Parte I/II.
La habitación está llena de un aura tensa. El blanco de las paredes del aula de química en estos momentos lejos de relajarme, me resulta molesto y demasiado claro. Posiblemente seamos de los pocos alumnos que aún quedan en la universidad, por unas razones o por otras.
Las lágrimas dejan un rastro húmedo sobre mis mejillas, junto con un sabor amargo en mi boca. No puedo apartar los ojos de su rostro compungido por la frustración. Al parecer él tampoco puede reprimir las lágrimas. Si no fuera porque estoy sentada, podría jurar que mis piernas temblarían hasta perder el equilibrio. Definitivamente este no es el mejor momento. Aclaro mi garganta con esfuerzo.
—Natsu, te quiero tanto... –susurro. Su rostro se alza levemente, quedando a escasos centímetros. El verde de su iris brilla con intensidad.
—Yo también te quiero, Lucy –su voz se quiebra por momentos. Se nota la congestión por el llanto.
—Pero esto no está bien –continúo, reprimiendo por momentos el impulso de salir corriendo hasta un sitio donde por fin desatar el remolino de emociones que destroza mi pecho.
—Necesito verte todos los días –confiesa, triste—. No puedo estar sin ti.
Su mano, tan cálida y grande, acaricia mi mejilla. Mi corazón palpita con más intensidad.
—Por favor –vuelve a decir—. No hagas esto.
Aparta la mano. Acaricia el puente de su nariz mientras más lágrimas escapan de sus ojos. El cabello rosa se le pega a la frente debido al sudor causado en el entrenamiento de rugby, del cual probablemente ha salido sin permiso, ni haberse duchado.
—No quiero que terminemos, Luce.
Sus palabras se clavan en mi cabeza como puñales, repitiéndose una, y otra, y otra vez. Me duele el pecho, siento punzadas en la cabeza, problemas respiratorios; indicios de un ataque de ansiedad.
Inhalo todo el aire que puedo para conseguir articular palabra. No puedo apartar la vista de su rostro.
—Dime que me amas –logro articular—. Y que quieres pasar el resto de tu vida conmigo.
Su rostro se contrae por la frustración. Mas no siento algo más que el dolor en el pecho.
—Mírame a los ojos –suplico—, y dímelo.
Por fin, después de unos segundos, sus ojos conectan con los míos. No puedo evitar el analizar su rostro, grabando cada detalle de él en mi cerebro, por si ésta fuera la última vez que tengo la oportunidad de tenerle tan cerca.
Sus pestañas (ahora húmedas) espesas y negras tiemblan, al igual que sus carnosos y rosados labios. Su piel está varios tonos más pálidos de lo normal, opacando el tostado que le caracteriza. Por último no puedo suprimir un jadeo cuando veo sus pecas, junto con sus mejillas, realizar una mueca.
Tras un par de minutos tengo la certeza de que no dirá nada, a pesar de abrir y cerrar la boca varias veces.
Le muestro una triste sonrisa mientras asiento con comprensión. Cojo aire de nuevo, apretando la mandíbula, conteniendo más lágrimas. Miro hacia el suelo, luchando contra mí misma.
Natsu pega su frente con la mía, mirando al suelo también, reprimiendo más lágrimas. Con el roce los vellos de mi nuca se erizan.
—Lo siento –tartamudea—. Lo siento mucho.
Se aleja levemente, aún en cuclillas sobre el suelo, jadea. Asiento con la cabeza repetidas veces, ida. De pronto el techo me parece una buena salida, por lo que lo miro fijamente.
— ¡Joder! –le oigo maldecir.
Aprieto los labios, reprimiendo palabras de las que después me arrepienta. Me empieza a dar vueltas todo. Giro mi cuerpo sobre la butaca, dándole la espalda, me mantengo observando al techo.
Todos los recuerdos me golpean.
El momento en que nos conocimos. Fue en primaria, el segundo año. Yo era nueva en el país; él fue el primero en acercarse a mí.
Cuando nos declaramos mejores amigos. En el inicio del instituto. Tras las suposiciones de todo el mundo alegando que éramos novios. Realmente yo siempre le sentí más que un "mejor amigo".
Nuestro primer beso. Bajo el porche de mi casa. Volvíamos corriendo desde el cine debido a la lluvia, habíamos visto esa película de ciencia ficción que aún hoy en día sigue siendo su favorita.
La forma en la que comenzamos la relación. En el baile de graduación del instituto. Tras varios años compartiendo besos, caricias, celos y dramas.
Nuestra primera vez. En su casa, el día de su cumpleaños. Su padre trabajaba, y mi padre tenía la suficiente confianza como para asumir que no le haría nada malo a su princesita.
Nuestras costumbres. Siempre, después de su entrenamiento, vamos a mi casa, a mi habitación. Primero estudiamos, luego vemos películas. Más tarde lo que surja.
Nuestros juegos. Como el "piedra, papel, o tijeras". Añadiendo pequeños daños físicos, obviamente.
¿Por qué comenzó todo a ir mal?
Apenas soy consciente de ello. Aunque supongo que fue en el momento que me ofrecieron esa beca en Canadá, y él conoció a esa chica albina, Lissana, en aquella fiesta del equipo.
No digo que me haya engañado, porque confío en Natsu ciegamente. Pero sí soy consciente de que comenzaron una relación de amistad en la que ella sentía algo más que eso, y él dudaba de todo a su alrededor.
Al fin y al cabo, Natsu nunca tuvo el amor de una madre. Una figura materna que le guiara en la vida, le diese consejos, le hablara de las emociones y sentimientos. Una madre que le diera la mano y le mostrase lo bonito del amor.
Supongo que siempre le pedí mucho respecto a nuestra relación. Y es muy hipócrita arrepentirme ahora de todos los gritos, discusiones e insinuaciones por mi parte. Eso me da más motivos para llorar.
Podría poner la mano en el fuego, apostando porque Natsu es el amor de mi vida, mas ahora no tengo cómo demostrarlo. Ya que es el fin de la historia.
"Siempre podrán ser amigos".
Llevo la mano hasta mi pecho, aplicando algo de presión. Creo que me voy a desmayar.
—Supongo que aquí acaba todo, entonces –termino por decir—. Que te vaya bien, Natsu. Te quiero.
Me levanto lo más rápido que puedo, recogiendo mi bolso a duras penas, disponiéndome a correr en cuanto cruce la puerta del aula. Despidiéndome mentalmente de Natsu (el cual considero el amor de mi vida), del instituto, y de los profesores. Del resto de mis amigos ya me encargaré en otro momento menos tétrico.
Mas en cuanto mis piernas comienzan a correr con toda la capacidad que poseo, siento que he dejado algo muy importante atrás.
Probablemente en el suelo.
Probablemente junto a Natsu.
Y probablemente sea mi corazón.
