•NotitaDeLaAutora:
Antes de que lean este capitulo quiero que lean esta nota:
La historia es un autoplagio de otra historia que había escrito anteriormente y que se encuentra en mi perfil bajo el nombre de Se mía, Hijos de la Luna y Nunca seré tuya. La historia, por obvias razones, está modificada para adaptarse lo más que se pueda a los personajes.
Sin embargo, aunque está adaptada a los personajes también habrá uso indiscriminado del OoC, así que no se sorprendan de verlos actuando de forma extraña. También rompo casi todas las lineas familiares que hay, ya lo descubrirán cuando la vayan leyendo.
Aún así, necesito que sepan que está rankeada como M no solo por las escenas de sexo explicitas que habrá sino por el gore ligero y por algunos temas que se tocaran como el incesto y maltrato físico.
El incesto en esta historia no es de ese tipo que todos -o casi todos- han leído de amor entre primos sino es de un tipo más fuerte que los hará querer insultarme y posiblemente sentirán ganas de vomitar cuando lo descubran.
Si esta historia les gusta díganmelo y haganmelo saber en sus reviews, follows o favoritos así el próximo jueves/viernes verán el siguiente capitulo. Si no les gusta entonces la historia se quedará como un One-Shot.
Disclaimer: Ni Fairy Tail ni sus personajes me pertenecen, pertenecen a Hiro Mashima. Yo solo los uso para satisfacer mi imaginación. Disfruten.
—Capítulo Uno—
Observó por la ventana de la aeronave mientras sobrevolaba el aeropuerto de Magnolia, era cerca de medio día y agradecía que el sol estuviera justamente sobre sus cabezas evitando que los rayos de éste entraran directamente por las ventanas.
- Acabo de hablar con Sting, dice que llegará un poco tarde por culpa del tráfico – escuchó como le decía su acompañante. Él solo asintió en silencio ante esa oración mientras el piloto decía por el altavoz que se colocaran el cinturón de seguridad y pusieran sus asientos en posición vertical.
El aterrizaje fue suave así como lo había sido el resto del vuelo desde que salieron de viaje pero no podía decir eso de sí mismo, debajo de su máscara de frialdad e indiferencia estaba que hervía de enojo y coraje, solo esperaba que llegaran a su casa para poder poner en su lugar a la causante de su mal humor. Su acompañante, por otro lado, estaba viendo por la ventana cuando escuchó que hizo un sonido de sorpresa sacándolo de sus pensamientos psicópatas que había estado maquinando durante el viaje.
- ¿Qué pasa? – La volteó a ver con flojera mientras pasaba su mano por su cabellera rosada – ¿Sting tardará más de lo que dijo?
Ella lo volteó a ver y negó con la cabeza mientras señala con su dedo algo que había afuera del avión; se levantó de su asiento acercándose a ella para poder ver también y él mismo hizo un sonido de sorpresa. Afuera estaba la prensa, tras una valla de seguridad, tratando de acceder al avión, los flashes de las cámaras habían empezado a dispararse frente a las ventanillas del avión tratando de conseguir una buena toma de él.
Se alejó de la ventana y su acompañante lo imitó.
- No sé cómo se enteraron de que llegábamos hoy – la escuchó quejarse mientras la veía marcar el número de Sting.
- No sé por qué te sorprende – le respondió con flojera mientras veía el Fedorra que tenía en las manos.
Sting llegó unos minutos después en un BMW negro que estacionó junto a la aeronave formando una muralla entre el avión y la prensa.
- Ya es hora – dijo más para sí que para su acompañante y se colocó los entes de sol y el Fedora.
La puerta del avión se abrió y la escalerilla descendió despacio mientras el murmullo de los reporteros se hacía más intenso, eso le molestaba. Salió con cuidado por la puerta mientras el sol de mediodía caía sobre la parte del rostro que no cubrían ni los lentes ni el Fedora y un siseo nació y murió en su garganta, tras él escuchó la risa de su acompañante.
En el momento en que puso un pie en los escalones los flashes de las cámaras se dirigieron hacia él en un patético intento de tomarle una foto decente. Él no se detuvo a posar para las cámaras ni a dar entrevistas banales y superficiales, sino que se limitó a entrar por la puerta que Sting mantenía abierta para que él entrara mientras las preguntas sobre el lugar donde estaba y lo que hacía ahí se escuchaban.
