ESPADAS DE ALQUILER


Prólogo

Caminantes de Hierro

La compañía mercenaria conocida como los Iron Walkers fue cerca del 3011. Su primera acción de peso fue en un ataque contra una fortaleza menor del Tridente, y luego fueron cruciales para proteger Ponyville del ataque del Tridente. Posteriormente, y a petición del Elemento de la Honestidad Applejack, formaron parte de las fuerzas que combatirían al Tridente en lo que se ha conocido como la Guerra Subterránea. Su servicio ha sido impecable, su lealtad ha sido férrea, cosa rara en mercenarios, cubren toda la gama de especialidades y son eficientes. Por todas estas razones, estimo que el Ejército Real debería rendirse, ya que las tribus bisonte de las Tierras Medias los han contratado como protectores. Ruego a los altos mandos convencer a la Princesa de negociar una tregua.

—Agente Hooves del Servicio Especial Secreto de Equestria, en una carta al Teniente Coronel Thunderbold.

La noche tiene el color del acero de Damasco.

"Deben aceptar el oro, son mercenarios".

No recurriría a ellos si hubiera otra opción, eso está claro. Pero los Guardias Reales y otras autoridades del reino demostraron su total inutilidad, y no planeaba arriesgar la vida de su esposa. Si las autoridades no podían hallarla, él lo haría.

"Pero necesito refuerzos".

Tenía buenas referencias de un ejército que opera en Equestria. Se destacaron en la defensa de Ponyville y han ayudado a una gran amiga de Fluttershy, Applejack, cuando lo ha necesitado. Están reunidos en El pezón de la puta, una taberna fronteriza con las Tierras Medias, los territorios búfalos. Es un lugar oscuro, punto perfecto para que mercenarios y criminales se reúnan.

"Sólo debo hallar a Harek".

Llegó al límite del desierto en una diligencia: la mayoría de los pasajeros se bajaron en una vieja estación solitaria de tren, para llegar a Appleloosa, él siguió solo hasta que llegaron a un pequeño y miserable pueblo llamado Princetown. El cochero estaba tenso, o pensaba que él iba a asaltarlo, o temía que los propios pueblerinos lo hicieran. El pueblo, si alguna vez fue fundado de verdad por un príncipe, había perdido toda su gloria: la mayoría de sus casas tiene signos de abandono. Logra ver dos armerías, un establo y un bar. Ninguna tienda de alimentos a la vista, ningún ayuntamiento. El pueblo apenas tiene dos calles.

"Esto es normal tan cerca de la frontera".

En sus viajes había visto pueblos así en prácticamente todos los países.

El bar es el único edificio donde se ven luces, se oyen gritos y una desafinada melodía de pianola. Está oscureciendo, y no se ve a nadie en el pueblo, salvo a un anciano bisonte que fuma en la entrada del establo. Decide acercarse a él.

—Buenas noches —saluda él.

—Buenas noches tenga usted —dice el bisonte.

—¿Sabe dónde puedo conseguir comida?

—En el bar puede que le hagan una hamburguesa, pero cuestan.

—Gracias por el dato.

—No hay de qué.

Camina hacia el bar, y siente que el bisonte lo sigue. En la entrada hay varios animales: tres perros diamante juegan a los dados en una esquina, un bulldog, un doberman y un pastor alemán. Recostando en la pared, pajo una ventana, hay un gato atigrado grisáceo, leyendo un pergamino en la oscuridad, sus ojos azules brillan como linternas. Un oso blanco, inmenso y vestido con una armadura negra, duerme apoyado en un poste.

Siente sus miradas cuando se acerca, y cuando cruza las puertas de la taberna, el oso blanco abre sus ojos azules y lo mira. El gato guarda su pergamino, los perros diamante guardan sus dados, y entran detrás de él, pero se quedan en la entrada.

"Sé que esperan cualquier gesto de temor".

No tiene miedo: trae una cimitarra de primera calidad, hecha con acero puro de Damasco, y sabe muy bien cómo usarla.

Es un lugar sucio, iluminado apenas por velas y antorchas, y hay varias mesas toscas, sin pintar. En una hay un par de jóvenes carneros, uno blanco y otro amarillo, jugando a las cartas con un anciano lobo gris; un gigantesco grifo de color marrón rojizo y cabeza naranja; y otro grifo blanco en su cabeza y negro en su pico, ojos y cuerpo. En otra mesa, un lobo gris de mediana edad y un tamaño comparable al del primer grifo, bebe cerveza mientras ataca un plato de cebollas fritas. A su lado, hay una imagen bastante extraña: un joven lobo gris leyendo comics del héroe Amsir, con una cerveza al lado.

