La nieve caía en Rodorio, Milo se levantó más temprano que Camus, lo que era de por sí, inusual, se puso su camisa, su pantalón, su otro pantalón, un suéter y una chamarra, no toleraba el frío pero le gustaba la nieve.

Aprovechando que Hyoga estaba en el santuario, entrenando para convertirse en el próximo santo de Acuario, fue hasta el undécimo templo por el rubio, en el camino se topó con varios compañeros, entre ellos, Shura que tomaba té con el alumno de Dhoko.

—Milo, ¿disfrutando del clima? —Inquirió Capricornio, sorprendiendo a Shiryu que tomaba té caliente con su amigo, disfrutando también de la caída de la nieve.

—Sabes lo que amo la nieve, voy por Hyoga, si escuchas a Camus gritar, es por qué está molesto, para variar.

—Detesta la humedad de estas fechas. —Respondió el Santo de Capricornio.

Shiryu se quedó sorprendido, mientras veía al Santo de Escorpio pasar por el decimo templo, con la alegría digna de un niño.

—¿Qué no es Camus el que domina el agua y el hielo? —Inquirió el chino. —Siempre creí que Milo odiaba el frío.

—Oh, no —respondió Shura. —¿Cómo crees que Camus lo conquistó? Hizo una gran tormenta de nieve que dejó anonadado a Milo, y este supo que era el indicado.

Shiryu encontró aquella información sorprendente.

Milo entró sin pedir permiso al templo de Acuario, Hyoga estaba parado cerca de la puerta muy quieto sin decir palabra, esperando la oportunidad de abandonar el sitio.

—Hola cubito ¿Cómo está el más guapo mago del agua y del hielo este día?

—Soy el único mago del agua y del hielo, Milo, y si piensas sacarme de aquí, ahora te digo que no saldré a esa tormenta —siseó un molesto Camus —ven, prepararé chocolate caliente y veremos películas en la cama.

Milo tembló un poco retrocediendo inconscientemente. —Suena grandioso, cariño, pero más bien, iba a invitar a Hyoga a pasar un rato afuera, ya sabes, la nieve, no neva seguido aquí.

—Yo... —Hyoga dudó, pero con el humor que se cargaba Camus, era mejor huir —Me gustaría, maestro Milo, así dejamos a mi...

—Así qué piensas huir sabiendo lo mucho que odio este clima. —Respondió Camus desde la cocina sin asomarse.

—No... Yo... —Hyoga se asustó y Camus lo interrumpió.

—Hablo con Milo, por mi tu puedes largarte desnudo si se te antoja —lanzó una mirada amenazante a su alumno y luego a Milo —Pero tu, zoquete, vas a salir, harás ejercicio, te va a dar calor, te quitarás la chamarra y pescarás un resfriado épico ¡Tienes prohibido salir de aquí!

—Pero mi cubito... —dijo suplicante.

—Nada de cubito, te quedas, vemos películas, tomamos chocolate y nos encerramos en mi habitación ¡O meto tu trasero en un ataúd de hielo!

—Yo me largo... —Dijo Hyoga escapando de la ira de Camus, seguro esta noche el templo de Escorpio estaría deshabitado, ahí prefería estar que con un Camus furioso.

En general, no sabía que era peor, el enojo de Camus por los días fríos o la desesperación y apatía de Milo en los días calurosos.

Pero tenía sentido, ambos amaban lo que el otro representaba, tal vez por eso se amaban mutuamente.