Basura.
Su acompañante bajó unos momentos después que él y al igual que con él, los flashes se dirigieron hacia ella junto con un montón de preguntas sobre su ropa; ella tampoco se detuvo ni dijo nada por respuesta a las preguntas, solo se limitó a sonreír mientas sus lentes negros ocultaban sus ojos y se sujetaba el sombrero negro de ala ancha con una mano. Los reporteros tuvieron suerte, el viento hizo que su cabello rojo ondeara a sus espaldas como la seda y una lluvia de flashes se desató. Con eso se mantendrían entretenidos.
Sting cerró la puerta del vehículo inmediatamente después de que ella había entrado en él. Los reporteros rodearon aparatosamente el vehículo empujándolo levemente y haciendo que se le cayeran los lentes por eso, ni siquiera se molestó en recogerlos, había escuchado un crack proveniente del piso que le decía que sus lentes ya eran basura. La luz del sol le cayó directamente en la cara haciendo que cerrara los ojos con fuerza mientras entraba apresuradamente al vehículo.
Los cristales polarizados le servían para dos cosas, evitar que el sol entrara y evitar que los chismosos vieran lo que hacían adentro, ambas cosas eran molestas, unas más que otras, el sol por ejemplo, era algo que no podían eliminar pero los reporteros, bueno, ellos era otra cosa que aunque eliminaran siempre aparecían más y más, como si se multiplicaran por esporas.
Sting puso en marcha el vehículo mientras los reporteros se apartaban para que no los arroyaran mientras aceleraba, escuchó a uno que otro lanzando una maldición hacia Sting y rió un poco por eso ya que de seguro el rubio también estaría lanzándole maldiciones a todos y hasta la predicción de su futura muerte.
Muy sádica si era el propio Sting el que la ejecutaba.
—o—
Era tarde cuando despertó, tan tarde que los rayos del sol estaban tornándose naranjados mientras la primera estrella hacia su aparición en el firmamento. Rodó por un momento sobre su cama hasta que comprobó que ya no tenía sueño entonces se levantó estirando los brazos mientras las articulaciones de las vértebras en su espalda tronaban una por una.
Se quitó la ropa que había usado para dormir, unos pantaloncillos cortos y una remera vieja, y se colocó un pantalón de mezclilla y una remera no tan vieja, se colocó las sandalias de estar por la casa y salió de su habitación hacia el pequeño baño para lavarse la cara y los dientes.
Cuando estuvo arreglada se dirigió hacia la pequeña sala-comedor de su vivienda esperando encontrarse con su padre pero lo único que encontró fue una nota que decía: "Aquí hay dinero para la cena, compra lo que quieras."
Eso era todo.
Junto a la nota había varios billetes de colores que ella tomó y metió en su pantalón mientras arrugaba la nota y la tiraba a la basura que estaba llena de notas y recipientes de sopa instantánea. Suponía que su padre no llegaría esa noche a dormir, como el resto de las noches en las cuales se quedaba hasta altas horas embriagándose en la cantina del pueblo mientras se gastaba el dinero que no tenía y que no quería imaginar cómo conseguía.
Se dirigió a la puerta principal y la abrió dejando sentir una fresca brisa de otoño. Suspiró un momento y salió rumbo a la tienda de conveniencia más cercana. El dinero que le había dejado no era suficiente como para comprar un poco de carne pero tampoco era una miseria, para algo más que una sopa instantánea le alcanzaría.
Caminó por las calles del pueblo en el que vivían mientras recordaba hacia donde tenía que girar para llegar a la tienda de conveniencia. Odiaba ese pueblo. La gente la miraba raro cada vez que salía de su casa, siempre de noche, y murmuraba cosas a sus espaldas. Ella no era más que una forastera en tierra ajena, pero que por irónico que pareciera esa tierra era su tierra, y esa noche, como todas las anteriores, la gente se le quedaba mirando y murmurando mientras ella pasaba junto a ellos.
Ignorantes.
