Prologo:

Recuerdo que el aire era cálido, extraño para mí al tratarse ser un invierno voraz. La niebla por la mañana navegaba sobre nuestro vecindario dejando sin vida ni alma percibir. El sentimiento de extrañeza me agobiaba al estar sola. Las velas en mi casa me hacían sentir sin vida.

Por las tardes caminaba colina abajo a por mi padre. Él siempre trabajaba en sus obras cerca del lago. El agua le hacía sentir tranquilo y bellas inspiraciones le llegaban como regalo a su perseverancia.

¿Por qué el agua te hace sentir en paz? Le preguntaba con curiosidad. Y las razones variaban. Más nunca su respuesta era exacta. Algunas veces era porque recordaba a su niñez, otras porque sentía que el agua era una conexión espiritual en su vida, y un sinfín de mentiras que tapaban la verdad. Una verdad que jamás debí conocer.

Una tarde camine cuesta abajo por última ocasión. Todo era normal. Lo único que percibía en mi padre era un comportamiento más enérgico de lo normal. Su sonrisa no se hallaba, pero si un resplandor mágico que desprendía su voz al cantar suave notas de amor.

-¿Qué observas en la abundante agua, querido padre?- pregunte como costumbre aniñada.

-¿Qué secretos hay más allá de nuestra mirada? Tus ojos observan lo que tu experiencia recuerda. Sientes una leve manta fría soplando sobre tu rostro y sabes que es el viento, sientes que las fibras del pasto se entrelazan en tus dedos y entiendes perfectamente que es la tierra pero, ¿Qué hay del agua? Más allá de la suavidad que desprende en nuestra piel aún no sabemos porque sus cualidades no pueden ser brindadas a nuestro ser. ¿Por qué animales existen que pueden nadar bajo el agua y en la tierra habitar por igual? ¿Por qué los humanos no? Sus secretos han sido sellados por nuestro egoísmo. Somos egoístas del sedoso aire en nuestro cabello, farfullamos cuando se enreda y no lo controlamos. Somos egoísta del pasto, cubrimos su vida con duro cemento. El ser humano no fue dotado de branquias porque no apreciaríamos ni un milímetro de los secretos que el agua ha alejado de nosotros. Es un arte que nunca se descifrara.-

-Dime, ¿Qué esconde el agua para ti?- Pregunto con tenacidad en mi voz. Jamás había querido escuchar lo que ese día a mis oídos llego.

-A tu madre.-

¿Quién es aquél en las sombras?

Me canta en sueños, ¿Quién es él? Él es el ángel de la música, contestaba mi padre. Él te cuidara después que yo me vaya.

La verdad se esconde tras el telón. Tal como los actores ocultan sus caras al bailar un vals de máscaras, tal como los magos esconden sus trucos; como la vida no nos cuenta cuando será nuestro final.

Una soledad me acecha. El quedarme en la casa solitaria seria como adentrarme dentro de ella por temor a la luz del futuro. ¿Debía de correr o retroceder?

Si bien así, él se ha ido. Yo estoy sola. A mis veinte años me he quedado sin nadie más en este mundo. Bueno, una herencia y boletos de Francia me dan la sensación de que un comienzo es lo que necesito en mi vida. Un comienzo lejos de mi pasado que hace delirar.

Camino hacia fuera del aeropuerto Roissy-Charles a tomar un taxi. El frio de noviembre me recibe con una ventisca helada que me inmoviliza y me hace estornudar. Mis vías respiratorias se hielan y mi cuerpo tiembla al sentir la nieve caer en mi rostro. Esta nevando.

Saco de mi gabardina las notas de mi padre que me había dejado tras su muerte. Una serie de tareas que debía de hacer antes de esparcir sus cenizas ya incineradas en América. Aun no entendía porque me había mandado a Paris, ¿Por qué no Inglaterra? Pero tras la serie de incidentes extraños que él había pasado ahí, su último deseo fue que viniera a Paris. Exactamente a la gran conocida Opera de Garnier.

-Excusez-moi, Où sont les taxis? – Me acerco a una anciana con pelo revuelvo que me sonríe y responde con educación.

-Je ne parle pas français. Tampoco tú, ¿Verdad?

-Un poco...Es mi primera vez en Paris y soy un fiasco con mi poco vocabulario de idioma. Solo deseo terminar lo que vine a hacer y correr de aquí.- Mi voz se quiebra con el frío y me tapo lo más que puedo.

-Paris esconde muchas cosas que deberías de valorar. Descubrirías las maravillas que se encuentran dentro de cada lugar, pero no a todos les gusta esa idea. Dime, jovencita ¿A dónde te diriges?-

-La Ópera de Garnier.- La anciana me mira con desconfianza, como si hubiera dicho que iba a robar un banco, pero ella niega y me vuelve a sonreír.

-¿Sabes? Todos de alguna forma estamos conectados. Dios en su gloria sabe por qué. No le cuestiono, pero de alguna u otra forma es curioso ver y darse cuenta de las conexiones que nos brinda para encontrarnos con otra persona que tal vez tenga que ver con tu vida.

-¿A qué viene eso?- Pregunto con angustia. La conversación se había transformado inquietante y no era una persona que se quedaba a medias de una historia. No tenía nada que perder. Además de que no había tenido ni cinco minutos a su lado.

-Oh, llego tu taxi.- Me dice con una alegría. Como si sintiera felicidad al alejarme de su lado.

-¿Cuál es su nombre?- Pregunto mientras espero a el taxista subir las cosas en la cajuela.

-Magda Daaé.- Suelta con espina en sus palabras.- Y ten cuidado, pequeña Lotte.

El viento tira mi bufanda lejos de mi y corro tras él. Retiro mis manos con revuelo sobre la tela tratándola de alcanzar y caigo de rodillas al suelo con la prenda entre mis manos. Volteo con rapidez y observo a la anciana. Una desconfianza me envolvía mis pensamientos. Con cuidado me alejo de ella y dentro del taxi me encierro. El encuentro inesperado me había hecho sentir vacía.

Me siento en el taxi y me envuelvo en mis brazos. El cálido sentimiento de necesitad abrasaba mis entrañas, como si mi niñez hubiese regresado. La necesidad de los brazos de mi padre. Un sentimiento sin igual que me hacía retorcer de indagación. Memorias invadían a mi mente. Daaé.

"Christine….Christine." Una voz me levanto de mi trance. Trago aire con miedo y aprieto mis uñas a mi espalda.

Esa voz….

-¿Hacia dónde, señorita?- preguntaba el taxista con curiosidad en sus palabras. -¿Se encuentra bien?-

Asiento.

-La Ópera de Garnier, por favor.- Declino su conversación y veo por la ventana hacia donde la mujer extraña me había advertido. El frío que se cuela por las ventanas me hace despertar. La sensación había desaparecido, más sin embargo el vacío seguía ahí.

Y al recordar la última nota de mi padre me hace despertar la curiosidad que ya desvanecida se encontraba en mi interior.

Algo más allá de la oscuridad, escondido bajo la penumbra total. La luz solo le ilumina cuando sus deseos de belleza le carcomen; eso es la verdad.

Nota: Tenía muchos años con ganas de hacer un fanfic basado en El Fantasma de la Ópera y por fin se me hará. Es un cross-over. Al transcurso de la historia sabrán porque. Y si. Si habrá mucho Loki.