera pasado si la carta hubiera sido recibida por un psicópata? Bloody Hell.

Tengo 26 años y los cumplí este 23 de abril. Me fui de casa a los 17 años para ir a estudiar a literatura en la Universidad de Ca


mbridge y egresé el año pasado. En Enero de este año regresé a mi pueblo natal por una… mala experiencia. Hace más o menos un año me divorcié. Mi primer matrimonio se fue al infierno porque ella, al final, se fue con una rana un francés que se suponía era mi amigo. Quedé devastado, saber que un ser amado te deja por una rana porque no eres suficiente para ella es como veneno. No le daría esa experiencia a nadie.

En retrospectiva creo que igual no hubiese funcionado, la amaba, pero mi carácter es muy… delicado, digamos que pasábamos peleando por estupideces. Tengo claro que yo fui el detonante de que todo se fuera al demonio y que ella tarde o temprano iba a dejarme, tenía muchas excusas como para hacerlo, y lo entiendo.

Esperaré tu respuesta.

Arthur Kirkland

PD: ¿Harvard, en serio? ¿Qué estudias?

"

Terminó de leerla casi hiperventilando ¡No le había molestado! ¡Ya no lo perseguiría la policía como pensó que pasaría! Sonrió de oreja a oreja en tanto buscaba rápidamente lápiz y papel para comenzar a escribir su respuesta. La carta de Arthur a pesar de sentir pena por lo que le había pasado, le alegró el día sabiendo que, desde ahora, podía contar con él. Con ese pensamiento en mente puso la pluma sobre el blanco papel, comenzando a escribir rápidamente.

"Querido Arthur…"


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