Cuando entró en la tienda la campañilla de la puerta alertó al dueño que estaba atendiendo a una de las señoras del pueblo que la miró como si la peste acabara de entrar a la tienda y tuviese que huir de ahí antes de contagiarse de algo.
- Llegas a tiempo, estaba por cerrar – le dijo el hombre mayor mientras le sonreía un poco. El señor Johnson era el único que parecía tratarla con amabilidad en ese lugar, desde que era pequeña recordaba que el hombre atendía a su mamá de forma amable y a ella le regala un dulce, pero eso había sido hace demasiados años. Ella le sonrió de regreso con amabilidad y le compró una sopa instantánea junto con un pan francés casero que el hombre guardó en una bolsa de papel entregándosela.
Se despidió del hombre mayor y cargó su bolsa de compras en una mano mientras se dirigía hacia su pequeña casa, esa vez decidió concentrar toda su atención en el camino que tenía que seguir en vez de escuchar a las personas que hablaban solo porque tenían boca.
Entró a su casa y de dirigió a la cocina, puso a calentar un poco de agua sobre la estufa eléctrica, que misteriosamente había sobrevivido a la venta masiva que su papá había hecho mientras ella no estaba, y luego la vertió en la sopa instantánea sabor camarón que había comprado en la tienda; le volvió a colocar la tapa y esperó a que estuviera lista mientras ella veía por la ventana a las personas que pasaban con una ligera sensación de molestia.
Se mordió la mejilla por dentro y luego retomó su sopa instantánea con cuidado para no quemarse con ella. La noche era demasiado bonita como para comer sola dentro de una casa que pareciera siempre estar vacía así que salió al jardín trasero que tenía la casa y se sentó en el escalón de la puerta. Destapó su sopa y empezó a comerla mientras la fresca brisa le despeinaba el cabello y le acariciaba el rostro.
Dejó el recipiente donde había comido la sopa junto al escalón y ella se recostó en el marco de la puerta viendo las estrellas y tratando de descifrar cual era cual en el firmamento. Cerró los ojos por un momento y empezó lo que hacia todas las noches desde hacía dos meses: trataba de recordar.
Empezó a poner en orden los hechos desde antes de su desaparición, eso era fácil pero lo último que recordaba era a un hombre rubio que le sonreía mientras le daba un par de zapatos en medio del bosque; luego había un espacio negro y al final recordaba estar en una camilla de hospital dos años después.
Había dos años de su vida perdidos en la oscuridad, dos años de los que no recordaba nada de lo que había pasado, dos años que nadie le regresaría.
Abrió los ojos cuando sintió las lágrimas aflorar en sus mejillas y se las limpió con el dorso de la mano. No sabía por qué lloraba cada vez que intentaba recordar lo que había pasado, no sabía si era por tristeza o por rabia.
Nuevamente cerró los ojos y volvió a forzar su mente a que le mostrara lo que ella había vivido durante esos dos años.
- No te esfuerces tanto, hasta aquí veo el humo que sale de tu cabeza – escuchó la risa burlona de su mejor amigo, de su único amigo de hecho, y lo volteó a ver limpiándose las lágrimas.
- Gray, ¿Qué haces aquí? – preguntó dejándole un lugar en el escalón de su puerta para él.
- Te traje comida ¿o piensas que vas a sobrevivir comiendo sopas instantáneas? – le dijo mientras le mostraba un plato con comida. Ella le sonrió apenada por el comentario de las sopas pero estaba agradecida de que él no la dejara morir de hambre.
- Gracias – respondió mientras tomaba el plato viendo la carne picada en pequeños cubitos junto con las papas y el arroz. Tomó el tenedor que había usado para la sopa instantánea y picó un trozo de carne llevándolo a su boca. Estaba caliente y sabía demasiado bien.
Gray solo la miraba comer en silencio, sabía que esa posiblemente sería la única comida decente que comería durante la noche. Cuando ella terminó de comer dejó el plato junto al tazón de sopa instantánea y se recostó en el marco de la puerta mientras veía las estrellas – ¿tú crees que lo extrañe? – preguntó despacio, como si fuera más una pregunta para ella pero sabía que esperaba una respuesta.
