Prefacio

"Lo tenía junto a mí, era mío y todavía no era suficiente, lo sentía y palpaba pero me faltaban manos para deleitarme de él. Degustaba su puro y vivido sabor con la punta de mi lengua y aun así necesitaba catar sus mas profundos fluidos […]

[…]En ese momento comprendí que esa era la nueva insignia de nuestra familia, ese era el color que nos identificaba como un nuevo clan, el de nuestra intimidad. Azul, verde y dorado formaban la nueva tela, la nuestra, la propia, la de nuestro tartán."

Sus manos presionaron mi espalda y toda yo me desvanecí, acariciaba sus cabellos y él los míos, tarde me di cuenta que estábamos sobre la alfombra llenándonos de la esencia de cada uno. Acaricie su mejilla y con todas mi fuerzas y con mi autodominio a punto de sucumbir. Dije entrecortadamente.

Debemos parar.


Capítulo 1

Nueva York, 1921.

«Es imposible que sea él. »

Son ya cuatro años desde la última vez que lo vi… o dicho de mejor manera, ya cuatro años que me abandono… son cuatro años de haber cambiado mi vida por completo para olvidarme de él, son ya cuatro años que él se evaporo del planeta sin dejar rastro. Fueron cuatro años que desaparecieron cuando levante la vista y lo vi observándome al otro lado del salón. Tan impecable, elegante e inescrutable, sostuve su mirada por un momento «no podía ser él», pero sin duda mi corazón lo sintió, latía apresurado junto con mi cuerpo que comenzaba a hiperventilar. No dude que él habría salido de Chicago en ese entonces, pensé que regresaría a África o cualquier lado que le hubiera gustado más que estar conmigo. Pero ¿qué hacia aquí? ¿Por qué de pronto las parcas decidieron enlazar nuestros caminos nuevamente, justamente ahora que empezaba a olvidarlo?

— ¿Candy?

Supe inmediatamente que era él, su profunda voz inundo hasta mi último término nervioso, ¿Cuántas veces desee escucharlo nuevamente en estos últimos años? ¿Cuántas veces me desperté llorando después de oírlo en sueños?, me estremecí de sobre manera, todavía influía en mi, todavía desequilibraba todo mi ser.

— Hola Candy, tanto tiempo…

— …

—¿Estas bien?... pareces consternada.

Todavía no salía de mi estado de shock ¿solo eso tenía para decirme? así de simple, «Hola… tanto tiempo... » Me odie en ese instante ¿Cuántas veces soñé con verlo y correr a sus brazos? escuchar un lo siento, no quise hacerlo, te extrañe, algo… pero «tanto tiempo... Consternada », obligue a mis ojos evitar las lagrimas, mantuve el auto control, alce la vista y le regale una de mis sonrisas, la de puro compromiso.

— Desde luego. ¿Cómo estás, Albert?

— Muy bien, gracias.

—Me alegro. Con tu permiso debo regresar con mis compañeros… fue un gusto verte de nuevo.

— Espera...

Mi corazón dio un vuelco ¡será acaso que escucharé lo que por años desee! Fije mi vista en sus maravillosos ojos azules «Por Dios» se veía tan guapo, había madurado en estos años, aunque no parecía el mismo, tenía un aire diferente imponente, de poder.

— Dime.

— Estas preciosa — lo mire, lo dijo sin preocupación, con seguridad evaluándome rigurosamente —. Te has convertido en una mujer exquisita.

—Gracias — le conteste con la misma sonrisa de compromiso, no era precisamente lo que me hubiese gustado oír, pero esa mínima frase hizo en mi cuerpo un cambio. Y una duda surco mente, ¿se quedaría? Como siempre él leyó dentro de mí…

— Volví para quedarme, Candy.

— ¿Aquí?

— No precisamente en Nueva York, si es eso a lo que te refieres, pero si eh decidido asentarme, plantar raíces.

— Oh entiendo. Que tengas Suerte. Adiós Albert.

Me di la vuelta y lo deje en ese lado del salón, me acerque a la mesa de bebidas, tome una copa de lo primero que encontré y me lo bebí de un tajo, intente ser natural pero estoy segura que no lo logre, había dicho «asentar raíces», la información repiqueteaba en mi cabeza «él volvió » pero no para quedarse en Nueva York donde ahora era mi hogar, volvió pero no por mí. Salí hacia los percheros pedí mis pertenencias, me coloque el abrigo negro de piel que me había prestado Karen; deslice mi bolso por el brazo sin mucha habilidad, todo mi cuerpo temblaba, pero debía combatir mis nervios, no debía permitir que Albert se diera cuenta de lo mal que lo estaba pasando él me conocía muy bien, aunque ahora yo no sabía con quien me había encontrado.

— ¿Porque te vas tan temprano? — « ¿me había seguido?» miro su reloj y lo vi levantar una ceja. — tus compañeros aun siguen aquí y todavía no empieza la subasta y…

— Debo levantarme temprano para ir a trabajar.

Si esa era la mejor excusa, él sabía lo responsable que era. Tarde me di cuenta que con mi respuesta lo interrumpí bruscamente, pero ya estaba. Le devolví otra sonrisa, ahora era la de disculpa fingida, debía parecer fría no debía perder el juicio y más ahora que él volvía ah aparecer, aunque eso no garantizara nada, no debía permitir que él se enterara todo lo que hice para salir delante en esta ciudad y menos que se enterara el porqué había viajado a refugiarme aquí.

Tenía que terminar con la conversación, le tendí mi besa manos y con una breve inclinación hice un gesto de despedida. Me arrepentí de inmediato haber hecho esto, sentí su fuerte y varonil mano envolver la mía con un gesto posesivo sentí toda una ola de calor en mi cuerpo tal como la primera vez que había sentido su piel, mi cuerpo reacciono ardientemente y desee lanzarme a su brazos.

— Candy.

Estaba mareada, él se encontraba tan cerca de mí, podía sentir el aroma de su jabón fresco y su inolvidable olor a maderas. Dijo mi nombre tan delicadamente casi en un susurro y eso fue suficiente. Todo desapareció de repente, la gente, el bullicio, la algarabía de la subasta de jóvenes, la orquesta. Solo estaba frente a mí el ser que mas he amado en mi vida y al cual seguía amando desmedidamente «Oh no». Solté su mano con brusquedad.

— Debo irme.

— Te llevo a casa.

—¡No! —. Casi lo grite intente cambiar mi tono, pero sería tonto pensar que él no se dio cuenta de mi reacción. — no te preocupes tengo un cochero esperando por mí.

— Pero…

— Adiós Albert.

Me di la vuelta y salí lo más aprisa que pude. Me percate que caían gruesas lagrimas de mis ojos, no lo evite salí corriendo del lugar baje los escalones lo más rápido que pude y choque con algún desafortunado que pasaba por ahí, pero no me importo, necesitaba desaparecer. Tuve suerte, encontré un cochero desocupado y lo subí aprisa. «A la 45 en Broadway» alcance a decir y el carruaje salió del lugar.

Por el cristal vi su figura; suspire, no sé si aliviada o decepcionada.

Albert no me seguía.

Continuará...


Estimadas amigas... esta es el primer Fanfic que escrito completo... lo hice en la Gf 2010 y como nunca en la vida... me siento muy orgullosa de presentarlo en este espacio... para las personas que lo lean... mil gracias por tomarse el tiempo de hacerlo... va con mucho amor y con todo mi corazon para el gran William Albert Andrew... nuestro Principe de la Colina

ATT.

Karin