Naruto y sus personajes no son míos.
.
Mi padre
.
.
Evitó mirarla a los ojos, porque verla una vez más podría conseguir que la barrera por la que tanto se esmeró en construir entre ambos, se derrumbara en tan solo un segundo.
Pero no pudo hacerlo.
—¡Aggg! Maldita sea.
No ayudó que ella le colocara una mano en el hombro. No ayudó en absolutamente nada.
Su tacto quemaba cada centímetro de su piel… quemaba cada vez más, y era tan irresistible tener que soportarlo.
—Apártate.
La separó con violencia.
—Inojin, ¿qué te ocurre? Cada vez te entiendo menos, aunque lo intente—frunció el ceño.
No, claro que no podía entenderlo. Rio con falsedad.
—No quiero que me entiendas. Quiero salir de aquí, maldita sea. ¡No hay salida!
Inmediatamente ella bajó la cabeza, provocando que su larga cabellera azabache (producto de los años) cubriera su rostro. Inojin se mordió el labio inferior, odiaba causar su tristeza.
—Es por nuestro bien. Para hacernos fuertes, ¿sabes? —empuñó las manos, con una fuerza que él desconocía—. Su propósito es bueno. Quiere que no únicamente seamos los mejores ninjas, sino que seamos indestructibles.
—¿Bajo qué medio? —crujió los dientes, evitando a toda costa perder los estribos junto a ella—. Llevamos ocho años vagando por un infierno, ¿sabes tan siquiera a dónde nos pretende llevar? ¡Son ocho malditos años, Sarada! Ocho años en un bosque que parece no tener fin, buscando nuestra comida, luchando con apenas nadie porque parece que dios se olvidó de este lugar. ¡Y ese estúpido bastardo no ha dado la cara entre nosotros desde hace cinco años! ¿En serio confías en él?
—Es mi padre, tengo que hacerlo —se colocó frente a él y le tomó la barbilla. Inojin sintió que las piernas comenzaban a flaquearle, no podía tenerla tan cerca sin intentar algo—. Y es tu padre también.
Chasqueó la lengua.
—No importa que mi madre haya tenido una aventura con tu padre. Mi padre siempre será Sai.
—Tal vez si… —su rostro se iluminó por un instante—. ¡Por supuesto! Lo hemos intentado todo, todo menos una cosa.
—¿Ah?
—Debemos luchar entre nosotros. Piénsalo, jamás has querido usar el sharingan, quizás planea llevarte hasta el limite para obligarte a usarlo.
Se colocó en posición de pelea.
Inojin se quedó quieto, meditando una a una las palabras de su media hermana.
—Yo no puedo, Sarada. Jamás podría luchar contra ti —retrocedió instintivamente, sorprendiéndose a sí mismo—. Me estoy convirtiendo en hombre. Tenemos que salir de aquí, a donde sea… podemos encontrar alguna aldea cercana…
—Yo también me estoy haciendo una mujer. No eres el único.
—No me entiendes… no podría resistir estar tan cerca de ti, aunque se trate de una batalla.
—¿Por qué?
¿Por qué? Posiblemente porque durante los ocho años que pasó perdido en el bosque junto a ella, había desarrollado sentimientos que no podían explicarse. No eran sentimientos buenos, sino todo lo contrario.
Sarada dejó de ser una niña, y fue testigo de cómo su cuerpo fue creciendo poco a poco, de cómo sus senos empezaron a desarrollarse, y de cómo sus caderas iban creciendo.
No podía estar con ella. Era peligroso.
Era su hermana, sus deseos merecían ser castigados.
Inojin continuó alejándose.
—No puedo —respondió para echarse a correr, huyendo lo más lejos posible de ella.
Maldijo a su madre y a su padre por haberse enamorado en otro tiempo. Maldijo a Sasuke Uchiha por haberle echo ver la verdad… Si tan sólo hubiese seguido creyendo que Sai era su verdadero padre, hubiera permitido tener sentimientos por Sarada.
.
FIN
.
NA:
Perdón por el OoC tan terrible.
Continuación de mi fic: Mi hijo. Quien guste leer ese primer fic, podrá entender un poquito más éste.
Gracias por leer.