- Yo creo que sí, se la pasan persiguiéndose todo el tiempo – le respondió mientras él también veía el cielo estrellado. Cuando ella regresó después de sus dos años perdida, él fue el único que fue a verla, ninguna de las personas que decían ser sus amigas en la escuela la fue a ver, solo él. En ese tiempo ella estaba ausente y retraída, encerrada en su mundo, contemplando a la nada por la puerta trasera de su casa, en el mismo escalón que estaban a ese momento, viendo a ningún punto en particular, quizás ninguno en esta dimensión.
No le sorprendía que su padre no estuviera, todos en el pueblo sabían que él se había dado a la bebida después de que la madre de Lucy muriera y se agravó con la desaparición de su hija.
Muchos dijeron haber visto a Lucy en la ciudad por las noches, con una ropa muy provocativa y en una esquina, otros dijeron que se había ido con un hombre, otros que habían encontrado sus restos en la cueva de algún animal salvaje, otros que simplemente se había aburrido del lugar y decidió marcharse por su cuenta y unos cuantos dijeron que la habían visto, acompañada de un pelinegro con aspecto de actor de cine en una tienda de ropa cara y que ella los saludó como siempre.
Todos los chismes se lo sabía él, todos y cada uno pero no creía ninguno. Él se los contó una tarde, mientras ella seguía contemplando ese punto fuera de esta dimensión y fue la primera vez que ella habló.
- No recuerdo nada de lo que dices, no recuerdo nada desde que me fui – esa había sido su respuesta – pero tampoco quiero recordarlo, no quiero recordar y saber que hice algo de lo que dicen esos chismes – luego regresó a ver ese punto en la nada; para ella solo se había ido un día, dos a lo mucho y había estado perdida en el bosque. Después de un largo silencio ella dejó de ver ese punto en la oscuridad y le contó una historia que él nunca había escuchado pero que supuso, la había aprendido en algún punto de esos dos años.
Le contó que la luna estaba enamorada del sol y el sol de la luna, pero por culpa de Dios ellos no podían estar juntos y la luna lloró para poder deshacerse del sentimiento que los humanos llamaban amor.
—o—
Ya era de noche cuando Sting estacionó el carro frente a una enorme mansión blanca que estaba completamente iluminada con luz artificial y les abrió la puerta a él y a su acompañante para que bajaran del vehículo. Antes de llegar a la casa tuvieron que pasar a hacer unos cuantos arreglos para que su estancia fuera más satisfactoria en esa casa en medio del bosque.
- ¿Estás segura que quieres hacerlo? – le preguntó a su acompañante mientras se paraban tras de Sting para que abriera la puerta de la mansión.
- Claro que estoy segura – sonrió mientras sujetaba con ambas manos el sombrero de ala ancha frente a ella y se acomodaba el cabello – no sabes como he estado deseando este momento desde que despertaste.
- No sabes lo mucho que lo he esperado yo también – le sonrió y colocó su brazo para que ella pudiera sujetarlo y entrar a la mansión como la perfecta pareja feliz que fingirían ser.
Sting abrió la puerta despacio dejando ver que todos los empleados estaban ahí para recibirlo con los honores que él se merecía. Justo unos pasos más delante de los empleados estaba Rouge parado formalmente pero con la mirada fija en ellos y más atrás bajaba Lisanna por las escaleras con su característico gesto de superioridad.
Internamente sonrió por eso mientras Rouge se acercaba a ellos de forma casual – Mis señores – habló de forma suave y aterciopelada pero a la vez lo suficientemente alto para que Lisanna, que estaba terminado de bajar las escaleras, lo escuchara – permítanme ser el primero en felicitarlos por su compromiso.
- Gracias, Rouge – contestó Erza sin soltar el brazo de Natsu que sonreía complacido por lo que estaba pasando. El aludido solo hizo una pequeña reverencia a eso y se alejó un poco mientras los demás empleados hacían lo mismo.
Lisanna se quedó parada en su lugar, al pie de la escalera, al escuchar lo que Rouge acaba de decir. Eso tenía que ser una jodida broma del maldito de Natsu, él no podía casarse con cualquiera, todo mundo lo sabía. Apretó los puños mientras veía como el pelirrosa se despedía con un beso de su prometida y se iba con Sting y Rouge hacia el despacho de la mansión para hablar de cosas que a ella, en ese momento, no le interesaban.
