Disclaimer: Los personajes son propiedad de J. K. Rowling.


Por un juego

Y aún no lo entendían, sobre todo ella… ¿Cómo es que habían terminado en aquello? Cerró los ojos un momento tratando de recordar, buscando respuestas, sabiendo que siempre la llevarían a lo mismo, un juego, todo había comenzado como un simple juego, un juego tan muggle, tan inocente, que era increíble verse envuelta en aquella situación y precisamente con él.

Recordó, ambos estaban aburridos, mirando el cielo, la paz que éste transmitía, y de repente la lluvia, tan inesperada como única, y ella no lo pensó, comenzó a danzar y a provocarlo, tirándole agua, llenándolo de barro, luego vinieron las carreras, ella corría para que él no la alcanzará, para que no la llenara de barro, para impedir manchar su vestido aún más de lo que ya estaba, y él la atrapó, estampándola con delicadeza a un árbol para estabilizar su respiración, mejor dicho la de ambos.

Sus respiraciones eran agitadas, debido a la carrera, debido a la adrenalina, sus corazones golpeteaban con fuerza, como si quieran salirse de su pecho, ella estaba completamente desaliñada, su cabellera rubia estaba empapada, tanto o más que su ropa, su frágil figura se traslucía, él también estaba empapado, su cabello azabache estaba en las mismas condiciones, su razón le indicaba que si no se daban un baño de inmediato y si no se iban de aquél lugar, enfermarían.

Pero el pensar era más fácil que el hacer, porque ambos estaban estáticos, ninguno parecía capaz de moverse y romper aquél contacto visual que habían iniciado, ya ni siquiera recordaba en qué momento, sus ojos verdes la taladraban, era como si quisiera ver en el fondo de su ser, como si quisiera saber todos sus secretos y a pesar del vestido se sintió desnuda, desnuda ante los ojos de su mejor amigo y eso le preocupó.

- - Harry…-susurró con voz temblorosa, el frio agua de la lluvia comenzaba a surtir sus efectos en la rubia, estaba temblando y aseguraba en su mente que muy seguramente moriría de frio.

Sus dientes se unían repetidas veces, y varios espasmos la embargaban.

Él fue quien actuó, tan rápido que ella ni cuenta se dio, ahora ya no habían gotas de lluvia que cayeran en sus cabezas, ni en sus cuerpos, ahora un lugar solido y oscuro la resguardaba, una cueva, una cueva abandonada, una de las tantas cuevas que abundaban en aquel bosque.

- -¿Estás bien?-preguntó el muchacho con preocupación, mientras colocaba sus manos en las mejillas de la rubia.

Ella asintió con una sonrisa en su rostro, que él correspondió segundos después.

Luego todo sucedió rápido, demasiado rápido en realidad, él había unido sus labios con los de ella, saboreándolos, chupándolos y haciéndolos suyos, de su propiedad.

- - Luna hay algo que tengo que confesarte…-dijo al soltarla, mientras ejercían de nuevo aquella conexión extraña.-estoy enamorado de ti.-acotó mientras volvía a besarla, con más intensidad ésta vez.

Caricias, promesas, besos, descubrimientos, uniones, respiraciones agitadas, pero esta vez no por causa de la adrenalina, sino por el placer, por el más oscuro y puro placer. El placer que se siente al unirse en uno solo, el placer de que la luna fuese la única testigo del amor que aquellos dos jóvenes se profesaban.

Porque ella también lo amaba a él, y no hacía falta decírselo, porque con cada caricia, con cada gemido, con cada jadeo se lo confesaba.

La sintió de él, cada parte de su cuerpo y él también se sintió de ella, se pertenecían, ambos, eran el uno para el otro.

Y pensar que todo había comenzado por un juego, ese juego peligroso que los había hecho perderse, perderse en una incitante danza, siendo ellos los únicos protagonistas y llegando minutos, quizás horas después al éxtasis, al clímax, donde ambos fueron felices por completo.