Disclaimer: Todo pertenece a Jotaká.


Astoria sonreía. Sí, definitivamente estaba feliz. Al fin había llegado el gran día. Sus ojos se posaron al frente ahí estaba él. Frente a sí y sonriendo tanto como ella lo hacía, quizás aún más.

Enamorada. Total y absolutamente enamorada de él, de Draco Lucius Malfoy Black. No sabía cómo era posible aquello, pero sí sabía que lo sentía, dentro de sí, su corazón ya tenía dueño, y era aquél rubio engreído que le esperaba en el altar.

Al principio fue una orden. Ella acepto casarse simplemente porque su padre lo mandaba. El muchacho visitaba su hogar a diario, en cierta forma lo aborrecía, conocía a Draco Malfoy desde pequeña, Dapnhe era muy amiga del susodicho, así que era ilógico no conocerlo. Incluso cuando en su hogar hablaron de "unión entre familias" pensó que la se casaría con Malfoy sería su hermana. Sin embargo no era así, no, una noche el mismo Malfoy le había dicho que se casaría con… ella.

Ella soltó una sonora carcajada aquella noche, al verlo arrodillado frente a sí, sonriendo socarronamente y mostrándole un anillo de diamantes. Sí, definitivamente Draco Malfoy había enloquecido ¿Sería la cena? Tendría que hablar con los elfos domésticos, quizás debieron echarle un ingrediente de más que hizo desquiciar al menor de la dinastía Malfoy, sí, estaba segura de que eso era.

Pero no. No fue así, la cara de seriedad de su padre horas más tarde, le hizo ser sabedora de que lo dicho por el joven rubio no era más que la verdad. Ella se tendría que casar con él. El rostro de su padre mostraba que debía obedecer a sus palabras o de lo contrario perecería. Ella asintió mientras salía de aquél lugar y trataba de asimilar las palabras de su progenitor.

Malfoy volvió al día siguiente con regalos costosos para su futura esposa. Acepto su visita porque no tenía más remedio, acepto esa y muchas más, acepto salidas, paseos y demás, aunque no sabía bien para qué, si al final de cuentas así ella quisiera o no se casarían.

Por primera vez vio a un Draco Malfoy diferente del que ella conocía. Él se mostraba atento, cuidadoso e incluso amable, no entendía por qué el cambio del rubio, quizás porque la guerra también lo había afectado a él, o sabría Merlín el por qué.

Lo único que supo meses después es que se había enamorado. Y él también. Quizás habían sido los regalos, quizás las palabras, quizás las salidas o… tal vez aquél beso que él le había robado. No sabía muy bien el por qué, mucho menos él cuando, lo único de lo cual tenía certeza era de que se había enamorado, de la manera que jamás pensó y de la persona que nunca imaginó.

Ahora estaba allí frente al altar, esperando por ella, esperando por sus palabras, esperando por su amor y esperando que un tan sólo "si acepto" los uniera para siempre.

No sabía cómo había sido. No sabía cuándo, lo único de lo que era consiente es que estaba enamorada de Draco Malfoy hasta los tuétanos. Porque el amor no avisa, se cuela en el corazón y ahí se hospeda, eso le ocurrió, el amor nunca le avisó, su corazón mucho menos y al final Draco Malfoy terminó viviendo en su corazón.

La ceremonia ya había acabado. Y finalmente estaban unidos para siempre. Él la miró con los ojos brillando de felicidad, quizás la misma felicidad que sus ojos reflejaban. Era el momento de unir definitivamente sus destinos.

Y lo hicieron. Sus labios se juntaron como si hubiesen sido atraídos por un imán. Escuchó algunos lejanos aplausos, pero estaba tan sumida en los labios de su esposo que lo demás no importaba.

Porque ella lo amaba, ella a él. Nada era más importante que eso.