Lisanna se encaminó al despacho con la intención de seguir y enfrentar a Natsu, él no podía estar haciéndole eso pero se vio impedida de seguir su camino, la mano de Erza estaba sujetándole la muñeca con la fuerza suficiente como para romperla. Eso la terminó de sacar de sus casillas.
- ¡Suéltame! – Ordenó con voz autoritaria, dejando de lado aquella voz dulzona que siempre usaba cuando Natsu estaba cerca – ¡Tú no eres nadie para tocarme!
- ¿No has escuchado lo que dijo Rouge o es que acaso estás sorda? Yo soy la prometida de Natsu – le dijo con una voz de completa superioridad mientras le soltaba la muñeca con desprecio y le ensañaba el anillo de diamantes que cargaba en su dedo corazón – Así que te puedo tratar como a mí se me dé la gana.
- ¡Eres una maldita mentirosa! ¡Yo no sé cómo se pudo prestar Natsu para semejante teatro! ¡Todo mundo sabe que él está detrás de esa mocosa humana! – habló con toda la rabia y veneno que pudo juntar.
- ¿Y crees que yo no sé cuáles son tus intenciones? – Los ojos de Lisanna se abrieron como platos al escuchar la suave voz que Erza estaba empleando – has estado detrás de Natsu desde que Zeref te llevó a vivir al castillo y te hiciste su amante con tal de obtener un lugar tras el poder de la familia. ¿Creíste que él no se daba cuenta? – La tensión en la sala era palpable, los presentes solo observaban la discusión entre las mujeres y Lisanna solo quería matarla de la forma más sádica posible mientras apretaba los puños con enojo sin despegar la vista de Erza - ¡Oh! En verdad te lo creíste – le hablo con burla mientras le entregaba su sombrero de ala ancha a uno de los empleados que estaban ahí.
- ¡Mientes! ¿Cómo te atreves a decir esas cosas de mí? ¡Yo amo a Natsu!
- Lo amas ¿En serio? ¿Y porque lo amas te encargaste de desaparecer a Lucy? – hablaba con un toque de incredulidad. Lisanna tragó duro, esa mujer sabía lo que había hecho y ahora los presentes en ese lugar también – pero te falló el plan queridita, Natsu se va a casar conmigo y en cuanto estemos casados le contare lo que hiciste – rió con dulzura por eso – créeme cuando te digo que ni Zeref te va a salvar de su furia.
Lisanna miro con rabia a la mujer y se retiró a su habitación analizando las palabras que le había dicho, según ella, Natsu no sabía aun nada de lo que le pasó a su anhelada mocosa, así que tenía tiempo para deshacerse de esa prometida que perjudicaba sus planes. Más tarde iría a hablar con él.
Erza se quedó en la sala después de que el pequeño enfrentamiento con Lisanna había acabado, una sonrisa de satisfacción curvó sus labios mientras se sentaba en uno de los muebles y estiraba las piernas por todo lo largo de este. Luego miró el anillo de diamantes en su mano y sonrió aún más mientras tomaba su móvil para llamarle a su prometido que se encontraba aun del otro lado del mundo.
—o—
Natsu se encontraba en su habitación intentado leer los papeles de las diversas compañías en las que había hecho negocios su papá, tenía que estar al pendiente de ellas ahora que estaba despierto y simplemente su mente no se concentraba un ninguno.
Contenerse para no destrozar a Lisanna en muchas partes muy pequeñas y seguirle el juego a su prima le estaba costando más de lo que imaginaba, Rouge había hecho bien su papel en todo ese teatro y le pagaría de la única manera que sabía que le gustaría a él, le entregaría a Lisanna en una bandeja de plata.
Sonrió por eso.
Escuchó la puerta de su habitación abrirse y supo de inmediato quien era, estaba haciendo uso de todo su auto control para no matarla ahí mismo. Escucho la puerta cerrarse y el sonido de una prenda de vestir que caía al piso. Sonrió con ironía por eso. En verdad era una maldita zorra interesada.
- Natsu – dijo con su típica voz dulzona mientras lo abrazaba por la espalda – te he extrañado tanto ¿Dónde te habías metido? – hizo un puchero de niña pequeña.
