Disclaimer: Ninguno de los personajes de Naruto me pertenecen, son todos propiedad de Masashi Kishimoto.
Ya tenía yo ganas de escrbir algo sobre Akatsuki, especialmente de Sasori y Deidara. Quizás haya un poco de yaoi, pero no tengo pensado introducir lemmon en la historia.
La verdad es que no tengo ni idea de cuantos capítulos va a durar el fic, pero no lo quiero hacer muy largo. Quizás cinco capítulos aproximadamente.
Sin más dilación, el primer capítulo.
CAPTIULO 1
Caminaba lenta y pausadamente por las calles desiertas de aquel extraño mundo
Sus ojos tallados en madera se posaron sobre los suyos, que relucían nerviosismo.
Nunca le había gustado que le mirara de aquella forma. Parecía como si quisiera atravesarle e instalarse en lo más profundo de él. Lo peor era su expresión. Ninguna. Ni odio, ni amor, ni miedo, ni repulsión. Nada. Aquel rostro de madera era como una fortaleza inexpugnable, imposible de alcanzar para el ser humano normal y corriente.
Pero es que, Deidara no era un ser humano normal, al menos no era uno del montón.
Ante la atenta mirada de su maestro, Deidara sacó un poco de arcilla de su bolsa y empezó a moldear alguna figurita, para después hacerla explotar y calmar sus nervios.
Normalmente los viajes eran silenciosos cuando su acompañante era Sasori-danna, ya tendría que haberse acostumbrado. Pero no lo había echo. Deidara era un chico que se exaltaba fácilmente, por cualquier tontería. No le gustaba que se metieran con su aspecto (demasiado femenino) y mucho menos con su manera de ver el arte. Pero, sobre todas las cosas molestas, Deidara no soportaba los silencios. Siempre intentaba rellenarlos con charlas, en sí bastante estúpidas, pero que servían para pasar el rato. Hacía ya mucho tiempo que se había rendido con Sasori-danna.
-¿Por qué me mira tan fijamente, Sasori-danna, hn? –Preguntó Deidara al verse demasiado incomodado por aquella mirada inexpresiva.
-Por nada en especial.
Sí, esa era la respuesta que se esperaba. Deidara suspiró, cansado, y se recostó en su propio pájaro de arcilla. Seguro que Sasori-danna no diría nada más en todo el viaje. Iba a ser aburrido, más que de costumbre.
Deseaba poder estar en la guarida, con sus demás compañeros. Discutiendo con Hidan, metiéndose con Kisame y soportando las charlas de Kakuzu sobre lo importante que era ahorrar.
Los miembros que más le desagradaban de Akatsuki eran, precisamente, Sasori e Itachi. Es verdad que respetaba mucho a su maestro, pero no soportaba que lo tratara como si fuera un crío inmaduro. De Itachi no hacía falta decir mucho. Era, simplemente, un hombre de pocas palabras, aunque no aguantaba que tuviera siempre esa expresión indiferente en la cara (parecida a la de Sasori-danna), siendo él un humano normal y corriente.
-Deidara.
El aludido se giró, sorprendido de que su maestro iniciara una conversación.
-¿Que pasa?
-Descansemos. Ya está anocheciendo.
Deidara suspiró algo decepcionado, se lo tendría que haber imaginado. Asintió con la cabeza, murmurando un casi imperceptible "Vale", e hizo descender a su pájaro de arcilla hacia el claro que se abría en el bosque.
Después de encontrar un buen sitio para pasar la noche, encendieron una fogata y Deidara se acurrucó alrededor del fuego, buscando el calor que le permitiera sobrellevar aquella fría noche de invierno. Por su parte, Sasori se recostó en el tronco de un árbol y cerró los ojos. Como siempre.
-Buenas noches.
-Buenas noches, Sasori-danna, hn –Respondió Deidara mirando embelesado el resplandecer del fuego.