"Mis hermanos menores leen esos comics".

En otra mesa, hay un extraño pegaso con alas de murciélago. Está de espaldas a él, por eso no puede ver su rostro, pero sí puede ver que tiene una jarra con leche.

"Eso es muy extraño".

En esa misma mesa, hay un grifo negro con cabeza roja y pico amarillo, afinando una guitarra eléctrica. En la barra, hay un lobo negro que carga varias cimitarras. Más allá, en una pianola vieja, un macho cabrío toca una melodía.

"Deben ser ellos".

Camina hacia la barra, y nota que todos están mirándolo. El tabernero es un zorro rojo, que está de pie sobre dos patas, limpiando una jarra con sus patas delanteras.

—Tenga una buena noche —dice alegre el zorro, al parecer ignorando todas las miradas de los animales.

—Gracias —dice él relajado— ¿Tiene usted hamburguesas?

—Las hay, pero costarán bastante.

—El dinero no es problema —dice colocando sobre la barra, una moneda de oro. A decir verdad, no es una moneda equestriana: es un poco más grande, y el oro es tan puro que brilla opacando las velas.

Eso llama aún más la atención de los animales en el lugar, el zorro mira la moneda como un sediento mira una botella de agua.

"Es un zorro, tengo que tener mucho cuidado con él".

—No tengo cambio para un galeón de la CAIM —dice el tabernero.

—Ni se lo he pedido.

El mamífero hace una mueca de avidez, y no puede evitar frotarse las zarpas cuando deja el jarro a un lado.

—Usted pida lo que desee.

—Tres hamburguesas, dos cervezas y tabaco.

El zorro toma la moneda y le sirve una jarra antes de ir a cocinar el pedido. El carnero blanco se levanta, y camina hacia él. Nota que trae un largo cuchillo de caza en la espalda.

—Vuelva usted a su asiento —dice con una cortesía fría. El carnero se detiene, y parece no saber qué hacer.

—Iñaki, imbécil de mierda, ve a sentarte —dice el lobo gris que lee comics en un bar. Reconoce el comic que lee: El nuevo poder, donde un lobo blanco, Amsir, entrena y tiene un romance con una loba gris llamada Maura. El favorito de su hermano Altaïr, aunque su hermano tiene catorce años y no es un mercenario que está leyendo comics en una taberna escondida en la frontera.

El carnero vuelve al lugar que dejó, y él bebe un sorbo de cerveza. Es horrenda, pero es mejor que nada. Y debe acostumbrarse a la comida asquerosa y la dureza del desierto, porque su viaje seguirá.

"Debo hallar a mi esposa".

—Tenga usted —dice alegre el zorro, sirviéndole tres hamburguesas de dudosa calidad en un plato a medio limpiar.

Pide una hogaza de pan y procede a comer con tranquilidad. El sonido de la pianola regresa y los animales en la entrada vuelven a donde estaban antes.

"Debo hallar al condotiero".

—Veo que usted es lobo de mucha riqueza —dice alegre el zorro— ¿Puede decirme que hace en Princetown?

—Estoy buscando a un grifo —dice él—. dicen que se llama Harek.

—Es un usual de este bar —responde el zorro, aunque su expresión cambia—. Es un mercenario.

"Necesito uno".

—Yo busco mercenarios.

Nota que el lobo negro lo mira. Parece pasar los cuarenta años, pero se ve tan resistente como un joven.

—Así que busca alquilar unas espadas. Buena medida, señor —dice el zorro—. Es el grifo de la guitarra

—Gracias —responde él.

"Tengo que estar alerta".

Cuando acaba de comer, se levanta y camina hacia la mesa de Harek. Puede ver mejor al pegaso oscuro: es un selenita, uno negro, con una gabardina negra y un sombrero negro que ahora tiene sobre la mesa. Uno de sus ojos tiene una cicatriz.

"Creo que lo he visto antes".

El selenita trae una extraña caja en el pecho, donde parece dormir un bebé, pero no puede ver bien. Lleva su boca a un alfanje que trae en la espalda.

—Undertaker, deja eso —responde riendo Harek, rasgando las cuerdas de su guitarra—. Creo que nuestro amigo tiene un negocio que ofrecernos.

"Vaya que sí.

—Seré directo: quiero contratar a su compañía libre —dice una vez toma asiento frente a él.

—Los Iron Walkers no somos baratos —responde el grifo de buen humor—. Creo que a Reynard se le olvidó decirlo.

El zorro en la barra ríe de manera nerviosa. No le importa.

—Puedo pagarle diez mil galeones por sus servicios.

