Diferencias.
De pronto despertaste de aquel agradable sueño. Uno en el cual tu mano había ardido al contacto con la pócima extraña de Ezarel, aquel primer día en Eldarya. Un sueño en donde eras alguien a los ojos de los demás, y no sólo la "la humana que está aquí porque no sabemos qué hacer con ella".
Sin embargo, la pócima no había reaccionado en tu cuerpo, confirmando las sospechas generales de que eras una simple y pueril humana. Una de tantas, que vienen, ven y, si tienen suerte, se van. Sin embargo, tu suerte había sido mala y ahora estabas destinada a vivir allí por un tiempo indefinido, bajo los constantes maltratos de tu jefe de guardia.
-Eh, humana ¿tratando de saltarte el trabajo?- comentó de pronto una voz socarrona, sacándote de tu ensoñación. En seguida, un elfo de cabello azul hizo acto de presencia, cruzado de brazos y con una sonrisa traviesa.
-Ya he terminado todas mis misiones del día- protestaste, pero el chico no parecía hacerte ningún caso.
-De todos modos, no deberías estar holgazaneando aquí, en la fuente- te interrumpió y su rostro volvió a tener el aspecto duro que utilizaba usualmente contigo- este lugar no te pertenece, no deberías andar como Pedro en su casa. ¿No chillaste tanto por una habitación? ¿Por qué no te quedas allí en lugar de andar ocupando espacio, aquí?
-Que yo sepa nadie está alrededor, así que puedo estar aquí si me place- contestaste, casi sin pensar.
-Ahora mismo yo estoy por aquí, y tu rostro me molesta. Razón de más para que la señorita se quede en donde nadie pueda verla.
-¿Todas mis acciones tienen que complacerte?
-Considerando que una humana no es nadie aquí y que vives en base a nuestra generosidad, deberías, sí.
La sangre hirvió en tus venas. Las continuas palabras duras de Ezarel no hacían más que acumularse. Ya te sentías una carga para la guardia, ¿por qué tenía ese chico que recordarte a cada momento de lo despreciada que eras allí? Sin poder controlarte, te levantaste dispuesta a encararlo, pero, al hacerlo perdiste el equilibrio y caíste torpemente hacia la fuente.
Por un momento cerraste los ojos esperando el impacto con el agua, pero, en su lugar, unas manos tomaron tu cintura, acercándote instintivamente hacia su cuerpo. Por supuesto, enseguida entendiste que quien te sujetaba fuertemente era Ezarel, pero aun así mantuviste tus ojos cerrados, temiendo encontrarte con un regaño al volver a la realidad
Finalmente, cuando lograste abrir los ojos, te encontraste con la imagen de Ezarel, observando fijamente el agua sin aún soltarse de su agarre. Allí, en las cristalinas aguas, se veía la figura de ambos, sin que se pudiera notar los rasgos característicos de ambos. Era como si no fuesen una humana y un elfo, sino simplemente dos personas abrazadas.
Una sensación que jamás habías sentido antes te inundo. Simplemente, paz. Y, en el fondo, sabias que Ezarel estaba sintiendo lo mismo, querías creer que sí. ¿Qué otra cosa explicaría ese momento? Un momento, fugaz entre tantas cosas, en donde descubres que, en esencia, todos tenemos esa misma calidez, todos somos iguales.
Luego de unos minutos que parecieron eternos, finalmente Ezarel soltó tu cintura. Te dedico una mirada seria, y, sin decir nada, te dejó sola con tus pensamientos.
¡Hola! Escribí originalmente esta historia como parte de un concurso de drabbles, pero acabé olvidando el concurso, aunque ya tenía parte del trabajo escrito…así que ¡taran! Para que no se desperdicie una idea. ¡Gracias por leer!