Pasó un buen rato hasta que el joven Deidara pudo conciliar el sueño, adentrándose en un mundo extraño y fantasioso donde él volvía a tener seis años. Disfrutó de aquel sueño pacífico y apacible, hasta que algo le despertó.
Deidara abrió los ojos con lentitud, somnoliento. Los tuvo que entrecerrar casi al instante a causa de la tenue luz que emitía la fogata. Molesto y confundido, se dispuso a averiguar quien era el causante de la interrupción de su único sueño libre de pesadillas, que había tenido en años.
-Deidara, nos vamos.
Antes de que su maestro le agarrara de la solapa de la capa y lo arrastrara tras de sí, Deidara pudo llegar a ver unos kunais en el centro de la fogata, y un par de sombras entre los árboles.
Aun estando medio sonámbulo, su maestro obligó a Deidara a construir de nuevo el pájaro de arcilla para el transporte, mientras él no paraba de maldecir por lo bajo.
El joven escultor nunca lo había visto tan furioso. Bueno, en realidad sí. Tenía un vago recuerdo de una noche de verano, algo nada agradable para rememorar.
Volaban por entre las estrellas. Durante el viaje de vuelta a la guarida de Akatsuki, Sasori no paró de mascullar palabras malsonantes y otras cosas sin sentido para Deidara. Este, tras comprobar que aquella situación era mucho más incómoda que los típicos silencios, decidió hablar:
-¿Por qué está tan enfadado, hn?
Bendita la hora en que se le ocurrió abrir la boca.
-¿Quieres saber por que estoy tan enfadado? ¿¡Quieres saber por qué estoy tan enfadado!? –Exclamaba Sasori, aumentando progresivamente el tono de voz.- ¡Por tú maldita culpa!
-Pero, ¿Qué he echo yo ahora, hn? –Inquirió Deidara, con un deje de molestia en la voz.
-Por culpa de ti y tú fogata, nos han descubierto. Toda la misión de infiltración al traste. Felicidades, Deidara.
-¿¡Como coño pensabas que iba a dormir a la intemperie sin algo de calor!? ¿¡Es que acaso quieres que me muera!?
-Eres un hombre que pertenece a una organización de famosos y peligrosos criminales. –Le replicó su maestro, atravesándole con su habitual mirada inexpresiva, aunque esta tenía un cierto matiz de reproche.- Podías pasar una noche de frío sin ningún problema. Claro, que quizás me equivoco al llamar hombre a una niñita sin dos dedos de frente.
Deidara apretó los puños y torció la mandíbula. Ya no podía más. Ni el truco de contar hasta diez, ni hasta cien, le serviría ahora. Estaba furioso, y cuando alguien está furioso no sabe muy bien lo que dice.
-¡No todos somos como tú! ¿Sabes? ¡Algunos sentimos!
Acto seguido, después de haber dicho eso, como cuando pasa algo horrible, todo se ralentizó. Deidara se preparó para el grito, el puñetazo bien merecido, hasta para una buena paliza. Cerró los ojos con fuerza, esperando su cruel destino.
-Pronto llegaremos. –Dijo Sasori con su voz falta de sentimientos de siempre.- ¿Por qué no duermes un poco?
Deidara abrió un ojo en milésimas de segundo, y después el otro. Esperó unos segundos y, por fin, se atrevió a pensar con claridad. No había pasado nada. Nada malo. Pero, la pregunta era. ¿Por qué? ¿Por qué su maestro era tan benevolente con él? ¿Es que acaso, pretendía matarle mientras dormía? No, eso no era muy probable.
Con el corazón en vilo, dividiéndose entre tranquilidad y curiosidad, Deidara apoyó la cabeza en el pájaro y, tras mucho pensar, se quedó dormido.
Lo se, lo se. Muy corto, lo siento. Podríamos tomar este primer capítulo como una especia de "introducción". Los demás serán más largos (aunque tampoco mucho más).
Bueno, espero actualizar pronto y poder acabar la historia antes de que empiecen las clases de nuevo.
¡Muchos besos!