—¡Diez mil! —grita el lobo gris que comía cebollas fritas, atrayendo la atención de todos, incluso de los que están afuera. Undertaker, el selenita, está impertérrito.

—Y puedo pagar el triple si la campaña es exitosa.

—Vaya, si es un buen precio —dice Harek sonriendo—. Ekain, ve y dile a Scrolls que prepare un contrato.

—Estoy aquí, jefe —dice el gato atigrado, sacando un pergamino en blanco y comienza a escribir.

Los animales se acercan, pero no hay agresividad en ellos. Hay... expectación.

"Yo soy su contratista".

—Pongame al tanto de su campaña —dice el grifo guitarrista.

"Por dónde empiezo".

—Unos mercenarios secuestraron a mi esposa —dice él—. una loba blanca llamada Udurbatur Ibn Alí.

—Y quieres rescatarla —se ríe el lobo negro, cosa que lo molesta.

"No te metas, maldito".

—Oí eso —dice el oso blanco—. Los Dragones de Wolf se jactan de haber capturado a una de las ganadoras del Torneo de Magia en Kalifa. Dicen que tendrán tesoros ilimitados.

—Vaya, me gusta como se oye esto —dice feliz Harek—. Vamos a darle una lección a los Dragones de Wolf.

"Y rescatar a Udur".

—Oí que estaban en Klugetown y desde ahí partían a Draconia —dice el zorro Reynard, limpiando la barra.

—Sí, sí, es perfecto —dice el doberman.

—De todas formas, íbamos a ir a Klugetown a buscar voluntarios —dice Harek—. Doomhammer, Gunslinger, vayan a avisar a la compañía, nos ponemos en marcha apenas amanece.

—De inmediato —dice el lobo que comía cebollas fritas, y recoge un gigantesco martillo de guerra, el más grande que había visto, y que estaba oculto detrás del otro lobo. Puede manejarlo con una zarpa.

—Deja que guarde mis comics —dice el otro lobo, alzándose sobre sus patas traseras, y recoge sus lecturas. Puede ver en sus caderas dos revólveres.

"Ustedes me ayudarán a salvar a mi esposa".

—Mi nombre es Harek, como bien le informaron —dice el grifo alegre—. Este selenita es Undertaker, y ahí trae a su hijo.

El selenita gruñe mientras se levanta y recoge la leche.

—El pastor alemán es Ghrazadhan aers Ghrezkan, mi maestro de zapadores. El doberman es Kurut aers Kar, y el bulldog es Reznak aers Reznak, zapadores.

Ellos asientes mientras lo va nombrando, el bulldog con una sonrisa burlona.

"No me dan confianza"

—El oso es Arsus y el gato es Scrolls.

El oso blanco gruñe, y el gato hace un gesto con las cejas sin dejar de escribir.

"Ustedes menos".

—El carnero blanco es el sargento Iñaki, y el amarillo es Ekain, son hermanos.

Ekain sonríe, pero Iñaki está serio. Parecen ser muy jóvenes, casi adolescentes.

"Tienen casi la misma edad que mis hermanos menores. ¿Cómo uno de ellos es sargento? No tiene sentido".

—El grifo negro y blanco es Donnel Kög, el grifo gigante es Rolf, mi maestro de infantería, y el macho cabrío es el sargento Ferran.

Cada uno asiente a medida que los nombres. Nota la tensión disminuyendo en sus gestos.

"Aún desconfían de mí".

—Este lobo anciano es el Viejo Atik, mi cocinero personal.

—Un gusto —saluda alegre.

—Igualmente —responde él.

"Tú eres inofensivo, aunque solo por tu edad".

—Y este lobo negro es el capitán Kum Huesoduro.

El lobo negro muestra los dientes al ser nombrado.

"Son horrendos".

—Disculpe, necesito su nombre —dice Scrolls levantando la mirada.

El suspira antes de responder.

"No quiero que sepan mi nombre, pero se los daré".

—Hassan Ibn Ibrahim —responde serio—. Anótame con el seudónimo de Amsir.

—¿Cómo el idiota de los comics? —pregunta Donnel Kög.

—Sí, como ese —responde Hassan.

—Perfecto —dice Scroll, escribiendo rápidamente en el pergamino—. Firmen aquí.

"Lo hago por Udur".

Firma rápidamente, y luego lo hace Harek. Siente que pierde toda su dignidad y decencia al firmar ese contrato.

"Lo hago por Udur".

Su esposa, secuestrada por unos mercenarios que piden un elevado rescate. Su esposa, que jamás le hizo daño a nadie.

"Lo hago por ella y nuestros hijos.

Valía la pena ensuciarse sus zarpas contratando mercenarios.