Natsu no aguanto más y la acorraló contra la pared de una forma tan íntima que ella pensó que su plan de seducción había funcionado.
- ¿Qué le hiciste a Lucy? – preguntó directamente con su voz cargada de ira mientras la inmovilizaba contra la pared y su propio cuerpo sujetándola por ambas muñecas a los costados.
- ¿De qué hablas? ¿Quién es Lucy? Natsu suéltame, me estas lastimando – sintió que las lágrimas comenzaban a salir, ella sabía que estaba en problemas y tenía que usar sus mejores armas.
- ¡No finjas!
- ¡Es que yo no sé de lo que hablas! ¡Yo no sé quién es Lucy! – Las lágrimas de la mujer escurrían por su rostro, Natsu le soltó las muñecas y Lisanna sintió el alivio ante la falta de presión, un alivio que duró muy poco ya que inmediatamente sintió la mano de él cerrarse alrededor de su cuello como una garra.
- Te lo preguntare una vez más – dijo hablándole al oído con una voz tan dulce que era peligrosa mientras le apretaba el cuello - ¿Qué le hiciste a Lucy, Lisanna?
- No… yo no sé… de lo que… hablas… - dijo entre jadeos de miedo y falta de aire. Se le estaba acabando la paciencia a Natsu con la albina. Acerco su boca al cuello de esta y con su lengua lamió una parte erizándole la piel de una forma tan aterradora que ella no supo explicárselo en ese momento.
- Sabes que hay una manera más fácil de hacer que hables ¿verdad? – Lisanna se congelo del miedo abriendo sus ojos tan grandes como platos – si te muerdo, te volverás de mi propiedad y a través de tu sangre me enteraría de todo lo que hiciste, después de todo – le besó el cuello nuevamente – siempre quisiste que te mordiera ¿Por qué no complacerte? Además, una nueva esclava no estaría de más, a mi prometida le seria de ayuda.
- ¡Esta bien! ¡Te diré lo que le hice! – Él le soltó el cuello y ella se llevó una mano a este como un acto reflejo – Le borré la memoria y la deje vagar por el bosque, no me sorprendería que estuviera muerta a estas alturas – hablo con una sonrisa de satisfacción.
Miserable mujer.
Natsu reaccionó mal ante sus palabras haciendo que uno de sus ojos pasara del verde al amarillo con negro en menos de un segundo. Lisanna jamás en su vida había visto algo como lo que acababa de ver, había escuchado leyendas sobre eso pero nunca lo había visto de cerca; sabía que estaba en serios problemas, Natsu la levanto por el cuello y la tiró contra la pared más lejana golpeándole la espalda contra esta, se acercó a ella y la volvió a tomar por el cuello alzándola lo suficiente como para darle dos golpes en la cara y luego volverla aventar contra la pared.
Lisanna sentía como algunos huesos se le fisuraban ante los golpes del pelirrosa, este en cambió no se detenía, la había dejado tendida en el suelo mientras le presionaba con saña el abdomen con uno de sus pies para después mandarla a volar contra las paredes.
—o—
Después de lo que a Lisanna le había parecido una eternidad entraron Erza y Rouge a la habitación de forma apresurada alarmándose al ver el estado en el que Lisanna se encontraba. Natsu la tenía sujeta del cuello con una sola mano y suspendida unos centímetros del suelo haciendo que sus pies se balancearan mientras los colmillos del pelirrosa se asomaban peligrosamente sobre sus labios.
Erza se acercó a él y le dio un golpe a un costado con tanta fuerza que provocó que aflojara el agarre del cuello de Lisanna haciendo que ella callera al suelo como su fuera un costal de papas, Rouge aprovechó ese momento para llevarse de ahí a la albina cargándola como una princesa mientras veía como fluía la sangre de las heridas que le había ocasionado su antiguo amante con semejante golpiza.
Erza por su parte se quedó a lidiar con el monstruo en el que se había convertido su primo; tuvo que usar la fuerza para lograr calmarlo y unos cuantos trucos que le había enseñado Jellal mientras Natsu experimentaba la muerte dormida.
Esos ojos amarillos eran el inminente signo de que era un monstruo, un sangrepura.
—o—
